ECUMENISMO

3 Marzo 2003
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Os comparto un artículo que sobre este tema he escrito recientemente. Como es bastante extenso lo dividiré en tres partes que iré subiendo a este hilo en los próximos días:

ECUMENISMO - Parte I

Etimología

Esta palabra, tan conocida hoy en día, proviene de la palabra griega “oikoumenh”, que viene a significar, universal, “todo el mundo” ó “toda la tierra”, pero ha sido adaptada para definir un movimiento que dice pretender la “unidad” de los cristianos. El término “unidad” realmente en el griego se decía “henótes”. Así que la palabra más apropiada para expresar el significado que persigue el ecumenismo debiera ser algo semejante a “enotismo”. Pero el empleo de la palabra “ecumenismo” se trajo del sentido que la iglesia católica otorgó a los “concilios ecuménicos”, es decir, universales, a su juicio, en los que se pretendía normalizar e imponer a todos los que se decían cristianos las doctrinas y normas que allí se aprobaban.

Por su parte la palabra “católica” proviene del termino griego “kath’holon”, que significa universal, pero no en el plano geográfico, sino como la doctrina común universalmente acordada, si es que tal cosa llegó a existir en alguna ocasión. Algo semejante a “ortodoxa según todos”.

Bases y objetivos

La iglesia con sede en Roma que acaba imponiendo su supremacía en el área occidental del imperio romano después del siglo IV fue, sin embargo, incapaz de conseguir los objetivos perseguidos de monopolio universal sujeto a sus presupuestos doctrinales y jerárquicos por medio de la imposición de sus doctrinas y reglamentos. Ni siquiera el empleo de la persecución violenta contra los disidentes iniciado en el siglo V y continuado con desigual presión hasta el siglo XIX proporcionó las aspiraciones de dominio monolítico bajo su jerarquía. No logró imponer su hegemonía sobre la iglesia ortodoxa, que conservó su influencia en el oriente europeo tras el cisma bizantino del siglo XI. Y mucho menos sobre las iglesias protestantes surgidas en centro Europa tras la Reforma del siglo XVI y extendidas a los países nórdicos y Bajos y a Gran Bretaña. Desde esta a Norteamérica y a los países de las influencias políticas y sociales de estas potencias.

Será en las sesiones del Concilio Vaticano II, donde se establecieron oficialmente las bases del llamado ecumenismo, haciendo un guiño oficial con la aprobación del decreto “unitatis redintegration”, promulgado el 21 de noviembre de 1964. Con el se daba carta de naturaleza a los contactos que de forma extraoficial habían mantenido, desde hacía algunos años, autoridades jerárquicas de segundo nivel católico romanas con personajes e instituciones protestantes de corte liberal. Si es que se pueden denominar así a algunos líderes de iglesias protestantes con escasas convicciones doctrinales, con una visión mundana de la iglesia de Cristo, y agentes propagadores de las corrientes de la llamada “teología liberal”, surgida principalmente en la universidad alemana de Tubinga, y que tanto hicieron para arruinar la fe cristiana en aquel país.

El ecumenismo se define muy bien en la práctica con las palabras dedicadas desde el Vaticano con motivo de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos: “lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa”. O como lo expresó el Cardenal Kasper: “lo que nos une es mucho más que lo que nos divide”. O lo que escribía el cardenal Tarancón: "Hay un Espíritu Ecuménico… que nos obliga a fijarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa”. El lenguaje no difiere mucho del que emplean los protestantes partidarios del ecumenismo y del de la Iglesia Ortodoxa que insisten también en que se trata de profundizar en la "búsqueda de aquello que nos une y no de lo que nos divide".

Este argumento desde luego es muy coloquial y popular, ocultando el texto cuidadosamente redactado del decreto “unitatis redintegration” que no disimula que el ecumenismo es una vía transitoria que persigue la integración de todos los que se confiesan cristianos dentro de la Iglesia Católica Romana, la única que, según presumen, es poseedora de “los medios de salvación”, y como declaraba Juan Pablo II es “la única que posee objetivamente la plenitud de la verdad”.

