http://www.tscpulpitseries.org/spanish/ts030428.htm
<CENTER>El alto precio de poseer a Cristo
(The Costliness of Possessing Christ)</CENTER>
Por David Wilkerson
28 de abril de 2003
__________
“Mateo nos dice que Jesús habló a las multitudes en parábolas: “Todo esto hablo Jesús en parábolas, y sin parábolas no les hablaba para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo13:34-35).
Para muchos cristianos hoy, las parábolas suenan muy simples. Sin embargo, según Cristo, cada parábola contiene un increíble secreto. Hay una verdad del reino escrita en cada parábola que Jesús dijo, y esa verdad es descubierta solo por aquellos que diligentemente la buscan.
Muchos creyentes leen las parábolas muy rápidamente. Ellos creen que ven una lección obvia y rápidamente prosiguen. O descartan el significado de la parábola como algo no aplicable a ellos. Así que ellos a cambio van a los escritos de Pablo, buscando “verdades más profundas.” Ellos quieren una teología que esta claramente explicada para ellos en detalle.
Pero pienso en dos parábolas que Jesús contó a sus discípulos. En mi opinión, estas parábolas contienen quizás algunas de las verdades más profundas que el creyente pudiera obtener:
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader, que busca buenas perlas que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.” (Mateo 13:4-46).
Tú puedes pensar: “¿Qué está escondido en estas verdades? Todos sabemos que Jesús es la perla preciosa, el tesoro escondido en el campo. Eso no es un gran secreto.” Yo te digo que hay un maná escondido en estas dos parábolas. Y sólo un puñado de creyentes lo ha descubierto ¿Por qué? Ellos nunca han tomado tiempo para cavar como el hombre cavó en esta parábola. Ciertamente, estas dos figuras dispares-el hombre que cavaba y el tenaz mercader-hacen claro el significado de Jesús: Los secretos de Dios deben ser deseados sobre todas las cosas en la vida.
La Biblia declara claramente que hay secretos del Señor: “Su comunión íntima es con los justos” [en inglés: ‘su secreto es con los justos’] (Proverbios 3:32). Estos secretos han sido desconocidos desde la fundación del mundo. Pero Mateo nos dice que estos están enterrados en las parábolas de Jesús. Estas verdades ocultas tienen poder para verdaderamente liberar a los cristianos. Pero son pocos los que están dispuestos a pagar el alto precio de descubrirlos.
Ahora bien, todos sabemos que el regalo de la salvación es gratis. Jesús pagó el precio de nuestra salvación completamente, por toda la eternidad. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia” (Romanos 3:24). Además él nos invita a beber de su fuente continua de gracia: “el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
Yo contemplé el gozo que esta gracia trae cuando prediqué en Italia recientemente. Miles vinieron adelante para aceptar a Jesús en esas reuniones. Esta gente no sólo recitó la oración del pecador, sino que oraron en profundidad llorando, confesando, e invocando al Señor. Ellos fueron salvos gratuitamente y liberados por el Espíritu Santo.
Sin embargo, en su parábola del sembrador, Jesús nos advierte que no todos aquellos que le confiesan continuarán en la fe. Según la parábola, alguna semilla (el evangelio) caerá en buena tierra. Esa semilla echará raíces, crecerá y llevará fruto. Pero otra semilla caerá en pedregales y se secará antes de que pueda desarrollar raíces. Y aún otra semilla caerá entre espinos y Satanás la robará rápidamente.
<CENTER>1. Yo creo que esa gran decadencia
que Jesús profetizó esta ocurriendo.</CENTER>
Una terrible apostasía está venciendo a multitudes de creyentes, especialmente en círculos carismáticos. Muchos están volviéndose de una predicación despertadora y convincente del alma para buscar a maestros que complacerán a su carne. Ellos han sido engañados por lo que Pablo llama “otro evangelio, otro Jesús”. Sus oídos tienen comezón de oír predicadores de prosperidad enfocados en el dinero. Nosotros vimos esto ocurriendo durante nuestras reuniones en Europa. Los cristianos italianos nos contaron de evangelistas norteamericanos que vaciaron los bolsillos de la gente, saltaron a sus aviones privados y dijeron + “¡Chao! ¡Adiós!”
Sin embargo, Jesús vio de antemano todas estas cosas. Él miró a través de la historia a nuestro tiempo, y predijo todo lo que vendría: el rechazo de la reprensión santa, el levantamiento de un evangelio de comodidad, la poca profundidad de las enseñanzas de los complacedores de la carne, el deterioro de las multitudes. De hecho él advirtió que en los últimos días, el amor de muchos creyentes menguaría. Aquellos una vez celosos siervos se volverían tibios aún fríos. Y ellos volverían la costosa gracia de Cristo en libertinaje. Ellos predicarían de su perdón y bendición, sin ningún costo a nadie. La gente sería tranquilizada respecto a su pecado. Y esto heriría tanto al Señor que él dijo que les vomitaría de su boca.
Por esta razón, Jesús llama a una sesión privada con su círculo cercano de discípulos. La Escritura dice: “Despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo” (Mateo 13:36). Jesús quería abrir los ojos de sus seguidores a los significados más profundos de sus parábolas. Él sabía que ellos necesitarían verdad que los llevaría en los tiempos de gran seducción.
En esta reunión cerrada, Cristo contó las dos parábolas que mencioné antes acerca del tesoro del campo y la perla de gran precio. Estas dos parábolas solo ocupan tres versículos de la Biblia. Sin embargo, insertado en ella están los secretos del Señor, los cuales él dijo estuvieron escondidos desde la fundación del mundo. Y ellos contienen sus propósitos eternos, para ser revelados a sus devotos sirvientes.
