El viernes pasado se firmó en Roma el tratado de la constitución europea por los presidentes de gobierno y jefes de estado de los países europeos. Constitución polémica por lo que tiene de pérdida de poder para España que había conseguido en el tratado de Niza del año 2000 y que Zapatero ha despreciado como con todo lo que hizo el gobierno anterior. Y también el gobierno anterior defendía la posición de incluir las referencias cristianas de Europa en la constitución junto con otros países, pero que no ha podido ser, gracias al miserable (por muchas razones) redactor de esa constitución, el franchute Giscard. Despreciar las raíces cristianas de Europa sería como despreciar a los padres que nos han engendrado, y, como dice el Vaticano, esta constitución europea nace sin alma. Hoy, en el diario La Razón, Alfonso Ussia ha escrito esta columna:
En silencio
Más del ochenta por ciento de los enfermos terminales por causa del SIDA mueren amparados por el amor del silencio. La lucha contra el cáncer, ese maldito cangrejo con mil patas, se alivia en los últimos meses de la derrota con el amor del silencio. La catástrofe humana del deterioro, tan contraria al triunfo humano del poder, se sosiega en los días finales de la vida gracias al amor del silencio. Existen seres humanos que padecen más el sufrimiento ajeno que el propio. Muros románicos, amaneceres góticos. Allí la Cruz, más allá, el misterio. Siempre hay manos limpias para curar las peores heridas. Ánimos transparentes que superan el asco de la podredumbre humana. El niño sonríe y recibe una sonrisa. El niño se muere, y duerme mientras la sonrisa que le sostenía en la vida se quiebra de dolor y de melancolía. Más del sesenta por ciento de los desheredados del mundo viven ayudados por el amor del silencio. Ese silencio que quieren callar. Estúpida pretensión. Silenciar al silencio. Humillar al humilde. Callar al que siempre ha callado. Desamar al amor. Todo falla y todo se comprende. Europa en el siglo XXI, y el islam en el XI. Europa redacta una Constitución que desprecia sus orígenes, su alimento espiritual, su razón de ser por haber sido. El cristianismo. El gran cabrón francés que amparó hasta la suciedad moral máxima a los terroristas que asesinaban a los inocentes ha redactado la Constitución Europea. No creo en ella. Es obra de un depravado, de un cursi. Es más, de un mediocre sólo alzado por el poder de la masonería. ¡Qué antiguo! ¡Qué verdadero! ¡Qué mal interpretado! ¡Qué cierto! Los muros antiguos de la reducción de los placeres, las paredes que guardan los misterios de la mística, las puertas que voluntariamente encierran el horizonte sin límite de los rezos, las manos y las almas que se mueren por dar vida a los destruidos, están ahí y aquí, en la europa que se dice laica cuando sin el cristianismo ni sería Europa ni sería nada. El inmenso cabrón ha cumplido con su compromiso. Ahora nos queda a los ciudadanos de Europa, voto a voto, aceptar o rechazar el texto redactado por el altivo canalla. El cristianismo no existe. Dios a la hoguera. La civilización católica, un reducto de seres fanáticos perfectamente vencibles. Las agujas góticas de Europa, las piedras románicas, las cruces dolorosas que sosiegan los paisajes, han sido condenadas. Quedan las almas, los ánimos, el amor, el trabajo por los que no trabajan, la sonrisa para los que sufren, la oración para quien no reza, la ayuda económica para quien nada tiene, el amor pra quien jamás lo tuvo, el cariño para el que sufre, el abrazo a quien no corresponde y el arte. ¿Europa laica? ¿Europa sin Dios? ¿Europa que renuncia a ser Europa? Allá cada uno con su voto, tan libre y respetable. Yo me sostengo en las maravillosas personas que sólo ofrecen amor. Las tengo muy cerca. Están ahí. No odian. Sólo aman. Se miran en la Cruz y siguen. Lo hacen en silencio. Historia y cimiento. Europa en su camino. El sinvergüenza los ha excluido. Si Dios no existe, Europa no es nada.
Alfonso Ussia
En silencio
Más del ochenta por ciento de los enfermos terminales por causa del SIDA mueren amparados por el amor del silencio. La lucha contra el cáncer, ese maldito cangrejo con mil patas, se alivia en los últimos meses de la derrota con el amor del silencio. La catástrofe humana del deterioro, tan contraria al triunfo humano del poder, se sosiega en los días finales de la vida gracias al amor del silencio. Existen seres humanos que padecen más el sufrimiento ajeno que el propio. Muros románicos, amaneceres góticos. Allí la Cruz, más allá, el misterio. Siempre hay manos limpias para curar las peores heridas. Ánimos transparentes que superan el asco de la podredumbre humana. El niño sonríe y recibe una sonrisa. El niño se muere, y duerme mientras la sonrisa que le sostenía en la vida se quiebra de dolor y de melancolía. Más del sesenta por ciento de los desheredados del mundo viven ayudados por el amor del silencio. Ese silencio que quieren callar. Estúpida pretensión. Silenciar al silencio. Humillar al humilde. Callar al que siempre ha callado. Desamar al amor. Todo falla y todo se comprende. Europa en el siglo XXI, y el islam en el XI. Europa redacta una Constitución que desprecia sus orígenes, su alimento espiritual, su razón de ser por haber sido. El cristianismo. El gran cabrón francés que amparó hasta la suciedad moral máxima a los terroristas que asesinaban a los inocentes ha redactado la Constitución Europea. No creo en ella. Es obra de un depravado, de un cursi. Es más, de un mediocre sólo alzado por el poder de la masonería. ¡Qué antiguo! ¡Qué verdadero! ¡Qué mal interpretado! ¡Qué cierto! Los muros antiguos de la reducción de los placeres, las paredes que guardan los misterios de la mística, las puertas que voluntariamente encierran el horizonte sin límite de los rezos, las manos y las almas que se mueren por dar vida a los destruidos, están ahí y aquí, en la europa que se dice laica cuando sin el cristianismo ni sería Europa ni sería nada. El inmenso cabrón ha cumplido con su compromiso. Ahora nos queda a los ciudadanos de Europa, voto a voto, aceptar o rechazar el texto redactado por el altivo canalla. El cristianismo no existe. Dios a la hoguera. La civilización católica, un reducto de seres fanáticos perfectamente vencibles. Las agujas góticas de Europa, las piedras románicas, las cruces dolorosas que sosiegan los paisajes, han sido condenadas. Quedan las almas, los ánimos, el amor, el trabajo por los que no trabajan, la sonrisa para los que sufren, la oración para quien no reza, la ayuda económica para quien nada tiene, el amor pra quien jamás lo tuvo, el cariño para el que sufre, el abrazo a quien no corresponde y el arte. ¿Europa laica? ¿Europa sin Dios? ¿Europa que renuncia a ser Europa? Allá cada uno con su voto, tan libre y respetable. Yo me sostengo en las maravillosas personas que sólo ofrecen amor. Las tengo muy cerca. Están ahí. No odian. Sólo aman. Se miran en la Cruz y siguen. Lo hacen en silencio. Historia y cimiento. Europa en su camino. El sinvergüenza los ha excluido. Si Dios no existe, Europa no es nada.
Alfonso Ussia