Bendiciones:
Lo siguiente fue escrito por un obispo católico romano que fue excomulgado por atreverse a decir la verdad sobre la guadalupana. Estos escritos datan de 1905 y fueron realizados por el Ex Obispo de la diócesis de Tamaulipas, Eduardo Sánchez Camacho. Esta es solo la introducción, en los siguientes días aportaré cada parte del escrito completo donde argumenta y fundamenta la verdad sobre la tan Venerada y por algunos adorada Virgen del Tepeyac, también conocida como la Virgen de Guadalupe.
Dejaré a su consideración los escritos para vuestro debate, al termino de completar la entera transcripción y publicación, daré mi breve opinión al respecto.
El escrito es de dominio publico y hasta hoy no se ha publicado por ninguna editorial.
ECOS DE LA QUINTA DEL OLVIDO
Introducción:
Vivo entre cuatro paredes de piedra y cemento mexicano o mezcla de cal y arena.
Las paredes son elevadas, y, por su material, duras. Chocan con estas paredes sonidos fuertes y molestos.
Estoy completamente separado de la sociedad, política que, por razones que el tiempo dirá, me ha desechado y hasta injuriado por medio de los órganos de su prensa.
Estoy separado de la sociedad religiosa, porque yo mismo me separé del romanismo; y sus adeptos aquí que se dicen mis amigos me odian y desean mi exterminio.
Las asociaciones religiosas de mi país que no son romanistas, son más bien filosóficas que religiosas; o más bien enseñan su religión respetando la razón, que sujetándola a dogmas; y para ser filosofo no se necesita ser religioso.
La sociedad civil aquí, como sucede casi en todo mi país está sumisa a la política, y creo o mejor dicho, veo y siento que nada tiene que ver conmigo.
Vivo aislado completamente, en consecuencia de lo dicho, y solo los ecos de mis muros me hacen fijarme en algo que suena mal a mis oídos.
Para responder a esos sonidos tengo necesidad de usar el argumento que los estudiantes llaman ad hominem o usar las armas mismas que contra la verdad esgrimen sus enemigos.
Por esta razón dispensarán los libres pensadores, a quienes sinceramente pertenezco, que use de testimonios bíblicos o de los llamados Santos Padres.
II
Ni de la sociedad política, ni de la civil quiero ocuparme.
Las sociedades religiosas que no son romanistas ni tienen que ver conmigo, ni yo tengo que ocuparme de ellas.
La iglesia romana es la que me ha sacrificado, y de la que tengo que hablar, si hablo de ecos o de religión.
Esa sociedad romanista me metió a su gremio contra mi voluntad, porque dijo, quien fue su instrumento que yo le sería muy útil.
Ese instrumento de la iglesia romana, que me sacrificó, no fue mi único antiguo y sabio prelado el Ilmo. Y Santo Sor. Don Pedro Loza, sino el rector del seminario de Sonora que estaba en Culiacán.
Serví cuarenta años a esa iglesia romana, siempre con aprobación y elogios de mis superiores.
Vine de obispo a Tamaulipas y aquí se eclipso mi estrella. No creía ni creo en la aparición de la llamada Virgen María en el Tepeyac.
Jamás apoyé ni protegí a ningún clérigo indigno y cuando fui Obispo, perseguí a los clérigos hipócritas, a los inmorales e indignos, como al criminal más vulgar, sin creer ni sostener el falso principio de que son los ungidos del Señor, y de que por eso, nadie puede tocarlos ni castigarlos siquiera.
Juzgo y siempre he creído que un mal clérigo, es el reo más digno de los mayores castigos corporales, porque su crimen es superior al de los simples fieles o creyentes.
III
Mis ideas expresadas tocaron las fibras de un émulo mío que tenía influencia en Roma y en el clero mexicano, y trabajó contra mí.
Esas mismas ideas sirvieron a otro alto dignatario eclesiástico que quiso dominar al clero de México y a México mismo, para perseguirme y desprestigiarme.
