RELIQUIAS DEL ROMANISMO
La grandiosa superstición que ha acompañado al uso de reliquias, revela la decepción e inconsistencia con las cuales el romanismo ha estado plagado durante siglos. Algunas de estas reliquias -como hemos de ver- son obviamente falsas. Parece difícil comprender que en esta época de gran conocimiento, todavía hay gente que cree en ellas. Dentro de las reliquias más comunes de la Iglesia Católica, están los supuestos pedazos de la «verdadera cruz». Pero evidentemente todas estas piezas no pueden ser parte de la cruz original, pues hay tantas derramadas por toda Europa, que podrían formar un bosque. ¡La única explicación que se puede dar a tan obvia falsedad es que las piezas se multiplicaron sobrenaturalmente, como lo hicieron los peces y los panes que fueron bendecidos por Cristo! ¡Pero nadie lo pretende!
Otras reliquias que han recibido aprobación papal a través de los siglos son las siguientes: los clavos de la cruz, la esponja que fue puesta en la boca de Cristo, el manto escarlata que se puso sobre sus hombros por los soldados burlones, la corona de espinas, la copa de la última cena, muestras del cabello de la virgen María (algunos trigueños, otros rubios, otros rojos e incluso otros negros), faldas de María, su anillo matrimonial, sus zapatos, ropas del bebé Jesús, las herramientas de carpintería de José, una de las treinta piezas de plata, la bolsa vacía de Judas, el lavamanos de Pilato, ¡y huesos del asno en que el Señor hizo su entrada en Jerusalén!
El «Tabernáculo de María Magdalena», del que se dice que contiene la toalla que usó Jesús para secar los pies de los discípulos, la manta que cubrió su rostro en la tumba, el velo de María, algunas de sus prendas, ¡y una botella de la leche de María, la madre de Jesús! Se supone que la leche de María está también coloreando como adorno las paredes del sitio denominado Vía Láctea de Belén, ¡y piezas de roca se venden como reliquias y amuletos!
Aunque no se sabe nada de la madre de María, ni siquiera su nombre -como lo admiten los eruditos católicos-, hace cientos de años se le dio el nombre de santa Ana ¡Al poco tiempo, muchas iglesias de toda Europa afirmaban tener su cuerpo como reliquia sagrada! Uno de los cuerpos se suponía que estaba en Apte (Francia) y otro en León (España). Además, se decía que su cabeza estaba en Treir, ¡y también en Turín!
Por el año 750 llegaban a Roma constantemente innumerables vagones cargados de gran número de esqueletos y cráneos. Estos eran separados, marcados y vendidos por los papas. Esta venta de cadáveres y huesos se convirtió en un gran negocio. Todo novio viajero que pasaba por Roma estaba ansioso por obtener reliquias. Por las noches se saqueaban las sepulturas y a tal extremo se llegó, ¡que hombres armados hubieron de proteger las tumbas de las iglesias! «Roma -dice Gregorio- parecía un cementerio desmoronado en el cual las hienas aullaban y se peleaban, mientras manos avariciosas desenterraban los cuerpos.» Hay en la iglesia de Santa Práxedes una placa de mármol, la cual tiene una leyenda que dice que en el año 817, el papa- Pascual hizo sacar los cuerpos de 2.300 mártires de los cementerios de dicha iglesia!
La iglesia de Colombo (Francia) reclamaba poseer lo que se conocía como el «Santo Prepucio» (el prepucio es la pequeña porción de piel que se desprende de los bebés, cuando son circuncidados). La forma en que esta iglesia francesa llegó a obtener el supuesto prepucio de Jesús, siglos más tarde, es, naturalmente, un misterio. Sus poderes eran sumamente proclamados. Se creía que tenía el poder de transformar mujeres estériles en fértiles y proteger a las mujeres durante la concepción. Incluso Enrique V de Inglaterra creía en sus poderes, de tal manera que cuando la reina Catalina iba a dar a luz a un heredero al trono británico, hizo arreglos para conseguir el prepucio. Su esposa no tuvo complicación alguna y como consecuencia, en aprecio por la ayuda de la reliquia, el rey ordenó construir un santuario en Colombo para la protección del prepucio. La historia se divulgó y al poco tiempo otras iglesias de distintas áreas comenzaron a reclamar la posesión del «Santo Prepucio», tales como la iglesia de San Juan, en Roma, y la de Puy, en Velay.
Sin duda alguna que la mayoría de estas «reliquias sagradas» han sido demostradas como fraudes. Algunos de los huesos, que en una época se afirmaba que eran de los santos y mártires, por ejemplo, han sido descubiertos como huesos de ¡animales! En España, una catedral pretendía poseer parte de un ala del ángel Gabriel cuando visitó a María. Al ser examinada, ¡se supo que no era más que una gran pluma de avestruz!
A pesar de tantas inconsistencias, ¿por qué atribuye el católico tanta importancia a las reliquias? Una de las razones es porque se cree que al colocar una reliquia en una iglesia, capilla o catedral, se «consagra» el terreno y el edificio.'
El séptimo Concilio Ecuménico de Nicea, en el año 787, prohibió a un obispo el dedicar un edificio si no tenía presente una reliquia. El castigo por hacer lo contrario, ¡era su excomunión de la Iglesia! Tan extremada se hizo esta creencia en la Edad Media, que algunas catedrales tenían miles de reliquias. La iglesia del castillo de Wittemberg, en cuya puerta Lutero clavó las famosas «95 tesis», por ejemplo, poseía 19.000 reliquias santas.
