CONSUMO Y CONSUMISMO

Bart

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24 Enero 2001
41.430
4.412

http://www.icp-e.org/hemeroteca/e2002/e021108wc.htm


CONSUMO Y CONSUMISMO


‘Y‘Seis días trabajarás, mas en el séptimo día descansarás;
aun en la arada y en la siega, descansarás.’
(Éxodo 34:21)


Se veía venir. Se va a ampliar el número de domingos al año que los comercios tienen para abrir sus puertas en la Comunidad de Madrid. ¿La razón? Hay que incentivar la economía. Las grandes superficies, grandes beneficiarias de esta medida, poco a poco van implantando su ley y extendiendo sus tentáculos hasta alcanzarnos en todo lugar (aun el salón de nuestra casa donde está la TV y su publicidad) y a cualquier hora y día (domingos incluidos). Verdaderamente la voracidad de estos engendros del consumo no conoce límites, todo les parece poco con tal de adueñarse no ya de nuestra cartera, sino de nuestra mente, de nuestra forma de pensar. Pues una vez en posesión de nuestra mente, la conquista de nuestra cartera es un mero trámite.

Si no fuera porque la Biblia es la Palabra de Dios casi me atrevería a asegurar que hay un texto en el que falta algo y es el que hay en Proverbios 30:15-16 donde dice:

‘Tres cosas hay que nunca se sacian; aun la cuarta nunca dice: ¡Basta! El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas, y el fuego que jamás dice: ¡Basta!’

En ese pasaje se habla de cuatro realidades insaciables, dos de ellas son ávidas devoradoras, el Seol (la muerte) y el fuego, que arrasan a su paso sin jamás quedar sosegados, las otras dos son ansiosas reclamadoras, la estéril y la tierra seca, que exigen satisfacción. Pues bien, ambos calificativos: ávidas devoradoras y ansiosas reclamadoras, podrían servirnos para definir a las grandes superficies comerciales, de manera que podríamos hacer un añadido al pasaje bíblico anterior y dejarlo así:

‘Cuatro cosas hay que nunca se sacian; aun la quinta nunca dice: ¡Basta! El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de aguas, el fuego, y las grandes superficies comerciales que jamás dicen: ¡Basta!’

El problema de todo esto es que hemos hecho de un medio un fin. El consumo es necesario: necesitamos comer, necesitamos vestir, necesitamos techo, necesitamos comprar y vender, necesitamos, en definitiva, vivir. Pero una cosa es el consumo y otra es el consumismo; el primero es razonable, el segundo absurdo; el primero es un medio para vivir, el segundo es el fin por el cual vivir; del primero me sirvo, al segundo sirvo; el primero es ecológico, el segundo esquilma los recursos de nuestro planeta; el primero es económico (en el sentido semántico que la palabra economía tiene de administración), el segundo anti-económico; el primero es de seres humanos, el segundo de autómatas; el primero es solidario (con los que tienen menos), el segundo es una afrenta (a los que tienen menos); el primero está dentro de la voluntad de Dios, el segundo es un dios.

Naturalmente, las grandes superficies no se van a contentar con la ampliación del calendario de aperturas dominicales que pronto entrará en vigor; hasta que no logren el mismo nivel de otros países más “avanzados”, donde abren las 24 horas del día y los 365 días del año, no pararán. Pero si para mantener el progreso económico es necesario romper hasta las más elementales normas de equidad (pues ¿qué pequeño comercio puede competir con estos monstruos del mercado, al ser el domingo el único día de la semana que pueden descansar por ser muchos de ellos negocios familiares?) y de saludable humanidad (pues bajo este sistema el valor de las cosas determina el de las personas), ello es señal de que la economía ya se ha convertido en un depredador desenfrenado, en un formidable esperpento del que, parafraseando otra frase bíblica, podríamos decir ‘La economía fue hecha por causa del hombre, y no el hombre por causa de la economía.’

¡Cuánto bien nos haría echar un vistazo a ese viejo libro que es la Biblia para aprender algunas cositas importantes! ¡También sobre esta cuestión de la economía! Allí hay principios claves, directrices claras y sanas para nuestro cotidiano vivir. Una de ellas es la que tenemos en el pasaje bíblico que encabeza este artículo, donde se prescribe un día de descanso a la semana: descanso del trabajo, del activismo, del agobio, de las presiones, de las agitaciones, del estrés... Un descanso a respetar incluso en las épocas de mayor acumulación y prisas por acabar las tareas: la arada y la siega, las dos épocas más intensas en una economía agrícola. Es decir, la economía está aquí al servicio del hombre, y el descanso, el principio regulador de nuestra renovación y recuperación, no se deja a un lado ni siquiera en esos momentos. Verdaderamente las centrales sindicales no fueron las pioneras en la defensa de los derechos del trabajador.

Es una cuestión de prioridades; en la Biblia, Dios establece que la prioridad la tiene el ser humano, lo cual nos demuestra que él es un buen Hacedor, pues mira por el bien de su obra. El consumismo ha invertido las prioridades, porque la primacía la ostenta el gasto, la ganancia, la acumulación, siendo el hombre un mero utensilio para alcanzar tales objetivos. ¡Que no nos roben las mejoras que Dios ha preparado para nosotros! ¡Que seamos celosos de las conquistas que nos han sido otorgadas! Descansemos, al menos un día a la semana, del marketing, de la publicidad, de los eslóganes, del bombardeo del consumismo y dediquemos ese tiempo a darle gracias al que nos ha colocado por encima de todo eso.


Wenceslao Calvo es conferenciante y pastor en Madrid

© Wenceslao Calvo
© I+CP, Madrid, 2002, Madrid (España, www.ICP-e.org)

 
Interesante Bart
Efectivamente creo que por culpa del "progreso" nos estamos yendo a la "deriva" ,cada vez más estresados , ansiosos .... . Estamos en un mundo de competencia donde se pide cada vez más estudios , mas experiencia ,más .... . Ya no es trabajar para vivir sino vivir para trabajar .
A veces he tenido el sueño de vivir al campo , vivir de lo que recoja y Dios dirá , lo que pasa la familia , la esposa , los hijos YO mismo nos tira la "comodidad" . La pregunta es ¿ lo que consideramos cosas buenas son realmente buenas ? . De todo el "progreso" ahora valoro el internet pues puedo entrar en el Foro y leer las aportaciones ,para mi ha sido un buen descubrimiento !.
Si Bart creo que es un buen tema para meditar y explayarse . Gracias .
Un fuerte abrazo en Cristo .Manel
 
Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Tim 6:6-10)
 
pues si

pues si

El amor al Dinero es el Origen de todos los males

Y no para....


