Desahogos e inspiraciones... (Parte de mis escritos.)

2 Mayo 2005
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Con la misma mano que usó para escribir
cerró impetuosamente su maleta;
quien habló de vida, se sintió morir,
cuando vió frustrada su luchada meta,
y esperando en la empatía que creía recibir,
ante la opinión no se pudo corregir...
¡Cómo cuesta perdonar a los poetas!



Erskine


Copyright2008 Erskine
 
Re: Desahogos e inspiraciones... (Parte de mis escritos.)

En ese columpio... sólo una vez.


Sobre un columpio, de un remoto poblado, me senté una vez.

Esa parte del vestido de la noche, estaba en calma.
Un cielo sin nubes, un terreno sin mucha luz, a no ser, la de unos pocos farolitos, y una luna con bufanda, permitían a las estrellas lucirse.

Qué bellas se veían desde aquel pueblito rodeado de montañas. Perfecto guión exhibían los elementos naturales esa noche.
La brisa: agradable. Los sonidos: el del viento sobre las trenzas de la yerba; el de alguna vieja camioneta rodando sobre un distante camino; el de las cadenas viejas del columpio, y el de mis suspiros por mirar al cielo.

No estaba solo; alguien me acompañaba.

Una escena así, la había imaginado muchas veces. Cuando soñaba despierto, sentado al pie de alguna quebrada de mi isla, me imaginé compartiendo un columpio con alguna linda muchacha. Me imaginé mirando con ella, la cola de luz de las estrellas.
Me imaginé rasgando una guitarra; haciendo interludio con el recitar de una elegante luna.

Lo imaginé tanto, que, lo ensayé.

Miré hacia la persona, que sentada cerca , sostenía entre sus manos una ramita.

La constelación de Orión; su cinturón de tres estrellas, fueron mi punto de referencia.

Me transporté espontáneamente a la palabra de Dios; y viviendo un momento de inspiración divina, proferí verdades respecto al Señor, a su poder, a su sapiencia... a su amor. Compartí, como la haría un abuelo sentado sobre un muelle con su nieto de 10 años, sobre lo que Dios me había permitido aprender, respecto a su creación de los cuerpos celestes. Los ojos se me humedecieron. Estaba emocionado.
-...Y esa otra constelación- añadí.
-Y hay una conocida como la cruz del sur.- Exclamé, para de inmediato añadir cómo éstas constelaciones, formadas por Dios, eran como golpes de tiza dibujando el plan de salvación, y el cielo había estado sirviendo a Dios como pizarrón por miles de años.

Pasados unos minutos de inspiración, miré de nuevo a la persona.

Simplemente dijo algo como: ¿Ah, sí?

Una sensación muy distinta a la que había sentido en mi pecho, desalojó lentamente la primera, y heló mis ojos humedecidos.

Tal vez esperé otra reacción. Tal vez la imaginé demasiado. Tal vez fue porque había hecho de aquella escena, anticipada desde mi mocedad, la ideal para una noche especial.

Hice un silencio evidente. De esos que no se disimulan; De esos que hablan elocuentemente.

Pero no hubo reacción tampoco a eso. Ser tan frío ante una tan bella noche, y ante unas tan trascendentales verdades, no tenía justificación.

Me levanté no por falta de noche, sino, por ausencia de unos ojos que los míos buscaron y anticiparon.

Ese no era un incidente aislado, fue uno más, de los que como bloque, soportarían el puente del desinterés que guía a la tierra de la distancia.

He pensado en cómo me gustaría volver a ese poblado; sentarme en aquel columpio...
pero inevitablemente, ya no es igual.

Los momentos de desilución que vivimos en esta humana carne, le roban el color vivo a los parajes hermosos, a aquellos en los cuáles vivimos tales experiencias; nos arrebatan los suspiros del asombro, la belleza y la emoción, y nos envuelven en un forzado trueque, dejándonos a cambio, suspiros de despecho.

No creo que pueda volver jamás a ese columpio. Ya habrán otros que tengan mejor noche bajo otro espectáculo nocturno, meciéndose en el mismo columpio.

Quedan parajes, quedan atardeceres, quedan sendas bañadas de margaritas; y quedan las oportunidades, concedidas por un Dios misericordioso y sanador.

Es tiempo de volver a la quebrada.



Erskine. 2009