Pero con el lenguaje abreviado y coloquial con el que trabajan, este movimiento presenta una baja exigencia doctrinal, moral y exegética común, para que sea apoyado o introducido en cualquier grupo aunque su orientación cristiana sea bastante remota. Pero quedándose con el concepto de buscar “lo que nos une”, va más allá para encontrar con cualquier religión mundial lo que se llaman “puntos de encuentro”, con vistas a desarrollar lo que se denomina como el “diálogo interreligioso”. Por ejemplo, no hace mucho que el teólogo católico Silvio Cajiao en un acto organizado por la Congregación Vaticana para el clero, decía lo siguiente con respecto al Islam: “Estos son algunos de los puntos comunes que nos unen: la fe en un único Dios, creador de todas las cosas, trascendente y misericordioso. El se ha revelado a los seres humanos a través de sus profetas y ha enviado a sus ángeles para cuidarles y advertirles en su peregrinaje pro el mundo. Vendrá un día a juzgar según las acciones del hombre y los unos obtendrá el paraíso y los otros las penas del infierno. Los valores morales del Islam coinciden con los del Evangelio, pudiéndolos resumir en el término «justicia», el musulmán como el cristiano, o todo hombre religioso debe pretender ser veraz, fiel a sus compromisos, acogedor y atento de manera especial con los pobres, dando a cada uno lo que se le debe y moderando sus deseos.

La unidad

Los textos bíblicos más empleados se encuentran en las frases de la oración de Jesús, del evangelio de Juan capítulo 17. En ella Jesús ruega al Padre por la unidad de sus discípulos en los versículos 11, 21, 22 y 23. Sin embargo, una lectura atenta nos muestra claramente que el tipo de unidad por el que ruega Jesús no se basa en que estén unos unidos con los otros, sino que Jesús ruega por un tipo de unidad que se establece a través de su propia presencia en cada uno de ellos: “Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad”.

¿Y como puede estar Cristo en sus discípulos? Pues las Escrituras nos enseñan que mora en ellos por dos vías complementarias: Por su palabra ó doctrina (Col 3:16: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…”) y por medio del “Espíritu de Dios”. (Rom. 8:11 “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” El que aquí se llama Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo, como deja claro Pedro en su primera epístola 1:11). Así pues las bases de la unidad de los creyentes en Cristo son “el propio Espíritu Santo” edificándonos en un único edificio que es la morada de Dios en Espíritu (Ef. 4:22), y la doctrina, a la que se llama también en la epístola de Efesios 4:13, “la unidad de la fe y del conocimiento”.
 
Re: ECUMENISMO

Hace un monton de años de salí de Roma.
Volver a ella...como no sea en plan turistico...
 
Re: ECUMENISMO

Os comparto un artículo que sobre este tema he escrito recientemente. Como es bastante extenso lo dividiré en tres partes que iré subiendo a este hilo en los próximos días:

ECUMENISMO - Parte I

Etimología

Esta palabra, tan conocida hoy en día, proviene de la palabra griega “oikoumenh”, que viene a significar, universal, “todo el mundo” ó “toda la tierra”, pero ha sido adaptada para definir un movimiento que dice pretender la “unidad” de los cristianos. El término “unidad” realmente en el griego se decía “henótes”. Así que la palabra más apropiada para expresar el significado que persigue el ecumenismo debiera ser algo semejante a “enotismo”. Pero el empleo de la palabra “ecumenismo” se trajo del sentido que la iglesia católica otorgó a los “concilios ecuménicos”, es decir, universales, a su juicio, en los que se pretendía normalizar e imponer a todos los que se decían cristianos las doctrinas y normas que allí se aprobaban.

Por su parte la palabra “católica” proviene del termino griego “kath’holon”, que significa universal, pero no en el plano geográfico, sino como la doctrina común universalmente acordada, si es que tal cosa llegó a existir en alguna ocasión. Algo semejante a “ortodoxa según todos”.

Bases y objetivos

La iglesia con sede en Roma que acaba imponiendo su supremacía en el área occidental del imperio romano después del siglo IV fue, sin embargo, incapaz de conseguir los objetivos perseguidos de monopolio universal sujeto a sus presupuestos doctrinales y jerárquicos por medio de la imposición de sus doctrinas y reglamentos. Ni siquiera el empleo de la persecución violenta contra los disidentes iniciado en el siglo V y continuado con desigual presión hasta el siglo XIX proporcionó las aspiraciones de dominio monolítico bajo su jerarquía. No logró imponer su hegemonía sobre la iglesia ortodoxa, que conservó su influencia en el oriente europeo tras el cisma bizantino del siglo XI. Y mucho menos sobre las iglesias protestantes surgidas en centro Europa tras la Reforma del siglo XVI y extendidas a los países nórdicos y Bajos y a Gran Bretaña. Desde esta a Norteamérica y a los países de las influencias políticas y sociales de estas potencias.