Bendiciones...
 

Hola a todos.

Manel, también he tenido el sueño de irme a vivir al campo, pero como no puedo, he optado por llevar una vida lo mas tranquila posible, valorando la naturaleza que me rodea.

La sociedad en que vivimos, nos lava el cerebro a través de la publicidad para crearnos necesidades, que antes no teníamos, obligándonos a comprar a crédito para satisfacer las nuevas necesidades que ellos nos han creado, entonces tienes el riesgo de gastar por encima de tus posibilidades, cuando esto ocurre quedas esclavizado por ella. Y Cristo nos llamó a libertad.

Cuando estamos alejados de Cristo, tratamos de llenar ese vacío, o ahogar la ansiedad en los templos del consumo, para luego tener mas ansiedad y un vacío todavía mas grande. Y eso lo saben los técnicos de marketing, por eso te ofrecen la felicidad o la paz si compras tal cosa.

Cuando tienes a Cristo, las cosas cambian, las ambiciones también, todo queda en una escala correcta, también tenemos un mayor discernimiento. Pero debemos de estar alerta ante los ataques de este mundo, y huir hasta donde nos sea posible del crédito. Que el Señor nos dé sabiduría.

El tema da para mucho.

Internet es una herramienta revolucionaria, que derriba barreras y te da acceso a mucha información. Que compartimos, por ejemplo en este Foro.


Un fuerte abrazo

Bart


“Echad sobre Él toda vuestra ansiedad, porque Él tiene cuidado de vosotros.” (1ª PEDRO 5:7.)

“Mira mi aflicción y mis afanes; perdona todos mis pecados.”
(SALMO 25:18.)

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mí yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
(MATEO 11:28-30.)

“Por nada estéis afanosos; más bien, presentad vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.
En cuanto a lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo que merece alabanza, en esto pensad.”
(FILIPENSES 4:6-8.)

“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.
Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados.
Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias.
El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende.
Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él.
Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen.
Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová.”
(SALMO 34:4-9,19.)

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
(MATEO 6:25-33.)


 

http://www.elmundo.es/magazine/2002/163/1036777369.html

Domingo 10 de noviembre de 2002

EEUU | LA IGLESIA DEL DINERO
Si reza en este templo le pagarán sus deudas

“No se puede servir al Señor y a la tarjeta de crédito al mismo tiempo”. Con este credo, el obispo baptista Vernie Russell llena su iglesia. Sus feligreses de Virginia guardan cola para depositar su “ofrenda” en forma de dólares. Como si se tratara de una lotería, una familia endeudada recoge la colecta y acaba con sus números rojos. Alguno de ellos ha saldado una deuda de 19.000 euros.
por Andrew Buncombe. Fotografías de Neville Elder


Son las 19.30 horas de un martes caluroso y húmedo en Norfolk, Virginia. En el aparcamiento de la iglesia baptista Mount Carmel varios voluntarios hacen pasar a los fieles al interior. Dentro del templo se respira un ambiente de gran expectación. Moderna y de ladrillo, Mount Carmel es la típica iglesia que se encuentra por todo Estados Unidos, concebida para albergar a centenares de feligreses. Esta tarde los niños corretean por los inmensos pasillos mientras un coro formado por voces adolescentes ensaya en una habitación contigua. Los fieles se miran y sonríen. Da la sensación de que saben algo que el visitante ignora.

En el salón principal –o “santuario”, como prefieren llamarlo ellos– comienza a oírse una música contagiosa. Un grupo de más de 20 personas, vestidas con batas negras, canta: “Alabemos todos al Señor”. “Alabado sea”, repite obedientemente la congregación. Pero no se trata de un oficio religioso como otro cualquiera. El motivo de esta reunión no es sólo honrar al Altísimo, sino otro mucho más mundano: liquidar la deuda de uno de los feligreses. Además, se exhortará a los 200 miembros de la iglesia a romper las cadenas del dios del dinero y se les asesorará convenientemente sobre cómo hacerlo. Los números rojos de uno de los asistentes o de una familia desaparecerán al término de la cita.

El objetivo de estas sesiones parece una fórmula infalible para atraer gorrones, y así ha ocurrido en algunas ocasiones. En los 17 meses que se llevan organizando estas reuniones mensuales, las deudas de alrededor de 60 familias, que ascendían a 350.000 dólares (unos 350.000 euros), han quedado saldadas. Incluida la de una persona que debía 21.000 dólares.

Inevitablemente, la noticia se ha extendido como un reguero de pólvora, pero se trata de un fenómeno local que no se ha visto desbordado por miles de creyentes. Ese tipo de personas a las que les podría parecer atractiva la idea de que sus números rojos se saldasen suele carecer de suficiente dinero para viajar de un Estado a otro. Y, en cualquier caso, el pago de las deudas es sólo un aspecto más de la congregación. Los pastores se ocupan de ensalzar las virtudes del ahorro. Hay algo más, un detalle desalentador para oportunistas y jugadores empedernidos: quien quiera ingresar en Mount Carmel debe romper en pedazos su tarjeta de crédito y hacer un donativo mensual de 300 euros.

El fundador de este extraño culto es el obispo Vernie Russell. Viste con sobriedad y luce una larga barba canosa y una permanente sonrisa. Lo cierto es que tiene muchos motivos para estar de buen humor. Russell ha dirigido Mount Carmel durante i9 años, periodo en el que ha visto aumentar su congregación de 36 a 3.000 miembros, principalmente ciudadanos negros. El volumen de negocio anual asciende a la impresionante cifra de dos millones de euros, lo que deja un considerable margen para el mantenimiento de la iglesia, incluso después de pagar las deudas de sus seguidores.

“¡ALELUYA!”.
Sin embargo, en sus inicios Russell fue un sacerdote muy convencional. “Celebrábamos cuatro servicios diarios. Venía mucha gente y yo sentía que el Señor me decía que construyera otra iglesia más grande”. Para ello, pensó en crear un fondo para la construcción del nuevo edificio y, en ese momento, se dio cuenta de que primero tendría que ayudar a sus feligreses. “¿Cómo iba a pedir donativos cuando muchos de ellos estaban endeudados? Consulté el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, capítulo II, que dice: ‘Y todos los que creían vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común; pues vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos según la necesidad de cada uno’. ¡Aleluya! En ese momento supe lo que tenía que hacer”.