Lo de mi escepticismo guadalupano irritó, indignó en sumo grado al obispo y cabildo de Puebla, que me amenazaron con la inquisición romana. Tengo sus comunicaciones que a su tiempo se publicarán.
El Obispo de Puebla era abogado y juzgo que su cabildo, en que figuraba el actual Arzobispo de aquella ciudad, que firma la comunicación de su corporación, era algo ilustrado.
¿Cómo pudieron esos señores amenazar a un mexicano con los juicios de la inquisición romana? Nuestras leyes son claras y terminantes, y un mexicano se ríe de la institución inquisitorial de Roma.
Pero todo eso me puso en contra á Roma y los suyos, y vino en mil ochocientos noventa y seis un enviado del Papa, llamado Nicolás Averardi, con instrucciones expresas de quitarme mis ideas.
Este hombre fue quien me hizo separar de Roma y los suyos, y a este hombre lo han pintado con negras tintas el obispo actual de San Luis Potosí.
Este enviado de Roma, que se llamaba Visitador Apostólico, salió del país, después de algún tiempo, sumamente desairado.
Pasaron algunos años, y el pasado vino otro enviado del Papa, un fraile benedictino llamado Domingo Serafín, que, como buen fraile solo se ocupó de comer, beber, pasearse y recibir ovaciones y regios presentes, hasta que los tapatíos con un Arzobispo ignorante y pretencioso, le dieron naranjazos.
Esto bastó para que el frailecito se asustara tanto, que casi de incógnito volvió a México y se marcho a Roma sin librarse de unos silbidos que recibió por Yucatán.
¡Que poca energía y que falta de abnegación en los que llaman y sacrílegamente ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios!
¡Que poca dignidad o que bajeza tan grande la de los prelados mexicanos que fomentan con su conducta la de los enviados del Papa!
Estos son los ecos que esta Quinta produce en la actualidad, y que ocupan al que la habita.
Lo siguiente fue escrito por un obispo católico romano que fue excomulgado por atreverse a decir la verdad sobre la guadalupana. Estos escritos datan de 1905 y fueron realizados por el Ex Obispo de la diócesis de Tamaulipas, Eduardo Sánchez Camacho. Esta es solo la introducción, en los siguientes días aportaré cada parte del escrito completo donde argumenta y fundamenta la verdad sobre la tan Venerada y por algunos adorada Virgen del Tepeyac, también conocida como la Virgen de Guadalupe.
Dejaré a su consideración los escritos para vuestro debate, al termino de completar la entera transcripción y publicación, daré mi breve opinión al respecto.
El escrito es de dominio publico y hasta hoy no se ha publicado por ninguna editorial.
ECOS DE LA QUINTA DEL OLVIDO
Introducción:
Vivo entre cuatro paredes de piedra y cemento mexicano o mezcla de cal y arena.
Las paredes son elevadas, y, por su material, duras. Chocan con estas paredes sonidos fuertes y molestos.
Estoy completamente separado de la sociedad, política que, por razones que el tiempo dirá, me ha desechado y hasta injuriado por medio de los órganos de su prensa.
Estoy separado de la sociedad religiosa, porque yo mismo me separé del romanismo; y sus adeptos aquí que se dicen mis amigos me odian y desean mi exterminio.
Las asociaciones religiosas de mi país que no son romanistas, son más bien filosóficas que religiosas; o más bien enseñan su religión respetando la razón, que sujetándola a dogmas; y para ser filosofo no se necesita ser religioso.
La sociedad civil aquí, como sucede casi en todo mi país está sumisa a la política, y creo o mejor dicho, veo y siento que nada tiene que ver conmigo.
Vivo aislado completamente, en consecuencia de lo dicho, y solo los ecos de mis muros me hacen fijarme en algo que suena mal a mis oídos.