Será en las sesiones del Concilio Vaticano II, donde se establecieron oficialmente las bases del llamado ecumenismo, haciendo un guiño oficial con la aprobación del decreto “unitatis redintegration”, promulgado el 21 de noviembre de 1964. Con el se daba carta de naturaleza a los contactos que de forma extraoficial habían mantenido, desde hacía algunos años, autoridades jerárquicas de segundo nivel católico romanas con personajes e instituciones protestantes de corte liberal. Si es que se pueden denominar así a algunos líderes de iglesias protestantes con escasas convicciones doctrinales, con una visión mundana de la iglesia de Cristo, y agentes propagadores de las corrientes de la llamada “teología liberal”, surgida principalmente en la universidad alemana de Tubinga, y que tanto hicieron para arruinar la fe cristiana en aquel país.

El ecumenismo se define muy bien en la práctica con las palabras dedicadas desde el Vaticano con motivo de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos: “lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa”. O como lo expresó el Cardenal Kasper: “lo que nos une es mucho más que lo que nos divide”. O lo que escribía el cardenal Tarancón: "Hay un Espíritu Ecuménico… que nos obliga a fijarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa”. El lenguaje no difiere mucho del que emplean los protestantes partidarios del ecumenismo y del de la Iglesia Ortodoxa que insisten también en que se trata de profundizar en la "búsqueda de aquello que nos une y no de lo que nos divide".

Este argumento desde luego es muy coloquial y popular, ocultando el texto cuidadosamente redactado del decreto “unitatis redintegration” que no disimula que el ecumenismo es una vía transitoria que persigue la integración de todos los que se confiesan cristianos dentro de la Iglesia Católica Romana, la única que, según presumen, es poseedora de “los medios de salvación”, y como declaraba Juan Pablo II es “la única que posee objetivamente la plenitud de la verdad”.

Pero con el lenguaje abreviado y coloquial con el que trabajan, este movimiento presenta una baja exigencia doctrinal, moral y exegética común, para que sea apoyado o introducido en cualquier grupo aunque su orientación cristiana sea bastante remota. Pero quedándose con el concepto de buscar “lo que nos une”, va más allá para encontrar con cualquier religión mundial lo que se llaman “puntos de encuentro”, con vistas a desarrollar lo que se denomina como el “diálogo interreligioso”. Por ejemplo, no hace mucho que el teólogo católico Silvio Cajiao en un acto organizado por la Congregación Vaticana para el clero, decía lo siguiente con respecto al Islam: “Estos son algunos de los puntos comunes que nos unen: la fe en un único Dios, creador de todas las cosas, trascendente y misericordioso. El se ha revelado a los seres humanos a través de sus profetas y ha enviado a sus ángeles para cuidarles y advertirles en su peregrinaje pro el mundo. Vendrá un día a juzgar según las acciones del hombre y los unos obtendrá el paraíso y los otros las penas del infierno. Los valores morales del Islam coinciden con los del Evangelio, pudiéndolos resumir en el término «justicia», el musulmán como el cristiano, o todo hombre religioso debe pretender ser veraz, fiel a sus compromisos, acogedor y atento de manera especial con los pobres, dando a cada uno lo que se le debe y moderando sus deseos.

La unidad

Los textos bíblicos más empleados se encuentran en las frases de la oración de Jesús, del evangelio de Juan capítulo 17. En ella Jesús ruega al Padre por la unidad de sus discípulos en los versículos 11, 21, 22 y 23. Sin embargo, una lectura atenta nos muestra claramente que el tipo de unidad por el que ruega Jesús no se basa en que estén unos unidos con los otros, sino que Jesús ruega por un tipo de unidad que se establece a través de su propia presencia en cada uno de ellos: “Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad”.
¿Y como puede estar Cristo en sus discípulos? Pues las Escrituras nos enseñan que mora en ellos por dos vías complementarias: Por su palabra ó doctrina (Col 3:16: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…”) y por medio del “Espíritu de Dios”. (Rom. 8:11 “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” El que aquí se llama Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo, como deja claro Pedro en su primera epístola 1:11). Así pues las bases de la unidad de los creyentes en Cristo son “el propio Espíritu Santo” edificándonos en un único edificio que es la morada de Dios en Espíritu (Ef. 4:22), y la doctrina, a la que se llama también en la epístola de Efesios 4:13, “la unidad de la fe y del conocimiento”.