Y fue así como se le ocurrió el siguiente plan. Animaría a la gente a dar cuanto pudiera: 1.000, 500 ó 300 euros. Aunque sólo fueran cinco euros, todos tendrían que donar algo, tal como ocurre en la historia bíblica del óbolo de la viuda, que cuenta cómo la pequeña ofrenda de una indigente había complacido más al Señor que los obsequios de los ricos. El dinero se destinaría a un fondo común, que gestionaría personalmente el obispo Russell ayudado por un tesorero. Cada vez que se celebraran los oficios, Russell elegiría a una familia a la que se le pagarían las deudas. No debía escoger a los afortunados de antemano, sino “dejar que el Señor me lo indicara” durante la ceremonia.

La filosofía de Mount Carmel enseña a librarse de las cadenas de las deudas y enfrentarse a los hábitos económicos destructivos. Las familias cuyos impagos son liquidados asisten a un taller, dirigido por Russell, donde obtienen consejos prácticos, como por ejemplo información sobre los elevados tipos de interés de las tarjetas de crédito. Durante los seis meses posteriores al pago de sus deudas no se les permite comprar nada. Mantenerse lejos de los número rojos es tan importante como haber salido de ellos.

El símbolo de este credo es un pequeño jarrón de cristal colocado enfrente del salón principal. En su interior se ven cientos de tarjetas de crédito cortadas en trozos. “Le pedimos a la gente que lo haga”, explica el obispo. “Yo les digo todo el tiempo: no se puede servir al Señor y a la MasterCard al mismo tiempo. Lo triste es que nuestra sociedad fomenta el endeudamiento. Mi hijo, que va al instituto, recibió por correo una tarjeta de crédito aprobada de antemano con un límite de 500 dólares (unos 500 euros). A la gente le entusiasma recibir tarjetas sin solicitarlas, se olvida de que los tipos de interés son del 21%. Nadie les dice que les han ofrecido un crédito no solicitado para aprovecharse de ellos”.

Una hora después del comienzo de la ceremonia, la multitud está enardecida. El coro sigue cantando; los feligreses, rezando; y el órgano, resoplando y gimiendo. Ronda, la esposa del obispo, está de pie ante el atril, instando a los fieles a hacer más ruido y mostrar más entusiasmo. “Se trata de nuestra libertad”, dice. “Vamos a renunciar a las tarjetas de crédito. Aquello que no podamos comprar con dinero en efectivo... no lo compraremos”. Todo el mundo aplaude.

LA COLA DE LOS BILLETES.
Pronto llega la hora de la colecta. Se pide a los presentes que se coloquen en fila. Primero se llama a los que pueden ofrecer más, los que donan 100, 50, 25 ó 10 dólares, y luego pasan los que entregan billetes de cinco. “¡Aleluya!”, exclama Ronda. “Te damos gracias Señor por permitirnos plantar esta semilla en la vida de otras personas”. Los feligreses han formado una larga cola. Avanzan lentamente con billetes y talones en las manos, sin dejar de sonreír. “Dios proveerá para que satisfagas todas tus necesidades”, canta el coro. La banda toca como si se tratara de la última actuación del final de una gira.

A la izquierda del salón una mujer se incorpora, levanta los brazos y grita “Gracias, Señor”. Repite las palabras una y otra vez. Justo cuando parece que el ambiente va a calmarse, el obispo Russell se pone de pie. La multitud enloquece. El coro entona otra canción. “Aplastad al diablo, aplastad al diablo, aplastad al diablo”, canta. Los fieles prorrumpen en gritos. “Hemos obtenido una victoria”, dice el obispo dirigiéndose a Carla y Shedrick McLawrin, una pareja con tres hijos. Ambos tienen 24 años aunque aparentan algo más, quizá como consecuencia de la angustia que supone hacer frente a una deuda de i9.000 euros. Algo que no causa sorpresa en EEUU. Sólo en los tres primeros meses de este año, los norteamericanos habían contraído una deuda de 600.000 millones de euros con las entidades de tarjetas de crédito.

Shedrick es un marino de la Armada, que acaba de regresar de una misión de seis meses relacionada con las operaciones militares en Afganistán; ella es ama de casa. Visten su mejor atuendo de domingo. En la última reunión les cancelaron parte de sus deudas, pero ahora les van a liquidar el total. La señora McLawrin se incorpora de un salto. Está llorando. Se pone a gritar; mira al suelo, al techo, a su marido. Se cuelga del cuello de su esposo; otras personas los abrazan. Luego, todos vuelven a formar la cola. El órgano sigue resoplando, los miembros del coro siguen cantando. Todo el mundo sonríe.

Al final de la ceremonia, la pareja, acompañada por sus tres hijos, sigue sonriendo. Su angustia ha desaparecido con su deuda. “Ha sido un gran alivio”, dice la señora McLawrin. “Demos gracias al Señor”.

 


http://www.icp-e.org/ventana.htm

LOS CRISTIANOS Y EL DINERO

Juan Simarro Fernández

¿Entramos los cristianos en la liturgia de la “religión” secularizada de las sociedades consumistas del NORTE rico? Ya los nuestros clásicos se dieron cuenta de esta liturgia que tienen tantos fieles seguidores: “Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado”, rezaban los versos tan conocidos de uno de nuestros clásicos. El dinero al que se rinde pleitesía por ser poderoso para conseguir tanto lo necesario como lo superfluo: “Poderoso caballero es don dinero”. Así, el dinero es la imagen que se adora en este tipo de religión a la que tantos se entregan en las sociedades de los países ricos occidentales.


Muchos de los fieles de esta religión, sacrifican en el altar de Mamón a sus hijos, a sus familias, el descanso y el disfrute sano de la vida, para dedicarse las más horas posibles a la actividad que produce las bendiciones de Mamón: el trabajo. No importa que éste cause estrés, que nos agobie con su rutina martilleante, que nos canse las neuronas o que nos obsesione con la rentabilidad de su dedicación plena. Porque el trabajo dedicado a Mamón, o sea, el que produce dinero, es algo “sagrado”. ¿Tendrá algo que ver el proceso de secularización de las sociedades con el culto al dios Mamón? ¿No vivirán muchos de espaldas al Dios verdadero porque lo sacrifican todo en el altar del Dios del dinero y de las riquezas? ¿No será que este dios es más concreto, más verificable, medible, contable y tangible que el Dios de la vida? Ambos dioses aparecen en la vida como contrapuestos e incompatibles. ¿No estaremos, muchas veces, intentando los cristianos compatibilizar lo incompatible y hacernos una teología de acuerdo con nuestros intereses mamonistas? ¿No estará ocurriendo que coqueteamos con Mamón más de lo necesario?

