Os comparto un artículo que sobre este tema he escrito recientemente. Como es bastante extenso lo dividiré en tres partes que iré subiendo a este hilo en los próximos días:
ECUMENISMO - Parte I
Etimología
Esta palabra, tan conocida hoy en día, proviene de la palabra griega “oikoumenh”, que viene a significar, universal, “todo el mundo” ó “toda la tierra”, pero ha sido adaptada para definir un movimiento que dice pretender la “unidad” de los cristianos. El término “unidad” realmente en el griego se decía “henótes”. Así que la palabra más apropiada para expresar el significado que persigue el ecumenismo debiera ser algo semejante a “enotismo”. Pero el empleo de la palabra “ecumenismo” se trajo del sentido que la iglesia católica otorgó a los “concilios ecuménicos”, es decir, universales, a su juicio, en los que se pretendía normalizar e imponer a todos los que se decían cristianos las doctrinas y normas que allí se aprobaban.
Por su parte la palabra “católica” proviene del termino griego “kath’holon”, que significa universal, pero no en el plano geográfico, sino como la doctrina común universalmente acordada, si es que tal cosa llegó a existir en alguna ocasión. Algo semejante a “ortodoxa según todos”.
Bases y objetivos
La iglesia con sede en Roma que acaba imponiendo su supremacía en el área occidental del imperio romano después del siglo IV fue, sin embargo, incapaz de conseguir los objetivos perseguidos de monopolio universal sujeto a sus presupuestos doctrinales y jerárquicos por medio de la imposición de sus doctrinas y reglamentos. Ni siquiera el empleo de la persecución violenta contra los disidentes iniciado en el siglo V y continuado con desigual presión hasta el siglo XIX proporcionó las aspiraciones de dominio monolítico bajo su jerarquía. No logró imponer su hegemonía sobre la iglesia ortodoxa, que conservó su influencia en el oriente europeo tras el cisma bizantino del siglo XI. Y mucho menos sobre las iglesias protestantes surgidas en centro Europa tras la Reforma del siglo XVI y extendidas a los países nórdicos y Bajos y a Gran Bretaña. Desde esta a Norteamérica y a los países de las influencias políticas y sociales de estas potencias.
Será en las sesiones del Concilio Vaticano II, donde se establecieron oficialmente las bases del llamado ecumenismo, haciendo un guiño oficial con la aprobación del decreto “unitatis redintegration”, promulgado el 21 de noviembre de 1964. Con el se daba carta de naturaleza a los contactos que de forma extraoficial habían mantenido, desde hacía algunos años, autoridades jerárquicas de segundo nivel católico romanas con personajes e instituciones protestantes de corte liberal. Si es que se pueden denominar así a algunos líderes de iglesias protestantes con escasas convicciones doctrinales, con una visión mundana de la iglesia de Cristo, y agentes propagadores de las corrientes de la llamada “teología liberal”, surgida principalmente en la universidad alemana de Tubinga, y que tanto hicieron para arruinar la fe cristiana en aquel país.
El ecumenismo se define muy bien en la práctica con las palabras dedicadas desde el Vaticano con motivo de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos: “lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa”. O como lo expresó el Cardenal Kasper: “lo que nos une es mucho más que lo que nos divide”. O lo que escribía el cardenal Tarancón: "Hay un Espíritu Ecuménico… que nos obliga a fijarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa”. El lenguaje no difiere mucho del que emplean los protestantes partidarios del ecumenismo y del de la Iglesia Ortodoxa que insisten también en que se trata de profundizar en la "búsqueda de aquello que nos une y no de lo que nos divide".
Este argumento desde luego es muy coloquial y popular, ocultando el texto cuidadosamente redactado del decreto “unitatis redintegration” que no disimula que el ecumenismo es una vía transitoria que persigue la integración de todos los que se confiesan cristianos dentro de la Iglesia Católica Romana, la única que, según presumen, es poseedora de “los medios de salvación”, y como declaraba Juan Pablo II es “la única que posee objetivamente la plenitud de la verdad”.
