Avivamiento matutino (miercoles)

hgo

2
5 Septiembre 2001
3.029
1
Avivamiento matutino
Jn.14:3 Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis.
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.
20 En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros.
El principio fundamental respecto al edificio de Dios consiste en que Dios entra en nosotros y nosotros entramos en Dios. Como hemos visto, el Señor es el Hijo del Hombre quien, como la escalera celestial, trajo a Dios al hombre y llevó al hombre a Dios. Por Su encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre. Cuando Él se hizo carne, hizo que Dios mismo entrara en el hombre. Antes de que esto sucediera, Dios jamás se había vestido de carne, pero por medio de la encarnación del Señor, Dios vino al interior del hombre. Después de esto, ocurre una “vuelta en U”.Después de descender con Dios, el Señor subió con el hombre. Por medio de la encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre; y después, por medio de Su muerte y resurrección, Él introdujo al hombre en Dios.
En el Evangelio de Juan vemos la venida del Señor y la ida del Señor. Su venida fue Su encarnación, y Su ida fue Su muerte y resurrección. Al venir el Señor a nosotros, Él introdujo a Dios en el hombre, y al partir, Él introdujo al hombre en Dios mismo. (El edificio de Dios, págs. 21-22)
Lectura para hoy
Leamos nuevamente el Evangelio de Juan. Al leerlo, veremos la venida e ida del Señor. En realidad, la venida e ida del Señor constituyen el proceso mediante el cual se lleva a cabo la edificación divina. La venida del Señor hace que Dios entre en nosotros, y Su ida hace que nosotros entremos en Dios mismo. Por medio de Su venida y Su ida, Él hace que Dios se mezcle con nosotros.
Aquel día en que nos arrepentimos y creímos en el Señor, Él, como la escalera celestial, trajo algo celestial a nuestro ser y llevó algo desde la tierra hasta el interior de Dios mismo. El momento mismo en que recibimos al Señor Jesús, Él se convirtió para nosotros en la verdadera escalera celestial. Desde ese momento se abrieron los cielos para nosotros, y Be-tel fue establecida aquí en la tierra; Be-tel es la casa de Dios, que a la vez también es la morada de Dios y el lugar donde el hombre halla reposo. Así pues, el Señor, como la escalera celestial, introdujo a Dios en nuestro ser y también nos introdujo en Dios mismo. Él es la escalera celestial que une los cielos a la tierra y une la tierra a los cielos; es decir, mezcla a Dios con nosotros y a nosotros con Dios.
Esta mezcla es la obra divina de edificación, a saber, el edificio de Dios. A lo largo de las generaciones y hasta el final de esta era, lo que Dios ha venido haciendo y seguirá realizando es llevar a cabo esta obra divina de edificación. Dios, por medio de Cristo, se imparte continuamente al hombre y hace que el hombre entre en Dios; en esto consiste el edificio de Dios.
Por ser cristianos, nosotros celebramos muchas reuniones, las cuales forman parte de nuestra vida cotidiana. No reunirnos sería cometer suicidio espiritual. Cuando nos reunimos, sin embargo, ¿cómo podemos hacer que los demás perciban que los cielos están abiertos y que hay un camino vertical que va desde nosotros a Dios y de Dios a nosotros? ¿Cómo es posible manifestar Be-tel, la casa de Dios, al reunirnos juntos? Logramos esto al permitir que Dios se mezcle con nosotros todo el tiempo. Cuanto más Dios se mezcle con nosotros al reunirnos, más haremos que las personas perciban que entre nosotros está la presencia de Dios, un cielo abierto, Be-tel, y un camino vertical que, como escalera celestial, trae Dios al hombre y lleva al hombre a Dios.
La vida de iglesia no consiste simplemente en predicar, cantar himnos y gritar o dar exclamaciones. Si estamos mezclados con Dios, entonces, aun cuando permanezcamos sentados silenciosamente, sin orar ni gritar, las personas percibirán la presencia de Dios.
Nuestra unión unos con otros depende únicamente de que Dios se mezcle con nosotros. Día a día tenemos que percatarnos de cuál es el verdadero significado de derramar el aceite sobre la piedra. Tenemos que experimentar verdaderamente a Dios como Espíritu de vida que se mezcla con nuestro ser. Si nuestra vida diaria es una en la que, de manera concreta, Dios siempre se mezcla con nosotros, entonces, siempre que nos reunamos, todos percibirán que se hallan en un sueño maravilloso. Ellos jamás imaginaron que podría existir un lugar así en la tierra. Ellos se percatarán de que los cielos están abiertos y verán Be-tel, la casa de Dios sobre la tierra, en la cual hay un camino vertical que trae a Dios al hombre y lleva al hombre a Dios. (El edificio de Dios, págs. 22-23, 24, 25)
Lectura adicional: El edificio de Dios, cap. 2; Estudio-vida de Juan, mensaje 4
Witness Lee
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¡Jesús es el Señor!
 