Los asuntos de dinero son sagrados para la mentalidad del hombre de la sociedad de consumo. El deseo de poseer y el de escalar en la acumulación de bienes, se ve como la bendición de Mamón. Los que entran por estas vías son los triunfadores a los que se rinde pleitesía. La imagen del triunfador fascina y comunica el mensaje de que los demás también deberían acudir a los pies del altar de Mamón. Las ganancias y el dinero como un valor absoluto, es la religión de los que moran en los países capitalistas. El hombre de estas sociedades se libera y se salva a través del dinero. Éste nos puede ayudar a ser felices, a sentirnos realizados y protegidos, a que las personas se rindan a nuestros pies. El confiado en los brazos de Mamón, sólo mira su propio ombligo. Las injusticias y desigualdades son algo natural, o debida a la vagancia o a la torpeza de las personas... y no importa que las personas despojadas del mundo sean el ochenta por ciento de la humanidad. La pobreza severa, el hambre y la exclusión social, es simplemente algo inevitable y propio de los “infieles” del dios Mamón.

Yo creo que todos los creyentes se den cuenta que tenemos que decir algo ante estas situaciones y ante esta cultura mamonista. No intentemos, ni de lejos, servir al Dios de la vida y, a su vez, al dios Mamón, ya que ni siquiera se debería coquetear con él. Cuando en Mateo 6:24 se nos dice: “No podéis servir a Dios y a Mamón”, es que se nos están dando pautas sobre el hecho de que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Que es mucho mejor y más feliz el compartir que el acumular. Que es una necedad ampliar tanto nuestros graneros. “¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”. Así, la sabiduría mamonista es locura para con Dios y los cristianos no deberían entrar nunca en la escalada consumista y acumuladora. Antes bien, deberían entrar por las vías de búsqueda de la justicia y la dignificación de los despojados del mundo... Siguiendo el ejemplo de Jesús.


Juan Simarro Fernández, licenciado en Filosofía, escritor y director de Misión Evangélica Urbana de Madrid

© Juan Simarro Fernández, 2002
© 2002 I+CP, Madrid, España (www.icp-e.org)

 


http://www.hispanidad.com

Una libertad de horarios muy interesada

¿Cuál es el objetivo del hombre, vivir o consumir?

Es el calendario lo que conforma la historia del mundo. Y es cierto que el origen del descanso dominical en todo el Planeta (salvo en el mundo musulmán, viernes, y en el judío, sábado) ha caído en domingo desde el siglo I de nuestra era. Pero el descanso dominical no es un logro religioso, sino familiar, social y laboral.

La educación, la sanidad, la justicia, el deporte se han adaptado a ese descanso dominical. Pero el dinero es un poderoso caballero, y el Partido Popular está empeñado en hacer caso de la reclamación eterna de las grandes superficies: abrir los domingos. Lo desean porque consideran que dicha apertura provocaría una descenso de precios. No es verdad. Los márgenes de las grandes superficies no dan para más. Es más, en toda Europa, la diferencia de precios entre el pequeño comercio y los grandes almacenes tiende a reducirse.

No, las grandes superficies no quieren abrir en domingo para facilitar las compras a los clientes (por la misma razón, también podrían exigir la apertura nocturna) ni para abaratar precios. Quieren abrir en domingo para fulminar a la competencia, al pequeño comercio, generalmente familiar, que no puede abrir en fiesta sin acabar en el manicomio. Las grandes superficies no están pensando en los clientes, sino en eliminar a esos competidores.

Además, la única forma de que esas grandes superficies obtengan beneficios en domingo consiste en precarizar aún más el empleo, una práctica en la que son auténticos campeones. Si hay un trabajador explotado, ese es el del Carrefour de turno o el de las tiendas descuento, donde son habituales los contratos por horas. Las grandes superficies no podrían mantener precios bajos si realmente pagaran a sus trabajadores pluses por trabajar en domingo.

Pero tiene cierta coña que la libertad de horarios comerciales se venda como algo progresista y secularizador (es decir, para que la gente, en lugar de ir a la Iglesia en domingo acuda a Alcampo o a El Corte Inglés). No, lo que representará la apertura en domingo son precios iguales y mayor explotación laboral.



 
POLITICA AQUI???

POLITICA AQUI???

Bart.

A ti no se te aplica la norma???


5. Este foro es de exclusiva discusión religiosa no admitiéndose temas políticos, salvo que estén estrechamente imbricados con el hecho religioso por ejemplo: la falta de libertad religiosa por un régimen político), no permitiéndose hacer ningún tipo de propaganda en pro o en contra de partidos o personajes políticos. Estos mensajes serán retirados del foro y su autor advertido.

Si no estas de acuerdo con la libertad de horarios yo soy empresario estoy de acuerdo con esta medida pero no puedo responderte por razones obvias, este no es el foro para hacerlo.

Aunque si el webmaster no te dice nada por ello y a mi me lo permite lo hare con gusto.

Esperare para responderte a conocer la opinion de webmaster
 
Re: POLITICA AQUI???

Re: POLITICA AQUI???

Originalmente enviado por: Origenes
Bart.

A ti no se te aplica la norma???


5. Este foro es de exclusiva discusión religiosa no admitiéndose temas políticos, salvo que estén estrechamente imbricados con el hecho religioso por ejemplo: la falta de libertad religiosa por un régimen político), no permitiéndose hacer ningún tipo de propaganda en pro o en contra de partidos o personajes políticos. Estos mensajes serán retirados del foro y su autor advertido.

Si no estas de acuerdo con la libertad de horarios yo soy empresario estoy de acuerdo con esta medida pero no puedo responderte por razones obvias, este no es el foro para hacerlo.

Aunque si el webmaster no te dice nada por ello y a mi me lo permite lo hare con gusto.




Esperare para responderte a conocer la opinion de webmaster

Estimado Origenes
Dices bien , puedes si quieres ,presentar tu queja a Websmaster el tomara la decisión que crea oportuna . De todas maneras no creo que Bart diga su opinión en esto solo a tomado información de un hecho que puede "perjudicar" a bastantes creyentes ,que serán "obligados" por presión de trabajajo a trabajar los domingo . No creo que sea de algun partido en concreto esta informacion ,es de un pastor conferenciante .
Por mi parte no estoy de acuerdo con esta medida y soy tambien empresario de una pequeña tienda , creo que TODOS y digo todas las empresas,tiendas ,bares ,restaurantes ,periodicos seria bueno que se cerraran el domingo . Todos seriamos más humanos , y sociables . Cuando digo todo me refiero tambien televisión ,radios .. etc .Lógicamente habria que dar servicios de urgencia como policia ,ambulancias ,hospitales ...

Creo que es un tema que puede "afectar" a creyentes `por lo tanto si pertenece a este foro .

