JESÚS oraba con frecuencia a Dios, a quien llamaba Padre,
y enseñó a sus discípulos a hacer lo mismo.
En una oración que hizo junto con sus apóstoles,
tan solo unas horas antes de morir, Jesús elevó esta petición:
“Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu hijo, para que tu hijo te glorifique a ti.
Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:1, 3).
Como puede notarse, Jesús oró a alguien a quien llamó “el único Dios verdadero”.
Y luego señaló la posición superior de Dios al decir:
“Así que ahora, Padre, glorifícame al lado de ti mismo
con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera” (Juan 17:5).
Puesto que Jesús pidió en oración estar al lado de Dios,
¿cómo podría ser él al mismo tiempo “el único Dios verdadero”?
Examinemos este asunto.