HOLA PABOBLANCO:

--Desde el punto de vista HUMANO..tu comentario es muy bueno, que todos estemos arropados en una iglesia en este caso la catolica Romana aunque tengamos diferencias doctrinales....pero dejame decirte que delante de Dios esto no debe ser...porque que comunion hay entre la luz y las tinieblas..?..DE LOS PASAJES QUE TU MENCIONAS COMO EL DE SAN JUAN CAP. 17 Y LOS OTROS..CRISTO SE DIRIGIO A SUS DICIPULOS Y A LOS CRISTIANOS VERDADEROS NO A LOS QUE SE DICEN SER CRISTIANOS Y NO LO SON....

SAN JUAN
17:9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,
17:10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
17:11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
17:12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
17:13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
17:14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17:15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
17:16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
17:18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
17:19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
17:22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
17:23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 17:24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
17:25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.
17:26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.



ANALIZANDO ESTE PASAJE, JESUCRISTO HABLA DE

---EL MUNDO
---SUS DICIPULOS DE LOS CUALES SE DESPEDIA .
---DE LOS QUE HABIAN DE CREER EN EL POR LA PALABRA O ATRAVEZ DE LOS DICIPULOS..(en este caso los Cristianos ) no los del mundo que se dicen ser Cristianos y no lo son ..solo son religiosos..


17:21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

--QUIENES TODOS..?
--TODAS LAS RELIGIONES..? NOOO.
--CRISTO HACIA REFERENCIA DE LOS DICIPULOS Y TODOS LOS DEMAS CREYENTES CRISTIANOS....

--Y LA UNIDAD QUE CRISTO MENSIONA AQUI..ES EN EL Y EL PADRE..

--NO BAJO EL TECHO DE ROMA O EL PAPA...eso es otra cosa que todo Cristiano debe saber para no APOSTATAR DE LA FE...

--ASI QUE NADA DE QUERER CONFUNDIR....

--DIOS TE BENDIGA..
 
Re: ECUMENISMO

ECUMENISMO - Parte 2

Un ecumenismo claro aparece en los evangelios

Pero desgraciadamente para los partidarios del ecumenismo actual, esta unidad de reunir a unos con otros, no aparece relacionada con los seguidores de Cristo, sino establecida en el campo de los que se oponen a él. Fariseos, saduceos, escribas, maestros, gobernantes y miembros del concilio aparcaron sus diferencias irreconciliables de doctrina, de moral y de política, es decir, lo que los separaba y se unieron en lo que tenían en común: conspirar para eliminar al Cristo.

Los relatos evangélicos dan cuenta de como personas de tan heterogéneas creencias se unieron para su objetivo común, aparcando sus diferencias: (Mat 26:3 y 4 “Entonces los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle”. Juan 11:47 “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales”). Como sabemos, y lo recuerda el evangelista Lucas en su libro de los Hechos de los Apóstoles, los sacerdotes pertenecían a la secta de los saduceos (Hechos 5:17), y su doctrina era diametralmente opuesta a los fariseos, como también lo menciona en Hechos 23:8 “creen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los Fariseos confiesan ambas cosas”.

A los objetivos de esta “sociedad” ecuménica se sumaron haciendo las paces los poderes políticos, Herodes Antipas, tetrarca, idumeo por parte de padre quien, como ejemplo de sus convicciones religiosas, había construido un templo para Dios y otro para Augusto, y también Poncio Pilato, romano gobernador y pagano, quienes hasta aquel momento mantenían una relación de no solo tensa, sino de publica enemistad (Lucas 23:12).

Así, este frente “universal” y “ecuménico”, lo encontramos actuando al unísono a la hora de tentar a Jesús con preguntas insidiosas, buscando testigos falsos para imputarle delitos (Mateo 26:59), prendiéndole en el monte de los olivos (Juan 18:3) y manipulando a la población cuando Jesús fue llevado a juicio ante Pilato para que fuese crucificado, pidiendo que se liberara a Barrabás (Mateo 27:20) y escarneciendo a Jesús en aquel trance (Mateo 27:41). Incluso después de muerto, mantuvieron su unidad operativa preocupándose de lo que pudiera suceder con el cuerpo de Jesús (Mateo 27:62-66).