Bendiciones . Manel
 
Corrijo

Corrijo

Perdon , esta noticia de los horarios no es de un pastor es de "La Hispanidad" ,(he buscado pero no lo he encontrado ) ruego disculpen , de todas maneras CREO que no es de un partido politico. Manel :D
 
POLITICA AQUI???
Bart.

A ti no se te aplica la norma???


5. Este foro es de exclusiva discusión religiosa no admitiéndose temas políticos, salvo que estén estrechamente imbricados con el hecho religioso por ejemplo: la falta de libertad religiosa por un régimen político), no permitiéndose hacer ningún tipo de propaganda en pro o en contra de partidos o personajes políticos. Estos mensajes serán retirados del foro y su autor advertido.

Si no estas de acuerdo con la libertad de horarios yo soy empresario estoy de acuerdo con esta medida pero no puedo responderte por razones obvias, este no es el foro para hacerlo.

Aunque si el webmaster no te dice nada por ello y a mi me lo permite lo hare con gusto.

Esperare para responderte a conocer la opinion de webmaster
__________________
Origenes


No me acuses por favor, ¡no he incumplido ninguna norma!, porque tiene que ver con el hecho religioso.

No estoy tratando el tema desde un punto de vista político.
No estoy defendiendo a ningún personaje político.
No hago propaganda a ningún partido, por dos razones: considero que ninguno merece que se les haga propaganda, y lo prohíben las normas que acepté cuando decidí participar en estos foros.

Si traigo este tema, es porqué siento la libertad religiosa vulnerada por empresarios sin escrúpulos. ¡ Y no quiero trabajar los domingos !

Más razones por las que traigo este tema:

Se quiere borrar todo vestigio del cristianismo, al ser el descanso dominical una tradición Cristiana desde el siglo I.

No te podrás reunir con tus hermanos el domingo.

Del consumismo se ha hecho un nuevo dios al que hay que adorar, a costa de sacrificar incluso el día que dedicas a Dios y ha estar con tu familia. Desarticula a las familias, el único día que tenemos para estar todos juntos es el domingo. Ahora es difícil estar juntos. Si algún componente de la familia le toca trabajar en domingo.

Seis días a la semana no les parece suficiente. Todo está montado para crearte necesidades y ansiedad, y que descargues esa ansiedad a golpe de tarjeta de crédito.

Cuando estés entrampado, te quedará poco tiempo para pensar en cosas trascendentales, sólo tendrás tiempo para pensar cómo vas a pagar las deudas. El Banco de España ha advertido que las familias españolas están endeudadas en un ochenta por ciento de sus ingresos brutos, y que esto perjudica la economía.

La destrucción de los medios de vida de muchas familias que viven del comercio minorista.

Si tú estas de acuerdo con estas medidas de trabajar los domingos allá tú, yo no.

Pero no me achuches al Webmaster para que me borre o me expulse.

Agradezco tus buenas intenciones y tu tolerancia.

Bart
 

http://www.periodistadigital.com/religiondigital/object.php?o=772&p=share/zz_noticia.php

Una nueva corriente psicológica, de gran éxito en EEUU, incide en que el dinero no da la felicidad
Más amor y menos compras

Carlos Fresneda (El Mundo).- Hartos de ahondar en las raíces de la ansiedad y de la depresión, los psicólogos norteamericanos se han lanzado a la busca de la fórmula mágica de la felicidad. Martín E. P. Seligman, adalid de la psicología positiva, afirma haberla encontrado y nos la ofrece en un libro que se vende estos días como la lotería: Authentic Happiness. Sostiene Seligman que la «felicidad auténtica» -la que perdura y no se esfuma de un día para otro- no hay que buscarla en el dinero ni en las posesiones. A partir de un cierto punto, advierte, el materialismo es «tóxico» y nos lleva de cabeza a la infelicidad segura. Seligman arremete contra el homo economicus y nos previene contra la cada vez más extendida tendencia a incorporar en nuestra vida personal los valores del mercado: ambición desmedida, competencia a ultranza, individualismo cerril.

La fuente de la felicidad, asegura, está en las relaciones personales y en pequeños grandes detalles como estar enamorado, hacer un amigo, tener un hijo.

Seligman le da la vuelta a la manida trilogía (salud, dinero y amor) y afirma que lo que de verdad cuenta en el termostato de la felicidad es el universo afectivo. La salud, dice, es un elemento secundario y muy subjetivo (mientras no se trate de una enfermedad crónica).

¿Y el dinero? «Cubiertas las necesidades básicas y un cierto grado de confort, lo único que nos proporciona es gratificación instantánea y poco más». La prueba: los abogados son los profesionales mejor pagados en Estados Unidos, y también los más infelices.

Felicidad genética

Según Seligman, todos llevamos una mayor o menor predisposición hacia la felicidad en nuestros genes, pero lo que de verdad pesa en la balanza, más aún que las circunstancias de la vida, son una serie de factores que están bajo nuestro control (y que la gran mayoría desconocemos o desdeñamos).

La 'vida social' es la clave, afirma Seligman. Los hombres y mujeres felices son los que pasan menos tiempo en soledad. Son los que cuentan a su alrededor con una tupida red protectora de familiares y amigos; los que apuestan por el crecimiento personal y las relaciones con la sociedad en la que viven; los que no se obsesionan por seguir medrando en la escala económica ni se miden por el rasero del vecino.

«El dinero aporta una felicidad efímera que se evapora en cuanto se sacia una necesidad o un deseo», escribe Seligman, que recuerda los estudios realizados por sus colegas británicos Brickman, Coates y Janoff-Bulman.

Estos investigadores siguieron la evolución psicológica de 22 ganadores de la lotería y descubrieron cómo todos ellos volvieron al nivel previo de felicidad, el que tenían antes de que fueran tocados por la suerte, menos de dos años después de ganar el premio con el que creían haberla alcanzado.

«Algo muy distinto es el nivel perdurable de felicidad», apunta Seligman. «Eso es lo que da equilibrio y satisfacción a nuestas vidas, y se consigue a través de cosas mucho menos tangibles que la riqueza y a menudo marginadas en la sociedad de consumo», asegura.

«Más importante que el dinero en sí mismo es la manera en que la gente percibe el dinero», añade el psicólogo norteamericano.«La gente que valora más el dinero que otras metas en su vida, no sólo está más insatistecha con lo que gana, sino con la vida en general», continúa señalando en su libro.

Satisfacción vital

El autor de Auténtica Felicidad se remite a la tabla de la satisfacción vital que ha sido elaborada por su colega Sophie Tucker, en la que ofrece una visión comparativa de 25 naciones. Pese a la diferencia de poder adquisitivo en unas y otras, el índice de satisfacción vital no es muy diferente en países como Estados Unidos, Suiza, España, Irlanda o Brasil, por poner sólo cinco ejemplos.

