http://www.epos.nl/ecr/ (PAG 4)
"...DIOS NO ERA UNA RELIGIÓN"
Yo nací en una familia católica. Desde parvulitos me llevaron a escuelas de religiosas, admirándolas tanto que quise ser como ellas, y así, cumplidos los diez años, pedí a mi madre ingresar en un internado, para estudiar e irme preparando para llegar a ser algún día como ellas.
El tiempo fue transcurriendo en el internado y por fin llegó la hora de hablar en casa, estaba decidida a dar el gran paso; dejaba a mi madre sola con seis hombres, realmente mi madre necesitaba una ayuda, y yo se la negué por entregarme a Dios; mis hermanos se opusieron tajantemente, pero a pesar de todo, me fui.
Hice seis meses de postulado en Bilbao, vestí el hábito de la Virgen del Carmen y me mandaron al noviciado de Tarragona. Después de un año, hice mis primeros votos de pobreza, castidad y obediencia. Terminado este periodo, me llegó destino y volví a Bilbao dedicándome por entero a la enseñanza.
Hasta que el clima comenzó a atacarme y por motivos de salud tuve que ser destinada a Lérida. En Lérida mejoró mi cuerpo pero enfermó mi alma de los malos ejemplos que recibí sobre la vida religiosa, (sólo tenía veintidós años). Estuve dos años y pedí destino, volví a la provincia de Tarragona a un colegio muy bueno. La enseñanza era mi vocación, me daba grandes satisfacciones, mi entrega fue total.
Respecto a mi vida religiosa, procuré siempre ser observante a la regla que en las carmelitas era bastante dura. Yo también me flagelé, me puse cilicios y ayuné todas las semanas. Hice penitencias por mis pecados y los de todos los hombres.
Pero un día me fallaron las fuerzas físicas y empecé a encontrarme mal, el cuerpo y el alma empezaron a enfermar. Estuve un año meditando, pero por fin decidí abandonar consiguiendo que me dieran vía libre para salir. Físicamente tardé un año en recuperarme. Pasados dos años me fui a Madrid y terminé mi preparación en la hostelería, sacando el diploma de gobernanta de hotel. Trabajé en diversos hoteles, hasta que conocí al que hoy es mi marido. Uno de los propósitos que hicimos cuando nos casamos era cumplir fielmente con la iglesia católica.
En este periodo de tiempo conocí a una señora que me ofreció asistir a unas clases bíblicas en la casa de su amiga, con una profesora que me hizo escudriñar las Escrituras, hasta el punto de no dar crédito a lo que leía y oía.
Sufrí muchísimo, lloré lo indecible deduciendo que toda la iglesia católica romana estaba equivocada. Yo siempre había creído que con mis buenas obras ganaría el cielo y he pasado la vida idolatrando a María. Ahora os puedo decir que el verdadero sentido de mi vida lo he experimentado cuando he conocido al Cristo de la Biblia, Él es quien me ha transformado y me ha llenado de gozo y paz.
Este cambio de comportamiento fue el motivo por el cual mi marido indagó las causas que lo motivaron. Yo le mostré que Dios no era una religión, a la que teníamos que acercarnos con sacrificios y méritos como habíamos estado haciendo hasta ahora, sino todo lo contrario, que debemos acercarnos con un corazón humilde y deseoso de recibir su amor y su regalo.
Yo quería ganar el cielo con mi religión, y al contemplar el Evangelio, me di cuenta que hace dos mil años el Señor lo había ganado para mí cuando murió en la cruz. Esta verdad tan grande comprobada en las Sagradas Escrituras por mi esposo y por mí, ha sido la que ha inundado nuestras vidas de gratitud y amor hacia Dios y ha cambiado nuestro hogar y nuestras perspectivas, invitando al Señor a que fuera el Rey de nuestra casa y nuestro gran y suficiente Salvador.
Mª Caridad Vicario Pérez
"...DIOS NO ERA UNA RELIGIÓN"
Yo nací en una familia católica. Desde parvulitos me llevaron a escuelas de religiosas, admirándolas tanto que quise ser como ellas, y así, cumplidos los diez años, pedí a mi madre ingresar en un internado, para estudiar e irme preparando para llegar a ser algún día como ellas.
El tiempo fue transcurriendo en el internado y por fin llegó la hora de hablar en casa, estaba decidida a dar el gran paso; dejaba a mi madre sola con seis hombres, realmente mi madre necesitaba una ayuda, y yo se la negué por entregarme a Dios; mis hermanos se opusieron tajantemente, pero a pesar de todo, me fui.
Hice seis meses de postulado en Bilbao, vestí el hábito de la Virgen del Carmen y me mandaron al noviciado de Tarragona. Después de un año, hice mis primeros votos de pobreza, castidad y obediencia. Terminado este periodo, me llegó destino y volví a Bilbao dedicándome por entero a la enseñanza.
Hasta que el clima comenzó a atacarme y por motivos de salud tuve que ser destinada a Lérida. En Lérida mejoró mi cuerpo pero enfermó mi alma de los malos ejemplos que recibí sobre la vida religiosa, (sólo tenía veintidós años). Estuve dos años y pedí destino, volví a la provincia de Tarragona a un colegio muy bueno. La enseñanza era mi vocación, me daba grandes satisfacciones, mi entrega fue total.
Respecto a mi vida religiosa, procuré siempre ser observante a la regla que en las carmelitas era bastante dura. Yo también me flagelé, me puse cilicios y ayuné todas las semanas. Hice penitencias por mis pecados y los de todos los hombres.
Pero un día me fallaron las fuerzas físicas y empecé a encontrarme mal, el cuerpo y el alma empezaron a enfermar. Estuve un año meditando, pero por fin decidí abandonar consiguiendo que me dieran vía libre para salir. Físicamente tardé un año en recuperarme. Pasados dos años me fui a Madrid y terminé mi preparación en la hostelería, sacando el diploma de gobernanta de hotel. Trabajé en diversos hoteles, hasta que conocí al que hoy es mi marido. Uno de los propósitos que hicimos cuando nos casamos era cumplir fielmente con la iglesia católica.
En este periodo de tiempo conocí a una señora que me ofreció asistir a unas clases bíblicas en la casa de su amiga, con una profesora que me hizo escudriñar las Escrituras, hasta el punto de no dar crédito a lo que leía y oía.
Sufrí muchísimo, lloré lo indecible deduciendo que toda la iglesia católica romana estaba equivocada. Yo siempre había creído que con mis buenas obras ganaría el cielo y he pasado la vida idolatrando a María. Ahora os puedo decir que el verdadero sentido de mi vida lo he experimentado cuando he conocido al Cristo de la Biblia, Él es quien me ha transformado y me ha llenado de gozo y paz.
Este cambio de comportamiento fue el motivo por el cual mi marido indagó las causas que lo motivaron. Yo le mostré que Dios no era una religión, a la que teníamos que acercarnos con sacrificios y méritos como habíamos estado haciendo hasta ahora, sino todo lo contrario, que debemos acercarnos con un corazón humilde y deseoso de recibir su amor y su regalo.
Yo quería ganar el cielo con mi religión, y al contemplar el Evangelio, me di cuenta que hace dos mil años el Señor lo había ganado para mí cuando murió en la cruz. Esta verdad tan grande comprobada en las Sagradas Escrituras por mi esposo y por mí, ha sido la que ha inundado nuestras vidas de gratitud y amor hacia Dios y ha cambiado nuestro hogar y nuestras perspectivas, invitando al Señor a que fuera el Rey de nuestra casa y nuestro gran y suficiente Salvador.
Mª Caridad Vicario Pérez