Quería someter a vuestra consideración
Quería someter a vuestra consideración
...este texto de Küng, a ver qué os parece.
(...)Papel de la Iglesia católica: Nuestra época se encuentra sin duda en un movimiento de búsqueda y, como es sabido, todo tiempo de tránsito se caracteriza por la inmadurez y la contradicción. Pero si los signos de los tiempos no nos engañan, la religión debería jugar un importante, aunque difuso, papel en el paradigma postmoderno. Ya no se puede volver atrás (como se teme Jürgen Habermas) en la superación del paradigma postmoderno: 1. Es preciso conservar la fuerza critica de la Ilustración frente a cualquier objetivación social y encubrimiento intelectual. 2. Se impone, sin embargo, negar el reduccionismo de la modernidad ante los estratos espirituales y religiosos más profundos de la realidad, y también su optimismo racional, científico y progresista, así como todas las fuerzas destructoras a que han dado lugar en el curso de la historia. 3. Finalmente, hay que trascender, superar, la modernidad en un paradigma de postmodernidad, donde las dimensiones relegadas y atrofiadas, incluidas las de la religión, se orienten a una eficacia enriquecedora y liberadora. ¿Cuál puede ser en este contexto el papel de la Iglesia católica? Si quiere perseguir una renovación consecuente en el espíritu del Concilio Vaticano II, a la Iglesia católica sólo le queda un papel que jugar de cara al Tercer Mundo y, en definitiva, también de cara al primero y al segundo. El sínodo romano de obispos (1985) ha evidenciado que una importante parte del episcopado se pronuncia por una renovación consecuente en el espíritu del Vaticano II. El papa y la curia harían bien en tomar en serio y traducir en hechos los postulados del episcopado al que se deben. Mencionaremos únicamente diez temas clave del documento sinodal, todos los cuales se remiten al Vaticano II y, por consiguiente, tienen fuerza vinculanteéstos no tienen la función de confirmar o verificar el concilio ecuménico de la Iglesia católica, sino únicamente la de ponerlo en práctica. 1. La Iglesia como "communio" Si tomamos en serio a la Iglesia no en cuanto jerarquía (potestad sagrada), sino en cuanto koinonía, communio, comunidad de los fieles con Cristo y entre ellos mismos, entonces el para la administración romana y para el resto de los sínodos futuros; sínodo anunciado para 1987 sobre la "vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad" no debería ser un sínodo de los obispos sobre los laicos, sino un sínodo de obispos (y teólogos) con los laicos (hombres y mujeres), y no sólo de las asociaciones seglares oficiales. Así se mostraría que el dominio medieval del clero sobre los laicos, contrario a la primitiva organización de la Iglesia, cede el paso a una relación en que se alterna la mutua obediencia en sentido bíblico. 2. Pluralidad en la unidad Para que la diversidad sea también en Roma no sólo una palabra, sino una realidad, necesitamos una Iglesia en la que tanto la Congregación para la Doctrina de la fe (que contra las directrices de Pablo VI tan poco ha contribuido hasta ahora a una iluminación positiva de la fe, continuando más bien la vieja actividad inquisitorial con nuevos métodos) como las otras autoridades vaticanas se liberen por fin de la neoescolástica medieval, centrada en los dogmas, y se abran a todas las corrientes de la actual teología católica, sin excluir la teología latinoamericana de la liberación. 3. Colegialidad de los obispos con el papa Si realmente existen barreras para la autoridad del papa y si la colegialiadad - palabra clave más importante del último sínodo - ha de haIlar plena realización, incluso en el derecho eclesiástico, entonces el sinodo de obispos debe pasar de un simple órgano consultivo del papa (hasta ahora bastante ineficaz) a un gremio (realmente corresponsable) de carácter legislativo en la Iglesia. De igual modo, las conferencias episcopales, cuya necesidad y utilidad todavía es preciso recalcar expresamente frente a las pretensiones curiales, deberán contar en el futuro con menos trabas y más apoyo y ayuda por parte de Roma. 4. Participación y corresponsabilidad Para que este principio halle la validez debida en todos los ámbitos de la Iglesia debe continuar el proceso de descentralización de la misma Iglesia: particularmente los obispos ya no podrán ser nombrados, contra la antigua tradición, sin consentimiento del clero y del pueblo o incluso impuestos (como en el caso de Holanda); deberán, más bien, ser elegidos por una representación del clero y del pueblo -por ejemplo, mediante los actuales consejos presbiterales y pastorales (eventualmente ampliados)- y ser reconocidos como tales por Roma. 5. Vocación y misión de la mujer La preocupación de la Iglesia por que la mujer adquiera "un más amplio papel en los diversos ámbitos del apostolado eclesial", y por que los pastores "acepten y estimulen de buen grado la colaboración de la mujer en la actividad eclesial" requiere que en el futuro no se limite a las mujeres a servicios auxiliares; debería establecerse también dentro de la Iglesia la igualdad ya conseguida por la mujer en el campo social; la autoridad eclesiástica deberá procurar que se frene el incipiente y silencioso alejamiento de las mujeres de la Iglesia poniendo en práctica su plena igualdad jurídica sin excluir la ordenación de mujeres. 