En contraposición a este movimiento ecuménico encontramos también en los evangelios a los discípulos de Jesús bastante poco unánimes. En varias ocasiones nos narran las fuentes evangélicas cómo discutían entre si para ver quien sería el más grande de ellos en el reino de los cielos ó quien quedaría de jefe cuando Jesús ya no estuviese con ellos. Cruel pero cierto (Mateo 18:1; Marcos 9:33,34; Lucas 9:46; Lucas 22:23,24). También encontramos a Judas llegando a enfrentarse a Jesús por el asunto del perfume caro, y no era el único que sostenía aquella postura (Marcos 14:4 con Juan 12:5). A Tomás con algunos de los discípulos murmurando a espaldas de Jesús por su decisión de ir a Jerusalén, donde le esperaban para matarle (Juan 11:16). Y al propio Tomás no creyendo el testimonio de sus condiscípulos sobre la resurrección de Jesús (Juan 20:25), lo mismo que poco antes habían hecho los otros discípulos respecto al testimonio de las mujeres creyentes (Marcos 16:11), ni siquiera al testimonio de dos de ellos (Marcos 16:13).

El escaso ecumenismo de la iglesia primitiva

Las cosas no fueron muy diferentes después de constituirse la Iglesia en Pentecostés. Poco tiempo duró la “unidad” de los primeros creyentes de Hechos 2:44 al 47 y 4:32. Las acusaciones de parcialidad hacia los apóstoles por la cuestión de la atención social a las viudas necesitadas, presenta ya una iglesia dividida socialmente en dos comunidades: hebreos y judíos griegos (Hechos 6:1).

Tras la inmediata persecución irrumpió el legalismo. El “evangelio diferente” que promovían algunos de los fariseos convertidos que enseñaban que para ser salvos había que creer en Cristo, pero a la vez circuncidarse y guardar la ley (Hechos 15:1). Esta grieta doctrinal no fue resuelta a pesar de la reunión de Jerusalén a pesar de que los apóstoles y el Espíritu Santo libraron unas instrucciones claras y escritas para las iglesias a donde el problema había llegado de mano de algunos de estos legalistas de Jerusalén.

No buscaron los apóstoles y la iglesia lo que les unía, Jesucristo, y aparcaron la cuestión del legalismo, sino que lo combatieron aunque con desigual energía y resultado. Así encontramos a la iglesia de Antioquia de Siria dividida entre la hipócrita actuación de Pedro y Bernabé arrastrando con ellos a un grupo de cristianos y la resuelta afirmación doctrinal del apóstol Pablo (Gálatas 2:11-21). Pero tampoco aquí acabó el problema de la herejía que era tan grave como que Pablo sentencia que los que siguen aquella doctrina “se han caído de la gracia” (Gal. 5:4) y que “Cristo ya no les aprovechará” para nada (Gal. 5:2) llegando a expresar su deseo de que aquellos que trastornan a las iglesias con tal doctrina fuesen “cortados” (Gal. 5:12), y escribiendo a los filipenses les llama “perros” y “malos obreros” (Fil. 3:2).

También encontramos poco después a la iglesia de Corinto con facciones enfrentadas. Unos decían ser de Apolos, otros de Cefas, otros de Pablo y otros de Cristo (1Cor. 3:3-8). Y la cosa no quedó aquí, pronto surgieron nuevas herejías que apartaban a los creyentes de la verdad de la doctrina, y la recomendación no fue “buscar lo que nos une”, sino “taparles la boca” (Tito 1:10-11).

En la segunda epístola de Pedro y en Judas encontramos la misma contundencia que en las de Pablo para denunciar a los falsos profetas y maestros que promueven herejías destructoras de la fe genuina, que causan divisiones, que no tienen el Espíritu (Judas 19), y los creyentes son llamados a guardarse de los errores de los abominables que están extraviados (2Pedro 3:17). Por su parte el apóstol Juan llama a “probar los espíritus”, ante la realidad de que muchos falsos profetas pululan por el mundo (1Juan 4:1). Unos por avaricia, otros por representar el espíritu del anticristo que se opone a la verdad auténtica y anda buscando como hacer daño a los escogidos.

Finalmente en el último libro del nuevo testamento, el Apocalipsis, en las cartas a las iglesias, encontramos como en la iglesia de Pérgamo hay un sector de personas como miembros que profesan la herejía de Balaam, los nicolaítas, a los que Dios aborrece (Apoc. 2:6), que como aquel profeta por avaricia pervierten a los creyentes. Y Dios les advierte que tienen que arrepentirse de ello. Es decir cambiar de forma de pensar con respecto a ellos y quitarlos de en medio de la congregación (Apoc. 2:14-16). En otras palabras el texto nos sugiere que en aquella iglesia de Pérgamo un grupo de personas que profesaban creer en Dios, en Jesucristo, que participaban de la mesa del Señor, que oraban, cantaban, predicaban lo mismo que los otros cristianos, a la vez profesaban una forma herética de doctrina, conocida por todos y que, sin embargo, nadie se preocupaba de la perniciosa obra de perversión que producía en los otros miembros de la iglesia y en el evangelio.

La doctrina como valor esencial

Hemos visto, pues, como la doctrina es esencial y tiene una repercusión que incluso alcanza a la dimensión de la salvación de los creyentes. Pablo escribía a los gálatas, como ya hemos visto, que seguir aquella herejía les conducía a desligarse de Cristo y caerse de la gracia. Y vuelve a insistir en otro texto, ahora como una clara advertencia del Espíritu Santo que vendrán tiempo en que por dar ocasión y oído a doctrinas demoníacas propagadas por espíritus engañadores algunos llegarán a apostatar de la fe (1Timoteo 4:1). ¿Cómo puede haber unidad sin asentarla sobre el pilar esencial de la doctrina? Pues es algo que razonablemente desde el punto de vista de un cristiano nacido de nuevo no se puede entender. Mientras que creer que los que están en la misma sintonía doctrinal y Cristo mora en sus corazones son uno, forman parte del mismo edificio y del mismo cuerpo, es algo fácil de comprender.
 
Re: ECUMENISMO

ECUMENISMO - Y 3.

La unidad que Cristo proponía

La oración de Cristo al Padre cobra sentido en la forma en que el Salvador pide al Padre “que los guarde en Su nombre”, de semejante manera a como él los guardaba mientras estaba en el mundo con ellos. Esa protección no era sino la propia enseñanza del evangelio como la verdad que procede de Dios, mientras los cuidaba de los peligros por medio de claras advertencias para que no fuesen engañados ni arrastrados por las corrientes religiosas del mundo que les rodeaba. Así Jesús les decía: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestido de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15); “guardaos de los hombres…” (Mateo 10:17), “guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos…” (Mateo 16:6, 12 “entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos”). “Guardaos de los escribas” (Marcos 12:38), es decir de los teólogos que están alejados de la comprensión de las verdades del reino. “Guardaos de toda avaricia” (Luc. 12:15).

Y el Padre, en respuesta a la oración intercesora del Hijo, tras la resurrección continuó esa labor protectora que proporciona la verdadera unidad, por medio del Espíritu Santo. Así los apóstoles recibieron del Paráclito la doctrina que a su vez enseñaron a los nuevos creyentes, y a través de sus epístolas legaron a los que habían de creer por la palabra de ellos la insistente amonestación para que nos guardemos en el temor de Dios y en la sana doctrina, a la vez que combatimos ardientemente por la fe que ha sido dada a los santos, y nos mantenemos separados de falsos profetas, falsos hermanos y falsos apóstoles que en multitud circulan por el mundo.

La unidad que proponen los ecuménicos se encuentra completamente desacreditada en las enseñanzas de Jesús cuando expresa su conocimiento de quienes verdaderamente son suyos. Dijo Jesús a sus discípulos: ¿No os elegí yo a vosotros los doce y uno es diablo? (Juan 6.70). La parábola de las vírgenes prudentes y las insensatas de Mateo 25, nos hace comprender que el hecho de estar juntos y hacer las mismas cosas a los ojos humanos no constituye ni la unidad de fe, ni en el Espíritu, ni esa es la unidad de la Iglesia entendida esta como la congregación de los “primogénitos que están inscritos en los cielos” (Hebreos 12:23). Unas de aquellas vírgenes de la parábola entraron al gozo de su Señor, mientras que a las otras les fue dicho: No os conozco. Incluso en personas tan íntimamente unidas como las que menciona en Lucas 17:34 al 36: Dos que trabajan juntos ó incluso comparten “la misma cama”, no forman la unidad de los santos que pertenecen a la Iglesia, pues Jesús enseñó como “uno será tomado y otro será dejado”.

¿Qué es doctrina y qué no lo es?

Si como hemos tratado antes, la cuestión doctrinal es esencial, entonces nos falta dedicar unos párrafos a determinar qué es doctrina y qué no lo es.

Todos los creyentes cuando creemos en la obra redentora de Cristo Jesús y nacemos de nuevo por la operación regeneradora del Espíritu Santo, recibimos también por gracia todo lo necesario para que esa fe llegue a la consumación de su propósito (2 Pedro 1:3 y 4). Ahora bien, ni todos los creyentes reciben los mismos dones, ni los mismos talentos, ni tampoco ellos ponen de su parte la misma diligencia en añadir el complemento necesario para una vida cristiana madura, fructífera y satisfactoria, como sigue expresando el apóstol en ese capítulo. Así hay creyentes que por su propia negligencia están sometidos a muchos más riesgos de ser engañados y arrastrados por falsos profetas y otros llevan siempre una vida de temor a causa de ignorar cuales son los límites de su libertad en Cristo y confunden a menudo principios inamovibles de la doctrina de Cristo con aspectos subjetivos, costumbres y tradiciones de hombres.

