Cristo Rey

18 Noviembre 1998
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Cristo, Rey de Reyes

En un escrito previo analizábamos las causas supremas de las calamidades que veíamos abrumar y afligir al género humano. Y en dicha carta proclamamos claramente no sólo que este cúmulo de males había invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador.

Por lo cual, no sólo exhortamos entonces a buscar la paz de Cristo en el reino de Cristo, sino que, además, prometimos que para dicho fin haríamos todo cuanto posible nos fuese. En el reino de Cristo, dijimos: pues estábamos persuadidos de que no hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo.

Entre tanto, no dejó de infundirnos sólida esperanza de tiempos mejores la favorable actitud de los pueblos hacia Cristo y su Iglesia. Actitud nueva en unos, reavivada en otros, de donde podía colegirse que muchos que hasta entonces habían estado como desterrados del reino del Redentor, por haber despreciado su soberanía, se preparaban felizmente y hasta se daban prisa en volver a sus deberes de obediencia.

La Realeza de Cristo

Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad(Ef 3,19) y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Mas, entrando ahora de lleno en el asunto, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino (Dan 7,13-14); porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.

Que Cristo es Rey, lo dicen a cada paso las Sagradas Escrituras. Así, le llaman el dominador que ha de nacer de la estirpe de Jacob (Núm 24,19); el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra (Sal 2). El salmo nupcial, donde bajo la imagen y representación de un Rey muy opulento y muy poderoso se celebraba al que había de ser verdadero Rey de Israel, contiene estas frases: El trono tuyo, ¡oh Dios!, permanece por los siglos de los siglos; el cetro de su reino es cetro de rectitud (Sal 44). Y omitiendo otros muchos textos semejantes, en otro lugar, como para dibujar mejor los caracteres de Cristo, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz... y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra (Sal 71).

A este testimonio se añaden otros, aún más copiosos, de los profetas, y principalmente el conocidísimo de Isaías: Nos ha nacido un Niño y se nos ha dado un Hijo, el cual lleva sobre sus hombros el principado; y tendrá por nombre el Admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo venidero, el Príncipe de Paz. Su imperio será amplificado y la paz no tendrá fin; se sentará sobre el solio de David, y poseerá su reino para afianzarlo y consolidarlo haciendo reinar la equidad y la justicia desde ahora y para siempre (Is 9,6-7). Lo mismo que Isaías vaticinan los demás profetas. Así Jeremías, cuando predice que de la estirpe de David nacerá el vástago justo, que cual hijo de David reinará como Rey y será sabio y juzgará en la tierra (Jer 23,5). Así Daniel, al anunciar que el Dios del cielo fundará un reino, el cual no será jamás destruido..., permanecerá eternamente (Dan 2,44); y poco después añade: Yo estaba observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía entre las nubes del cielo un personaje que parecía el Hijo del Hombre; quien se adelantó hacia el Anciano de muchos días y le presentaron ante El. Y diole éste la potestad, el honor y el reino: Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán: la potestad suya es potestad eterna, que no le será quitada, y su reino es indestructible (Dan 7,13-14). Aquellas palabras de Zacarías donde predice al Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino, había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas (Zac 9,9), ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?

Por otra parte, esta misma doctrina sobre Cristo Rey que hemos entresacado de los libros del Antiguo Testamento, tan lejos está de faltar en los del Nuevo que, por lo contrario, se halla magnífica y luminosamente confirmada.

En este punto, y pasando por alto el mensaje del arcángel, por el cual fue advertida la virgen que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David su padre y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin (Lc 1,32-33), es el mismo Cristo el que da testimonio de su realeza, tanto en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; como al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; como, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey (Mt 25,31-40) y públicamente confirmó que es Rey (Jn 18,37), y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18). Con las cuales palabras, ¿qué otra cosa se significa sino la grandeza de su poder y la extensión infinita de su reino? Por lo tanto, no es de maravillar que San Juan le llame Príncipe de los reyes de la tierra (Ap 1,5), y que El mismo, conforme a la visión apocalíptica, lleve escrito en su vestido y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de los que dominan (Ap 19,16). Puesto que el Padre constituyó a Cristo heredero universal de todas las cosas (Heb 1,1), menester es que reine Cristo hasta que, al fin de los siglos, ponga bajo los pies del trono de Dios a todos sus enemigos (1 Cor 15,25).