Con sólo un estudio rápido, usando comentarios de la Biblia es posible sacar verdad de estas parábolas. Pero eso no es todo lo que la Escritura dice que hagamos. Jesús describió a un hombre que cavaba desesperadamente. Y si las verdades del reino de Dios, están profundamente enterradas en las parábolas de Cristo, nosotros también debemos excavar diligentemente para encontrar la revelación.
Te pregunto: ¿quién está dispuesto a trabajar duro para encontrar estos secretos? ¿Quién esperará pacientemente en el Señor para que sus secretos le sean revelados? ¿Quién esperará con el Espíritu Santo el tiempo suficiente para obtener algo de sus verdades vivificantes?
Creo que yo me he detenido en estas dos parábolas el tiempo suficiente para obtener una idea de las verdades ocultas en ellas. Yo puedo decir esto acerca de ellas: ellas son acerca del alto precio de poseer a Cristo. Muchos cristianos van por la vida satisfechos con tener la fe suficiente para sobrevivir. Ellos quieren sólo lo suficiente de Jesús para ir al cielo. Ellos pueden sacar algunas verdades prácticas de sus parábolas, pero ellos nunca encuentran esa verdad vivificante que esta enterrada profundamente en ellas. Por contraste estas dos parábolas nos dicen que la verdad preciosa de Cristo es hallada sólo por buscadores devotos y hambrientos. Aquellos que le siguen con todo su corazón tendrán sus ojos suficientemente abiertos para los secretos de la vida abundante.
Jesús comienza estas dos parábolas diciendo: “Permítanme decirles como es el reino de los cielos” (ver Mateo 13:44). Cristo no está hablando aquí del cielo como nosotros lo creemos, el reino en la gloria con el Padre. No, él se está refiriendo al reino de los cielos en la tierra. Él está diciendo en esencia: “Aquí está cómo tú puedes poseer la plenitud del cielo en tu corazón, ahora mismo. Pero primero déjame decirte lo que te costará obtenerlo.”
¿Cómo obtenemos el cielo en la tierra? Las dos parábolas aclaran: al poseer a Cristo en toda su plenitud. Y ese es un esfuerzo costoso.
<CENTER>1. La primera parábola es acerca
del tesoro en el campo.</CENTER>
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mateo 13:44).
Primero, quiero preguntar: ¿qué representa el campo aquí? Significa el mundo cristianizado. Es cada área donde el evangelio ha sido predicado y recibido. Por supuesto, la iglesia es una parte de ese campo. Hay un campo misionero nacional y un campo misionero extranjero. Y el hombre trabajando en el campo representa todos los que sirven a Jesús.
Este hombre se ha enterado por una fuente confiable que el tesoro esta enterrado en alguna parte en ese campo. Igualmente hoy nos han dicho: “Cristo en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento” (Colosenses 2:3). Mientras otros labradores trabajan con un corazón dividido, este hombre comienza a cavar furiosamente. Él pasa horas, días, semanas, obstinadamente buscando el tesoro.
¿Quién es este hombre? Él representa cada siervo devoto que ha escuchado lo que los profetas dijeron de Jesús: “Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35). A este hombre no le importa lo que otros piensen de él. Él ha dispuesto en su corazón desenterrar el tesoro de Dios. Y él sabe que la única manera de encontrarlo es buscarlo con todo lo que él tiene. Así que él cava y cava absolutamente decidido a localizarlo.
¿Cuál es el tesoro que él está buscando? Es el descubrimiento increíble que Cristo es todo lo que él necesita. Su tesoro es saber que todo gozo, dirección y propósito realmente, las mismas riquezas del cielo son suyas en Jesús. No importa que problemas y pruebas enfrente. Él sabe que en Cristo, todo recurso le ha sido entregado. Jesús es su todo en todo.
Cuando este hombre finalmente encuentra este tesoro, él hace una cosa curiosa: él inmediatamente lo esconde. “El cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo” (Mateo 13:44) ¿Qué está haciendo él aquí? ¿Por qué él esconde esta recién hallada riqueza maravillosa?
Nosotros encontramos una clave en el testimonio de Pablo. El apóstol nos dice: “Cuando agrado a Dios, que me apartó... y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mi, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia” (Gálatas 1:15-17).
Pablo recibió una revelación increíble de Cristo. Así que, ¿por qué escogió mantenerlo en secreto? Fue porque este tesoro fue absolutamente precioso para él, más querido que cualquier otra cosa. Pablo había ayunado por esta verdad, orado por ella, la había buscado diligentemente. Él sirvió a Dios con celo como un fariseo, pero sin conocimiento de la verdad (Ver Romanos 10:2). Y ahora que había encontrado la verdad que era Cristo, no iba a ser despojado de esta.
Así que Pablo fue al desierto de Arabia para esconder su tesoro. En esencia, él estaba “vendiendo todo lo que tenía para comprar el campo donde el tesoro estaba escondido” (ver Mateo 13:44). Pablo estaba declarando: “Yo no quiero que nadie ni nada me desvíe de esta gran verdad que he encontrado en Cristo. No quiero escuchar la opinión de nadie al respecto en estos momentos. Debo poseerlo por mí mismo. Y sólo lo compartiré con otros después de haber entendido el significado completo de lo que he hallado.”
Me imagino el trabajador del campo en la parábola maravillado con el tesoro que encontró. Una vez que abrió el cofre, él sostuvo su tesoro, lo examinó y se regocijó en él. Sin embargo, inmediatamente, él sintió que sostenerlo y mirarlo no era suficiente. Él se dijo sí mismo: “Debo tener esto. Debo poseer esto totalmente. Si lo hago, estará conmigo hasta el día de mi muerte.