Lo que sí existe, según Seligman, es un aumento muy notable de la depresión, la ansiedad y los altos niveles de estrés en las sociedades clasificadas entre las más desarrolladas, donde son las leyes del mercado las que marcan la pauta a seguir en la vida diaria.

Seligman ha percibido, sin embargo, un cambio de valores en los últimos 20 años. «El dinero, sorprendentemente, está perdiendo su poder en los lugares de trabajo», escribe. «Mientras el americano medio ha aumentado su poder adquisitivo un 16% en los últimos 30 años, la gente que se describe como muy feliz ha caído del 36% al 29%».

«La presión laboral está haciendo aguas», advierte. «Incluso en momentos de incertidumbre económica, como el actual, la satisfacción personal aflora por encima de todas las circunstancias. La gente quiere darle otro sentido al trabajo y a la vida, más allá del afán de seguir ascendiendo en la escala laboral y ganar más dinero».

A todas estas conclusiones ha llegado Martin E. P. Seligman siguiendo los senderos de la psicología positiva, la corriente en la que participan desde hace tres años otros grandes nombres, como Mike Csikszentmihalyi o Ken Sheldon.

Su objetivo, plasmado en un manifiesto que ya ha sido suscrito por cientos de profesionales, es aprovechar la psicología, no ya para tratar los males del comportamiento y la mente de los seres humanos, sino para identificar «los factores que permiten prosperar a los individuos y a las comunidades».

 
Dice el artículo:


La fuente de la felicidad, asegura, está en las relaciones personales y en pequeños grandes detalles como estar enamorado, hacer un amigo, tener un hijo.



Y yo me pregunto : ¿Dónde está la base para conseguir unas buenas relaciones personales?


Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo


Solo cuando nuestras prioridades pasen por hacer morir nuestro "yo" , en obediencia a Dios y a Su Palabra, y somos capaces de ser un pequeño reflejo de esa Luz que un día nos alumbró, veremos como nuestras relaciones, horizontales y verticales, son la fuente de la felicidad.


¿No crees Bart? ;)
 
Hacer política ¿prohibido? ¡Qué ingenuidad! Todos hacemos lecturas políticas de la realidad. Desde las "profecías" que circulan por el foro, hasta el más ingenuo de los comentarios que se exponen.

Cuando condenamos la sociedad de consumo estamos haciendo tanta política, como si la defendemos...

¿No creéis..?

Bakunin, anarquista confeso
 

http://www.abc.es/Opinion/noticia.asp?id=152509&dia=hoy

La era del consumo

Por ADELA CORTINA. Catedrática de Ética y Filosofía Política. Universidad de Valencia

HAY -decía el Eclesiastés- un tiempo de nacer y un tiempo de morir, un tiempo de amar y un tiempo de odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz. Andando los siglos el Cohélet habría añadido sin duda un nuevo par a los ya célebres: hay un tiempo de consumir y un tiempo de producir lo que se consume, un tiempo de usar las mercancías y otro de crearlas. Y esto sí es nuevo bajo el sol, porque no todas las épocas han podido rotularse como «Era del Consumo», sino el siglo XX y el siglo en el que estamos, desde que nació la producción en masa haciendo necesario el consumo masivo en una parte de la humanidad.

La Nochebuena se viene y las luces emborrachan las calles, los catálogos de los comercios inundan los buzones, los anuncios de regalos se enseñorean de los espacios de televisión (colonias, juguetes, relojes, electrodomésticos, vídeos, cintas). Después, en enero, vendrán las rebajas, y en febrero el Día de los Enamorados, en marzo, el del Padre, en abril, la Semana Santa con su abanico de viajes, en mayo, el Día de la Madre, y así hasta el infinito, amén de cumpleaños, bodas, jubilaciones, comuniones, el atractivo diario de los grandes superficies comerciales, que sustituyen a las catedrales y ayuntamientos a la hora de señalar el auténtico centro de la ciudad, la posibilidad de comprar a través de Internet a cualquier hora del día o de la noche. El cariño comercializado (cuanto más caro el regalo, mayor la demostración de afecto), comprar por comprar, la Era del Consumo.

Parece que a los viejos rótulos que designaban a mujeres y varones -homo faber, homo sapiens, homo ludens- venga a sustituir ese homo consumens, mujer y varón con capacidad para consumir bienes del mercado.

Algunas gentes se echan las manos a la cabeza ante una situación semejante y presentan frente al consumo una enmienda a la totalidad, aconsejando a sus semejantes la abstención, el abandono de la sociedad consumista. Otras, por el contrario, se encuentran como el pez en el agua en ese mundillo y no quieren ni imaginar uno diferente. Las más viven en esa sociedad comercializada, que es la suya, la que conocen, dando por natural lo que natural les parece, aunque en realidad sea una creación artificial.

Sin repudios extremos ni adhesiones incondicionales, ¿no va siendo hora de preguntarse si nuestra forma de consumo, la de quienes tenemos capacidad adquisitiva para llevarla a cabo, es la que elegimos libremente, es justa en la distribución de los bienes, y es, en definitiva, felicitante? ¿No va siendo hora de construir una ética del consumo, ya que es la ética la que se ocupa de cosas tales como libertad, justicia y felicidad?

Eso es lo que he intentado hacer en Por una Ética del Consumo (Taurus, 2002), con el deseo de poner sobre el tapete de la discusión un asunto tan nuclear para la vida de las personas, sea la vida individual, sea la compartida. De él se han ocupado con verdadera pasión los especialistas en marketing, que intentan adentrarse hasta los últimos repliegues del comportamiento de los consumidores, los psicólogos, que sondean las motivaciones, los sociólogos, atentos a los estilos de vida, los economistas, preocupados por el lugar del consumo en la producción de riqueza. Pero ¿por qué los ciudadanos, por qué los protagonistas de la vida personal y compartida no asumen las riendas de su forma de consumir y la llevan hacia donde verdaderamente desean?

Si el siglo XXI puede proponerse algo apasionante, es que los ciudadanos sean los protagonistas de sus vidas, y no esclavos de voluntades ajenas. En todo aquello que les afecta, también en su consumo. Porque, en esto del consumo, una cosa es ser soberano, como pretenden optimistas corrientes neoliberales, otra, ser vasallo de productores que ejercen una férrea dictadura, como denunciaban sectores contrarios, y muy otra ser ciudadana y ciudadano, artífice de la propia vida junto con los que son iguales en dignidad.

