Es posible que me equivoque, pero que la carta que envía la viuda de Rubén Santana al Presidente de la Conferencia Episcopal católica vaya acompañada de la firma de representantes de la FEREDE, y conociendo los andares de esta lamentable institución y los personajes que la rigen, solo puedo deducir que me parece que Mari Carmen tomó esta iniciativa “ayudada, inducida ó aconsejada”, pero en todo caso, equivocada, por lo que no puede más que decir que me ha producido una sensación de pena. Así que aunque las circunstancias puedan ser dolorosas para alguien, siento que no puedo callarme tampoco ahora.
Nunca me ha gustado que se manipule a las personas que se encuentran en momentos emocionalmente vulnerables por atravesar circunstancias dolorosas de la vida, como enfermedades, accidentes, fallecimientos, abandonos, etc. No soporto la manipulación para “bien”, si se puede decir algo así, por pretender buenos fines, y mucho menos para mal.
Creo que esa carta y su uso mediático está absolutamente fuera de lugar y de circunstancia. Usar los muertos y sus familiares para hacer política aunque se trate de política religiosa es lamentable. ¿Es que la FEREDE no ha tenido suficientes reuniones con responsables políticos del gobiernos para tratar estos asuntos, sin que medie la utilización de familias en momentos de dolor?
En primer lugar porque bastaría con decir al gobierno que la familia renuncia a la participación en el funeral de Estado por razones de fe y conciencia, para que todo quedase en el ámbito privado. Pero está fuera de lugar escribir una carta al representante de una iglesia diciéndole que siente una humillación y una ofensa porque esa persona lleve a cabo una intervención religiosa, que no beneficiará, pero desde luego no perjudica ni humilla a nadie. Y me cuesta creer que una persona sensible y cristiana como tengo entendido que es Mari Carmen, la esposa de Rubén, pudiesen salir estas palabras sino fuesen inducidas por los personajes impresentables que todos conocemos.
Así que quisiera expresar aquí en primer lugar lo que fue mi experiencia personal como cristiano cuando tuvo lugar el fallecimiento de mi padre, hace ya muchos años. Y hacer antes situar al lector con una breve introducción: A mi padre, durante la guerra civil, por dos ocasiones intentaron matarle, esperándole emboscados unos infortunados energúmenos que pensaban que hacían un servicio a Dios, azuzados por unos pobres sacerdotes católicos que no podían resistir su constante testimonio de la verdad del evangelio y pensaban en su ignorancia que “muerto el perro” se podía acabar con la rabia de aquellas ideas que mi padre entusiasmado extendía a todos sus conocidos, familiares y clientes. Pero en las dos ocasiones fue advertido como el apóstol Pablo de la emboscada que le habían tendido y se fue por otro camino. Así que él, como nosotros, estaba seguro de que Dios le guardó para que siguiera extendiendo el evangelio, porque sabemos que ni siquiera un pajarillo cae a tierra sin el conocimiento de nuestro Padre, y que El tiene contados hasta el número de nuestros cabellos y está en control de nuestras vidas y circunstancias para consentir ó para impedir.
Pasados aquellos tiempos peligrosos, bien pronto mi padre se ganó el respeto de muchos sacerdotes de aquellas comarcas donde trabajaba, que encontraron en él a una persona a la que no solo admiraban por su alegría natural y testimonio cristiano consecuente, y la solidaridad y honradez de sus actos, sino a alguien con quién tranquilamente podían hablar de temas espirituales personales de los que no se atrevían a hablar con otras personas de sus parroquias, ni con sus jerarquías, ni siquiera a sus familiares. Y en muchas ocasiones fue invitado a las casas parroquiales y las sacristías para mantener charlas privadas con sacerdotes y hablar de temas relacionados con la fe y las Sagradas Escrituras, de las que mi padre era un excelente conocedor.
Por esto, cuando mi padre falleció, no fue extraño que al acto evangelístico que se celebró con motivo de su sepelio asistieran siete sacerdotes católicos que, como muchas otras personas que abarrotaban el local, el vestíbulo y la calle, se acercaban por primera vez a una iglesia evangélica y escuchaban una predicación del evangelio en una iglesia evangélica, los cánticos de gozo y gratitud, y oír de la esperanza y el anhelo por la reunión eterna de los santos que han sido redimidos por el sacrificio de Jesucristo.
Pasados unos días, uno de aquellos sacerdotes nos dijo que había celebrado una misa en su parroquia en favor de mi padre. Desde luego eso a la familia no nos ofendió en absoluto, ni mucho menos consideramos que fuese una humillación, sino que lo tomamos como una muestra de afecto de alguien que trata de hacer el bien dentro de lo que él creía y entendía, aunque no resulte, como sabemos, de ningún provecho práctico. Pero agradecimos su buena intención y además fue una ocasión para exponerle con cariño que Cristo expió nuestros pecados y por medio de la fe otorga una amplia y generosa entrada a su reino eterno a todos los que creen en él (2 Pedro 1:11). Desde luego ya sabemos que para mi padre ni de nuestro acto, llamemos religioso, ni del que su amigo el sacerdote ofreció, se ha derivado el menor efecto espiritual, porque él en vida, que es el tiempo oportuno de salvación, creyó en, y a Jesucristo y al que le envió, recibiendo el perdón de sus pecados y la vida eterna, conforme a la promesa de Jesús, en quien confiamos, expresada Juan 5:24 y 6:40.
En segundo lugar, quisiera referirme a eso de “cultos in memoriam”. Como cristiano me parece que ya su sola denominación me parece tan pagana como el hecho de ofrecer una misa a favor del alma de alguien que ya ha fallecido. Por lo tanto sería paganismo así el uno como el otro. Si este último era paganismo procedente de las costumbres helénicas e introducido ocasionalmente en el judaísmo por Judas Macabeo (con la incongruencia añadida de que los sacerdotes que debían ofrecer los sacrificios por los muertos eran en su mayoría de la secta saducea y no creían en la vida después de la muerte). El otro es también ajeno a cualquier celebración cristiana, y procede de las celebraciones religiosas paganas en las que se lloraba a los muertos y se ensalzaban su proezas y virtudes. Pero lo único que Cristo nos dejó instituido fue hacer un “memorial” para recordar y anunciar su muerte. Los cultos cristianos son para alabar a nuestro Salvador, recordar su sacrificio, edificar a los creyentes y sobre todo para predicar el evangelio y hacer prosélitos de Cristo.
Pero el paganismo se ha introducido en las iglesias evangélicas y por eso incluso a muchos creyentes les sorprendió cuando fue el entierro de mi padre, que pidiéramos encarecidamente a la gente que no enviasen flores, y a los que presidían el culto y tuvieron a su cargo la predicación, que no hiciesen ninguna referencia biográfica, ni ensalzamiento de mi padre, sino que simplemente predicasen el evangelio de la salvación. Y lo mismo cuando falleció mi madre. Allí solo hubo lugar para ensalzar a uno: a nuestro Salvador, por cuya gracia, como decía Pablo, somos lo que somos.
Preguntaba alguien en el foro sobre el origen de hacer cultos con motivo de los sepelios de los creyentes. En España estos actos han tenido una gran influencia para la predicación del evangelio desde sus inicios en la segunda mitad del siglo XIX. Primero se celebraban en las casas donde se recibía a los amigos, familiares y vecinos que venían a dar sus condolencias, de modo que se aprovechaba para predicar el evangelio que de otra manera nunca habrían oído, porque el prejuicio de entrar a un local protestante era muy fuerte. Luego se tenía otro acto semejante en el cementerio. El tema normalmente era reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la necesidad de estar preparado para el momento de la muerte confiando en las promesas de Dios otorgadas a los que creen en Cristo como su salvador personal.
No había ninguna loa a los muertos, sino pura y simplemente la predicación de evangelio. Si uno lee libros como el del sacerdote católico Benito Gonzalez, O protestantismo en Galicia, encontrar en
http://jeitoledo.com/DESCARGAS/escuela dominical/protestantismoengalicia.pdf (contraseña: jeitoledo.com) se dará cuenta del importante impacto que aquellos cultos tuvieron para el desarrollo del evangelio en aquellos primeros tiempos.
Mas tarde, las costumbres cambiaron y los testimonios de pésame y condolencia dejaron de ser expresados en la casa familiar, así que los restos mortales se conducían al local de la iglesia, donde las personas saludaban a los familiares y escuchaban más cómodamente una predicación del evangelio. En la actualidad, el uso de tanatorios ha sustituido en muchas ocasiones el paso por la iglesia, salvo en ocasiones en que se considera que el aforo es insuficiente para la asistencia prevista, y se mantiene el acto en la iglesia. Pero eso si, si bien la predicación del evangelio con mayor o menor claridad y extensión se mantiene, una parte importante del acto se ha desviado al ensalzamiento del fallecido y/o de su familia, lo cual es una pérdida del objetivo primordial y restar protagonismo a quien lo tiene que tener todo. También el acto en el cementerio ha sido muy abreviado, en este caso, porque los horarios y el programa de trabajo del personal empleado para realizar las tareas de enterramiento limitan y perturban la realización de actos como los que se celebraban hace años.
Finalmente, y en cuarto lugar, no puedo pasar por alto algunos detalles más del caso particular que nos ocupa. Me parece más que lamentable, impresentable el comunicado de la Alianza Evangélica Española. Esta gente ya ha perdido todo el sentido común y el sentido de decoro, pues llegan a exigir la presencia de autoridades en el acto. Si se tratase de mi familia, y estoy seguro que la familia de Rubén también lo comparte, no querría que nadie estuviese presente obligado, ni por la política ni por la presión de grupos que no se que vela tienen en este entierro. Es más dispensaría a cualquiera que pudiese sentirse obligado a estar presente en razón de extraños protocolos ó cargos. Pero ¿alguien puede pensar que de otro modo esto puede llevar algún fruto? Es detestable hacer política y presionar a las autoridades casi bajo amenazas para que asistan. Además ¿Es que hay muertos de primera y de segunda también entre los protestantes? ¿Por qué tendrían que ir a este acto y no al de Dña. Loida de Vangioni que falleció la semana pasada o al de todos los cristianos que mueren a lo largo del año?
La Ferede y estas otras organizaciones están tan alejadas de la verdad del evangelio que lo que de verdad les gustaría a los individuos que las dirigen, sería ser iguales a la Conferencia Episcopal Católica, con su poder y su influencia. Ya lo declaró en su momento Cardona al diario El País, la Ferede es como la conferencia episcopal. Les gusta la amistad del mundo y de sus poderosos. Para ellos no se escribió Santiago 4:4. Quieren ser reconocidos por el mundo y vivir en la misma parafernalia del mundo. Vivir en el mismo circo mediático y hacerse fotos con importantes. ¿Tiene todo esto algo cristianismo auténtico? Si lo tiene está tan profundo, tan profundo que por muy bueno y ortodoxa que sea la predicación, no puede llevar fruto cuando las obras son malas.