De esta doctrina común a las Sagradas Escrituras, se siguió necesariamente que la Iglesia, reino de Cristo sobre la tierra, destinada a extenderse a todos los hombres y a todas las naciones, celebrase y glorificase con multiplicadas muestras de adoración a su Autor y Fundador como a Soberano Señor y Rey de los reyes.

Para mostrar ahora en qué consiste el fundamento de esta dignidad y de este poder de Jesucristo, he aquí lo que escribió un santo hombre de Dios: Posee Cristo soberanía sobre todas las criaturas, no arrancada por fuerza ni quitada a nadie, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza. Es decir, que la soberanía o principado de Cristo se funda en la maravillosa unión llamada hipostática. De donde se sigue que Cristo no sólo debe ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre; de manera que por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre todas las criaturas.

Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá que todos los hombres, harto olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador. Fuisteis rescatados no con oro o plata, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero Inmaculado y sin tacha (1 P 1,18-19). No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande (1 Cor 6,20); hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo (1 Cor 6,15).

Viniendo ahora a explicar la fuerza y naturaleza de este principado y soberanía de Jesucristo, indicaremos brevemente que contiene una triple potestad, sin la cual apenas se concibe un verdadero y propio principado. Los testimonios, aducidos de las Sagradas Escrituras, acerca del imperio universal de nuestro Redentor, prueban más que suficientemente cuanto hemos dicho; Debe ser creído por todos los cristianos que Jesucristo fue dado a los hombres como Redentor, en quien deben confiar, y como legislador a quien deben obedecer. Los santos Evangelios no sólo narran que Cristo legisló, sino que nos lo presentan legislando. En diferentes circunstancias y con diversas expresiones dice el Divino Maestro que quienes guarden sus preceptos demostrarán que le aman y permanecerán en su caridad (Jn 14,15; 15,10). El mismo Jesús, al responder a los judíos, que le acusaban de haber violado el sábado con la maravillosa curación del paralítico, afirma que el Padre le había dado la potestad judicial, porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar se lo dio al Hijo (Jn 5,22). En lo cual se comprende también su derecho de premiar y castigar a los hombres, aun durante su vida mortal, porque esto no puede separarse de una forma de juicio. Además, debe atribuirse a Jesucristo la potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, potestad que a los rebeldes inflige castigos, a los que nadie puede sustraerse.

Campo de la realeza de Cristo

a) En Lo espiritual

Sin embargo, los textos que hemos citado de la Escritura demuestran evidentísimamente, y el mismo Jesucristo lo confirma con su modo de obrar, que este reino es principalmente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. En efecto, en varias ocasiones, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó y arrancó esta vana imaginación y esperanza. Asimisrno, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, que, llena de admiración, le rodeaba, El rehusó tal títuto de honor huyendo y escondiéndose en la soledad. Finalmente, en presencia del gobernador romano manifestó que su reino no era de este mundo. Este reino se nos muestra en los evangelios con tales caracteres, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo obras dignas de arrepentimiento (Hch 26,20) y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo. Este reino únicamente se opone al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas; y exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz. Habiendo Cristo, como Redentor, rescatado a la Iglesia con su Sangre y ofreciéndose a sí mismo, como Sacerdote y como Víctima, por los pecados del mundo, ¿quién no ve que la dignidad real del Salvador se reviste y participa de la naturaleza espiritual de ambos oficios?

b) En lo temporal

Por otra parte, erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confiríó un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo de ello, mientras vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, y así como entonces despreció la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.

Acerca de lo cual dice bien aquella frase: No quita los reinos mortales el que da los celestiales. Por tanto, a todos los hombres se extiende el dominio de nuestro Redentor, como lo afirman estas palabras de otro hermano nuestro, de feliz memoria, las cuales hacemos con gusto nuestras: El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos cristianos sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano.

c) En los individuos y en la sociedad

El es, en efecto, la fuente del bien público y privado. Fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro; pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos (Hch 4,12).

El es sólo quien da la prosperidad y la felicidad verdadera, así a los individuos como a las naciones: porque la felicidad de la nación no procede de distinta fuente que la felicidad de los ciudadanos, pues la nación no es otra cosa que el conjunto concorde de ciudadanos. No se nieguen, pues, los gobernantes de las naciones a dar por sí mismos y por el pueblo públicas muestras de veneración y de obediencia al imperio de Cristo si quieren conservar incólume su autoridad y hacer la felicidad y la fortuna de su patria. Lo que hace cierto tiempo escribíamos sobre el gran menoscabo que padecen la autoridad y el poder legítimos, no es menos oportuno y necesario en los presentes tiempos, a saber: «Desterrados Dios y Jesucristo —lamentábamos— de las leyes y de la gobernación de los pueblos, y derivada la autoridad, no de Dios, sino de los hombres, ha sucedido que hasta los mismos fundamentos de autoridad han quedado arrancados, una vez suprimida la causa principal de que unos tengan el derecho de mandar y otros la obligación de obedecer. De lo cual no ha podido menos de seguirse una violenta conmoción de toda la humana sociedad privada de todo apoyo y fundamento sólido».

En cambio, si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia. La regia dignidad de Nuestro Señor, así como hace sacra en cierto modo la autoridad humana de los jefes y gobernantes del Estado, así también ennoblece los deberes y la obediencia de los súbditos. Por eso el apóstol San Pablo, aunque ordenó a las casadas y a los siervos que reverenciasen a Cristo en la persona de sus maridos y señores, mas también les advirtió que no obedeciesen a éstos como a simples hombres, sino sólo como a representantes de Cristo, porque es indigno de hombres redimidos por Cristo servir a otros hombres: Rescatados habéis sido a gran costa; no queráis haceros siervos de los hombres (1 Cor 7,23).

Y si los príncípes y los gobernantes legítimamente elegidos se persuaden de que ellos mandan, más que por derecho propio por mandato y en representación del Rey divino, a nadie se le ocultará cuán santa y sabiamente habrán de usar de su autoridad y cuán gran cuenta deberán tener, al dar las leyes y exigir su cumplimiento, con el bien común y con la dignidad humana de sus inferiores. De aquí se seguirá, sin duda, el florecimiento estable de la tranquilidad y del orden, suprimida toda causa de sedición; pues aunque el ciudadano vea en el gobernante o en las demás autoridades públicas a hombres de naturaleza igual a la suya y aun indignos y vituperables por cualquier cosa, no por eso rehusará obedecerles cuando en ellos contemple la imagen y la autoridad de Jesucristo, Dios y hombre verdadero.

En lo que se refiere a la concordia y a la paz, es evidente que, cuanto más vasto es el reino y con mayor amplitud abraza al género humano, tanto más se arraiga en la conciencia de los hombres el vínculo de fraternidad que los une. Esta convicción, así como aleja y disipa los conflictos frecuentes, así también endulza y disminuye sus amarguras. Y si el reino de Cristo abrazase de hecho a todos los hombres, como los abraza de derecho, ¿por qué no habríamos de esperar aquella paz que el Rey pacífico trajo a la tierra, aquel Rey que vino para reconciliar todas las cosas; que no vino a que le sirviesen, sino a servir; que siendo el Señor de todos, se hizo a sí mismo ejemplo de humildad y estableció como ley principal esta virtud, unida con el mandato de la caridad; que, finalmente dijo: Mi yugo es suave y mi carga es ligera?

¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo! Entonces verdaderamente se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre.

Y si ahora pedimos que Cristo Rey sea honrado por todos los cristianos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, queridos hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperío de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.