Por suerte o por desgracia, los consumidores no son esos agentes racionales que, contando con excelente información sobre los productos, conscientes de sus propósitos vitales, calibran la relación entre la calidad y el precio, y depositan por fin una papeleta en la urna de la empresa cuyos productos compran, «votan» por ella. Conviene distinguir, por el contrario, entre hábitos de consumo y elección consciente, y resulta ser que las gentes antes eligen por hábitos adquiridos en el hogar y en el entorno vecinal, por motivaciones casi inconscientes, que desde preferencias conscientemente calculadas. Por eso es de primera necesidad una «educación en el consumo», que empieza en el hogar, en la escuela y en la ciudad (las ciudades tienen que ser educadoras), pero compromete a la sociedad en su conjunto.

Por suerte o por desgracia, tampoco los productores son tiranos que manipulan los deseos de las gentes desde el marketing, sino que tienen que afinar muy bien para acertar con los deseos de las personas para atraer su atención hacia una mercancía nueva. No es fácil la tarea, no siempre se da con el secreto del deseo humano, y películas en las que se invirtió un enorme presupuesto, bienes que vinieron acompañados de un despliegue publicitario sin precedentes, se hunden en el abismo del anonimato.

Y es que las gentes tenemos nuestras motivaciones y nuestros deseos: tenemos un inmenso poder en nuestras manos. Si lo utilizamos bien, podemos cambiar el curso de la producción y, con él, el curso de la célebre globalización que es, en muy buena medida, económica y política, y tiene que ser, ante todo y sobre todo, ciudadana.

Sólo que para eso es necesario que sean los propios ciudadanos los que se adentren en el mundo de sus motivaciones, los que sepan si quieren determinados productos porque los tiene el pariente, el vecino, el personaje famoso de los programas rosa, o el muchacho desconocido al que Operación Triunfo llevó a la fama. Si los quieren porque fracasaron las relaciones de amor o de amistad y desean compensar de algún modo la decepción profunda, si la esperanza de que algo nuevo puede cambiar el tono de una vida monótona está en el fondo de todo ello, si el afán de adquirir una cierta personalidad, luciendo determinados bienes, les parece que merece cualquier precio.

Al cabo de los siglos sigue valiendo el añejo apotegma «¡cónocete a ti mismo!» como un principio de libertad, como una condición necesaria para adquirir señorío, en este caso sobre lo que deberían ser simplemente medios para llevar adelante lo que verdaderamente importa, que son los proyectos de vida en plenitud. Y en este punto las asociaciones de consumidores podrían ser de gran ayuda si añadieran a su tarea reivindicativa la de informar sobre las consecuencias de los productos para un consumo justo.

No parece, sin embargo, que la forma de consumir de quienes tienen capacidad adquisitiva y la de no consumir de quienes carecen hasta de lo más básico, esté preparando el camino hacia una humanidad más libre, más justa y más feliz. Abrirlo es una tarea urgente para ese año que va a comenzar, para el 2003, que entonces sí será próspero.

 
http://www.periodistadigital.com/object.php?o=3078

Por su interés, Periodista Digital reproduce a continuación el siguiente artículo

Martes, 31 de Diciembre de 2002

EL PAIS.es


TRIBUNA: JOSÉ LUIS ABELLÁN

La orgía del consumo


José Luis Abellán es presidente del Ateneo de Madrid.

EL PAÍS | Opinión - 31-12-2002

A mediados de noviembre realicé un viaje al extranjero; cuando volví -aún no había entrado diciembre- me encontré con que la ciudad se estaba vistiendo de gala para las Navidades: iluminaciones aparatosas, ornamentación de pinos artificiales, luces y bombillas por todas partes que hacían de los reflejos de neón el protagonismo de la ciudad; me acordé entonces de mi niñez cuando por las mismas fechas buscaba musgo en el campo y escorias en el ferrocarril vecino para construir el humilde Belén, que sería el centro de la familia durante las fiestas. Ahora -los tiempos han cambiado- lo que entonces era el sencillo y entrañable Nacimiento se había sustituido por las luces artificiales que se habían convertido en el centro de todos los acontecimientos religiosos propios de las fiestas navideñas. La ciudad se preparaba para la orgía del consumo. El "humilde Belén" de antaño expresión del espíritu cristiano, había sido sustituido por las "luces de neón", con cuyos reflejos se atraían irresistiblemente a las mariposas ávidas de consumir.

El hecho es consecuencia irrefutable del triunfo del mercado como protagonista indiscutible del neo-liberalismo que nos acecha por doquier, convertido en rey y señor de nuestras vidas. Hoy todo se compra y todo se vende y, por supuesto, muy en primer término, la cultura y todos sus productos adyacentes: arte, literatura, religión, ocio. En lo que se llamó hace unos años "industria cultural" el sustantivo ha acabado por absorber omnímodamente al adjetivo; ya no hay cultura, todo es industria, es decir, producto que se usa y consume. La omnipresencia del mercado ha destruido el mundo propio de la cultura, que es el de los valores, y ha sido sustituido por su equivalencia en dinero. "Tanto tienes, tanto vales", dice la vieja frase castellana. Hoy esta es la norma que nos rige en todas las esferas.

En último término, esto quiere decir que el mundo de la cultura propiamente dicho ha desaparecido: todo es un "producto" destinado a ser consumido, es decir, objeto puro y duro en el que el sujeto como tal ha desaparecido. Esto es lo que llamaba recientemente Álvaro Mutis la "muerte del espíritu". Estamos en eso, y conviene reaccionar porque la crisis es grave. La fiebre del consumo quizá acabe por conseguir hacer realidad aquella receta de los filósofos estructuralistas cuando hablaban de la "muerte del hombre". En definitiva, el aserto parece deducción lógica irrefutable de lo ya denunciado: si muere el espíritu el hombre ha muerto. Esta es la situación.

