Dios, invento del hombre, o el hombre, invento de Dios.
He leído en el periódico un “pensamiento” de un hombre encumbrado en la cultura moderna. Un llamado bienhechor del “hombre”. Un científico. Un ser laureado por sus trabajos en medicina. Uno que lleva colgado de su solapa el título de Premio Novel nada más y nada menos que de medicina de 1.965. Un tal François Jacob. Una “perla”. Dice así: “Dios es una invención de los hombres para paliar su infelicidad”.
Este hombre debe haber empleado toda su vida en el estudio y en el tratamiento quizás de los males que aquejan al hombre y es reconocido como una gran lumbrera del saber. Es solo un ejemplo más de la estulticia humana, que busca el saber por caminos equivocados, cuando la persona no es aún persona. Dedica toda su vida al estudio enciclopédico y experimental para solucionar “humanitariamente” los problemas del hombre, cuando aún no tiene una idea clara de lo que es el hombre. Y, después, cuando es un ser reconocido y admirado por la sociedad actual, deja caer sus perlas de conocimiento cuando más daño pueden hacer, para vergüenza suya, dejando ver su pobreza moral y espiritual a las personas que han dejado de ser meramente hombres para ser personas, y para poner nuevas zancadillas a los hombres que están prestos a separarse de su concepción de hombres para llegar a ser personas. Alguien dijo “calumnia, que algo queda”. En este caso di una obviedad que está muy cerca de lo que cree el mundo en su mayoría, porque siembre habrá algún atontado que, partiendo de la voz autorizada que es, confirmará sus propias creencias al respecto.
Si este hombre, laureado en 1965 con el premio Novel, se hubiera dedicado al estudio del hombre, en vez de como curar las enfermedades químicas o biológicas de su cuerpo, hoy día no diría una paparruchada como esta. Pero este hombre sufre un empacho del saber y ya cree saberlo todo. Y el resto del mundo le aplaude su saber. He incita a los que son parecidos a él a perderse en el berenjenal de conocimientos científicos y biológicos en los que ha entrado la sociedad actual. Si hubiera dedicado su tiempo a conocerse a él mismo y a sus semejantes, vería o hubiera visto que el hombre es un ser muy complejo en su aspecto mental y espiritual. Pero claro, él no llega a ver el aspecto espiritual todavía, porque no ha profundizado lo suficiente en él mismo para saberlo. Este debe ser de los que dice “Me gustaría creer, pero ... no creo, no lo veo”. “Afortunado tú que crees que yo, por más que busco, no encuentro”. Y al final, dice que “todo esto es un invento para niños de pecho”.
De esta forma actúa la mente en las personas llamadas “normales”. Interiormente tiene un gran deseo de saber, de saberse. Pero este deseo es mal interpretado y desviado a conocer aspectos externos y periféricos del hombre y del mundo y no llega a descubrir sus esencias. ¿Quién desvía ese gran deseo del hombre de conocerse a sí mismo? Esta es una gran pregunta. Pues no cabe duda que es el mismo diablo que habita en cada uno de nosotros, que ante el interés demostrado por el consciente de descubrir(se), desvía la atención hacia cualquier otro aspecto del hombre y de su sociedad y engaña al consciente con logros muy bien recibidos por la sociedad y su cultura, pero que lo alejan irremediablemente de si mismo, y del conocimiento de Dios. Es un efecto parecido al que sentimos cuando nos despertamos por la mañana temprano y sentimos que hemos soñado y queremos recordar el sueño, porque algo nos dice que es importante. Cuanto más queremos recordar el sueño, más se nos olvida y desaparece de nuestro consciente. Alguien tiene interés de que esto sea así.
¿Y esto por qué? Porque en nosotros vive un agregado mental, un ser no creado por Dios y que está contra Él. Este ser dirige los pasos del hombre desde su más tierna infancia y lo lleva a donde quiere, como un pelele, como una marioneta. Es el que se hace llamar “yo”. Es el ego. Es lo que creemos más auténtico de nosotros mismos. Es algo que no somos pero que ha tomado poder en nosotros y nos lleva al desconocimiento y a la miseria humana, si no somos lo suficientemente perspicaces y lo descubrimos a tiempo. Es el que, después de muerto uno, se ríe de nosotros porque nos ha mantenido engañados toda la vida y hemos perdido la oportunidad de efectuar nuestra elevación hacia Dios. Es el que no nos deja Vivir. Es el que nos oculta la Verdad. Es el mismo demonio.
Por eso, ante el hombre dirigido por esta criatura llamada ego, Dios es un invento del hombre, pero para el hombre nuevo, que habita en lo más profundo de nosotros, que es Hijo del verdadero Dios, que sabe de todas las cosas, tanto divinas como humanas, tanto visibles como invisibles y que quiere hablarnos directamente, pero no puede porque el ego se lo impide, EL HOMBRE ES UN INVENTO DE DIOS para conseguir sus fines, que ni de sombra conocemos ni podemos hacerlo, hasta que no destruyamos nuestro propio ego y entre un poco de Luz en nuestro interior.
Bien hallados después de mis vacaciones a todos.