Los amarguísimos frutos que este alejarse de Cristo por parte de los individuos y de las naciones ha producido con tanta frecuencia y durante tanto tiempo, los hemos lamentado y los volvemos hoy a lamentar, al ver el germen de la discordia sembrado por todas partes; encendidos entre los pueblos los odios y rivalidades que tanto retardan, todavía, el restablecimiento de la paz; las codicias desenfrenadas, que con frecuencia se esconden bajo las apariencias del bien público y del amor patrio; y, brotando de todo esto, las discordias civiles, junto con un ciego y desatado egoísmo, sólo atento a sus particulares provechos y comodidades y midiéndolo todo por ellas; destruida de raíz la paz doméstica por el olvido y la relajación de los deberes familiares; rota la unión y la estabilidad de las familias; y, en fin, sacudida y empujada a la muerte la humana sociedad.


Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la celebración de Cristo Rey por parte de los cristianos impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los cristianos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.

Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la proclamación pública por parte de los creyentes de Cristo como Rey de Reyes entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad.

Antes de terminar esta carta, nos place, queridos hermanos, indicar brevemente las utilidades que en bien, ya de la Iglesia y de la sociedad civil, ya de cada uno de los fieles esperamos y nosotros aventuramos si se produce el público homenaje de adoración a Cristo Rey.

a) Para la Iglesia

En efecto: tríbutando estos honores a la soberanía real de Jesucristo, recordarán necesariamente los hombres que la Iglesia de Cristo exige plena libertad e independencia del poder civil; y que en el cumplimiento del oficio encomendado a ella por Dios no puede depender del arbitrio de nadie.


b) Para la sociedad civil

33. La celebración pública de la adoración a Cristo enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.

A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ya sea al establecer las leyes, como al administrar justicia, como finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.


c) Para los fieles

34. Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios (Rom 6,13), deben servir para la interna santificación del alma. Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección.

Haga el Señor, venerables hermanos, que todos cuantos se hallan fuera de su reino deseen y reciban el suave yugo de Cristo; que todos cuantos por su misericordia somos ya sus súbditos e hijos llevemos este yugo no de mala gana, sino con gusto, con amor y santidad, y que nuestra vida, conformada siempre a las leyes del reino divino, sea rica en hermosos y abundantes frutos; para que, siendo considerados por Cristo como siervos buenos y fieles, lleguemos a ser con El participantes del reino celestial, de su eterna felicidad y gloria.



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Nota final: he suprimido algunos párrafos del original de este texto y también he modificado algunas cosas en otros. La finalidad es lograr facilitar la lectura del texto a todos los cristianos, independientemente de su "membresía" eclesial
 
Re: Cristo Rey

Luis Fernando:
Haga el Señor, venerables hermanos, que todos cuantos se hallan fuera de su reino deseen y reciban el suave yugo de Cristo; que todos cuantos por su misericordia somos ya sus súbditos e hijos llevemos este yugo no de mala gana, sino con gusto, con amor y santidad, y que nuestra vida, conformada siempre a las leyes del reino divino, sea rica en hermosos y abundantes frutos; para que, siendo considerados por Cristo como siervos buenos y fieles, lleguemos a ser con El participantes del reino celestial, de su eterna felicidad y gloria.


SERVANDO:

Amén y amén.
 
Re: Cristo Rey

Así es Servando. Precioso final el de esa carta (que no es mía)
 
Re: Cristo Rey

¡¡¡Y tanto que no es suya!!!
Pero como buen guerrillero del título, nos da lo que le conviene y calla aquellos que no, abusando de que en el foro no está activado el anti spam.