Pero con el lenguaje abreviado y coloquial con el que trabajan, este movimiento presenta una baja exigencia doctrinal, moral y exegética común, para que sea apoyado o introducido en cualquier grupo aunque su orientación cristiana sea bastante remota. Pero quedándose con el concepto de buscar “lo que nos une”, va más allá para encontrar con cualquier religión mundial lo que se llaman “puntos de encuentro”, con vistas a desarrollar lo que se denomina como el “diálogo interreligioso”. Por ejemplo, no hace mucho que el teólogo católico Silvio Cajiao en un acto organizado por la Congregación Vaticana para el clero, decía lo siguiente con respecto al Islam: “Estos son algunos de los puntos comunes que nos unen: la fe en un único Dios, creador de todas las cosas, trascendente y misericordioso. El se ha revelado a los seres humanos a través de sus profetas y ha enviado a sus ángeles para cuidarles y advertirles en su peregrinaje pro el mundo. Vendrá un día a juzgar según las acciones del hombre y los unos obtendrá el paraíso y los otros las penas del infierno. Los valores morales del Islam coinciden con los del Evangelio, pudiéndolos resumir en el término «justicia», el musulmán como el cristiano, o todo hombre religioso debe pretender ser veraz, fiel a sus compromisos, acogedor y atento de manera especial con los pobres, dando a cada uno lo que se le debe y moderando sus deseos.”
La unidad
Los textos bíblicos más empleados se encuentran en las frases de la oración de Jesús, del evangelio de Juan capítulo 17. En ella Jesús ruega al Padre por la unidad de sus discípulos en los versículos 11, 21, 22 y 23. Sin embargo, una lectura atenta nos muestra claramente que el tipo de unidad por el que ruega Jesús no se basa en que estén unos unidos con los otros, sino que Jesús ruega por un tipo de unidad que se establece a través de su propia presencia en cada uno de ellos: “Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad”.
¿Y como puede estar Cristo en sus discípulos? Pues las Escrituras nos enseñan que mora en ellos por dos vías complementarias: Por su palabra ó doctrina (Col 3:16: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…”) y por medio del “Espíritu de Dios”. (Rom. 8:11 “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” El que aquí se llama Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo, como deja claro Pedro en su primera epístola 1:11). Así pues las bases de la unidad de los creyentes en Cristo son “el propio Espíritu Santo” edificándonos en un único edificio que es la morada de Dios en Espíritu (Ef. 4:22), y la doctrina, a la que se llama también en la epístola de Efesios 4:13, “la unidad de la fe y del conocimiento”.
ECUMENISMO - Parte I
Etimología
Esta palabra, tan conocida hoy en día, proviene de la palabra griega “oikoumenh”, que viene a significar, universal, “todo el mundo” ó “toda la tierra”, pero ha sido adaptada para definir un movimiento que dice pretender la “unidad” de los cristianos. El término “unidad” realmente en el griego se decía “henótes”. Así que la palabra más apropiada para expresar el significado que persigue el ecumenismo debiera ser algo semejante a “enotismo”. Pero el empleo de la palabra “ecumenismo” se trajo del sentido que la iglesia católica otorgó a los “concilios ecuménicos”, es decir, universales, a su juicio, en los que se pretendía normalizar e imponer a todos los que se decían cristianos las doctrinas y normas que allí se aprobaban.
Por su parte la palabra “católica” proviene del termino griego “kath’holon”, que significa universal, pero no en el plano geográfico, sino como la doctrina común universalmente acordada, si es que tal cosa llegó a existir en alguna ocasión. Algo semejante a “ortodoxa según todos”.
Bases y objetivos
La iglesia con sede en Roma que acaba imponiendo su supremacía en el área occidental del imperio romano después del siglo IV fue, sin embargo, incapaz de conseguir los objetivos perseguidos de monopolio universal sujeto a sus presupuestos doctrinales y jerárquicos por medio de la imposición de sus doctrinas y reglamentos. Ni siquiera el empleo de la persecución violenta contra los disidentes iniciado en el siglo V y continuado con desigual presión hasta el siglo XIX proporcionó las aspiraciones de dominio monolítico bajo su jerarquía. No logró imponer su hegemonía sobre la iglesia ortodoxa, que conservó su influencia en el oriente europeo tras el cisma bizantino del siglo XI. Y mucho menos sobre las iglesias protestantes surgidas en centro Europa tras la Reforma del siglo XVI y extendidas a los países nórdicos y Bajos y a Gran Bretaña. Desde esta a Norteamérica y a los países de las influencias políticas y sociales de estas potencias.
