Estimado Rogelio.
Iremos por parte:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajere...”
La salvación es esencialmente obra de Dios y no del hombre. El hombre debe ir a Dios por su propio libre albedrío, pero el que vaya a Dios sólo es posible en vista de que él lo atrae por medio de su amor (“con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida” Oseas 11:4)
“Y serán todos enseñados por Dios.. así que todo aquel que oyó al Padre y aprendió de Él, viene a mí”
Esta cita no sigue exactamente ni el texto hebreo (que se refleja en la RVR) ni a la LXX, que podría traducirse así: "Y todos tus hijos [serán] enseñados de Dios". En este pasaje, probablemente, la cita fue adaptada para que concordara con el contexto.
Los antiguos intérpretes judíos entendían este pasaje de Isaías como una profecía de la obra de Dios en el día cuando viniera el Mesías. Afirmaban: "Dios dijo a Abrahán: Tú has enseñado a tus hijos la Ley en este mundo, pero en el mundo futuro yo les enseñaré la Ley de mi gloria, como dice: Y todos tus hijos serán discípulos de Jehová" (de Tanjuma B, citado en Strack y Bilierbeck, Kommentar zum Neuen Testament, t. 4, p. 919). Si esto se entendía así en los días de Jesús, su empleo de este pasaje parecería haber tenido un significado mesiánico para sus oyentes, y esto hace más clara su conclusión de que todo aquel que oyó acerca del Padre, viene a él..
“Si no le fuere dado”
"Si no se le concede" (BJ). Este versículo es una secuela lógica de la afirmación de Jesús: "Hay algunos de vosotros que no creen” Estas palabras debieran haber tenido un significado especial para Judas, pero éste, en su orgullo y confianza propia, estaba tratando de manejar los acontecimientos de tal manera que Jesús fuera proclamado rey de los judíos. Con su propia habilidad, estaba tratando de que se constituyera el reino venidero, tal como él lo concebía. Pero en todo esto no reconocía que el hombre no es el autor del plan de salvación y no puede salvarse a sí mismo; y que aunque el hombre puede cooperar con Dios para apresurar el triunfo de la causa divina en el mundo, la dádiva de la salvación y la venida del reino son obra de Dios
¿cómo se las arregla una criatura muerta en sus pecados, ciega, sorda y muda a las cosas de Dios, condenada en la naturaleza en la cual nació, para de sí misma elegir la Vida que es El Cristo de Dios?
1. Sólo se llega a este estado tan lamentable (una criatura muerta en sus pecados, ciega, sorda y muda a las cosas de Dios)
a) después de haber rechazado persistentemente la gracia divina, que obra a través del llamado y la obra del Espíritu Santo en la conciencia (Mateo 12:31)
b) después de haber rechazado las oportunidades que Dios nos ha dado de conocerle.
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó, porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazon fue entenebrecido... Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada [no insistió más, ¿para qué, si lo rechazaban cada vez? Dejó que vivieran en los caminos que ellos eligieron para sí] para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, .... Quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. (Rom. 1:18-32)
2. Pero, si alguien en el mundo no pudiera por extrañas circunstancias escuchar la invitación del evangelio a una nueva vida (los que están en guerra, por ejemplo, o los que viven en lugares inaccesibles o muy alejados de la civilización) por lo cual no pueden aceptar a Jesús como su salvador, ni tampoco han tenido por iniciativa propia el deseo de buscar a Dios, está previsto para ellos que sean justificados ante Él por la ley que tienen en sí mismos. “Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2: 13-15)
3. Dios, concordando con su propia Palabra, de que el evangelio sea predicado a toda criatura, se encarga de que ésta invitación llegue a cada uno de nosotros, de alguna forma, en algún momento de la vida (parábola del patrón y los obreros de su viña –Mateo 20:1-16)
“Por favor, muestre a este foro, cuál es el error que Ud. encuentra en la confesión de Westminster, en cuanto a la Doctrina de la Depravación Total o más conocida como Doctrina de la Inhabilidad Total”
Al respecto, le rogaría me disculpe, porque no me encuentro capacitada para comentar un documento netamente católico, que ha sido redactado usando tanto las Escrituras como la tradición, en el cual se sancionan, entre otras cosas, el bautismo de infantes.
Trato, por lo mismo, de remitirme sólo a comentar las Escrituras, así que por ahora, paso.
Sin embargo, el texto que Ud. copió, me parece que ya ha sido respondido en Romanos 2:13-15.
“Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quién quiere, tiene misericordia y al que quiere endurecer endurece” (Rom. 9:18,18)
En la parábola de Cristo del sembrador y la semilla no había diferencia entre la semilla esparcida en una clase de tierra y en las otras, ni tampoco en la forma como fue sembrada. Todo dependía de la recepción dada a la semilla por cada tipo de tierra. De la misma manera, el endurecimiento del corazón de Faraón en ninguna manera fue un acto de Dios, sino más bien una elección deliberada de parte del rey. Mediante repetidas amonestaciones y despliegue del poder divino, Dios envió luz que tenía el propósito de señalarle a Faraón los errores de su conducta, para suavizar y subyugar su corazón e inducirlo a cooperar con la voluntad divina. Pero cada manifestación sucesiva del poder divino lo dejó más determinado a hacer su propia voluntad. Al rehusar ser corregido, despreció y rechazó la luz hasta que quedó insensible a ella, y la luz finalmente le fue retirada. [“porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó... pues habiendo conocido a Dios no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido... y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen... por lo cual también Dios los entregó a una mente reprobada (no insistió más) para hacer cosas que no convienen] Fue pues su propia resistencia a la luz lo que endureció su corazón. Aun los paganos reconocieron que fueron Faraón y los mismos egipcios quienes endurecieron su corazón, y no Dios (1 Sam. 6: 6).
Para más abundar, diremos que los comentadores han diferido mucho en su comprensión del endurecimiento del corazón de Faraón, aquí atribuido a Dios, Hay en conjunto diez declaraciones tales, En ocho de ellas (Exo. 4: 21; 9: 12;10: 20; 27; 11:10; 14: 4, 8, 17) se usa la palabra jazaq, que significa que Dios haría "firme" el corazón de Faraón de modo que no se conmoviera y cambiaran sus sentimientos hacia Israel. En el pasaje del cap. 7: 3 se usa otra palabra hebrea, qasháh, que implica que el Señor haría "duro" o "insensible" el corazón de Faraón. En el pasaje del cap. 10: 1 se usa una tercera palabra, kabed, la cual significa que Dios había hecho "pesado" el corazón de Faraón, o insensible a la influencia divina, Que las diferentes palabras se usan más o menos indistintamente resulta evidente por el estudio del contexto.
Hay también diez declaraciones que indican que Faraón endureció su propio corazón. En cuatro de ellas (caps. 7: 13, 22; 8: 19; 9: 35) se usa la palabra jazaq, "hacer firme", en cinco (caps. 7: 14; 8: 15, 32; 9: 7, 34) la palabra kabed, "hacer pesado", y en una (cap. 13: 15) la palabra qasháh, "hacer duro". El endurecimiento del corazón de Faraón fue evidente, en primer lugar, porque no prestó atención a la demanda del Señor de que dejara ir a Israel. Su negativa no sólo se expresó durante las plagas que pudieron imitar los magos de Egipto, sino también durante aquéllas que los magos mismos reconocieron que eran "dedo de Dios" (cap. 8: 19). Continuó también después de que cayeron sobre los egipcios y no sobre el pueblo de Israel, la cuarta y la quinta plagas, un hecho del que fue informado el rey (cap. 9: 7). El endurecimiento de su corazón se demostró aún más claramente cuando quebrantó su promesa de dejar salir a Israel bajo la condición de que Moisés y Aarón eliminarían la plaga, y cuando se vio forzado a confesar que había pecado (cap. 9: 27). De modo que cuando se le dijo a Moisés, antes de llegar a Egipto, que el Señor endurecería el corazón de Faraón (cap. 4: 21), Dios se refirió a la continua negativa del rey de obedecerle y dejar salir a los israelitas.
Dios no se complace con el sufrimiento y muerte de los impíos, sino que desea que todos se arrepientan y se salven (Eze. 33: 11; 1 Tim. 2: 4; 2 Ped. 3: 9) y hace que su sol brille sobre los malos y los buenos (Mat. 5: 45). Pero así como el sol afecta los diversos materiales de una manera diferente, de acuerdo con la naturaleza de ellos (derrite la cera y endurece la arcilla, por ejemplo), así también la influencia del Espíritu de Dios sobre los corazones de los hombres produce diferentes efectos de acuerdo con las condiciones del corazón. El pecador arrepentido permite que el Espíritu de Dios lo conduzca a la conversión y a la salvación, pero el impenitente endurece más y más su corazón. La mismísima manifestación de la misericordia de Dios, en el caso de uno, conduce a la salvación y la vida, y en el caso del otro, al juicio y a la muerte; a cada uno de acuerdo con su propia elección.
Bendiciones de nuestro Dios para tí, Rogelio.
En Cristo,
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