crecimiento espiritual -3-

5 Enero 2001
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Estimados:

aqui va la tercera pata, saludos

Anibal



Las dificultades personales

Durante el período de transición entre la vida que se vive en la carne a la vida superior que se vive en el espíritu, se experimenta un mayor o menor grado de incertidumbre. Para los que viven plenamente en uno de los dos estados existe poco conflicto o confusión. Cuando se entra en el reino, no podemos eludir sus responsabilidades ni evitar sus obligaciones, pero recordemos lo que dijo Jesús: “el yugo del evangelio es cómodo y el peso de la verdad es ligero”.

Una vez que tú estés inmerso en el progreso espiritual no puedes detenerte; o avanzamos en rectitud o retrocedemos hacia el mal y el pecado. El desarrollo espiritual requiere de un esfuerzo constante, si bien se entra con la confianza del niño, mediante la FE, para crecer se requiere de la madurez y la persistencia del adulto.

No solamente debemos dejar de hacer el mal, sino aprender a hacer el bien; no sólo tenemos que purificarnos de todo pecado consciente, sino que tenemos que negarnos incluso a albergar sentimientos de culpa. Si confesamos nuestros errores, estamos perdonados; por eso tenemos que mantener una conciencia desprovista de faltas.

Es necesario enfrentarse con las dificultades y tropezar con los obstáculos, como parte de la educación experiencial proporcionada para el crecimiento y el desarrollo, para la perfección progresiva del alma evolutiva de las criaturas mortales.

La espiritualización del alma humana requiere una experiencia íntima con el proceso educativo de resolver una amplia gama de problemas universales reales. Los seres humanos no progresamos favorablemente en un ambiente fácil. Las situaciones problemáticas, asociadas con los estímulos para ponerse en acción, se confabulan para producir esas actividades de la mente, del alma y del espíritu que contribuyen poderosamente a la obtención de los objetivos meritorios de la progresión mortal, y a la consecución de los niveles superiores de destino espiritual.

Las perplejidades religiosas son inevitables; no puede haber crecimiento ninguno sin conflicto psíquico y agitación espiritual. La organización de una norma filosófica de vida supone una conmoción considerable en los dominios filosóficos de la mente.

No se ejercitan lealtades a favor de lo grande, lo bueno, lo verdadero y lo noble en ausencia de la lucha. El esfuerzo se dirige a aclarar la visión espiritual y a aumentar la compenetración cósmica. Y el intelecto humano protesta cuando se le quitan energías no espirituales de existencia temporal.

El progreso del crecimiento religioso conduce desde el estancamiento, a través del conflicto, a la coordinación; desde la inseguridad, a la fe firme; desde la confusión de la conciencia cósmica, a la unificación de la personalidad; desde el objetivo temporal, al eterno; desde la esclavitud del temor, a la libertad de la filiación divina.

Y no es tanto lo que la mente comprende, sino más bien lo que desea comprender, aquello que asegura la supervivencia; no es tanto cómo es la mente, sino cómo está tratando de ser la mente lo que constituye la identificación espiritual. No es tanto que el hombre esté consciente de Dios cuanto que el hombre anhele a Dios, lo que resulta en la ascensión en el universo. Lo que eres hoy no es tan importante como lo que llegues a ser día a día y en la eternidad.

Lo importante no es la rapidez de nuestro progreso, sino su certidumbre. Nuestros logros actuales no son tan importantes como el hecho de que la dirección de nuestro progreso es hacia Dios.

Aquello en lo que nos estamos convirtiendo, día tras día, tiene infinitamente más importancia que lo que somos hoy. En casa de Simón, la prostituta que lavó los pies del maestro, ciertamente estaba lejos de la aventajada posición de Simón y los demás asistentes a la comida, pero al declarar su Fe en Jesús ciertamente estaba en la dirección correcta, y eso le fue tomado en cuenta.

El peligro espiritual más grande del hombre consiste en el progreso parcial, el problema de un crecimiento a medias: el abandono de las religiones evolucionarias del temor sin acogerse inmediatamente a la religión revelatoria del amor. La ciencia moderna, particularmente la psicología ha debilitado sólo aquellas religiones que son, en gran medida, dependientes del temor, la superstición y la emoción.