Un abrazo.
[]Cedesin>
He leído en el periódico un “pensamiento” de un hombre encumbrado en la cultura moderna. Un llamado bienhechor del “hombre”. Un científico. Un ser laureado por sus trabajos en medicina. Uno que lleva colgado de su solapa el título de Premio Novel nada más y nada menos que de medicina de 1.965. Un tal François Jacob. Una “perla”. Dice así: “Dios es una invención de los hombres para paliar su infelicidad”.
Este hombre debe haber empleado toda su vida en el estudio y en el tratamiento quizás de los males que aquejan al hombre y es reconocido como una gran lumbrera del saber. Es solo un ejemplo más de la estulticia humana, que busca el saber por caminos equivocados, cuando la persona no es aún persona. Dedica toda su vida al estudio enciclopédico y experimental para solucionar “humanitariamente” los problemas del hombre, cuando aún no tiene una idea clara de lo que es el hombre. Y, después, cuando es un ser reconocido y admirado por la sociedad actual, deja caer sus perlas de conocimiento cuando más daño pueden hacer, para vergüenza suya, dejando ver su pobreza moral y espiritual a las personas que han dejado de ser meramente hombres para ser personas, y para poner nuevas zancadillas a los hombres que están prestos a separarse de su concepción de hombres para llegar a ser personas. Alguien dijo “calumnia, que algo queda”. En este caso di una obviedad que está muy cerca de lo que cree el mundo en su mayoría, porque siembre habrá algún atontado que, partiendo de la voz autorizada que es, confirmará sus propias creencias al respecto.
Si este hombre, laureado en 1965 con el premio Novel, se hubiera dedicado al estudio del hombre, en vez de como curar las enfermedades químicas o biológicas de su cuerpo, hoy día no diría una paparruchada como esta. Pero este hombre sufre un empacho del saber y ya cree saberlo todo. Y el resto del mundo le aplaude su saber. He incita a los que son parecidos a él a perderse en el berenjenal de conocimientos científicos y biológicos en los que ha entrado la sociedad actual. Si hubiera dedicado su tiempo a conocerse a él mismo y a sus semejantes, vería o hubiera visto que el hombre es un ser muy complejo en su aspecto mental y espiritual. Pero claro, él no llega a ver el aspecto espiritual todavía, porque no ha profundizado lo suficiente en él mismo para saberlo. Este debe ser de los que dice “Me gustaría creer, pero ... no creo, no lo veo”. “Afortunado tú que crees que yo, por más que busco, no encuentro”. Y al final, dice que “todo esto es un invento para niños de pecho”.
De esta forma actúa la mente en las personas llamadas “normales”. Interiormente tiene un gran deseo de saber, de saberse. Pero este deseo es mal interpretado y desviado a conocer aspectos externos y periféricos del hombre y del mundo y no llega a descubrir sus esencias. ¿Quién desvía ese gran deseo del hombre de conocerse a sí mismo? Esta es una gran pregunta. Pues no cabe duda que es el mismo diablo que habita en cada uno de nosotros, que ante el interés demostrado por el consciente de descubrir(se), desvía la atención hacia cualquier otro aspecto del hombre y de su sociedad y engaña al consciente con logros muy bien recibidos por la sociedad y su cultura, pero que lo alejan irremediablemente de si mismo, y del conocimiento de Dios. Es un efecto parecido al que sentimos cuando nos despertamos por la mañana temprano y sentimos que hemos soñado y queremos recordar el sueño, porque algo nos dice que es importante. Cuanto más queremos recordar el sueño, más se nos olvida y desaparece de nuestro consciente. Alguien tiene interés de que esto sea así.
¿Y esto por qué? Porque en nosotros vive un agregado mental, un ser no creado por Dios y que está contra Él. Este ser dirige los pasos del hombre desde su más tierna infancia y lo lleva a donde quiere, como un pelele, como una marioneta. Es el que se hace llamar “yo”. Es el ego. Es lo que creemos más auténtico de nosotros mismos. Es algo que no somos pero que ha tomado poder en nosotros y nos lleva al desconocimiento y a la miseria humana, si no somos lo suficientemente perspicaces y lo descubrimos a tiempo. Es el que, después de muerto uno, se ríe de nosotros porque nos ha mantenido engañados toda la vida y hemos perdido la oportunidad de efectuar nuestra elevación hacia Dios. Es el que no nos deja Vivir. Es el que nos oculta la Verdad. Es el mismo demonio.
Por eso, ante el hombre dirigido por esta criatura llamada ego, Dios es un invento del hombre, pero para el hombre nuevo, que habita en lo más profundo de nosotros, que es Hijo del verdadero Dios, que sabe de todas las cosas, tanto divinas como humanas, tanto visibles como invisibles y que quiere hablarnos directamente, pero no puede porque el ego se lo impide, EL HOMBRE ES UN INVENTO DE DIOS para conseguir sus fines, que ni de sombra conocemos ni podemos hacerlo, hasta que no destruyamos nuestro propio ego y entre un poco de Luz en nuestro interior.
Bien hallados después de mis vacaciones a todos.
Un abrazo.
[]Cedesin>