6. La juventud, "esperanza de la Iglesia" El sínodo espera "grandes cosas" de la "magnánima entrega" de la juventud y quiere mover a los jóvenes a "aceptar y promover con entusiasmo la herencia del concilio". Para ello es preciso que la jerarquía se presente en el futuro ante los jóvenes de una forma más creíble, que no se impidan oficialmente las nuevas formas de expresión de la fe, la espiritualidad y la vida, que no se amenace a las asociaciones y comunidades de estudiantes ni se sigan domesticando las organizaciones juveniles (un caso concreto es el de la actitud de la jerarquía ante la sexualidad y las relaciones de pareja). 7. Comunidades de base y opción preferencial de la Iglesia por los pobres El sínodo considera a las comunidades de base como "expresión de la comunidad ya existente e instrumento para construir una comunidad aún más perfecta", incluso las llama "una gran esperanza para la vida de la Iglesia", pero tales expresiones sólo pueden ser creíbles si la teología, cuyo Sitz im Leben (entronque vital) se encuentra en estas comunidades, como es el caso de la teología de la liberación en Latinoamérica, Asia o el África negra, adquiere pleno reconocimiento oficial con la supresión de las medidas disciplinares contra sus correspondientes teólogos. 8. Ecumenismo El ardiente deseo de los obispos de que "la todavía imperfecta comunión con las Iglesias y comunidades eclesiales no católicas se transforme, con la ayuda de Dios, en una comunión plena" sólo puede ser creíble si los mismos obispos se comprometen a realizar algo que es de su exclusiva competencia: traducir en hechos los resultados positivos de los últimos veinte años de comisiones ecuménicas con respecto al mutuo reconocimiento de los ministerios y a la intercomunión. Los obispos podrían confirmar su seriedad ecuménica integrando la Congregación para la doctrina de la fe es el Secretariado (Congregación) para la unidad de los cristianos, de modo que esa instancia de infausto pasado pueda cumplir su nuevo cometido en un contexto ecuménico: interpretar el sentido de la fe cristiana para el ser humano de nuestro tiempo y protegerla de las desviaciones y errores reales (no de los puramente imaginarios). 9. Diálogo con las religiones no cristianas Cuando el sínodo se pronuncia a favor de la prosecución del diálogo con las religiones no cristianas y con los no creyentes y exhorta a que los católicos, "en testimonio de la fe y vida cristiana, reconozcan, sirvan y promuevan con prudencia y amor, mediante el diálogo y la cooperación con los fieles de otras religiones, tanto los valores espirituales y morales como los bienes socioculturales que les son propios", tales declaraciones e invitaciones sólo pueden tomarse en serio si el diálogo con judíos musulmanes hinduistas y budistas viene acompañado par hechos concretos. 10. "Aggiornamento" La opción del sínodo por un oportuno "aggiornamento" ("apertura misionera a la salvación del mundo en su plenitud") y su rechazo del "rígido encasillamiento de la comunidad de los fieles en si misma", sólo adquirirán sentido cuando se acabe de perder, también en Roma, el miedo a la modernidad y a la postmodernidad Ya no se seguirá titubeando en llevar a la práctica los derechos humanos modernos en el seno de la misma Iglesia y, así, a la liberación en la sociedad responderá también la liberación en la Iglesia (liquidación definitiva de las trasnochadas cuestiones de siempre, todavía persistentes después del Concilio, como el control de la natalidad). La Iglesia ya no será una Iglesia encasillada y ocupada sólo de si misma, sino una Iglesia abierta y verdadero "signo" ante los pueblos. Problemas globales como el conflicto Este-Oeste y Norte-Sur, la marginación de millones de personas, todavía en alarmante crecimiento, la crisis ecológica, la aparición de nuevos movimientos pacifistas y de liberación, los nuevos problemas éticos relacionados con la manipulación genética, el nacimiento de nuevas sectas y religiones, la revolución en el sector de las comunicaciones... son hechos que marcarán la vida de los seres humanos en el tercer milenio más de lo que puedan hacerlo las disposiciones eclesiásticas y los dogmas. Si la Iglesia quiere permanecer, no puede quedarse como está. El paradigma ecuménico Si pudiéramos vivir el paradigma de la postmodernidad y si, a pesar de todas las contrariedades, este nuevo paradigma pudiera implantarse definitivamente en las diferentes confesiones, religiones y naciones, lo llamaríamos "paradigma ecuménico de la Iglesia", distinguiendo en él tres fases