Cristiano y europeo

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.icp-e.org/claves.htm

Cristiano y europeo

Wenceslao Calvo

Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.
(Hechos 5:29)

En un reciente artículo Julia Doxat-Purser, quien trabaja para la Alianza Evangélica Europea como representante socio-política y coordinadora para la Libertad Religiosa, reflexionaba de esta manera sobre la tendencia en el seno de la Unión Europea en lo que a asuntos de religión se refiere:

Dentro de la Unión Europea hay un renovado impulso para contrarrestar, por medio de la legislación, a la extrema derecha y crear una sociedad tolerante. En el momento que esto escribo la Unión Europea está discutiendo penalizar el odio basado en la raza, nacionalidad y religión. Esto podría traer un beneficio a las minorías tanto religiosas como de otro tipo. Sin embargo, la Alianza Evangélica Europea (AEA) espera que el resultado no limite el legítimo derecho de cualquiera a decir, por ejemplo, que su fe es preferible a la de otro... Finalmente, la campaña entre algunos políticos en Europa para limitar la religión a la esfera privada ha ganado fuerza desde que el fundamentalismo islámico está de manera patente en el pensamiento de todos. Por una estrecha mayoría, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que condenaba toda actividad política realizada por cualquier comunidad religiosa. Afortunadamente, esta resolución no tiene fuerza legal, pero refleja el contexto altamente secularizado en el que los cristianos europeos tenemos que vivir nuestra fe.

Como puede apreciarse, la autora saluda como una buena medida la penalización del odio basado en la religión, pero al mismo tiempo no esconde su temor de que tal disposición pueda coartar la libertad religiosa de los grupos y las personas. La penalización del odio basado en la religión es algo perfectamente entendible, pues no en vano la religión ha sido tantas veces el pretexto o la causa de las peores atrocidades que los seres humanos hemos cometido. En España no es necesario (¿o tal vez sí?) que nadie nos aleccione sobre este peligro, pues nuestra atormentada historia de los cinco últimos siglos ha estado presidida por el odio religioso, que impregnó todos y cada uno de los estamentos sociales de la nación, desde el pueblo hasta los gobernantes. Y aunque España sea un caso exacerbado de lo que puede hacer el odio religioso, no es único, pues toda Europa se vio desangrada, en su momento, por los enfrentamientos en el campo de batalla a causa de las guerras de religión.

La preocupación de la Unión Europea no es, por tanto, gratuita o fantasiosa sino que está basada en un peligro real, mucho más teniendo en cuenta el fenómeno de masas que se está produciendo en muchos países miembros, hasta hace poco prácticamente homogéneos, que se han convertido en destino de miles y miles de personas procedentes de otros países, otras culturas y portadores de otras creencias religiosas. Gran Bretaña hace ya décadas que es un mosaico de etnias, colores y religiones; Francia y Alemania albergan numerosas minorías musulmanas; a España llegan mensualmente cientos de emigrantes de Europa oriental, África e Iberoamérica. Es decir, la complejidad de nuestras sociedades va en aumento, lo cual lleva aparejada una creciente complicación a la hora de convivir y gobernar; es obvio que todo es mucho más sencillo si todo es uniforme, pero, al mismo tiempo, todo es también más pobre y además esa uniformidad se suele conseguir por métodos injustos: Limpieza étnica, limpieza religiosa, limpieza nacional, limpieza ideológica, etc. Por lo tanto, creo que los cristianos somos los primeros que hemos de apoyar las medidas tendentes a cercenar el odio religioso si no queremos que esto se convierta en un polvorín.

Pero dicho eso, es preciso subrayar el peligro que la autora del artículo vislumbra en la penalización del odio religioso, en el sentido de que se podría incluir en dicha categoría toda manifestación que exprese la exclusividad o superioridad de una fe sobre otra. Es evidente que la fe cristiana, por las mismas declaraciones de su Fundador, hace apelaciones absolutas que no dejan lugar a dudas sobre su naturaleza. Simplemente de la frase ‘Yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí.’ (Juan 14:6) se desprende que Jesús no es una alternativa, entre otras muchas respetables, para ir a Dios, sino que es la sola y exclusiva senda que conduce a Dios; ahora bien, la conclusión añadida a eso es que todo otro personaje o creencia que supuestamente pretenda hacer lo mismo es falsa. Es un puro y sencillo silogismo: Si A es verdadero y B no es lo mismo que A, se sigue que B es falso. Y aquí es donde entramos en la materia que estamos discutiendo: Un cristiano tiene el derecho a predicar y a practicar su fe (libertad religiosa) y en el ejercicio de la misma puede decir cosas, si es consecuente con el mensaje de la Biblia, que pueden ser ofensivas para otros y, por tanto, ser catalogadas como incitaciones al odio religioso. Yo sé que hay provocaciones innecesarias (y el fanatismo es fuente de ello) de las que hemos de huir para no herir de forma improcedente y perjudicial a las personas; pero también sé que cuando la Palabra se predica fielmente, necesariamente produce una reacción en los oyentes: Rechazo en unos (que puede llegar hasta la violencia verbal y física) al sentirse ofendidos y redargüidos y recepción en otros.

Bajo cierto punto de vista, a algunos de los personajes de la Biblia se les podría tildar de incitadores al odio religioso: Elías, Pablo, Juan el Bautista, Moisés, Jeremías, etc. pues vivieron y defendieron la fe, denunciando abiertamente la falsedad del sincretismo, de la idolatría, de la religión y del paganismo; llamando a Baal falso dios, a las costumbres de las naciones vanidad y a los representantes del estatus religioso generación de víboras. Al propio Jesús se le podría acusar de lo mismo.

La penalización del odio religioso puede ser un arma de doble filo y se necesitará mucha pericia y sensibilidad para no manejarla de forma errónea. El evangelio también es una espada de doble filo: En su proclamación del amor de Dios por el mundo (que no significa complicidad con su mentira y pecado) y en su pronunciamiento sobre Jesucristo como Señor de todo (que excluye a cualquier otro). Si los hombres nos dejan, así hemos de anunciarlo y en caso contrario se aplica el texto bíblico arriba mencionado.



Wenceslao Calvo es conferenciante y pastor en una iglesia de Madrid.
© W. Calvo, I+CP, 2003. I+CP (www.ICP-e.org)