Sin animo de ser exhaustivo, como diría mi admirado Cesar Vidal, son, entre otras, doctrinas esenciales y principios irrenunciables para todo cristiano genuino asuntos tales como:

Que la salvación se otorga por pura gracia y se recibe por medio de la fe, en virtud de la obra expiatoria realizada por Jesucristo en la cruz (Efesios 2:8).

Que en ningún otro hay salvación porque no hay otro nombre dado a los hombres en el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12).

Que “hay un solo Dios, y un único mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Timoteo 2:5).

Que nadie puede ir al Padre sino por medio de Jesucristo (Juan 14:6).

Que Jesucristo es Dios hecho carne (Isaías 9:6; Juan 1:1) , y que sobre él fue cargado el pecado de los hombres (Isaías 53:6, 9).

Es doctrina esencial admitir que “no hay justo ni siquiera uno” (Romanos 3:10). Y que la paga del pecado es muerte, mientras que la vida eterna es un regalo de Dios en Cristo Jesús” (Rom. 6:23).

Que sin fe, es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).

Que Jesucristo realizó un único sacrificio suficiente para hacer perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10:12).

Que Jesucristo resucitó de los muertos, y los muertos en Cristo también resucitarán (Hechos 2:32; 1Corintios 15:14; 1Tesalonicenses 4:16).

Que Jesucristo volverá otra vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan (Hebreos 9:28).

Que sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 11:14).

Que habrá también una resurrección para condenación de los que no obedecen el evangelio (Juan 5:29). Etc.

Que las Sagradas Escrituras son inspiradas por el Espiritu Santo (2Pedro 1:21), y son inerrantes (Juan 17:17; 2Timoteo 2:15, es la palabra de verdad).

El apóstol Pablo, de la misma manera que es absolutamente contundente, como hemos visto, en los principios esenciales del evangelio y en la doctrina de la salvación, también instruye sobre otras cosas en las que los creyentes no deben aceptar imposiciones. Por ejemplo escribió: “que nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo…” (Colosenses 2:16). Y también: “Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No uses, no gustes, no toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”. (Colosenses 2:20-23).

Aparte de estas cosas, el Nuevo Testamento proporciona una clara y extensa exposición de qué cosas son inmorales y cuales son aquellas obras cuyos practicantes no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21), aun a pesar de que las autoridades de este mundo las consideren lícitas y la sociedad las haya despenalizado moralmente. Y otras conductas que son indebidas y no corresponden con el testimonio de virtud que corresponde a personas que han sido salvadas y hechas miembros de la familia de Dios.

Uno de los temas que han abierto grandes debates entre los creyentes es la escatología. Pero la explicación de los hechos escatológicos no es doctrina, sino simples hipótesis. Es decir, son suposiciones posibles, pero doctrina es unicamente es la propia formulación profética tal y como la contienen las Escrituras.

Nunca la escatología debiera haber sido motivo de división si este principio se hubiese entendido así, y además en lugar de envanecerse en razonamientos que se formulan como dogmas, los maestros y estudios de las Escrituras hubiesen tenido la humildad para reconocer que Dios siempre ha cumplido sus promesas proféticas en una forma tan real como impensable en el desarrollo de su ejecución para los que las conocían antes de su cumplimiento. Incluso de forma impensable para aquellos que las recibieron de primera mano, las creyeron y nos las transmitieron.

Doctrina de los acontecimientos escatológicos en una breve síntesis es, por ejemplo, creer que Jesucristo vendrá otra vez y vivir con la esperanza y perseverancia en la fe como si este regreso fuese inminente (1 Pedro 4:7; Santiago 5:7 y 8). Doctrina es creer que Dios ha preparado para los redimidos una herencia eterna (1Pedro 1:3), consoladora y gloriosa y, a la vez, una condenación perpetua y de sufrimiento, excluidos de la presencia de Dios, para aquellos que no han creído el evangelio y por tanto no han lavado sus pecados en la sangre preciosa de Jesucristo (2Tesalonicenses 1:5-9).

