Cueva de ladrones

2 Junio 1999
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Cueva de ladrones



Se suele asociar la expresión “Cueva de Ladrones” con el episodio de lo que algunos “expulsión de los mercaderes” del Templo por parte de Jesús. Y a este relato del Nuevo Testamento, se le suele asociar la figura de un Jesús enfadado o violento, con un látigo en la mano y expulsando a aquellos que habían confundido el Templo con un mercado. Es una de las imágenes que se pueden usar para defender métodos violentos en la búsqueda de lo justo y de lo honesto. No obstante, Jesús, como veremos en estas líneas, no fue violento. Es verdad que el templo funcionaba en esos tiempos, como centro de la actividad económica de la ciudad, emitía su propia moneda y funcionaba como una entidad de cambio o bancaria. El templo era usado también como un centro de sacrificios. Jesús quería darle otro sentido, entroncando también con la línea profética. El templo debería ser “casa de oración para todos los pueblos”, según vemos en el profeta Isaías y “casa sobre la cual es invocado mi nombre”, según Jeremías.

Pero este episodio no es un episodio de violencia de Jesús contra las personas. Va más en la línea de la concepción del templo como casa de oración y no como centro de sacrificios y, por eso, expulsa a los animales, ovejas y bueyes. Y hoy, siguiendo la línea profética, hay otras razones que vamos a ver en estas líneas, para que tengamos nosotros también el riesgo de convertir nuestros templos en “Cueva de Ladrones”.
En el Evangelio de Juan se nos dice que Jesús hizo un “azote de cuerdas”, azote que no estaba destinado a dar latigazos a las personas, sino un simple manojo de cuerdas para asustar y hacer correr a los animales. Los especialistas en griego dicen que las expresiones de que Jesús echó fuera del templo a “todos”, hay que verlo en relación con “tanto...como”, o sea, “tanto a las ovejas como a los bueyes”. No hay violencia con azotes a personas, sino simple espantada de animales reforzando la idea del templo como “casa de oración”. Se echa fuera a los animales que habían de ser sacrificados. Ya no eran necesarios más sacrificios, idea que se repite en el Nuevo Testamento. Jesús con su sacrificio en la cruz elimina la necesidad de otros derramamientos de sangre. Por tanto el episodio del azote de cuerdas para azuzar animales, era un hecho no violento que impidió el derramamiento en sacrificio de la sangre de estos animales.

En cuanto al concepto del Templo como “Cueva de Ladrones”, es una idea que a nosotros nos deja un tanto indiferentes, porque creemos que esto ya no va con nosotros. Nuestros templos no están llenos de mercaderes, no se comercia ni se cambia moneda. Pero en el libro de Jeremías que es quien usa por primera vez la expresión “Cueva de Ladrones” se da en un contexto en el cual se puede caer hoy también. Se da en el contexto en el que Jeremías debe decir a los que entran en el Templo, “los que entráis por estas puertas para alabar al Señor”, tenéis que mejorar “vuestros caminos y vuestras obras”.

Y este mejorar los caminos y las obras, se concreta en que con verdad deberían “hacer justicia entre el hombre y su prójimo”. (Ver Jeremías cap. 7). Después habla de no hacer opresión a los extranjeros, cuestión que tan actual es en nuestros días con los problemas de la inmigración. Luego completa con la justicia que hay que hacer al huérfano y a la viuda: extranjeros, huérfanos y viudas como prototipos de las personas marginadas, excluidas y de las que se podía fácilmente abusar. Sigue luego hablando de otros pecados que hay que eliminar y poner delante del Señor antes de entrar por las puertas del templo. Porque cuando gente insolidaria, opresores, injustos o los que se aprovechan de los extranjeros, cuando personas despreocupadas por sus caminos y por sus obras están entrando en el templo del Señor, es cuando lo están convirtiendo en “Cueva de Ladrones”.

Isaías no ve sólo la conversión del templo en “Cueva de Ladrones” por los efectos de ciertas mercaderías, cambios de moneda o actividades bancarias. Isaías grita contra los que entran en el templo siendo insolidarios, opresores y despreocupados por la justicia entre el hombre y su prójimo. Gentes despreocupadas por estas líneas de la justicia social que debe afectar a la dignidad de cada ser humano. Jeremías no podía aceptar que gentes despreocupadas por las necesidades del prójimo y de espaldas al dolor de los hombres, pudieran entrar en el templo y decir: “Librados somos”, pero cubiertos de injusticia e insolidaridad y “para seguir haciendo todas estas abominaciones”. Así, Jeremías tiene que gritar y decir: “¿Es cueva de ladrones delante de vosotros esta casa sobre la cual es invocado mi nombre?” Y aquí es donde aparece la casa de Dios como lugar para invocar el nombre de Jehová, el templo como casa de oración, como diría Isaías.

Por tanto, mientras existan asistentes a los templos que sean injustos, insolidarios y que no se preocupen de hacer justicia entre el hombre y su prójimo, existirá el concepto de templo como “Cueva de Ladrones”. Es nuestra responsabilidad examinarnos y ver que no estamos de espaldas al dolor de los hombres, arrepentirnos y buscar justicia, para convertir los templos en “Casa de Oración” y que los ladrones, injustos, insolidarios y despreocupados por el dolor de los hombres y por la injusticia en el mundo, se busquen otras cuevas alejadas del lugar en donde se invoca el nombre del Señor.

Juan Simarro Fernández, licenciado en Filosofía,
escritor y director de Misión Evangélica Urbana de Madrid.
© J. Simarro, 2003, Madrid, España.


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