Será en las sesiones del Concilio Vaticano II, donde se establecieron oficialmente las bases del llamado ecumenismo, haciendo un guiño oficial con la aprobación del decreto “unitatis redintegration”, promulgado el 21 de noviembre de 1964. Con el se daba carta de naturaleza a los contactos que de forma extraoficial habían mantenido, desde hacía algunos años, autoridades jerárquicas de segundo nivel católico romanas con personajes e instituciones protestantes de corte liberal. Si es que se pueden denominar así a algunos líderes de iglesias protestantes con escasas convicciones doctrinales, con una visión mundana de la iglesia de Cristo, y agentes propagadores de las corrientes de la llamada “teología liberal”, surgida principalmente en la universidad alemana de Tubinga, y que tanto hicieron para arruinar la fe cristiana en aquel país.
El ecumenismo se define muy bien en la práctica con las palabras dedicadas desde el Vaticano con motivo de la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos: “lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa”. O como lo expresó el Cardenal Kasper: “lo que nos une es mucho más que lo que nos divide”. O lo que escribía el cardenal Tarancón: "Hay un Espíritu Ecuménico… que nos obliga a fijarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa”. El lenguaje no difiere mucho del que emplean los protestantes partidarios del ecumenismo y del de la Iglesia Ortodoxa que insisten también en que se trata de profundizar en la "búsqueda de aquello que nos une y no de lo que nos divide".
Este argumento desde luego es muy coloquial y popular, ocultando el texto cuidadosamente redactado del decreto “unitatis redintegration” que no disimula que el ecumenismo es una vía transitoria que persigue la integración de todos los que se confiesan cristianos dentro de la Iglesia Católica Romana, la única que, según presumen, es poseedora de “los medios de salvación”, y como declaraba Juan Pablo II es “la única que posee objetivamente la plenitud de la verdad”.
Pero con el lenguaje abreviado y coloquial con el que trabajan, este movimiento presenta una baja exigencia doctrinal, moral y exegética común, para que sea apoyado o introducido en cualquier grupo aunque su orientación cristiana sea bastante remota. Pero quedándose con el concepto de buscar “lo que nos une”, va más allá para encontrar con cualquier religión mundial lo que se llaman “puntos de encuentro”, con vistas a desarrollar lo que se denomina como el “diálogo interreligioso”. Por ejemplo, no hace mucho que el teólogo católico Silvio Cajiao en un acto organizado por la Congregación Vaticana para el clero, decía lo siguiente con respecto al Islam: “Estos son algunos de los puntos comunes que nos unen: la fe en un único Dios, creador de todas las cosas, trascendente y misericordioso. El se ha revelado a los seres humanos a través de sus profetas y ha enviado a sus ángeles para cuidarles y advertirles en su peregrinaje pro el mundo. Vendrá un día a juzgar según las acciones del hombre y los unos obtendrá el paraíso y los otros las penas del infierno. Los valores morales del Islam coinciden con los del Evangelio, pudiéndolos resumir en el término «justicia», el musulmán como el cristiano, o todo hombre religioso debe pretender ser veraz, fiel a sus compromisos, acogedor y atento de manera especial con los pobres, dando a cada uno lo que se le debe y moderando sus deseos.”
La unidad
Los textos bíblicos más empleados se encuentran en las frases de la oración de Jesús, del evangelio de Juan capítulo 17. En ella Jesús ruega al Padre por la unidad de sus discípulos en los versículos 11, 21, 22 y 23. Sin embargo, una lectura atenta nos muestra claramente que el tipo de unidad por el que ruega Jesús no se basa en que estén unos unidos con los otros, sino que Jesús ruega por un tipo de unidad que se establece a través de su propia presencia en cada uno de ellos: “Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad”.
¿Y como puede estar Cristo en sus discípulos? Pues las Escrituras nos enseñan que mora en ellos por dos vías complementarias: Por su palabra ó doctrina (Col 3:16: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…”) y por medio del “Espíritu de Dios”. (Rom. 8:11 “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” El que aquí se llama Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo, como deja claro Pedro en su primera epístola 1:11). Así pues las bases de la unidad de los creyentes en Cristo son “el propio Espíritu Santo” edificándonos en un único edificio que es la morada de Dios en Espíritu (Ef. 4:22), y la doctrina, a la que se llama también en la epístola de Efesios 4:13, “la unidad de la fe y del conocimiento”.