Pablo es un ejemplo de aquellos que han descubierto el tesoro sin precio de una revelación al corazón de Cristo. Él cavó profundamente, encontró el tesoro y estuvo gozoso con su hallazgo. Sin embargo, él lo escondió profundamente en su corazón. Él estaba diciendo: “No es suficiente para mi simplemente admirar a Jesús o maravillarme por él. Necesito que viva dentro de mí. Yo debo tenerlo como mi misma vida. Ya no necesito más teología acerca del Salvador. He pasado una vida aprendiendo doctrinas. Mi objetivo ahora es conocer a Cristo y poseerlo. Quiero que Jesús viva a través de mí, y que mi antiguo yo muera.
Cuando Jesús dice que el trabajador del campo “vende” todo lo que tuvo, el significado griego es comerciar o hacer trueque. Esto significa un intercambio de bienes y servicios sin intercambiar dinero. En otras palabras, lo que está siendo buscado no puede ser comprado.
Esto amplía el significado de la parábola aún más. Jesús está diciendo: “Tú no puedes comprar cosas espirituales con cosas materiales.” Pablo vivió esta verdad. Él no poseía nada excepto las vestimentas sobre sus espaldas y tal vez algunas herramientas para hacer tiendas. Sin embargo, aquí esta lo que le costó a Pablo poseer su tesoro: “Cuantas cosas eran para mi ganancia las he estimado como pérdida por amor de Cristo... estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7-8).
<CENTER>¿Quién enterró el tesoro en el campo?</CENTER>
Nuestro Padre Creador posee todas las cosas. Y posee el campo donde el tesoro fue enterrado. Esto significa que él fue quien lo enterró allí. Ahora, él sabia que el hombre excavando en el campo era pobre. Después de todo, los hombres ricos no necesitan hacer trabajos manuales. Así que este trabajador del campo tuvo que ir al propietario y hacer un trueque para comprar el campo.
Nosotros sabemos que no podemos comprar cosas espirituales con dinero. Así que ¿cómo es posible comprar algo de nuestro bendito Padre? Isaías responde: “Venid comprad sin dinero, y sin precio, vino y leche” (Isaías 55:1). En otras palabras. Dios esta diciendo: “¿qué valor tiene para ti? Empero, no pienses en término de dinero. Háblame en términos de bienes y servicios.”
A través de los siglos, los hombres ricos han tratado de ganar la vida eterna renunciando a sus riquezas. Ellos abandonaron castillos, tierras, riquezas, vastos ganados, joyas y costosas vestiduras, todo en un esfuerzo para ganar a Cristo. Ellos se volvieron indigentes, comiendo escasamente y vistiendo pieles de animales. Pero Jesús nunca fue encontrado de esta forma por nadie.
Yo creo que Pablo pasó meses en Arabia haciendo trueque con el Padre. Me lo imagino preguntando: “Señor, ¿cómo puedo poseer todas las riquezas de Cristo? ¿Qué será necesario? El Padre responde: “Te lo diré, Pablo. Dame toda tu justicia propia. Entonces te daré la justicia de Cristo. Dame todas tus buenas obras, tus esfuerzos para agradarme. Y yo te daré la santidad de Cristo solamente por fe.
“Rinde a mí todas tus metas, ambiciones, planes, esperanzas. Yo te daré a Cristo mismo para que viva en ti y través de ti. Su deseo será el tuyo. Y tú conocerás el gozo y felicidad que ningún logro alguna vez podría darte.
“Dame lo mejor de tu tiempo. Dame toda tu confianza y seguridad, y todas tus preocupaciones. Entonces, tú ganarás a Cristo. Tú habrás poseído su sabiduría e intimidad, todo sin dinero. Dime, Pablo, ¿vale el ganar a Cristo todo eso para ti?
Pablo ganó a Cristo. Él salió del desierto en completa posesión de su tesoro. Ahora él testificó: “El viejo Pablo está muerto. Y Cristo está vivo en mí. Todas mis ambiciones se fueron. Todo lo que yo quería hacer o ser antes, lo he dejado atrás en el desierto. Yo he encontrado el tesoro de mi vida, y él es todo suficiente para mí. Jesús es todo lo que alguna vez necesitaré.”
Puedes preguntar: “¿Dónde esta escondido el misterio en esta parábola del tesoro? ¿Qué secreto está enterrado allí? Pablo nos da la respuesta: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27).
En resumen, el misterio es Cristo mismo en ti. El mismo tesoro del cielo está viviendo dentro de ti, poseído por ti.
<CENTER>2. La segunda parábola es
acerca de la perla de gran precio.</CENTER>
“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compra” (Mateo13:45-46).
¿Quién es el mercader en esta parábola? La raíz griega aquí lo explica como un comerciante viajante de ventas al por mayor. Este mercader también era un probador. En otras palabras, él se ganaba la vida valorando perlas costosas por su calidad y valor.
Ahora, nosotros sabemos que Jesús es la perla de gran precio que el mercader halla. Él es muy costoso, de incalculable valor, porque el mercader vende todas sus otras posesiones para ganarla. Mi pregunta es, ¿quién era el propietario original de esta perla preciosa? Y ¿por qué él estaría dispuesto a separarse de ella?
Creo que encontramos el significado de la perla en los propósitos eternos Dios. Obviamente la perla pertenecía al Padre. Él poseía a Cristo como cualquier otro padre posee a su hijo. De hecho, Jesús es la posesión más valorada del Padre.
