16 Agosto 2011
Iglesiafóbicos
ISRAEL MORALES
Lo admito, el término “iglesiafóbicos” no está en el diccionario y por eso les explico: de un tiempo para acá los que creen tener toda la inteligencia del mundo y la razón absoluta del universo, están que trinan porque monseñor Daniel Fernández Torres, nuevo obispo de Arecibo, puso un pie al frente y se expresó sobre la educación sexual en las escuelas. Monseñor no mandó un ejército de las Cruzadas y mucho menos excomulgó a alguien. Simplemente se expresó mediante carta al señor gobernador Luis Fortuño y expuso sus puntos, como cualquier otro ciudadano puede y debe hacer cuando se ocupa de temas que afecten la comunidad puertorriqueña.
Pero para los iglesiafóbicos, los cristianos deben estar encerrados como en tiempos de las catacumbas, humillados ante el mal, alejados de la administración pública y sobre todo, silenciosos en los medios. Ante cualquier propuesta cristiana, los iglesiafóbicos sacan la bandera de la separación de Iglesia y Estado, como si no viviéramos en la misma sociedad y tantas veces, en la misma calle, barrio o urbanización. Pero últimamente los iglesiafóbicos han ido más allá, al ataque personal, a rebuscar qué escándalo o escandalillo se descubre (o se inventa) con tal de humillar a la Iglesia. Hasta les molesta que en la página de Internet de la diócesis haya fotos y mensajes del prelado. ¿A quién esperaban encontrar allí?
Ciertamente monseñor Daniel Fernández no es de los que simplemente se preocupa por los casos de violencia sexual: se ocupa y actúa. Recientemente presentó una campaña preventiva contra el abuso sexual, desarrollada en su Diócesis de Arecibo, para ser aplicada en las 59 parroquias, 230 capillas y 13 colegios católicos de su diócesis. “Hemos ido más allá de lo que exige el protocolo, para establecer como una estructura permanente dentro de la curia diocesana contra el abuso sexual, adicciones y otros desórdenes graves”, explicó el Obispo. También se está trabajando en coordinación con la Policía y la Escuela Graduada de Psicología y Trabajo Social del recinto de Arecibo de la Pontificia Universidad Católica, una serie de talleres abiertos a la comunidad en general.
Claro, de esa iniciativa no se habla, porque lo que la Iglesia hace bien, hay que ocultarlo, callarlo y si se puede, tergiversarlo para continuar haciendo daño. Pero para eso está la Iglesia, para hacer su labor en la Tierra, tal como en los pasados 2,000 años, aunque eso moleste a los iglesiafóbicos. Hay que celebrar las iniciativas de ésta y todas las iglesias que están haciendo su trabajo en nuestra sociedad. Después de todo, “no hay temor en el amor”.
Iglesiafóbicos
ISRAEL MORALES
Lo admito, el término “iglesiafóbicos” no está en el diccionario y por eso les explico: de un tiempo para acá los que creen tener toda la inteligencia del mundo y la razón absoluta del universo, están que trinan porque monseñor Daniel Fernández Torres, nuevo obispo de Arecibo, puso un pie al frente y se expresó sobre la educación sexual en las escuelas. Monseñor no mandó un ejército de las Cruzadas y mucho menos excomulgó a alguien. Simplemente se expresó mediante carta al señor gobernador Luis Fortuño y expuso sus puntos, como cualquier otro ciudadano puede y debe hacer cuando se ocupa de temas que afecten la comunidad puertorriqueña.
Pero para los iglesiafóbicos, los cristianos deben estar encerrados como en tiempos de las catacumbas, humillados ante el mal, alejados de la administración pública y sobre todo, silenciosos en los medios. Ante cualquier propuesta cristiana, los iglesiafóbicos sacan la bandera de la separación de Iglesia y Estado, como si no viviéramos en la misma sociedad y tantas veces, en la misma calle, barrio o urbanización. Pero últimamente los iglesiafóbicos han ido más allá, al ataque personal, a rebuscar qué escándalo o escandalillo se descubre (o se inventa) con tal de humillar a la Iglesia. Hasta les molesta que en la página de Internet de la diócesis haya fotos y mensajes del prelado. ¿A quién esperaban encontrar allí?
Ciertamente monseñor Daniel Fernández no es de los que simplemente se preocupa por los casos de violencia sexual: se ocupa y actúa. Recientemente presentó una campaña preventiva contra el abuso sexual, desarrollada en su Diócesis de Arecibo, para ser aplicada en las 59 parroquias, 230 capillas y 13 colegios católicos de su diócesis. “Hemos ido más allá de lo que exige el protocolo, para establecer como una estructura permanente dentro de la curia diocesana contra el abuso sexual, adicciones y otros desórdenes graves”, explicó el Obispo. También se está trabajando en coordinación con la Policía y la Escuela Graduada de Psicología y Trabajo Social del recinto de Arecibo de la Pontificia Universidad Católica, una serie de talleres abiertos a la comunidad en general.
Claro, de esa iniciativa no se habla, porque lo que la Iglesia hace bien, hay que ocultarlo, callarlo y si se puede, tergiversarlo para continuar haciendo daño. Pero para eso está la Iglesia, para hacer su labor en la Tierra, tal como en los pasados 2,000 años, aunque eso moleste a los iglesiafóbicos. Hay que celebrar las iniciativas de ésta y todas las iglesias que están haciendo su trabajo en nuestra sociedad. Después de todo, “no hay temor en el amor”.