Es imprescindicible conocer la totalidad del escrito al que se dice AMEN

http://www.corazones.org/doc/quas_primas.htm


QUAS PRIMAS
Carta encíclica sobre la Fiesta del Cristo Rey
Papa Pío XI, diciembre 11 de 1925




21. Por otra parte, los documentos históricos demuestran que estas festividades fueron instituidas una tras otra en el transcurso de los siglos, conforme lo iban pidiendo la necesidad y utilidad del pueblo cristiano, esto es, cuando hacía falta robustecerlo contra un peligro común, o defenderlo contra los insidiosos errores de la herejía, o animarlo y encenderlo con mayor frecuencia para que conociese y venerase con mayor devoción algún misterio de la Fe, o algún beneficio de la divina bondad. Así, desde los primeros siglos del cristianismo, cuando los fieles eran acerbísimamente perseguidos, empezó la liturgia a conmemorar a los Mártires para que, como dice San Agustín, las festividades de los Mártires fuesen otras tantas exhortaciones al martirio [34]. Más tarde, los honores litúrgicos concedidos a los santos Confesores, Vírgenes y Viudas, sirvieron maravillosamente para reavivar en los fieles el amor a las virtudes, tan necesario aun en tiempos pacíficos. Sobre todo, las festividades instituidas en honor a la Santísima Virgen contribuyeron, sin duda, a que el pueblo cristiano no sólo enfervorizase su culto a la Madre de Dios, su poderosísima protectora, sino también a que se encendiese en más fuerte amor hacia la Madre celestial que el Redentor le había legado como herencia. Además, entre los beneficios que produce el público y legítimo culto de la Virgen y de los Santos no debe ser pasado en silencio el que la Iglesia haya podido en todo tiempo rechazar victoriosamente la peste de los errores y herejías.
29. Porque en este año, como dijimos al principio, el Rey divino, verdaderamente admirable en sus Santos, ha sido gloriosamente magnificado con la elevación de un nuevo grupo de sus fieles soldados al honor de los Altares

CONDICIÓN LITÚRGICA DE LA FIESTA
30. Por tanto, con Nuestra autoridad apostólica, instituimos la Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos. Asimismo ordenamos que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús, con la misma fórmula que Nuestro predecesor, de s. m., Pío X, mandó recitar anualmente.

Este año, sin embargo, queremos que se renueve el día 31 de diciembre, en el que Nos mismo oficiaremos un solemne pontifical en honor de Cristo Rey, u ordenaremos que dicha consagración se haga en Nuestra presencia. Creemos que no podemos cerrar mejor ni más convenientemente el Año Santo, ni dar a Cristo, Rey inmortal de los siglos, más amplio testimonio de Nuestra gratitud -con lo cual interpretamos la de todos los católicos- por los beneficios que durante este Año Santo hemos recibido Nos, la Iglesia y todo el orbe católico.

31. No es menester, Venerables Hermanos, que os expliquemos detenidamente los motivos por los cuales hemos decretado que la festividad de Cristo Rey se celebre separadamente de aquellas otras en las cuales parece ya indicada e implícitamente solemnizada esta misma dignidad real. Basta advertir que, aunque en todas las fiestas de Nuestro Señor, el objeto material de ellas es Cristo, pero su objeto formal es enteramente distinto del título y de la potestad real de Jesucristo. La razón por la cual hemos querido establecer esta festividad en día de Domingo, es para que no tan sólo el Clero honre a Cristo Rey con la celebración de la Misa y el rezo del Oficio Divino, sino para que también el pueblo, libre de las preocupaciones y con espíritu de santa alegría, rinda a Cristo preclaro testimonio de su obediencia y devoción. Nos pareció también el último domingo de octubre mucho más acomodado para esta festividad que todos los demás, porque en él casi finaliza el año litúrgico; pues así sucederá que los misterios de la vida de Cristo, conmemorados en el transcurso del año, terminen y reciban coronamiento en esta solemnidad de Cristo Rey, y, antes de celebrar la gloria de Todos los Santos, se celebrará y se exaltará la gloria de Aquel que triunfa en todos los Santos y elegidos. Sea, pues, vuestro deber y vuestro oficio, Venerables Hermanos, hacer de modo que a la celebración de esta fiesta anual preceda, en días determinados, un curso de predicación al pueblo en todas las parroquias, de manera que, instruidos cuidadosamente los fieles sobre la naturaleza, la significación e importancia de esta festividad, emprendan y ordenen un género de vida que sea verdaderamente digno de los que anhelan servir amorosa y fielmente a su Rey, Jesucristo.

