
Desde el punto de vista bíblico y teológico, es vergonzoso leer a cristianos decir: “Dios bendiga a Israel”, como si el Estado moderno de Israel fuera el Israel bíblico, el pueblo escogido de Dios. Cuando leo esto, me pregunto:
¿acaso son conscientes de que Jerusalén y su soberanía, junto con su templo y sacerdocio, han estado destruidos por más de dos mil años, desde que Vespasiano y Tito, en el año 70 d.C., destruyeron la ciudad, expulsaron a los judíos y los dispersaron, tal como profetizó Jesús en Lucas 21:20-24?
Me pregunto nuevamente:
¿acaso no saben que el Estado moderno de Israel, fundado en 1948, es una nación secular, políticamente sionista, con una fuerte oposición al cristianismo?
Este Israel no es una teocracia como lo fue en los tiempos del Antiguo Pacto, ni honra a Yahweh ni al Mesías. Decir “Dios bendiga a Israel” sin distinguir esto es teológicamente superficial o políticamente motivado, no bíblicamente fundamentado.
¿Acaso no han entendido que los israelitas que poblaron el Estado moderno de Israel, especialmente en los siglos XIX y XX, proceden en su mayoría de comunidades judías de la diáspora? Es decir, de judíos que vivieron dispersos fuera de la antigua tierra de Israel desde tiempos del Imperio romano y aún antes: los asquenazíes (de Europa Central y del Este: Alemania, Polonia, Rusia, Ucrania), los sefardíes (de España y Portugal) y los mizrajíes (de países del Medio Oriente y Norte de África como Irak, Irán, Yemen y Egipto). Estos no son descendientes puros del Israel bíblico, y muchos ni siquiera creen en Dios ni en Jesús. Una gran parte del Israel moderno es secular, o incluso abiertamente antimesiánica. Rechazan a Cristo como el Mesías y, en muchos casos, muestran hostilidad hacia el cristianismo.
Así que no se trata de pedir bendición para una nación incrédula, sino de orar por su arrepentimiento y conversión. La verdadera bendición de Dios no está en una bandera o en un linaje, sino en estar unidos a Cristo por la fe.
Pero me dirá el hermano futurista: Romanos 11:25-26 dice que “todo Israel será salvo”…
Y es aquí donde debemos leer con atención el contexto. Pablo no está diciendo que toda la nación judía, en su condición actual, será salva automáticamente. A lo largo de Romanos 9 al 11, Pablo ha dejado claro que no todos los descendientes de Israel son el verdadero Israel (Romanos 9:6), y que la salvación no depende del linaje, sino de la misericordia de Dios (Romanos 9:16). De hecho, en el mismo capítulo 11 dice que los judíos fueron desgajados por incredulidad, y que solo si no permanecen en incredulidad serán injertados nuevamente (Romanos 11:20–23).
Cuando Pablo dice que “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26), no se refiere a toda la nación judía en su conjunto ni al Estado moderno de Israel. A lo largo del capítulo 11, Pablo ha sido claro en afirmar que Dios ha reservado para sí un remanente,

Por lo tanto, la expresión “todo Israel” debe entenderse como el Israel espiritual, el remanente redimido por gracia, no como una promesa de salvación colectiva a toda la etnia judía. Este remanente es injertado nuevamente en el olivo, Cristo, por la fe (Romanos 11:23). La salvación nunca ha sido nacional ni étnica, sino personal y por gracia mediante la fe, tanto para judíos como para gentiles.
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