Tan sólo una cosa haría que el Padre ceda su invalorable perla. Él lo hizo por amor. Él y su Hijo habían hecho un pacto antes de la creación del mundo. Y en este pacto el Padre consintió en ceder a su Hijo. Él lo entregó como un sacrificio para redimir a la humanidad.
El apóstol Pedro se refiere al alto precio de este precioso regalo. Él habla de la costosa sangre de Cristo, nuestra perla de gran precio. Sin embargo, cuando los principales sacerdotes examinaron esta perla, ellos lo valoraron en simplemente treinta piezas de plata. “Tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado según el precio puesto por los hijos de Israel” (Mateo27:9). Piénsalo: el Dios del universo había hecho a su preciosa perla disponible a todos. Sin embargo, estos hombres le pusieron poco o ningún valor. Algunos aún lo llamaban una farsa, una imitación.
Yo te digo, el Señor debe sentirse dolido hoy al ver cuán poco valor su pueblo le pone a esta perla sin precio. Para algunos, Cristo no es más que una pieza de museo. Él está colocado bajo vidrio, no está disponible para ser tocado o manipulado. Las personas lo visitan solo una vez a la semana para admirarlo o alabarle. Ellos miran su cruz y se maravillan con su sacrificio, diciendo: “Qué hermoso. Cuán glorioso.” Pero ellos nunca poseen la perla. Ellos no hacen trueque con el propietario, determinados a poseerlo a cualquier precio.
Amado, Dios quiere que su perla sea hallada por aquellos que están obsesionados con poseerlo a él. Es como si él estuviera diciendo: “Mi perla está disponible sólo para aquellos que le ponen un gran valor.”
Así pues, el mercader en esta parábola representa a un grupo pequeño de creyentes hoy en día. Estos siervos han encontrado en Jesús la respuesta a cada necesidad y clamor de sus corazones. Él se ha vuelto el centro de sus vidas. Ellos han dispuesto su corazón para ir tras este premio con todo su ser. Y ellos van a obtenerlo, a cualquier precio.
<CENTER>¿Qué le costo al mercader el obtener la perla?</CENTER>
Recuerda, esta perla no tenía precio. No podía ser comprada con ninguna cantidad de dinero. Simplemente, no había suficiente oro o plata en la tierra para alcanzar ese precio. Y el mercader sabía esto. Él sabía que podría pasar toda su vida amasando una fortuna para obtenerla, pero sus esfuerzos serían en vano.
Me imagino al mercader diciendo al propietario: “Mira, debo poseer esa perla, yo gustosamente cambiaré mi vida entera de servicios a ti. Cualquier cosa que tú pidas, lo haré. Solo déjame poseerla. “El Padre amorosamente le respondió: “Dame tu corazón. Ese es el precio.” Luego leemos: “Habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mateo 13:46).
Este mercader vendió su misma alma por la perla. Le costó su mente, cuerpo y espíritu: “todo lo que tenía.” Sin embargo, el propietario le dijo que obtendría esto a cambio: “Si, serás mi sirviente. Pero tú vas a ser mucho más que eso para mí. Ves, al darme tu corazón, me estás permitiendo que te adopte. Estoy a punto de hacerte parte de mi familia. Entonces, serás mi heredero. Eso significa que tú poseerás la perla conmigo. Será de ambos, tuya y mía.”
<CENTER>Déjame decirte lo que estas dos parábolas
significan para mí personalmente.</CENTER>
Cristo es el cofre del tesoro en el campo. Y en él yo he encontrado todo lo que yo alguna vez necesité. Para mí, eso significa lo siguiente:
Ya no trataré más de encontrar un propósito en el ministerio. No buscaré más satisfacción en la familia o amigos. No más necesidad de construir algo para Dios, o ser un éxito, o sentirme útil. Ya no más mantener el mismo paso que la multitud, o tratar de demostrar algo. Ya no más buscar formas de agradar a la gente. Ya no más tratar de pensar o razonar mi propia salida de las dificultades.
Yo he encontrado lo que estoy buscando. Mi tesoro, mi perla, es Cristo. Y todo lo que el Propietario pide de mi es: “David, yo te amo. Déjame adoptarte. Ya he firmado los papeles con la sangre de mi propio Hijo. Tú eres ahora un coheredero con él de todo lo que poseo.”
Yo aún estoy en el proceso de vender todo lo que tengo. Aún estoy dándole al Padre mi tiempo, mis pensamientos, mi voluntad, mis planes. Sin embargo, yo sé que lo estoy intercambiando todo por el tesoro. Lo estoy intercambiando para comprar aguas vivas, el pan de vida, la leche y miel de gozo y paz. Y lo estoy haciendo todo sin dinero. El precio para mí es mi amor, mi confianza, mi fe en su Palabra.
¡Qué oferta! Yo doy mis trapos inmundos de auto-confianza y buenas obras. Pongo a un lado mis zapatos gastados de tanto esforzarme. Dejo atrás todas mis noches de insomnio en las calles de duda y miedo. Y a cambio soy adoptado por un Rey.
Querido santo, esto es lo que ocurre cuando tú buscas la perla, el tesoro, hasta que lo encuentras. Jesús te ofrece todo lo que él es. Él te trae gozo, paz, propósito, santidad. Y él se vuelve tu todo: tu despertar, tu dormir, tu mañana, tarde y noche.
Así que, ¿qué valor tiene él para ti? Para ganarle, puede costarte más de lo que has estado dispuesto a pagarle. Te insto: comienza a cavar hoy.
