El hombre durante la vida presente, aprehende las cosas con su entendimiento
de una manera "movible", discurriendo de una a otra, analizando unos u otros aspectos. Conserva siempre el poder de transferirse de uno a otro asunto entre dos cosas opuestas. Por esto mismo la voluntad del hombre se adhiere con su voluntadal objeto de su elección de una manera movible; conserva
siempre el poder de apartarse de ese objeto y de adherirse al contrario. Se puede pasar con facilidad del amor, al odio; del deseo, al fastidio.
Al separarse el alma del cuerpo por la muerte, el alma adquiere la manera
de ser y entender propia de los espíritus, que no están sujetos a los vaivenes de la imaginación y de la sensibilidad. En estas circunstancias aprehende por el entendimiento el objeto de su elección de una manera absoluta e inmutable. Por eso el alma humana en el momento mismo de
separarse del cuerpo, quedará adherida del todo al objeto de su propia
elección, como consubstancializa con él.
Y ¿cuál será el objeto que el alma escoja en el último momento de su vida?
Ese objeto no puede ser más que uno de estos dos: Dios o el propio yo. Si el
alma está en gracia santificante, su voluntad se inclinará a Dios, como a su
último fin. Y, al revés, si el alma ha cometido el pecado mortal y no se ha
arrepentido de él (por el acto de atrición junto con la confesión o por la
contrición perfecta en caso de no poder confesarse), quedará como fosilizada
en su aversión a Dios; y eso no tendrá ya remedio por toda la eternidad.
Josemaría Lorenzo
Si deseas alguna aclaración o consulta sobre esta cuña puedes escribir a:
[email protected] Gracias.
de una manera "movible", discurriendo de una a otra, analizando unos u otros aspectos. Conserva siempre el poder de transferirse de uno a otro asunto entre dos cosas opuestas. Por esto mismo la voluntad del hombre se adhiere con su voluntadal objeto de su elección de una manera movible; conserva
siempre el poder de apartarse de ese objeto y de adherirse al contrario. Se puede pasar con facilidad del amor, al odio; del deseo, al fastidio.
Al separarse el alma del cuerpo por la muerte, el alma adquiere la manera
de ser y entender propia de los espíritus, que no están sujetos a los vaivenes de la imaginación y de la sensibilidad. En estas circunstancias aprehende por el entendimiento el objeto de su elección de una manera absoluta e inmutable. Por eso el alma humana en el momento mismo de
separarse del cuerpo, quedará adherida del todo al objeto de su propia
elección, como consubstancializa con él.
Y ¿cuál será el objeto que el alma escoja en el último momento de su vida?
Ese objeto no puede ser más que uno de estos dos: Dios o el propio yo. Si el
alma está en gracia santificante, su voluntad se inclinará a Dios, como a su
último fin. Y, al revés, si el alma ha cometido el pecado mortal y no se ha
arrepentido de él (por el acto de atrición junto con la confesión o por la
contrición perfecta en caso de no poder confesarse), quedará como fosilizada
en su aversión a Dios; y eso no tendrá ya remedio por toda la eternidad.
Josemaría Lorenzo
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