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CONSUMO Y CONSUMISMO
‘Y‘Seis días trabajarás, mas en el séptimo día descansarás;
aun en la arada y en la siega, descansarás.’
(Éxodo 34:21)
Se veía venir. Se va a ampliar el número de domingos al año que los comercios tienen para abrir sus puertas en la Comunidad de Madrid. ¿La razón? Hay que incentivar la economía. Las grandes superficies, grandes beneficiarias de esta medida, poco a poco van implantando su ley y extendiendo sus tentáculos hasta alcanzarnos en todo lugar (aun el salón de nuestra casa donde está la TV y su publicidad) y a cualquier hora y día (domingos incluidos). Verdaderamente la voracidad de estos engendros del consumo no conoce límites, todo les parece poco con tal de adueñarse no ya de nuestra cartera, sino de nuestra mente, de nuestra forma de pensar. Pues una vez en posesión de nuestra mente, la conquista de nuestra cartera es un mero trámite.
Si no fuera porque la Biblia es la Palabra de Dios casi me atrevería a asegurar que hay un texto en el que falta algo y es el que hay en Proverbios 30:15-16 donde dice:
‘Tres cosas hay que nunca se sacian; aun la cuarta nunca dice: ¡Basta! El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas, y el fuego que jamás dice: ¡Basta!’
En ese pasaje se habla de cuatro realidades insaciables, dos de ellas son ávidas devoradoras, el Seol (la muerte) y el fuego, que arrasan a su paso sin jamás quedar sosegados, las otras dos son ansiosas reclamadoras, la estéril y la tierra seca, que exigen satisfacción. Pues bien, ambos calificativos: ávidas devoradoras y ansiosas reclamadoras, podrían servirnos para definir a las grandes superficies comerciales, de manera que podríamos hacer un añadido al pasaje bíblico anterior y dejarlo así:
‘Cuatro cosas hay que nunca se sacian; aun la quinta nunca dice: ¡Basta! El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas, el fuego, y las grandes superficies comerciales que jamás dicen: ¡Basta!’
El problema de todo esto es que hemos hecho de un medio un fin. El consumo es necesario: necesitamos comer, necesitamos vestir, necesitamos techo, necesitamos comprar y vender, necesitamos, en definitiva, vivir. Pero una cosa es el consumo y otra es el consumismo; el primero es razonable, el segundo absurdo; el primero es un medio para vivir, el segundo es el fin por el cual vivir; del primero me sirvo, al segundo sirvo; el primero es ecológico, el segundo esquilma los recursos de nuestro planeta; el primero es económico (en el sentido semántico que la palabra economía tiene de administración), el segundo anti-económico; el primero es de seres humanos, el segundo de autómatas; el primero es solidario (con los que tienen menos), el segundo es una afrenta (a los que tienen menos); el primero está dentro de la voluntad de Dios, el segundo es un dios.
Naturalmente, las grandes superficies no se van a contentar con la ampliación del calendario de aperturas dominicales que pronto entrará en vigor; hasta que no logren el mismo nivel de otros países más “avanzados”, donde abren las 24 horas del día y los 365 días del año, no pararán. Pero si para mantener el progreso económico es necesario romper hasta las más elementales normas de equidad (pues ¿qué pequeño comercio puede competir con estos monstruos del mercado, al ser el domingo el único día de la semana que pueden descansar por ser muchos de ellos negocios familiares?) y de saludable humanidad (pues bajo este sistema el valor de las cosas determina el de las personas), ello es señal de que la economía ya se ha convertido en un depredador desenfrenado, en un formidable esperpento del que, parafraseando otra frase bíblica, podríamos decir ‘La economía fue hecha por causa del hombre, y no el hombre por causa de la economía.’
¡Cuánto bien nos haría echar un vistazo a ese viejo libro que es la Biblia para aprender algunas cositas importantes! ¡También sobre esta cuestión de la economía! Allí hay principios claves, directrices claras y sanas para nuestro cotidiano vivir. Una de ellas es la que tenemos en el pasaje bíblico que encabeza este artículo, donde se prescribe un día de descanso a la semana: descanso del trabajo, del activismo, del agobio, de las presiones, de las agitaciones, del estrés... Un descanso a respetar incluso en las épocas de mayor acumulación y prisas por acabar las tareas: la arada y la siega, las dos épocas más intensas en una economía agrícola. Es decir, la economía está aquí al servicio del hombre, y el descanso, el principio regulador de nuestra renovación y recuperación, no se deja a un lado ni siquiera en esos momentos. Verdaderamente las centrales sindicales no fueron las pioneras en la defensa de los derechos del trabajador.
Es una cuestión de prioridades; en la Biblia, Dios establece que la prioridad la tiene el ser humano, lo cual nos demuestra que él es un buen Hacedor, pues mira por el bien de su obra. El consumismo ha invertido las prioridades, porque la primacía la ostenta el gasto, la ganancia, la acumulación, siendo el hombre un mero utensilio para alcanzar tales objetivos. ¡Que no nos roben las mejoras que Dios ha preparado para nosotros! ¡Que seamos celosos de las conquistas que nos han sido otorgadas! Descansemos, al menos un día a la semana, del marketing, de la publicidad, de los eslóganes, del bombardeo del consumismo y dediquemos ese tiempo a darle gracias al que nos ha colocado por encima de todo eso.
Wenceslao Calvo es conferenciante y pastor en Madrid
© Wenceslao Calvo
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