<CENTER>---</CENTER>
Usado con permiso por World Challenge, P. O. Box 260, Lindale, TX 75771, USA.
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<CENTER>El alto precio de poseer a Cristo
(The Costliness of Possessing Christ)</CENTER>
Por David Wilkerson
28 de abril de 2003
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“Mateo nos dice que Jesús habló a las multitudes en parábolas: “Todo esto hablo Jesús en parábolas, y sin parábolas no les hablaba para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo13:34-35).
Para muchos cristianos hoy, las parábolas suenan muy simples. Sin embargo, según Cristo, cada parábola contiene un increíble secreto. Hay una verdad del reino escrita en cada parábola que Jesús dijo, y esa verdad es descubierta solo por aquellos que diligentemente la buscan.
Muchos creyentes leen las parábolas muy rápidamente. Ellos creen que ven una lección obvia y rápidamente prosiguen. O descartan el significado de la parábola como algo no aplicable a ellos. Así que ellos a cambio van a los escritos de Pablo, buscando “verdades más profundas.” Ellos quieren una teología que esta claramente explicada para ellos en detalle.
Pero pienso en dos parábolas que Jesús contó a sus discípulos. En mi opinión, estas parábolas contienen quizás algunas de las verdades más profundas que el creyente pudiera obtener:
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader, que busca buenas perlas que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.” (Mateo 13:4-46).
Tú puedes pensar: “¿Qué está escondido en estas verdades? Todos sabemos que Jesús es la perla preciosa, el tesoro escondido en el campo. Eso no es un gran secreto.” Yo te digo que hay un maná escondido en estas dos parábolas. Y sólo un puñado de creyentes lo ha descubierto ¿Por qué? Ellos nunca han tomado tiempo para cavar como el hombre cavó en esta parábola. Ciertamente, estas dos figuras dispares-el hombre que cavaba y el tenaz mercader-hacen claro el significado de Jesús: Los secretos de Dios deben ser deseados sobre todas las cosas en la vida.
La Biblia declara claramente que hay secretos del Señor: “Su comunión íntima es con los justos” [en inglés: ‘su secreto es con los justos’] (Proverbios 3:32). Estos secretos han sido desconocidos desde la fundación del mundo. Pero Mateo nos dice que estos están enterrados en las parábolas de Jesús. Estas verdades ocultas tienen poder para verdaderamente liberar a los cristianos. Pero son pocos los que están dispuestos a pagar el alto precio de descubrirlos.
Ahora bien, todos sabemos que el regalo de la salvación es gratis. Jesús pagó el precio de nuestra salvación completamente, por toda la eternidad. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia” (Romanos 3:24). Además él nos invita a beber de su fuente continua de gracia: “el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
Yo contemplé el gozo que esta gracia trae cuando prediqué en Italia recientemente. Miles vinieron adelante para aceptar a Jesús en esas reuniones. Esta gente no sólo recitó la oración del pecador, sino que oraron en profundidad llorando, confesando, e invocando al Señor. Ellos fueron salvos gratuitamente y liberados por el Espíritu Santo.
Sin embargo, en su parábola del sembrador, Jesús nos advierte que no todos aquellos que le confiesan continuarán en la fe. Según la parábola, alguna semilla (el evangelio) caerá en buena tierra. Esa semilla echará raíces, crecerá y llevará fruto. Pero otra semilla caerá en pedregales y se secará antes de que pueda desarrollar raíces. Y aún otra semilla caerá entre espinos y Satanás la robará rápidamente.
<CENTER>1. Yo creo que esa gran decadencia
que Jesús profetizó esta ocurriendo.</CENTER>
Una terrible apostasía está venciendo a multitudes de creyentes, especialmente en círculos carismáticos. Muchos están volviéndose de una predicación despertadora y convincente del alma para buscar a maestros que complacerán a su carne. Ellos han sido engañados por lo que Pablo llama “otro evangelio, otro Jesús”. Sus oídos tienen comezón de oír predicadores de prosperidad enfocados en el dinero. Nosotros vimos esto ocurriendo durante nuestras reuniones en Europa. Los cristianos italianos nos contaron de evangelistas norteamericanos que vaciaron los bolsillos de la gente, saltaron a sus aviones privados y dijeron + “¡Chao! ¡Adiós!”
Sin embargo, Jesús vio de antemano todas estas cosas. Él miró a través de la historia a nuestro tiempo, y predijo todo lo que vendría: el rechazo de la reprensión santa, el levantamiento de un evangelio de comodidad, la poca profundidad de las enseñanzas de los complacedores de la carne, el deterioro de las multitudes. De hecho él advirtió que en los últimos días, el amor de muchos creyentes menguaría. Aquellos una vez celosos siervos se volverían tibios aún fríos. Y ellos volverían la costosa gracia de Cristo en libertinaje. Ellos predicarían de su perdón y bendición, sin ningún costo a nadie. La gente sería tranquilizada respecto a su pecado. Y esto heriría tanto al Señor que él dijo que les vomitaría de su boca.
Por esta razón, Jesús llama a una sesión privada con su círculo cercano de discípulos. La Escritura dice: “Despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo” (Mateo 13:36). Jesús quería abrir los ojos de sus seguidores a los significados más profundos de sus parábolas. Él sabía que ellos necesitarían verdad que los llevaría en los tiempos de gran seducción.
En esta reunión cerrada, Cristo contó las dos parábolas que mencioné antes acerca del tesoro del campo y la perla de gran precio. Estas dos parábolas solo ocupan tres versículos de la Biblia. Sin embargo, insertado en ella están los secretos del Señor, los cuales él dijo estuvieron escondidos desde la fundación del mundo. Y ellos contienen sus propósitos eternos, para ser revelados a sus devotos sirvientes.
Con sólo un estudio rápido, usando comentarios de la Biblia es posible sacar verdad de estas parábolas. Pero eso no es todo lo que la Escritura dice que hagamos. Jesús describió a un hombre que cavaba desesperadamente. Y si las verdades del reino de Dios, están profundamente enterradas en las parábolas de Cristo, nosotros también debemos excavar diligentemente para encontrar la revelación.
Te pregunto: ¿quién está dispuesto a trabajar duro para encontrar estos secretos? ¿Quién esperará pacientemente en el Señor para que sus secretos le sean revelados? ¿Quién esperará con el Espíritu Santo el tiempo suficiente para obtener algo de sus verdades vivificantes?
Creo que yo me he detenido en estas dos parábolas el tiempo suficiente para obtener una idea de las verdades ocultas en ellas. Yo puedo decir esto acerca de ellas: ellas son acerca del alto precio de poseer a Cristo. Muchos cristianos van por la vida satisfechos con tener la fe suficiente para sobrevivir. Ellos quieren sólo lo suficiente de Jesús para ir al cielo. Ellos pueden sacar algunas verdades prácticas de sus parábolas, pero ellos nunca encuentran esa verdad vivificante que esta enterrada profundamente en ellas. Por contraste estas dos parábolas nos dicen que la verdad preciosa de Cristo es hallada sólo por buscadores devotos y hambrientos. Aquellos que le siguen con todo su corazón tendrán sus ojos suficientemente abiertos para los secretos de la vida abundante.
Jesús comienza estas dos parábolas diciendo: “Permítanme decirles como es el reino de los cielos” (ver Mateo 13:44). Cristo no está hablando aquí del cielo como nosotros lo creemos, el reino en la gloria con el Padre. No, él se está refiriendo al reino de los cielos en la tierra. Él está diciendo en esencia: “Aquí está cómo tú puedes poseer la plenitud del cielo en tu corazón, ahora mismo. Pero primero déjame decirte lo que te costará obtenerlo.”
¿Cómo obtenemos el cielo en la tierra? Las dos parábolas aclaran: al poseer a Cristo en toda su plenitud. Y ese es un esfuerzo costoso.
<CENTER>1. La primera parábola es acerca
del tesoro en el campo.</CENTER>
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mateo 13:44).
Primero, quiero preguntar: ¿qué representa el campo aquí? Significa el mundo cristianizado. Es cada área donde el evangelio ha sido predicado y recibido. Por supuesto, la iglesia es una parte de ese campo. Hay un campo misionero nacional y un campo misionero extranjero. Y el hombre trabajando en el campo representa todos los que sirven a Jesús.
Este hombre se ha enterado por una fuente confiable que el tesoro esta enterrado en alguna parte en ese campo. Igualmente hoy nos han dicho: “Cristo en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento” (Colosenses 2:3). Mientras otros labradores trabajan con un corazón dividido, este hombre comienza a cavar furiosamente. Él pasa horas, días, semanas, obstinadamente buscando el tesoro.
¿Quién es este hombre? Él representa cada siervo devoto que ha escuchado lo que los profetas dijeron de Jesús: “Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35). A este hombre no le importa lo que otros piensen de él. Él ha dispuesto en su corazón desenterrar el tesoro de Dios. Y él sabe que la única manera de encontrarlo es buscarlo con todo lo que él tiene. Así que él cava y cava absolutamente decidido a localizarlo.
¿Cuál es el tesoro que él está buscando? Es el descubrimiento increíble que Cristo es todo lo que él necesita. Su tesoro es saber que todo gozo, dirección y propósito realmente, las mismas riquezas del cielo son suyas en Jesús. No importa que problemas y pruebas enfrente. Él sabe que en Cristo, todo recurso le ha sido entregado. Jesús es su todo en todo.
Cuando este hombre finalmente encuentra este tesoro, él hace una cosa curiosa: él inmediatamente lo esconde. “El cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo” (Mateo 13:44) ¿Qué está haciendo él aquí? ¿Por qué él esconde esta recién hallada riqueza maravillosa?
Nosotros encontramos una clave en el testimonio de Pablo. El apóstol nos dice: “Cuando agrado a Dios, que me apartó... y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mi, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia” (Gálatas 1:15-17).
Pablo recibió una revelación increíble de Cristo. Así que, ¿por qué escogió mantenerlo en secreto? Fue porque este tesoro fue absolutamente precioso para él, más querido que cualquier otra cosa. Pablo había ayunado por esta verdad, orado por ella, la había buscado diligentemente. Él sirvió a Dios con celo como un fariseo, pero sin conocimiento de la verdad (Ver Romanos 10:2). Y ahora que había encontrado la verdad que era Cristo, no iba a ser despojado de esta.
Así que Pablo fue al desierto de Arabia para esconder su tesoro. En esencia, él estaba “vendiendo todo lo que tenía para comprar el campo donde el tesoro estaba escondido” (ver Mateo 13:44). Pablo estaba declarando: “Yo no quiero que nadie ni nada me desvíe de esta gran verdad que he encontrado en Cristo. No quiero escuchar la opinión de nadie al respecto en estos momentos. Debo poseerlo por mí mismo. Y sólo lo compartiré con otros después de haber entendido el significado completo de lo que he hallado.”
Me imagino el trabajador del campo en la parábola maravillado con el tesoro que encontró. Una vez que abrió el cofre, él sostuvo su tesoro, lo examinó y se regocijó en él. Sin embargo, inmediatamente, él sintió que sostenerlo y mirarlo no era suficiente. Él se dijo sí mismo: “Debo tener esto. Debo poseer esto totalmente. Si lo hago, estará conmigo hasta el día de mi muerte.
Pablo es un ejemplo de aquellos que han descubierto el tesoro sin precio de una revelación al corazón de Cristo. Él cavó profundamente, encontró el tesoro y estuvo gozoso con su hallazgo. Sin embargo, él lo escondió profundamente en su corazón. Él estaba diciendo: “No es suficiente para mi simplemente admirar a Jesús o maravillarme por él. Necesito que viva dentro de mí. Yo debo tenerlo como mi misma vida. Ya no necesito más teología acerca del Salvador. He pasado una vida aprendiendo doctrinas. Mi objetivo ahora es conocer a Cristo y poseerlo. Quiero que Jesús viva a través de mí, y que mi antiguo yo muera.
Cuando Jesús dice que el trabajador del campo “vende” todo lo que tuvo, el significado griego es comerciar o hacer trueque. Esto significa un intercambio de bienes y servicios sin intercambiar dinero. En otras palabras, lo que está siendo buscado no puede ser comprado.
Esto amplía el significado de la parábola aún más. Jesús está diciendo: “Tú no puedes comprar cosas espirituales con cosas materiales.” Pablo vivió esta verdad. Él no poseía nada excepto las vestimentas sobre sus espaldas y tal vez algunas herramientas para hacer tiendas. Sin embargo, aquí esta lo que le costó a Pablo poseer su tesoro: “Cuantas cosas eran para mi ganancia las he estimado como pérdida por amor de Cristo... estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7-8).
<CENTER>¿Quién enterró el tesoro en el campo?</CENTER>
Nuestro Padre Creador posee todas las cosas. Y posee el campo donde el tesoro fue enterrado. Esto significa que él fue quien lo enterró allí. Ahora, él sabia que el hombre excavando en el campo era pobre. Después de todo, los hombres ricos no necesitan hacer trabajos manuales. Así que este trabajador del campo tuvo que ir al propietario y hacer un trueque para comprar el campo.
Nosotros sabemos que no podemos comprar cosas espirituales con dinero. Así que ¿cómo es posible comprar algo de nuestro bendito Padre? Isaías responde: “Venid comprad sin dinero, y sin precio, vino y leche” (Isaías 55:1). En otras palabras. Dios esta diciendo: “¿qué valor tiene para ti? Empero, no pienses en término de dinero. Háblame en términos de bienes y servicios.”
A través de los siglos, los hombres ricos han tratado de ganar la vida eterna renunciando a sus riquezas. Ellos abandonaron castillos, tierras, riquezas, vastos ganados, joyas y costosas vestiduras, todo en un esfuerzo para ganar a Cristo. Ellos se volvieron indigentes, comiendo escasamente y vistiendo pieles de animales. Pero Jesús nunca fue encontrado de esta forma por nadie.
Yo creo que Pablo pasó meses en Arabia haciendo trueque con el Padre. Me lo imagino preguntando: “Señor, ¿cómo puedo poseer todas las riquezas de Cristo? ¿Qué será necesario? El Padre responde: “Te lo diré, Pablo. Dame toda tu justicia propia. Entonces te daré la justicia de Cristo. Dame todas tus buenas obras, tus esfuerzos para agradarme. Y yo te daré la santidad de Cristo solamente por fe.
“Rinde a mí todas tus metas, ambiciones, planes, esperanzas. Yo te daré a Cristo mismo para que viva en ti y través de ti. Su deseo será el tuyo. Y tú conocerás el gozo y felicidad que ningún logro alguna vez podría darte.
“Dame lo mejor de tu tiempo. Dame toda tu confianza y seguridad, y todas tus preocupaciones. Entonces, tú ganarás a Cristo. Tú habrás poseído su sabiduría e intimidad, todo sin dinero. Dime, Pablo, ¿vale el ganar a Cristo todo eso para ti?
Pablo ganó a Cristo. Él salió del desierto en completa posesión de su tesoro. Ahora él testificó: “El viejo Pablo está muerto. Y Cristo está vivo en mí. Todas mis ambiciones se fueron. Todo lo que yo quería hacer o ser antes, lo he dejado atrás en el desierto. Yo he encontrado el tesoro de mi vida, y él es todo suficiente para mí. Jesús es todo lo que alguna vez necesitaré.”
Puedes preguntar: “¿Dónde esta escondido el misterio en esta parábola del tesoro? ¿Qué secreto está enterrado allí? Pablo nos da la respuesta: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27).
En resumen, el misterio es Cristo mismo en ti. El mismo tesoro del cielo está viviendo dentro de ti, poseído por ti.
<CENTER>2. La segunda parábola es
acerca de la perla de gran precio.</CENTER>
“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compra” (Mateo13:45-46).
¿Quién es el mercader en esta parábola? La raíz griega aquí lo explica como un comerciante viajante de ventas al por mayor. Este mercader también era un probador. En otras palabras, él se ganaba la vida valorando perlas costosas por su calidad y valor.
Ahora, nosotros sabemos que Jesús es la perla de gran precio que el mercader halla. Él es muy costoso, de incalculable valor, porque el mercader vende todas sus otras posesiones para ganarla. Mi pregunta es, ¿quién era el propietario original de esta perla preciosa? Y ¿por qué él estaría dispuesto a separarse de ella?
Creo que encontramos el significado de la perla en los propósitos eternos Dios. Obviamente la perla pertenecía al Padre. Él poseía a Cristo como cualquier otro padre posee a su hijo. De hecho, Jesús es la posesión más valorada del Padre.
Tan sólo una cosa haría que el Padre ceda su invalorable perla. Él lo hizo por amor. Él y su Hijo habían hecho un pacto antes de la creación del mundo. Y en este pacto el Padre consintió en ceder a su Hijo. Él lo entregó como un sacrificio para redimir a la humanidad.
El apóstol Pedro se refiere al alto precio de este precioso regalo. Él habla de la costosa sangre de Cristo, nuestra perla de gran precio. Sin embargo, cuando los principales sacerdotes examinaron esta perla, ellos lo valoraron en simplemente treinta piezas de plata. “Tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado según el precio puesto por los hijos de Israel” (Mateo27:9). Piénsalo: el Dios del universo había hecho a su preciosa perla disponible a todos. Sin embargo, estos hombres le pusieron poco o ningún valor. Algunos aún lo llamaban una farsa, una imitación.
Yo te digo, el Señor debe sentirse dolido hoy al ver cuán poco valor su pueblo le pone a esta perla sin precio. Para algunos, Cristo no es más que una pieza de museo. Él está colocado bajo vidrio, no está disponible para ser tocado o manipulado. Las personas lo visitan solo una vez a la semana para admirarlo o alabarle. Ellos miran su cruz y se maravillan con su sacrificio, diciendo: “Qué hermoso. Cuán glorioso.” Pero ellos nunca poseen la perla. Ellos no hacen trueque con el propietario, determinados a poseerlo a cualquier precio.
Amado, Dios quiere que su perla sea hallada por aquellos que están obsesionados con poseerlo a él. Es como si él estuviera diciendo: “Mi perla está disponible sólo para aquellos que le ponen un gran valor.”
Así pues, el mercader en esta parábola representa a un grupo pequeño de creyentes hoy en día. Estos siervos han encontrado en Jesús la respuesta a cada necesidad y clamor de sus corazones. Él se ha vuelto el centro de sus vidas. Ellos han dispuesto su corazón para ir tras este premio con todo su ser. Y ellos van a obtenerlo, a cualquier precio.
<CENTER>¿Qué le costo al mercader el obtener la perla?</CENTER>
Recuerda, esta perla no tenía precio. No podía ser comprada con ninguna cantidad de dinero. Simplemente, no había suficiente oro o plata en la tierra para alcanzar ese precio. Y el mercader sabía esto. Él sabía que podría pasar toda su vida amasando una fortuna para obtenerla, pero sus esfuerzos serían en vano.
Me imagino al mercader diciendo al propietario: “Mira, debo poseer esa perla, yo gustosamente cambiaré mi vida entera de servicios a ti. Cualquier cosa que tú pidas, lo haré. Solo déjame poseerla. “El Padre amorosamente le respondió: “Dame tu corazón. Ese es el precio.” Luego leemos: “Habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mateo 13:46).
Este mercader vendió su misma alma por la perla. Le costó su mente, cuerpo y espíritu: “todo lo que tenía.” Sin embargo, el propietario le dijo que obtendría esto a cambio: “Si, serás mi sirviente. Pero tú vas a ser mucho más que eso para mí. Ves, al darme tu corazón, me estás permitiendo que te adopte. Estoy a punto de hacerte parte de mi familia. Entonces, serás mi heredero. Eso significa que tú poseerás la perla conmigo. Será de ambos, tuya y mía.”
<CENTER>Déjame decirte lo que estas dos parábolas
significan para mí personalmente.</CENTER>
Cristo es el cofre del tesoro en el campo. Y en él yo he encontrado todo lo que yo alguna vez necesité. Para mí, eso significa lo siguiente:
Ya no trataré más de encontrar un propósito en el ministerio. No buscaré más satisfacción en la familia o amigos. No más necesidad de construir algo para Dios, o ser un éxito, o sentirme útil. Ya no más mantener el mismo paso que la multitud, o tratar de demostrar algo. Ya no más buscar formas de agradar a la gente. Ya no más tratar de pensar o razonar mi propia salida de las dificultades.
Yo he encontrado lo que estoy buscando. Mi tesoro, mi perla, es Cristo. Y todo lo que el Propietario pide de mi es: “David, yo te amo. Déjame adoptarte. Ya he firmado los papeles con la sangre de mi propio Hijo. Tú eres ahora un coheredero con él de todo lo que poseo.”
Yo aún estoy en el proceso de vender todo lo que tengo. Aún estoy dándole al Padre mi tiempo, mis pensamientos, mi voluntad, mis planes. Sin embargo, yo sé que lo estoy intercambiando todo por el tesoro. Lo estoy intercambiando para comprar aguas vivas, el pan de vida, la leche y miel de gozo y paz. Y lo estoy haciendo todo sin dinero. El precio para mí es mi amor, mi confianza, mi fe en su Palabra.
¡Qué oferta! Yo doy mis trapos inmundos de auto-confianza y buenas obras. Pongo a un lado mis zapatos gastados de tanto esforzarme. Dejo atrás todas mis noches de insomnio en las calles de duda y miedo. Y a cambio soy adoptado por un Rey.
Querido santo, esto es lo que ocurre cuando tú buscas la perla, el tesoro, hasta que lo encuentras. Jesús te ofrece todo lo que él es. Él te trae gozo, paz, propósito, santidad. Y él se vuelve tu todo: tu despertar, tu dormir, tu mañana, tarde y noche.
Así que, ¿qué valor tiene él para ti? Para ganarle, puede costarte más de lo que has estado dispuesto a pagarle. Te insto: comienza a cavar hoy.
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