Son muchos los que vigilan para que no se nos tome el pelo.

A propósito, supongo que quien ha metido esto, aunque mutilado, paragará el derecho de propaganda al Webmaster. :biggrinbo
 
Re: Cristo Rey

Tobi:
¡¡¡Y tanto que no es suya!!!
Pero como buen guerrillero del título, nos da lo que le conviene y calla aquellos que no, abusando de que en el foro no está activado el anti spam.

Luis:
Lo cual aclaré en una nota final y explicando el porqué hacía eso. No hay ninguna norma que me lo impida.

Ahora que ya se sabe quién es el autor de ese texto, ¿cambia en algo la veracidad de su contenido?
El que cambie su opinión por culpa del autor.... tiene un problema no pequeño
 
Re: Cristo Rey

Luis Fernando dijo:
Tobi:
¡¡¡Y tanto que no es suya!!!
Pero como buen guerrillero del título, nos da lo que le conviene y calla aquellos que no, abusando de que en el foro no está activado el anti spam.

Luis:
Lo cual aclaré en una nota final y explicando el porqué hacía eso. No hay ninguna norma que me lo impida.

Ahora que ya se sabe quién es el autor de ese texto, ¿cambia en algo la veracidad de su contenido?
El que cambie su opinión por culpa del autor.... tiene un problema no pequeño

Esta pregunta esta mal planteada:
¿cambia en algo la veracidad de su contenido?

Bien planteada es: ¿por qué no se colocó la totalidad del texto?
Lo que nos has dicho, para justificarlo, ha sido eso:
he suprimido algunos párrafos del original de este texto y también he modificado algunas cosas en otros. La finalidad es lograr facilitar la lectura del texto a todos los cristianos, independientemente de su "membresía" eclesial
¿Para facilitar la lectura? No amigo nuestro, sino para esconder aquello que resulta inadmisible para nosotros que es aquello que he remarcado. Si cuela, cuela, ¿no Luis?
Te recomiendo que leas la "tentaciones a Jesús" y verás que el tentador usa la Palabra de Dios en dicha tentación, peró, como te ocurre a ti en este texto tampoco coló.

No creo necesario calificar este tipo de prácticas. Que cada lector lo haga y que tenga cuidado cuando alguien se viste de Ángel de Luz.
 
Re: Cristo Rey

SERVANDO:

Bueno, pues, cada quien ve lo que quiere ver. Lástima que Tobi se diga cristiano y ande siempre enfrentando a quien no piensa como él. En fin.
A nosotros los cristianos solo nos queda bendecirlo.

El Señor Jesús te bendiga y te guarde Tobi.

En el amor de Cristo.- Servando.
 
Re: Cristo Rey

SERVANDO SUASTE dijo:
SERVANDO:

Bueno, pues, cada quien ve lo que quiere ver. Lástima que Tobi se diga cristiano y ande siempre enfrentando a quien no piensa como él. En fin.
A nosotros los cristianos solo nos queda bendecirlo.

El Señor Jesús te bendiga y te guarde Tobi.

En el amor de Cristo.- Servando.

Le ruego encarecidamente que no se dirija a mi persona bajo ningún concepto.
Yo tampoco lo haré. Olvídese de que existo.
 
Re: Cristo Rey

Tobi dijo:
Le ruego encarecidamente que no se dirija a mi persona bajo ningún concepto.
Yo tampoco lo haré. Olvídese de que existo.


SERVADNO:

ok.

El Señor Jesús bendiga encarecidamente a a su pueblo Israel y a todos lo cristianos del mundo y especialmente a quienes se dicen cristianos y no lo son.

En el amor de Cristo.- Servando.
 
Re: Cristo Rey

Tobi, no tengo porqué dar más explicaciones sobre lo que he hecho, sobre todo cuando advertí que lo hacía y daba las causas pero como veo que insistes pues contaré más detenidamente porqué he hecho lo que he hecho.

