Emiliojorge>
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1 – Nuevamente me obligas a decirte que no es así como dices. Consulta con un abogado cristiano o judío, y verás que la administración de la justicia en el Siglo I de nuestra era (en la Palestina) la ejercía el Sanedrín en conformidad a la Ley de Moisés pero bajo la supervisión del gobernador romano, única autoridad que podía permitir la ejecución de la pena capital.
Tú vuelves a confundir las cosas cuando le atribuyes al Sanedrín ese cometido inapelable de la Suprema Corte de Justicia en nuestras repúblicas, que en aquella época y lugar equivalía a “apelar a César” como después hará Pablo.
En el caso de Esteban, el Concilio no aplicó justicia ni injusticia porque tras la acusación de los testigos y el comienzo de la defensa de Esteban, justo cuando llegaba en su breve reseña de historia judía a la presentación de Jesucristo como el Mesías, fue interrumpido y sacado por la fuerza por los más exaltados. Los jueces de aquel Concilio no tuvieron oportunidad siquiera de exponer su criterio, pues allí -como tantas veces ha acontecido-, la razón de la fuerza pudo más que la fuerza de la razón.
2 – Tú dices:
“Cuando los dictámenes judiciales son adversos, es natural que los afectados critiquemos la justicia... pero hay que saber perder...”.
¡Esto es un error enorme! Tratándose de la justicia, aquí no entran las ideas de ganar o perder. Aunque a las partes interesadas compete ganar o perder un juicio, desde el punto de vista estrictamente jurídico no interesa el beneficio o el perjuicio resultante sino que se haya hecho justicia. Aunque el cristiano debe someterse a las autoridades (Ro 13:1) puede y debe reprender las obras infructuosas de las tinieblas (Ef 5:11). Una cosa es que yo no me levante en armas contra el gobierno de mi país, y otra es mi libertad y derecho de calificar como criminal la Ley votada en el Parlamento nacional autorizando el aborto. Las leyes de Dios están por encima de las que proponen, discuten y deciden los políticos.
Según tú, parece ser que los tres jóvenes hebreos hicieron mal al desacatar una orden de Nabucodonosor (Dan 3:14) y lo mismo Daniel con un edicto del rey Darío (6:13). Y la lista se haría interminable con fieles hombres de Dios que prefirieron serle fieles a Él antes que a los hombres (Hechos 4:19).
3 - Lo del linchamiento que decimos, no es un invento nuestro sino lo que se infiere del mismo relato de Lucas. Aunque Mr. Lynch todavía no había nacido, el juicio sumario es lo que se advierte en la lectura del cap. 7 de Hechos. Siendo que nada se dice que los discípulos de Jesús de Nazaret reclamaran por el asesinato de Esteban, tampoco da para suponer que lo hubiesen hecho de haber acontecido el linchamiento. El clima no estaba para ello. Mira y ve lo que ocurría con la iglesia en Jerusalén en Hechos 8:1-3. De reclamar justicia, la injusticia se hubiera encarnizado aún más contra los cristianos.
Es posible que en algún momento el Concilio hubiera impartido realmente justicia. Pero no lo hizo con el Señor Jesús (Marcos 14:53-65); ni con Pedro y Juan (Hechos 4:1-22); los demás apóstoles (Hch 5:21-42) ni con Pablo (Hch 23:1-10; 15, 20, 28,29; 24:20).
Cuando un Tribunal de Justicia condena al inocente y absuelve al culpable, podrá seguir siendo Tribunal pero no ya más de justicia.
Ricardo.
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1 – Nuevamente me obligas a decirte que no es así como dices. Consulta con un abogado cristiano o judío, y verás que la administración de la justicia en el Siglo I de nuestra era (en la Palestina) la ejercía el Sanedrín en conformidad a la Ley de Moisés pero bajo la supervisión del gobernador romano, única autoridad que podía permitir la ejecución de la pena capital.
Tú vuelves a confundir las cosas cuando le atribuyes al Sanedrín ese cometido inapelable de la Suprema Corte de Justicia en nuestras repúblicas, que en aquella época y lugar equivalía a “apelar a César” como después hará Pablo.
En el caso de Esteban, el Concilio no aplicó justicia ni injusticia porque tras la acusación de los testigos y el comienzo de la defensa de Esteban, justo cuando llegaba en su breve reseña de historia judía a la presentación de Jesucristo como el Mesías, fue interrumpido y sacado por la fuerza por los más exaltados. Los jueces de aquel Concilio no tuvieron oportunidad siquiera de exponer su criterio, pues allí -como tantas veces ha acontecido-, la razón de la fuerza pudo más que la fuerza de la razón.
2 – Tú dices:
“Cuando los dictámenes judiciales son adversos, es natural que los afectados critiquemos la justicia... pero hay que saber perder...”.
¡Esto es un error enorme! Tratándose de la justicia, aquí no entran las ideas de ganar o perder. Aunque a las partes interesadas compete ganar o perder un juicio, desde el punto de vista estrictamente jurídico no interesa el beneficio o el perjuicio resultante sino que se haya hecho justicia. Aunque el cristiano debe someterse a las autoridades (Ro 13:1) puede y debe reprender las obras infructuosas de las tinieblas (Ef 5:11). Una cosa es que yo no me levante en armas contra el gobierno de mi país, y otra es mi libertad y derecho de calificar como criminal la Ley votada en el Parlamento nacional autorizando el aborto. Las leyes de Dios están por encima de las que proponen, discuten y deciden los políticos.
Según tú, parece ser que los tres jóvenes hebreos hicieron mal al desacatar una orden de Nabucodonosor (Dan 3:14) y lo mismo Daniel con un edicto del rey Darío (6:13). Y la lista se haría interminable con fieles hombres de Dios que prefirieron serle fieles a Él antes que a los hombres (Hechos 4:19).
3 - Lo del linchamiento que decimos, no es un invento nuestro sino lo que se infiere del mismo relato de Lucas. Aunque Mr. Lynch todavía no había nacido, el juicio sumario es lo que se advierte en la lectura del cap. 7 de Hechos. Siendo que nada se dice que los discípulos de Jesús de Nazaret reclamaran por el asesinato de Esteban, tampoco da para suponer que lo hubiesen hecho de haber acontecido el linchamiento. El clima no estaba para ello. Mira y ve lo que ocurría con la iglesia en Jerusalén en Hechos 8:1-3. De reclamar justicia, la injusticia se hubiera encarnizado aún más contra los cristianos.
Es posible que en algún momento el Concilio hubiera impartido realmente justicia. Pero no lo hizo con el Señor Jesús (Marcos 14:53-65); ni con Pedro y Juan (Hechos 4:1-22); los demás apóstoles (Hch 5:21-42) ni con Pablo (Hch 23:1-10; 15, 20, 28,29; 24:20).
Cuando un Tribunal de Justicia condena al inocente y absuelve al culpable, podrá seguir siendo Tribunal pero no ya más de justicia.
Ricardo.