Re: Avivamiento matutino (miercoles)

hgo dijo:
Avivamiento matutino
Jn.14:3 Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis.
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.
20 En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros.
El principio fundamental respecto al edificio de Dios consiste en que Dios entra en nosotros y nosotros entramos en Dios. Como hemos visto, el Señor es el Hijo del Hombre quien, como la escalera celestial, trajo a Dios al hombre y llevó al hombre a Dios. Por Su encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre. Cuando Él se hizo carne, hizo que Dios mismo entrara en el hombre. Antes de que esto sucediera, Dios jamás se había vestido de carne, pero por medio de la encarnación del Señor, Dios vino al interior del hombre. Después de esto, ocurre una “vuelta en U”.Después de descender con Dios, el Señor subió con el hombre. Por medio de la encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre; y después, por medio de Su muerte y resurrección, Él introdujo al hombre en Dios.
En el Evangelio de Juan vemos la venida del Señor y la ida del Señor. Su venida fue Su encarnación, y Su ida fue Su muerte y resurrección. Al venir el Señor a nosotros, Él introdujo a Dios en el hombre, y al partir, Él introdujo al hombre en Dios mismo. (El edificio de Dios, págs. 21-22)
Lectura para hoy
Leamos nuevamente el Evangelio de Juan. Al leerlo, veremos la venida e ida del Señor. En realidad, la venida e ida del Señor constituyen el proceso mediante el cual se lleva a cabo la edificación divina. La venida del Señor hace que Dios entre en nosotros, y Su ida hace que nosotros entremos en Dios mismo. Por medio de Su venida y Su ida, Él hace que Dios se mezcle con nosotros.
Aquel día en que nos arrepentimos y creímos en el Señor, Él, como la escalera celestial, trajo algo celestial a nuestro ser y llevó algo desde la tierra hasta el interior de Dios mismo. El momento mismo en que recibimos al Señor Jesús, Él se convirtió para nosotros en la verdadera escalera celestial. Desde ese momento se abrieron los cielos para nosotros, y Be-tel fue establecida aquí en la tierra; Be-tel es la casa de Dios, que a la vez también es la morada de Dios y el lugar donde el hombre halla reposo. Así pues, el Señor, como la escalera celestial, introdujo a Dios en nuestro ser y también nos introdujo en Dios mismo. Él es la escalera celestial que une los cielos a la tierra y une la tierra a los cielos; es decir, mezcla a Dios con nosotros y a nosotros con Dios.
Esta mezcla es la obra divina de edificación, a saber, el edificio de Dios. A lo largo de las generaciones y hasta el final de esta era, lo que Dios ha venido haciendo y seguirá realizando es llevar a cabo esta obra divina de edificación. Dios, por medio de Cristo, se imparte continuamente al hombre y hace que el hombre entre en Dios; en esto consiste el edificio de Dios.
Por ser cristianos, nosotros celebramos muchas reuniones, las cuales forman parte de nuestra vida cotidiana. No reunirnos sería cometer suicidio espiritual. Cuando nos reunimos, sin embargo, ¿cómo podemos hacer que los demás perciban que los cielos están abiertos y que hay un camino vertical que va desde nosotros a Dios y de Dios a nosotros? ¿Cómo es posible manifestar Be-tel, la casa de Dios, al reunirnos juntos? Logramos esto al permitir que Dios se mezcle con nosotros todo el tiempo. Cuanto más Dios se mezcle con nosotros al reunirnos, más haremos que las personas perciban que entre nosotros está la presencia de Dios, un cielo abierto, Be-tel, y un camino vertical que, como escalera celestial, trae Dios al hombre y lleva al hombre a Dios.
La vida de iglesia no consiste simplemente en predicar, cantar himnos y gritar o dar exclamaciones. Si estamos mezclados con Dios, entonces, aun cuando permanezcamos sentados silenciosamente, sin orar ni gritar, las personas percibirán la presencia de Dios.
Nuestra unión unos con otros depende únicamente de que Dios se mezcle con nosotros. Día a día tenemos que percatarnos de cuál es el verdadero significado de derramar el aceite sobre la piedra. Tenemos que experimentar verdaderamente a Dios como Espíritu de vida que se mezcla con nuestro ser. Si nuestra vida diaria es una en la que, de manera concreta, Dios siempre se mezcla con nosotros, entonces, siempre que nos reunamos, todos percibirán que se hallan en un sueño maravilloso. Ellos jamás imaginaron que podría existir un lugar así en la tierra. Ellos se percatarán de que los cielos están abiertos y verán Be-tel, la casa de Dios sobre la tierra, en la cual hay un camino vertical que trae a Dios al hombre y lleva al hombre a Dios. (El edificio de Dios, págs. 22-23, 24, 25)
Lectura adicional: El edificio de Dios, cap. 2; Estudio-vida de Juan, mensaje 4
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¡Jesús es el Señor!

Pareciera que fuisteis a la misma escuela que el forista "palabra viva" :smile-l: