SI EL ESPOSO PROFESA OTRA FE
La Biblia aconseja enérgicamente que no nos casemos con nadie que profese otra fe religiosa. (Deuteronomio 7:3, 4; 1 Corintios 7:39.) Sin embargo, es posible que la mujer aprenda la verdad de la Biblia una vez casada y que su esposo no la acepte. ¿Qué hacer en ese caso? Por supuesto, los votos matrimoniales siguen vigentes. (1 Corintios 7:10.) La Biblia recalca la permanencia del matrimonio y anima a los casados a resolver las diferencias en vez de huir de ellas. (Efesios 5:28-31; Tito 2:4, 5.) ¿Qué hacer, entonces, si el esposo se opone firmemente a que la esposa practique la religión de la Biblia? Es posible que intente impedir que ella asista a las reuniones de la congregación, y que no quiera que vaya de casa en casa hablando de religión. ¿Qué debe hacer la esposa?
En primer lugar puede preguntarse: ‘¿Por qué piensa así mi esposo?’. (Proverbios 16:20, 23.) Si él no entiende bien lo que está haciendo su esposa, es posible que se preocupe por ella. O puede ser que sus familiares lo presionen porque esta no participa en ciertas costumbres que son importantes para ellos. “Me sentía solo y abandonado en casa”, dijo un esposo. Este hombre pensaba que la religión le había arrebatado a su esposa. No obstante, el orgullo le impedía admitir que se sentía solo. Posiblemente el esposo necesite que su esposa le asegure que su amor a Jehová no menoscaba en absoluto el amor que siente por él. También es importante que pase tiempo con su esposo.
Sin embargo, hay otro factor relevante para tratar la situación con sensatez. La Palabra de Dios exhorta a las esposas: “Estén en sujeción a sus esposos, como es decoroso en el Señor”. (Colosenses 3:18.) De modo que previene contra el espíritu de independencia. Además, al decir “como es decoroso en el Señor”, este texto indica que la sujeción al esposo debe asimismo tomar en consideración la sujeción al Señor. Ambas deben equilibrarse.
La asistencia a las reuniones de la congregación y dar testimonio de su fe bíblica son aspectos importantes de la adoración verdadera que no debe descuidar el cristiano. (Romanos 10:9, 10, 14; Hebreos 10:24, 25.) ¿Qué haríamos, pues, si un ser humano nos mandara directamente que no obedeciéramos un requisito específico de Dios? Los apóstoles de Jesucristo declararon: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. (Hechos 5:29.) Su ejemplo suministra un precedente que es aplicable a muchas situaciones de la vida. ¿Nos impulsará el amor a Jehová a rendirle la devoción que justamente le pertenece? Al mismo tiempo, ¿harán el amor y el respeto que le tenemos a nuestro esposo que intentemos rendir dicha devoción de un modo que él pueda aceptar? (Mateo 4:10; 1 Juan 5:3.)
Jesús mostró que esto no siempre sería posible. Advirtió que debido a la oposición a la adoración verdadera, los miembros creyentes de algunas familias se sentirían desgajados del resto de la familia, como por la acción de una espada. (Mateo 10:34-36.) Una mujer japonesa vivió esta experiencia. Su esposo se opuso a su religión durante once años. La maltrató con severidad y muchas veces ni siquiera le permitió entrar en casa. Pero ella perseveró, y también recibió la ayuda de los hermanos de la congregación cristiana. Oró incesantemente y obtuvo mucho ánimo de las palabras de 1 Pedro 2:20. Esta cristiana estaba convencida de que, si permanecía firme, algún día su esposo se decidiría a servir a Jehová con ella. Y así fue.
Hay muchas maneras prácticas de influir en la actitud del cónyuge. Por ejemplo, si el esposo no está de acuerdo con la religión de su esposa, esta no debe darle razones válidas de queja en otras facetas de la vida. Por ello, la esposa debe mantener la casa limpia, cuidar su apariencia personal, ser cariñosa y también agradecida. No debe criticar a su esposo, sino apoyarlo y mostrarle que reconoce su jefatura. Tampoco toma represalias cuando piensa que ha sido víctima de una injusticia. (1 Pedro 2:21, 23.) Tiene en cuenta que todos somos imperfectos, y es la primera en pedir disculpas si surge una disputa. (Efesios 4:26.)
La asistencia a las reuniones no es justificación para no tener las comidas preparadas a tiempo. Ella puede salir al ministerio cristiano cuando su marido no está en casa. La esposa cristiana sensata no predica a su esposo si él no lo desea. Más bien, sigue este consejo del apóstol Pedro: “Ustedes, esposas, estén en sujeción a sus propios esposos, a fin de que, si algunos no son obedientes a la palabra, sean ganados sin una palabra por la conducta de sus esposas, por haber sido ellos testigos oculares de su conducta casta junto con profundo respeto”. (1 Pedro 3:1, 2.) Las esposas cristianas procuran reflejar plenamente en su vida los frutos del espíritu de Dios. (Gálatas 5:22, 23.)