Hola Pana
No te desesperes. Tu deseo de no pecar es la clave para que entiendas la exposición que te haré: Hubo hace casi dos mil años un hombre de Dios que tenía problemas parecidos a los tuyos. Este hombre reflexionaba de la siguiente manera: "Soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo;
pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago". Este hombre tenía una lucha interior terrible. Era una persona que había nacido de nuevo. Ahora tenía dos naturalezas: una carnal, heredada de sus padres, que deseaba satisfacer los deseos propios de la carne, y otra espiritual, heredada su vez de su Padre espiritual, que se oponía a la primera. Había una lucha entre ambas naturalezas. En esta lucha, a menudo vencía la carnal, pero nunca era con el consentimiento de la espiritual. De manera que llegó a esta conclusión: "
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero,ya NO LO HAGO YO, sino el pecado que mora en mí... porque según el HOMBRE INTERIOR, ME DELEITO EN LA LEY DE DIOS, pero veo otra ley en mi naturaleza carnal, que se rebela contra la ley de mi naturaleza espiritual y que me obliga a obedecer a mis apetencias carnales" Este hombre, desesperado, gritaba (como tú)"¡Soy un miserable [pecador] quién me librará de esta naturaleza carnal [que aborrezco] y que me quiere arrastrar a la muerte!" Pero llega a la conclusión de que el Señor le ayuda a mantenerse firme sirviéndole, a pesar de sus pecados no consentidos. Este hombre era S. Pablo.
Como te dije al principio la clave está en no consentir el pecado. Cualquier persona que no ha nacido de nuevo, nunca tendrá tu problema. Sus pecados los comete con satisfacción, sin luchas interiores. Esta es la diferencia entre un hijo de Dios, que ha nacido otra vez, y una persona simplemente natural. Lo preocupante sería que no tuvieras esa lucha interna. El Señor es nuestra Roca Fuerte, nuestra Fortaleza: Pídele fuerzas para resistir, y no te desanimes, pues esto es lo que pretende el Enemigo: que "tires la toalla". Eso nunca. Si caemos, ahí está el Señor para levantarnos. Y Abogado tenemos que nos defiende. Después de la prueba, si resistimos, seremos vencedores. Por último, y como decimos acá en España, "quien evita la ocsión, evita el peligro": apártate de las "malas compañías, que corrompen las buenas costumbres".
¡Ánimo, y adelante!
Recibe un saludo con :corazón: de tu hermano en Cristo, Fernando
ferrodos@yahoo.es