La cosa es bien sencilla. Esa encíclica del Papa Pío XI me parece profética por muchas razones. Creo que gran parte de su contenido es aprovechable tanto para católicos como para evangélicos. Entonces decidí leerla como su yo fuera evangélico, cosa muy fácil para mí por razones obvias, para quitar aquellos párrafos que no encajan en lo que cree un protestante y modificar algunas pequeñas cosas en otros párrafos. Sé que, a pesar de eso, alguna cosa que queda en el texto no es aceptada por todos los evangélicos pero me parece que la faena me ha quedado bastante potable.
Lo cierto es que yo sí creo en el principio bíblico "examinadlo todo, retened lo bueno". Lo cierto es que yo también creo que si algo está bien escrito y puede ser de utilidad para otros, importa relativamente poco quién lo haya escrito. Lo cierto es que si de primeras pongo la encíclica entera y digo que es del Papa Pío XI, muchos habrían pasado de leerla. De esta manera han leído lo que no afecta a las típicas discusiones entre católicos y protestantes. Hay mucho, muchísimo de esa encíclica que forma parte de los puntos en los que creemos todos los cristianos, independientemente de que seamos católicos, ortodoxos o protestantes. Que ahora vengas tú a poner aquello en lo que no vamos a poder estar de acuerdo es señal de que a ti no te interesa lo más mínimo que en asuntos que interesan a todos los que profesan el nombre de Cristo podamos mantener opiniones, actitudes y acciones convergentes.
Nada más. Que cada cual juzgue como crea oportuno.
 
Re: Cristo Rey

Luis Fernando dijo:
Tobi, no tengo porqué dar más explicaciones sobre lo que he hecho, sobre todo cuando advertí que lo hacía y daba las causas pero como veo que insistes pues contaré más detenidamente porqué he hecho lo que he hecho.

La cosa es bien sencilla. Esa encíclica del Papa Pío XI me parece profética por muchas razones. Creo que gran parte de su contenido es aprovechable tanto para católicos como para evangélicos. Entonces decidí leerla como su yo fuera evangélico, cosa muy fácil para mí por razones obvias, para quitar aquellos párrafos que no encajan en lo que cree un protestante y modificar algunas pequeñas cosas en otros párrafos. Sé que, a pesar de eso, alguna cosa que queda en el texto no es aceptada por todos los evangélicos pero me parece que la faena me ha quedado bastante potable.
Lo cierto es que yo sí creo en el principio bíblico "examinadlo todo, retened lo bueno". Lo cierto es que yo también creo que si algo está bien escrito y puede ser de utilidad para otros, importa relativamente poco quién lo haya escrito. Lo cierto es que si de primeras pongo la encíclica entera y digo que es del Papa Pío XI, muchos habrían pasado de leerla. De esta manera han leído lo que no afecta a las típicas discusiones entre católicos y protestantes. Hay mucho, muchísimo de esa encíclica que forma parte de los puntos en los que creemos todos los cristianos, independientemente de que seamos católicos, ortodoxos o protestantes. Que ahora vengas tú a poner aquello en lo que no vamos a poder estar de acuerdo es señal de que a ti no te interesa lo más mínimo que en asuntos que interesan a todos los que profesan el nombre de Cristo podamos mantener opiniones, actitudes y acciones convergentes.
Nada más. Que cada cual juzgue como crea oportuno.



SERVADNO:

Amén y amén amigo luis.

Así lo entendí yo desde un principio.

El Señor Jesús te bendiga.
 
Re: Cristo Rey

¿Y eso con que propósito, Luis?
Ni tu ni yo creemos en el ecumenismo, made in Roma. Entonces, repito, ¿cual fué el auténtico propósito?

Además, ¿que puede tener de bueno un papa que bendijo los cañones de una tremenda guerra civil a la que declaró "cruzada"? ¿Un papa bendiciendo luchas fraticidas? Este es el auténtico Pio XI.

Tus argumentos tratando de justificarte no convencen.
Sabes bien que en algunas ocasiones he refrendado tu postura en casos concretos. Por ejemplo lo de la China Comunista respecto a la persecución de cristianos y católicos. La refrendadiria aunque solo se tratara de católicos, puesto que nadie tiene derecho a coartar la libertad de otros por cuestiones religiosas.
Los protestantes tenemos material más que suficiente para enfrentar la situación del mundo actual y no necesitamos la de un "profeta" cuyas obras contradicen sus buenas palabras.
Claro que supongo que para ti el papa que convocó la ultima CRUZADA será uno de tus preferidos, lo cual tiene cierta lógica, ¿no es cierto?
 
Re: Cristo Rey

Tobi:
Ni tu ni yo creemos en el ecumenismo, made in Roma. Entonces, repito, ¿cual fué el auténtico propósito?

Luis:
Ya lo he explicado y no pienso volver a hacerlo. Como comprenderás, que tú no creas en mis razones me importa tres rábanos.
 
Re: Cristo Rey

Luis Fernando dijo:
Tobi:
Ni tu ni yo creemos en el ecumenismo, made in Roma. Entonces, repito, ¿cual fué el auténtico propósito?

Luis:
Ya lo he explicado y no pienso volver a hacerlo. Como comprenderás, que tú no creas en mis razones me importa tres rábanos.


SERVANDO:

lo que pasa amigo luis, es que para "algunos" es mas facil armar pólemica que evangelisar. Lástima. ahora que tu respuesta fue muy clara; no estrá bien dicha, pero si fue muy clara. en mi opinión personal, creo que le faltaron algunos vegetales.
 
Re: Cristo Rey

Solo que los tres rábanos te salieron por la culata , Luis. :biggrinbo
 
Re: Cristo Rey

Sí, claro, es evidente la cantidad de mensajes de evangélicos apoyando tus ataques contra lo que he hecho.
Llenan este epígrafe....

Me saludas a tu informante que sin duda forma parte de los "muchos que vigilan", :sombrilla
 
Re: Cristo Rey

Luis Fernando dijo:
Sí, claro, es evidente la cantidad de mensajes de evangélicos apoyando tus ataques contra lo que he hecho.
Llenan este epígrafe....

Me saludas a tu informante que sin duda forma parte de los "muchos que vigilan", :sombrilla

No es necesario.
Basta que sepan que el Pio de marras orquestó la ultima CRUZADA. Hoy mismo por TV3 se ha pasado un reportaje sobre la cantidad de tumbas anónimas (Fosas Comunes) que se estan encontrando donde aparecen multitud de cadávares fruto de dicha CRUZADA.
Este es el papa profético de quien nos has largado un discurso mutilado.
 
Re: Cristo Rey

Bien, pues en tu honor voy a abrir un epígrafe sobre la Guerra Civil española, sus causas y la persecución religiosa a la que fue sometida la población católica por parte de los rojos y los masones
 
Re: Cristo Rey

Luis Fernando dijo:
Bien, pues en tu honor voy a abrir un epígrafe sobre la Guerra Civil española, sus causas y la persecución religiosa a la que fue sometida la población católica por parte de los rojos y los masones


SERVANDO:

Interesante tema amigo luis; yo por mi parte estaré a la espera de tan dificil tema. solo que tienes que andarte con cuidado, debido a que yo fuí amenazado por hablar de la masonería., no dudo que tambien a ti te amenacen.

Esta gente (la que amenaza sin causas) no se da cuenta que nosotros somos libres y que este es un foro libre y que nadie tiene el derecho de mandarte amenazas, si cuando lo único que hacemos como hijos de Dios es advertir de los peligros existentes en el mundo, y esto sin importar la fe que profesemos.

En el amor de Cristo.- Servando.
 
Re: Cristo Rey

Servando, no hay problema. Yo sé que de Tobi, a pesar de las muchas cosas que nos separan, no recibiré ninguna amenaza personal. Y las otras tienen la fuerza que les queramos dar.

Bendiciones