Como historiador, me ha gustado siempre examinar antecedentes de la situación que estamos viviendo para encontrar pautas y normas que permitan afrontar el presente, y me he encontrado con una similitud de extraordinario parecido en la crisis que se produjo en el mundo religioso a fines de la Edad Media. La religión, centro y nervio de los siglos medios, llegó a mercantilizarse de tal modo que todo se traducía inmediatamente en dinero. El famoso erasmista, secretario del emperador Carlos V, Alfonso de Valdés, lo denunció paladinamente en uno de sus famosos diálogos:

"Veo, por una parte -se dice en un largo parlamento- que Cristo loa la pobreza y nos convida, con perfectísimo ejemplo, a que la sigamos, y por otra, veo que la mayor parte de sus ministros ninguna cosa santa ni profana podemos alcanzar sino por dineros. Al bautismo, dineros; a la confirmación, dineros; para confesar, dineros: para comulgar, dineros. No os darán la Extremaunción sino por dineros, no tañerán las campanas sino por dineros, no os enterrarán en la iglesia sino por dineros, no oiréis misa en tiempo de entredicho sino por dineros; de manera que parece estar el paraíso cerrado a los que no tienen dinero". Y tras insistir en lo mismo con sorpresa, acaba su intervención diciendo: "No falta quien os diga que es menester allegar hacienda para servir a Dios, para fundar iglesias y monasterios, para hacer decir muchas misas y muchos trentenarios, para comprar muchas hachas que ardan sobre vuestra sepultura. Conséjame a mi Jesucristo que menosprecie y deje todas las cosas mundanas para seguirle, ¿y tú conséjasme que las busque? Muy gran merced me haréis en decirme la causa que hallan para ello, porque, así Dios me salve que yo no la conozco ni alcanzó". Y concluye: "Llamámonos cristianos y vivimos peor que turcos y que brutos animales. Si nos parece que esta doctrina cristiana es alguna burlería, ¿por qué no la dejamos del todo?".

La descripción de aquel momento histórico es muy exacta en este texto, y nos sitúa en la perspectiva adecuada para entender la airada reacción que semejante situación iba a producir en hombres como Erasmo, Lutero, Calvino, que buscaron una renovación espiritual en la vuelta a las fuentes evangélicas y paulinas. La cuestión es que entonces el eje de la vida era la religión, mientras que ahora abarca a todo el conjunto de la cultura y la vida que se mueve en torno suyo.

El profundo cambio histórico en que estamos inmersos tiene aquí uno de sus retos fundamentales. Necesitamos superar el pragmatismo monetarista impuesto por una sociedad mercantilizada en sus más profundas raíces. La confusión entre precio y valor ha conducido al cinismo planetario en que vivimos. Si cínico es quien conoce el precio de todo, pero ignora el valor de algo, la sociedad actual ha caído en un cinismo apabullante que se traduce en nihilismo. La confusión entre precio y valor conduce al desprecio generalizado, es decir, a la negación sistemática del universo humano del espíritu (nihilismo). Es necesario, por tanto, distinguir claramente los dos conceptos.

El precio es el resultado del equilibrio impuesto por el mercado entre la oferta y la demanda, lo que, en definitiva, acaba traduciéndose en una cantidad monetaria. Por el contrario, el valor es una cualidad imponderable (no tiene precio), que viene dado por la estimación subjetiva de quien lo concede. El amor, la belleza, la bondad, la felicidad, son bienes imponderables, y por tanto, resulta antológicamente imposible atribuirlas un precio, a menos que caigamos en el cinismo nihilista que antes denunciaba.

La salida del impasse histórico que todo esto supone no acabará con la denuncia que hemos hecho u otras semejantes que pudieran hacerse. Es necesario restablecer una escala de valores que supere el mercantilismo en que hemos caído, y ello sólo será posible mediante un cambio radical de la actitud ante la vida que todo ello implica. Y aunque sigamos con la denuncia -y lo haremos- de la situación allí donde podamos hacerlo, quizá podemos empezar por cambiar actitudes y situaciones. Así, frente a la orgía del consumo en que se han convertido las Navidades, quizá convenga cultivar virtudes más humildes; dedicarse más a la familia y a los amigos, recordar a los pobres practicando el aguinaldo, hacer sonar la zambomba y la pandereta, entonando los viejos villancicos que aprendimos en la infancia.

 
Dice el articulista:

Es necesario restablecer una escala de valores que supere el mercantilismo en que hemos caído, y ello sólo será posible mediante un cambio radical de la actitud ante la vida que todo ello implica.


Lo que no sabe este buen hombre, es que su espíritu está gimiendo y habla del "nacer de nuevo" y de ver la obra de Cristo, Dios hecho Hombre por Amor, y no a cambio de dinero.


Mientras tanto, los cristianos, metidos en nuestro salero, con nuestra sal disipada y nuestras lámparas apagadas.


¿Y cómo creerán? :llorando:
 
http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=36204

Fecha publicación: 2003-05-27

Obispos de Chile: El bienestar de la familia depende del descanso dominical
Piden medidas legislativas para proteger la jornada festiva


SANTIAGO, 27 mayo 2003 (ZENIT.org).- Atendiendo al bienestar de personas y familias enteras, los obispos del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECH) han manifestado la urgencia de que el país cuente con una legislación que destine el domingo al descanso evitando basar esta decisión en criterios exclusivamente económicos.

Así se contiene en una declaración del viernes pasado firmada por el obispo de Temuco y secretario general de la CECH, monseñor Manuel Camilo Vial, bajo el título «Vivamos el domingo en familia».

Los prelados analizaron el problema surgido hace tiempo con la práctica de abrir las puertas del comercio todos los domingos del año. En este sentido, destacan que numerosas naciones desarrolladas han comprendido la necesidad del descanso dominical, y en ellas sólo algunos centros comerciales abren sus puertas los domingos, en sistemas de turno y por pocas horas.

«Nuestro país, sin embargo, encabeza la lista de aquellos con más horas de trabajo semanal. Vemos con preocupación cómo muchos hombres y mujeres se ven obligados a largas jornadas, que se prolongan por los trayectos hasta los lugares de trabajo. (...) Urge acortar las horas semanales de trabajo», señala la declaración del secretario general del episcopado.

En opinión de los obispos, compensar estas tareas con un día libre durante la semana tampoco es solución, porque probablemente ese día, en la mayoría de los casos, el resto de la familia estará trabajando o estudiando.

«No hay horas extraordinarias ni compensación económica que pueda suplir la falta del padre y de la madre en los momentos de vida familiar», observa la declaración.

Si hubiera que hacer excepciones en el funcionamiento del comercio, desde el punto de vista del bien de las familias, los obispos creen que sería preferible otra solución: ofrecer esta posibilidad laboral a personas necesitadas de trabajo, distintas al personal estable.

Igualmente afirman que no se debería permitir que la actividad recreativa o comercial de numerosas familias proceda del trabajo extraordinario de otras, en especial «porque los hogares de nuestra patria no resisten la ausencia prolongada de los padres de familia en los días de fiesta, especialmente de la madre».

Finalmente los obispos recuerdan a los católicos, citando a Juan Pablo II en su Carta Apostólica «Dies Domini», que «el Domingo es el día del Señor; es un día diferente y los cristianos lo consagramos a Dios con la Eucaristía, el descanso y la oración».