sucesivas: 1. Existe fundada esperanza de una ecumene de las confesiones cristianas: Pasarán a la historia todas las pretensiones, privilegios y prerrogativas medievales y temprano-modernas de la Iglesia católica frente a las otras Iglesias cristianas, a sus ministerios y celebraciones litúrgicas, y tendrá que desaparecer el culto a la infalibilidad papal, junto con la papolatría pseudo- cristiana, en beneficio de un ministerio petrino al servicio de toda la cristiandad en el marco de unas estructuras sinodales y conciliares. También tendrán que quedar atrás el provincialismo y el fundamentalismo protestante dando paso a una Iglesia responsable ante el mundo y a una nueva (ilustrada) "libertad del cristiano". Finalmente, será preciso superar el tradicionalismo y liturgismo ortodoxo por un cristianismo más acomodado al presente y más fiel a los orígenes que, partiendo de la celebración, ejerza una función de fermento en la transformación social de los países de régimen bizantino. ¡Se trata, pues, de una unidad ecuménica de las Iglesias cristianas! Pero con ello no queremos decir que el perfil confesional, regional y nacional del cristianismo tenga que diluirse en un uniformismo eclesial; habrá que hablar más bien de una concordia en la diversidad. 2. Existe fundada esperanza de una ecumene de las religiones: Las tres grandes religiones proféticas serán cada vez más estimuladas por un único mundo a abandonar la búsqueda prioritaria de lo propio con detrimento de lo ajeno, a abandonar la envidia, la competencia, la intolerancia, así como las abiertas o solapadas guerras de religión. Tendrán que preocuparse por buscar su origen común e intentar honradamente (sin traicionar la verdad) un consentimiento básico responsable que haga posible entre ellas una paz religiosa de amplias consecuencias sociales y políticas no sólo para el Próximo Oriente. En este espíritu de reconciliación, judaísmo, cristianismo e islam podrán dejarse enriquecer por las grandes religiones de la India y del Lejano Oriente: por sus valores espirituales, su profundidad mística y su secularmente evidenciada visión del mundo y del hombre. Al mismo tiempo también ellas podrán enriquecer a las otras con su inagotable acerbo cultural y espiritual, sin que ello suponga colonización religiosa. Por consiguiente, también aquí una paz ecuménica entre las grandes religiones, pero tampoco ahora nos referimos a que tenga que surgir una única religión mundial. Por el contrario, podría darse una coexistencia pacífica, una creciente convergencia y una pro-existencia fructífera de las religiones en la búsqueda común de la siempre inalcanzable verdad y' del misterio del único y verdadero Dios que sólo se manifestará en el ésjaton. 3. Existe fundada esperanza de una ecumene entre las naciones: En un sentido ecuménico más global, la religión podrá asumir de un modo totalmente nuevo su responsabilidad moral en la pacificación del mundo y también en la eliminación de las estructuras sociales y políticas injustas, haciendo la creación más habitable en el marco de un medio ambiente donde valga la pena vivir. Tendríamos una comunidad ecuménica de los pueblos, ¡las verdaderas "Naciones Unidas"! Pero tampoco nos referimos aquí a un gobierno omnipotente o a una dictadura mundial, ni a un dominio ejercido en nombre de una religión, ni a ninguna clase de coacciones físicas o psíquicas de carácter juridicista, dogmático o moral, ni a ningún poder autoritario en manos de clérigos, bonzos, ayatolás o gurús. Por el contrario, deberá existir una religión, un cristianismo cuya intención profundamente humana -la salvación y liberación de todo el ser humano y de todos los seres humanos- sea reconocida y realizada por el mismo ser humano. Esta religión permitiría superar el "solapado cinismo" de la modernidad: evitar el exacerbado subjetivismo vigente y el estilo de vida hedonístico-materialista; crear y promover un consenso en los valores, derechos y comportamientos fundamentales; resistir a la destrucción y a la violencia brutal poner fin a las frustraciones nacidas del fracaso de toda esperanza, ayudando así a que el ser humanorecupere su identidad y se reconcilie con la propia finitud. En este horizonte de esperanza se encuentran las líneas esenciales de una teología cristiana empeñada en conseguir la paz entre las diversas religiones. En todo conflicto de paradigmas dentro de la cristiandad -ojalá sea algún día superado-, al cristiano sólo le importa una cosa: en la era de La postmodernidad, más que en 'ninguna otra,' ser cristiano significa sentirse en última instancia sostenido, guiado y cobijado por Dios mismo y llegar a ser un ser humano radical y verdaderamente humano: Esa fue la conclusión de mi libro Ser cristiano: "A la luz y por la fuerza de Jesús, podemos, en el mundo actual, vivir, actuar, sufrir y morir de un modo verdaderamente humano, sostenidos por Dios y comprometidos hasta el fondo por el bien de los seres humanos".
Paz y bien