¿Pero de dónde proviene la idea de que es necesaria una reliquia para «consagrar» un terreno o edificio? ¡Ciertamente no hay indicación alguna que tal creencia o práctica haya sido parte de las enseñanzas de nuestro Señor Jesús o de los apóstoles! ¡Pero sí sabemos que el uso de reliquias era definitivamente parte de la religión pagana!
Cuando Nimrod, el falso «salvador» de Babilonia murió, su cuerpo fue mutilado en pedazos y sus huesos fueron esparcidos por toda la región. Esta muerte tiene un fuerte contraste con la muerte del verdadero Salvador, nuestro Señor Jesucristo. Nimrod fue destrozado miembro a miembro, mientras que de Jesús se profetizó que «hueso no quebrantaréis de El». Teniendo esto presente, sigamos un poco más adelante. Cuando Nimrod supuestamente resucitó --convirtiéndose en el dios-sol-, se enseñaba que habitaba en otro cuerpo diferente, que los miembros del viejo cuerpo habían sido dejados atrás. (Por supuesto que a esto no se le puede llamar como una resurrección en el sentido estricto de la palabra.) En el caso del Señor, hubo una verdadera resurrección. ¡Fue El, propiamente, quien se levantó de entre los muertos! ¡La tumba estaba vacía y no se encontraron partes de su cuerpo como reliquias!
Pero en las leyendas de la muerte del falso «salvador» Nimrod, se dice que su cuerpo fue destrozado, y sus miembros enterrados en uno y otro lado. A través del tiempo, se comenzó a creer el mito de que en ciertos lugares estaba enterrada parte del cuerpo, ¡y estos sitios eran «consagrados»!
Estas ideas se propagaron por las naciones. Pronto varios sitios en Egipto, por ejemplo, fueron considerados como sepultura del dios mártir. «En Egipto abundaban los sepulcros del dios mártir y muchos brazos, piernas y cadáveres eran proclamados como genuinos y se exhibían en los cementerios contrarios para que los adorasen los fieles egipcios.»
De esta manera las peregrinaciones a tales sitios sagrados vinieron a ser parte de la religión pagana. Pero el verdadero cristiano no necesita hacer ninguna peregrinación a una tumba para adorar huesos, pues nuestro Salvador resucitó y vive para siempre! ¡La tumba de Jerusalén está vacía! A pesar de esto, el paganismo se había mezclado tanto con el catolicismo, que durante la Edad Media, una de las formas más populares de «limpiarse de pecado» ¡era la de hacer una peregrinación al santo sepulcro de Jerusalén!
Tampoco hay ningún fundamento en las Escrituras que apruebe las peregrinaciones a las tumbas de los santos, mártires, profetas o apóstoles. De hecho, la forma en que el Señor dispuso que el cuerpo de Moisés fuera enterrado por seres sobrenaturales en los valles de Moab para que nadie supiera dónde estaba su sepulcro, hasta el día de hoy, indica la oposición del Señor a la idea de las peregrinaciones o la. adoración de huesos (Deuteronomio 3:46).
La influencia de Egipto, la tierra de la cual los hijos de Israel salieron, era conocida por su idolatría. Como la tierra de Egipto era un sitio de numerosas reliquias, la sabiduría de Dios al hacer secreta la tumba de Moisés, es clara. Años más tarde, incluso la serpiente de bronce que hizo Moisés fue llamada Nehustan y fue adorada como una reliquia sagrada por los hijos de Israel (II Reyes 18:4). Pues bien, si practicaban tal idolatría con algo que Moisés había hecho, ¡mayor idolatría hubieran practicado de haber poseído uno de sus huesos! Y si Jehová se airó de tal manera porque su gente daba honor a una reliquia en aquel tiempo, ¡seguramente que tal uso de reliquias actualmente es desagradable a Jehová!
Hemos visto que muchas de las reliquias del romanismo son fraudes, y no los objetos originales que pretenden ser. Pero supongamos que en realidad tuviésemos uno de los cabellos de María o un hueso del apóstol Pablo o el manto que Jesús usó. ¿Agradaría a Dios el establecer estos objetos como reliquias sagradas? De acuerdo con el ejemplo de la serpiente de bronce de Moisés, ¡no! Si no hay virtud en el verdadero cabello, hueso o manto, ¡por lo tanto hay mucha menos virtud en un objeto fraudulento!
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Reliquias curiosas
Los 28 escalones de la casa de Poncio Pilatos, que se encuentran en un palacio en Roma. Lagrimas de Santa Maria, veneradas en Vendome. La lanza que hirio el costado de Cristo, en San Pedro de Roma. Espinas de la corona, cinco en la catedral de Oviedo y cuatro en la de Sevilla. La cola del asno que llevo a Jesus, en el Museo de Prehistoria Contemporanea. En Liria hay nada menos que plumas de los angeles Gabriel y Miguel.
Quiza la reliquia mas extraordinaria sea el suspiro de San Jose, que se encuentra en una botella depositada por un angel en una iglesia cercana a Blois y conservada ahora en el Sancta Santorum del Vaticano. Aunque es posible que algunos consideren aun mas portentoso el ESTORNUDO DEL ESPIRITU SANTO, que guardado tambien en una botella se veneraba en la iglesia de San Frontino y que hoy esta en el Santa Sanctorum.