Finalmente tenemos en las Escrituras cosas profundas, difíciles de entender, sobre las cuales muchos opinan sin tener conocimiento ni constancia en su estudio y meditación, y se enredan en ellas muchos ignorantes e inconstantes para su propia perdición (2Pedro 3:15 y 16). Muchos, de la misma forma que los incrédulos, se han envanecido en sus razonamientos y pretendiendo ser sabios se hicieron necios. Apenas conociendo verdades esenciales y básicas de la fe, y sin haber experimentado practicamente nada de las bendiciones, conflictos y luchas de la vida cristiana, los vemos dando discursos sobre muchas cosas que no entienden, haciendo disparatadas afirmaciones que presentan como verdades dogmáticas de las cuales son sus primeras víctimas y desgraciadamente siempre encuentran ingenuos seguidores. En lenguaje de Pedro es necesario cuidarse de personas atrevidas y contumaces que hablan mal de cosas que no entienden. Está profetizado que vendrá un tiempo en el que las personas no aguantarán la sana doctrina, pero saciarán sus ansias espirituales escuchando, sobre todo novedades, de parte de ejércitos de maestros que les hablarán las falsedades que ellos quieren oír (2Timoteo 4:3).

El futuro del ecumenismo

Los que formulan actualmente y militan en la pretensión ecuménica afirman que se trata de un proceso imparable auspiciado por el Espíritu Santo, otros vemos en ese movimiento el curso imparable de un río que conduce a la religión mundial del falso profeta y del anticristo. La culminación ideal del sincretismo gnóstico masón que tanto atrae en materia religiosa a los no regenerados.

Todos los que no obedecen la enseñanza del Maestro de cómo no se deben estructurar sus discípulos a pesar de la claridad y rotundidad de su mandato, seguirán pensando y trabajando para construir las estructuras bajo los diseños prohibidos, que son los propios del mundo y de la carne, integrándose en ellas y aspirando a convertirse en sus líderes y dirigentes. Jesús dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. (Marcos 10:42-44). Y también dejó muy claro que solo los que permanecen en sus enseñanzas son sus verdaderos discípulos (Juan 8:31).

¿Serán verdaderos discípulos suyos quienes desobedecen esta instrucción tan clara y se dedican a establecer estructuras verticales de dominio sobre los hombres, ó se sientan sobre ellas? Esta razón ya debiera ser suficiente para que los verdaderos discípulos de Cristo entiendan y no se dejen arrastrar por ellos, simplemente analizando sus frutos, pues “no puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”, (Mateo 7:18).

Es cierto que el movimiento ecuménico aun se desarrolla lentamente, pero si Jesucristo estuviese hoy entre nosotros, y ante “semejante peligro” como el que representó su presencia para los lideres religiosos de su época (Juan 11:47 y 48 ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él…) la unidad se precipitaría como en los tiempos deJesús, pero para oponérsele.

Los mismos líderes que en los tiempos de Jesús decían: “Si nosotros viviésemos en los tiempos de nuestros antepasados nunca seríamos sus cómplices en el derramamiento de la sangre de los profetas” (Mateo w23:30), fueron los que se unieron para derramar la sangre del Hijo de Dios. Así que estoy convencido que si Jesus hoy se presentase fisicamente predicando el evangelio, todas las estructuras del poder religioso y político dejarían a un lado lo que les divide y se unirían para perseguirle: El Vaticano, el Consejo Mundial de Iglesias, el Patriarcado ortodoxo y sus jerarcas, el cuerpo gobernante de los Testigos de Jehová, la Conferencia General Adventista, los mandamases de los mormones, los del Islam, sin olvidar anuestra Ferede, las Sociedades Bíblicas y gran parte de los llamados ministerios internacionales y hasta la ONU y la CEE, alcanzarían con celo y decisión el ecumenismo que encontramos en el oráculo del salmista: Salmo 2:2 Se levantarán los reyes de la tierra, y los príncipes consultarán unidos contra JHWH y contra su Mesías, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. Pero los redimidos siempre estarán al margen, constituidos por la manada pequeña (Lucas 12:32) sobre la base común de que su Salvador está en ellos y con ellos, y saben por la Palabra de Dios que la unidad que agrada a Dios no se alcanza y perfecciona por medio de reuniones y estructuras conjuntas, sino por la obediencia a los contenidos del evangelio y fidelidad a la Palabra Santa de Dios.
 
Re: ECUMENISMO

-----MUY INTERESANTE ESTE APORTE ..DIOS TE BENDIGA....

....EL ECUMENISMO...ES LA NUEVA TORRE DE BABEL...O ALGO ASI...