Para responder a esos sonidos tengo necesidad de usar el argumento que los estudiantes llaman ad hominem o usar las armas mismas que contra la verdad esgrimen sus enemigos.
Por esta razón dispensarán los libres pensadores, a quienes sinceramente pertenezco, que use de testimonios bíblicos o de los llamados Santos Padres.
II
Ni de la sociedad política, ni de la civil quiero ocuparme.
Las sociedades religiosas que no son romanistas ni tienen que ver conmigo, ni yo tengo que ocuparme de ellas.
La iglesia romana es la que me ha sacrificado, y de la que tengo que hablar, si hablo de ecos o de religión.
Esa sociedad romanista me metió a su gremio contra mi voluntad, porque dijo, quien fue su instrumento que yo le sería muy útil.
Ese instrumento de la iglesia romana, que me sacrificó, no fue mi único antiguo y sabio prelado el Ilmo. Y Santo Sor. Don Pedro Loza, sino el rector del seminario de Sonora que estaba en Culiacán.
Serví cuarenta años a esa iglesia romana, siempre con aprobación y elogios de mis superiores.
Vine de obispo a Tamaulipas y aquí se eclipso mi estrella. No creía ni creo en la aparición de la llamada Virgen María en el Tepeyac.
Jamás apoyé ni protegí a ningún clérigo indigno y cuando fui Obispo, perseguí a los clérigos hipócritas, a los inmorales e indignos, como al criminal más vulgar, sin creer ni sostener el falso principio de que son los ungidos del Señor, y de que por eso, nadie puede tocarlos ni castigarlos siquiera.
Juzgo y siempre he creído que un mal clérigo, es el reo más digno de los mayores castigos corporales, porque su crimen es superior al de los simples fieles o creyentes.
III
Mis ideas expresadas tocaron las fibras de un émulo mío que tenía influencia en Roma y en el clero mexicano, y trabajó contra mí.
Esas mismas ideas sirvieron a otro alto dignatario eclesiástico que quiso dominar al clero de México y a México mismo, para perseguirme y desprestigiarme.
Lo de mi escepticismo guadalupano irritó, indignó en sumo grado al obispo y cabildo de Puebla, que me amenazaron con la inquisición romana. Tengo sus comunicaciones que a su tiempo se publicarán.
El Obispo de Puebla era abogado y juzgo que su cabildo, en que figuraba el actual Arzobispo de aquella ciudad, que firma la comunicación de su corporación, era algo ilustrado.
¿Cómo pudieron esos señores amenazar a un mexicano con los juicios de la inquisición romana? Nuestras leyes son claras y terminantes, y un mexicano se ríe de la institución inquisitorial de Roma.
Pero todo eso me puso en contra á Roma y los suyos, y vino en mil ochocientos noventa y seis un enviado del Papa, llamado Nicolás Averardi, con instrucciones expresas de quitarme mis ideas.
Este hombre fue quien me hizo separar de Roma y los suyos, y a este hombre lo han pintado con negras tintas el obispo actual de San Luis Potosí.
Este enviado de Roma, que se llamaba Visitador Apostólico, salió del país, después de algún tiempo, sumamente desairado.
Pasaron algunos años, y el pasado vino otro enviado del Papa, un fraile benedictino llamado Domingo Serafín, que, como buen fraile solo se ocupó de comer, beber, pasearse y recibir ovaciones y regios presentes, hasta que los tapatíos con un Arzobispo ignorante y pretencioso, le dieron naranjazos.
Esto bastó para que el frailecito se asustara tanto, que casi de incógnito volvió a México y se marcho a Roma sin librarse de unos silbidos que recibió por Yucatán.
¡Que poca energía y que falta de abnegación en los que llaman y sacrílegamente ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios!
¡Que poca dignidad o que bajeza tan grande la de los prelados mexicanos que fomentan con su conducta la de los enviados del Papa!
Estos son los ecos que esta Quinta produce en la actualidad, y que ocupan al que la habita.