Ileana Álvarez, escritora. Directora de la revista Alas tensas, única revista feminista cubana. Reside en España.
El estallido social de este 11 de julio en Cuba, algo inédito desde que se implantó la dictadura en 1959, es consecuencia de la falta de libertades acumuladas durante décadas, de mentir y manipular a un pueblo que no ha tenido garantizados los derechos básicos, como son el derecho a manifestarse, asociarse, oponerse, expresarse, elegir sobre su destino...
Ocurre también en un contexto muy peculiar: la crisis pandémica, económica, política, la falta de liderazgo, la mediocridad de una cúpula militar que quiere mantener un poder a toda costa sin adaptarse siquiera a las demandas de nuevas generaciones que ya no se creen el cuento de la igualdad, y de la llamada "justicia revolucionaria”.
Y por supuesto, esa generación que luego de muchas batallas ha podido acceder a Internet, aunque esta sea cara y raquítica, ha visto y ha comprendido cómo son realmente las democracias que han sido demonizadas por la propaganda comunista. Ahora bien, ha madurado y se ha consolidado una intelectualidad, y un movimiento artístico en general que ha sabido interpretar las demandas del pueblo, y ha sentido en carne propia la falta de libertades, y no solo en la creación. Nunca en la historia de Cuba los artistas han estado tan enlazados a los de abajo como ahora. Se rompió una jerarquía entre los creadores y el pueblo, cuando el Movimiento San Isidro con sus acciones movilizadoras disidentes demostró "que estamos conectados”, y "que estamos puestos”. Cuando la escritora Katherine Bisquet, en nombre de todos los artistas cubanos que se estaban manifestando el 27N frente a la puerta del Mincult, leyó aquellas demandas escritas a mano, resumidas en la frase "tenemos derecho a tener derechos”, algo definitivamente quebró la piedra del totalitarismo. Y todo lo que ha seguido, como la creación de una canción libertaria e inspiradora como Patria y Vida, opuesta al slogan de la Muerte que enarbola el gobierno, han contribuido a que esta insurrección ocurra. Solo debo añadir el papel cada vez más activo, más solidario, de la diáspora cubana, y el de los medios independientes y por supuesto, no podría dejar de señalar y en primer lugar, el papel que ha jugado en esta movilización la mujer cubana (no más ver las impactantes imágenes donde ella es protagonista), que ha cargado sobre sus hombros el peso de demasiadas opresiones, y que quiere y defiende un futuro diferente, inclusivo, verdaderamente justo para sus hijas e hijos, y para sí.