¿Autoriza la Palabra de Dios el nombramiento de Presidentes y Pastores?

2 Junio 1999
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SEDIN


http://www.sedin.org/propesp/X0122_Fo.htm#28


¿Autoriza la Palabra de Dios el nombramiento de Presidentes y Pastores?



Los que se adhieren con tanto afecto a la práctica de formar y organizar iglesias citan las epístolas a Timoteo y a Tito con la más firme confianza, como sirviendo de guía a la iglesia en todas las edades, cuando la realidad es que no fueron dirigidas a ninguna iglesias. Se puede observar que las citas de la Palabra de Dios en los temas de mayor peso para los que están dedicados a establecer iglesias, como la elección de ancianos, diáconos, etc., sólo se pueden derivar de estas epístolas --y lo más destacable es que aquellos compañeros del apóstol que gozaban de su confianza fueron dejados en las iglesias, o enviados a ellas cuando ya existían, para seleccionar a los dichos ancianos cuando el apóstol no lo había hecho por sí mismo --lo que es una prueba evidente de que el apóstol no podía conferir a las iglesias la capacidad de escoger a sus ancianos, incluso cuando las iglesias que él mismo había formado todavía existían. A pesar de todo esto, vemos que todo esto se presenta como instrucciones a las iglesias en tiempos posteriores. La designación oficial es una arrogación de autoridad apostólica contraria al orden y a los principios en base de los que tenía lugar entonces. Sin embargo, los santos no quedan sin recursos cuando Dios obra en gracia. Los pastores, maestros y evangelistas son dones que tienen su lugar en la unidad del cuerpo, y tienen su justo ejercicio siempre que Dios los da en gracia; y en 1 Corintios 16:15, 16 encuentro que el Espíritu Santo dirige a la obediencia a todos aquellos que de corazón devoto se han dado a una verdadera obra en el Señor. También 1 Tesalonicenses 5:12 y Hebreos 13:17 enseñan esta misma piadosa sumisión a los que hacen la obra, y de esta manera toman el papel de guías en la obra del Señor.

Los hijos de Dios no tienen más que reunirse juntos en el Nombre del Señor
Entonces, ¿qué propósito me lleva a escribir estas páginas? ¿El de que los cristianos no hagan nada? ¡De ninguna manera! He escrito con el deseo de que haya menos presunción y más modestia en lo que emprendamos; y que lleguemos a ser tanto más conscientes de la situación de ruina a la que hemos reducido a la Iglesia.

Si me dices: <<Me he separado del mal que mi conciencia rechaza, que se enfrenta con la Palabra>> --muy bien. Si insistes en que la Palabra de Dios demanda que los santos sean uno y unidos; que nos dice que donde hay dos o tres reunidos, Jesús está en medio de ellos, y que por ello os <<reunís>>, de nuevo digo que muy bien. Pero si seguís diciendo que habéis organizado una iglesia, o que os habéis combinado con otros para ello; que habéis escogido a un presidente o pastor, y que habiendo hecho esto, ahora sois una iglesia, o la Iglesia de Dios en el lugar donde estáis --os pregunto--: Amigos míos, ¿quién os ha comisionado para ello? Incluso en base de vuestro principio de la imitación (aunque imitar poder es algo absurdo: y el reino de Dios es <<con poder>>), ¿dónde encuentras todo esto en la Palabra? En ella no veo ni rastro de que las iglesias eligiesen presidentes o pastores. Me dirás que ha de ser así para mantener el orden. Mi respuesta es que no puedo abandonar el terreno de la Palabra --<<El que conmigo no recoge, desparrama.>> Decir que se actúa así por necesidad es razonar de forma meramente humana. Tu orden, constituido por la voluntad humana, pronto será visto como desorden a la vista de Dios. Si hay tan solo dos o tres que se reúnen al nombre de Jesús, Él estará allí. Si Dios suscita pastores entre vosotros, u os los envía, muy bien, es una bendición. Pero desde el día en que el Espíritu Santo constituyó la iglesia, no tenemos registro alguno en la Palabra de que la iglesia los haya escogido.

Entonces surge la pregunta: ¿Qué debemos hacer? Pues debemos hacer lo que siempre hace la fe -- reconocer nuestra debilidad y tomar el puesto de dependencia de Dios. En todas las edades, Dios es suficiente para Su iglesia. Es de la mayor importancia que nuestra fe se aferre a la verdad, que sea cual sea la ruina de la iglesia en la tierra, encontramos siempre en Cristo toda la gracia, fidelidad y poder necesarios para las circunstancias en las que la iglesia se encuentre. Él nunca falla. Si sois tan sólo <<dos o tres>> que tenéis fe para ello, reuníos. Descubriréis que Cristo está con vosotros. Invocadle. Él puede suscitar todo lo necesario para la bendición de los santos, y no dudéis que lo hará. No nos aseguraremos la bendición por medio de una pretensión nuestra de ser algo cuando nada somos. ¿En cuántos lugares no se ha estorbado la bendición de los santos por esta elección de presidentes y pastores? ¿En cuántos lugares no se habrían podido reunir los santos con gozo en la fuerza de esta promesa hecha por Cristo a los <<dos o tres>>, si no se hubiesen sentido atemorizados por esta pretendida necesidad de organización y por acusaciones de desorden (como si el hombre fuese más sabio que Dios), y si sus temores al desorden no les hubiesen persuadido a continuar un estado de cosas que ellos mismos confiesan que está mal? Tampoco sirve la constitución de estos cuerpos organizados para refrenar el dominio por parte de una sola persona ni la lucha entre varias. Más bien tiende a producir ambas cosas.

Lo que la iglesia necesita de manera especial es un profundo sentir de su ruina y necesidad, un sentir que se vuelva a Dios para refugiarse en Él --con confesión, y que se separe de todo mal conocido-- que reconozca la autoridad de Cristo como Aquel que gobierna como Hijo sobre Su casa, y al Espíritu de Dios como el único poder en la iglesia; y que con ello recibe a cada uno a quien Él envía, según el don que el tal haya recibido, y ello con acción de gracias a Aquel que por este don constituye a tal hermano como siervo de todos bajo la autoridad de la gran Cabeza, del gran Pastor de las ovejas. Tanto la pretensión de que el mundo sea la iglesia como la de restaurarla son dos cosas igualmente condenadas y no autorizadas por la Palabra.

Si me preguntas, ¿qué hemos de hacer entonces?, te responderé: ¿Por qué estás siempre pensando en hacer algo? La posición, humilde, cierto, pero bendecida plenamente por Dios, es confesar el pecado que nos ha traído a donde estamos, humillarnos bajo el Señor, y separarnos de toda iniquidad conocida, descansando en Aquel que es poderoso para hacer todo lo necesario para nuestra bendición, sin arrogarnos el hacer más, por nosotros mismos, que lo que la Palabra nos autoriza.

Un punto de la máxima importancia, y que aquellos que desean organizar iglesias parecen haber perdido totalmente de vista, es que existe el poder, y que sólo el Espíritu Santo tiene poder para reunir y edificar la iglesia. Ellos parecen creer que tan pronto tienen unos ciertos pasajes de la Escritura, no tienen más que hacer que actuar en base de ellos; pero por debajo de la cubierta de la fidelidad se agazapa en esto un error capital: que se deja a un lado la presencia y el poder del Espíritu Santo. Sólo podemos actuar en base de la Palabra de Dios por el poder de Dios. Pero la constitución de la iglesia fue un efecto directo del poder del Espíritu Santo. Nos engañamos a nosotros mismos de una manera muy extraña si dejamos a un lado este poder, y mantenemos con todo la pretensión de imitar a la iglesia primitiva en lo que emanaba de aquel poder. Debo precisar que allá donde se trata de un acto directo de obediencia, el cristiano no debe esperar a tener poder: la gracia constante de Cristo es su poder para obedecer a la Palabra. En lo que precede me he estado refiriendo al poder para llevar a cabo una obra divina en la Iglesia.

Sé que aquellos que consideran que estas pequeñas organizaciones son iglesias de Dios no ven más que meras reuniones humanas en toda otra reunión de hijos de Dios. Hay una respuesta muy sencilla en lo que a esto atañe. Estos hermanos no tienen promesa alguna que les autorice a establecer de nuevo las iglesias de Dios cuando las tales han caído, mientras que sí hay una promesa positiva de que allí donde hay dos o tres congregados al nombre de Jesús, Él está en medio de ellos. De modo que no hay promesa alguna en favor del sistema por el que los hombres organizan iglesias, mientras que sí hay una promesa para este <<reunirse congregados>> que tantos hijos de Dios menosprecian.

¿Y qué consecuencia vemos de las pretensiones de estos cuerpos? Aquellos que comparan la pretensión con la realidad, quedan desazonados y se sienten repelidos; por otra parte se constituyen una multitud de ellos separados entre sí; y de esta manera queda estorbado el objetivo deseado, que es la unión de los hijos de Dios. Aquí y allí los dones de uno u otro pastor pueden producir mucho efecto; o puede que todos los cristianos puedan vivir en unidad y haber mucho gozo; pero el resultado habría sido el mismo aunque no se hubiese dado la pretensión de ser la iglesia de Dios.

Conclusiones
Concluyo con unas pocas proposiciones:--

1. El objetivo deseado es la congregación de todos los hijos de Dios.

2. Tan sólo el poder del Espíritu Santo puede llevar esto a cabo.

3. Ningún grupo de creyentes tiene necesidad de esperar hasta que este poder efectúe la unión de todos (siempre y cuando actúen en el espíritu de unidad que, si se llevase a cabo, uniría a todo el cuerpo de Cristo), porque tienen la promesa de que allí donde hay dos o tres congregados en nombre del Señor, Él está allí en medio de ellos, y dos o tres pueden actuar en base de esta promesa.

4. En ninguna parte del Nuevo Testamento aparece la necesidad de ninguna ordenación para la administración de la Cena, y está claro que el propósito para el que se reunían los cristianos el primer día de la semana (el domingo) era para partir el pan (Hch 20:7; 1 Co 11:20, 23).

5. En el Nuevo Testamento se desconoce totalmente toda comisión humana para predicar el evangelio.

6. Tampoco tiene justificación alguna en el Nuevo Testamento la elección de presidentes ni de pastores. La elección de un presidente es un mero acto humano, totalmente sin autorización. Es una mera intervención de nuestra voluntariedad en lo que concierne a la iglesia de Dios, y es una acción repleta de malas consecuencias. La elección de pastores es una usurpación de la autoridad del Espíritu Santo, que distribuye los dones según Su voluntad. Gran pérdida tiene aquel que no recibe provecho del don que Dios da a otro. Allí donde se establecieron ancianos, ello fue bien por acción de los apóstoles, bien por los enviados de los apóstoles a las iglesias. Si la iglesia está en ruinas, Dios es suficiente incluso para este estado de ruina; Dios guiará y conducirá a Sus hijos, si andan en humildad y obediencia, sin pretender una obra a la que Dios no los ha llamado.

7. Es evidentemente el deber de un creyente separarse de toda acción que ve que no es conforme a la Palabra, aunque soportando a aquel que en ignorancia actúe mal. Y su deber le demanda esto, aunque su fidelidad le tenga que llevar a mantenerse en solitario, y aunque, como Abraham, se vea obligado a salir sin saber a donde va.

Observaciones finales
Mi propósito, en estas pocas páginas, no ha sido el de manifestar ni la condición arruinada de la iglesia, ni siquiera que la actual dispensación pueda volver a ser establecida, sino más bien proponer una cuestión que es generalmente mal entendida por los que acometen la tarea de organizar iglesias. La ruina de esta dispensación ha sido brevemente considerada en un tratado acerca de la apostasía de la presente dispensación; pero por cuanto un hermano al que le fueron leídas estas páginas pensaba que esta cuestión de la ruina de la dispensación se suscitaba en su mente y consideró bueno ofrecer alguna prueba para dar satisfacción a los que tuviesen esta misma inquietud, añado unos pocos párrafos.

1. La parábola de la cizaña en el campo es la sentencia del Señor acerca de esta cuestión: Que el mal introducido por Satanás en el campo donde se había sembrado la buena semilla no se remediaría, sino que proseguiría hasta la siega. Se debe tener en cuenta que esta parábola no tiene nada que ver con la cuestión de la disciplina entre los hijos de Dios, sino que se relaciona con el tema de si hay algún remedio para el mal introducido por Satanás en la dispensación como tal <<mientras dormían los hombres>>, y con la restauración de la dispensación a su condición original. Esta cuestión la decide el Señor de manera sumaria y autoritativa en sentido negativo, porque nos dice Él que a lo largo de la duración de la dispensación no se aplicará remedio para el mal; que el acto de la siega, en otras palabras el juicio, lo extirpará, y que hasta este momento el mal continuará. Recordemos aquí que nuestra separación del mal y nuestro goce de la presencia de Cristo con los <<dos o tres>> es algo totalmente diferente de la pretensión de establecer otra vez la dispensación, ahora que ha entrado el mal. Lo primero es a la vez un deber y un privilegio; lo segundo es el fruto del orgullo y de la negligencia respecto a las instrucciones de la Palabra.

2. El capítulo 11 de Romanos, ya citado, nos dice de manera expresa que la actual dispensación será tratada como la que le precedió, y que si no continuaba en la bondad de Dios, sería cortada -- no restaurada.

3. El segundo capítulo de la segunda Epístola a los Tesalonicenses nos enseña que el <<misterio de la iniquidad>> estaba ya obrando; que cuando fuese quitado de en medio un obstáculo que entonces existía, se revelaría aquel <<inicuo>>, y que el Señor lo consumiría <<con el espíritu de Su boca>> y que lo destruiría <<con el resplandor de Su venida>>. De este modo, el mal que se había introducido ya en los días de los apóstoles proseguiría y maduraría, hasta manifestarse y ser consumido por la venida del Señor.

El tercer capítulo de la segunda Epístola a Timoteo expone lo mismo, es decir, la ruina de la dispensación, y no su restauración. Dice que en los postreros días <<habrá tiempos peligrosos,>> que los hombres serán <<amadores de sí mismos>> (y el espíritu añade, <<a los tales evita>>, y que <<los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados>>.

Judas nos muestra también que el mal que ya se había infiltrado en la iglesia sería objeto del juicio a la venida del Señor. (Comparar versículos 4 y 14). Y esta terrible verdad queda confirmada por la analogía de todos los caminos de Dios con los hombres, es decir, que el hombre ha pervertido y corrompido lo que Dios le ha dado para su bendición; y que Dios nunca ha reparado el mal, sino que ha introducido algo mejor después de juzgar la iniquidad. Y esta cosa mejor ha sido a su vez corrompida, hasta que al final se introducirá la bendición eterna. Cuando la dispensación fue una revelación positiva, como lo fue el caso bajo la ley, Dios reunió a un débil remanente de creyentes de entre los incrédulos, y los introdujo a aquella nueva bendición que Él había establecido en lugar de la que había quedado corrompida, transplantando el residuo de los judíos dentro de la iglesia. En el pasaje de Romanos 11, el Espíritu Santo nos instruye en el sentido de que el Señor tratará la actual dispensación del mismo modo.

Lo mismo vemos en el Apocalipsis. Tan pronto como llegan a su fin <<las cosas que son>> (esto es, las siete iglesias), el profeta es llevado al cielo, y todo lo que sigue tiene que ver no con nada reconocido como una iglesia, sino con la providencia de Dios en el mundo.

No he hecho más que citar unos pocos pasajes concretos; pero cuanto más estudiemos la Palabra de Dios, tanto más encontramos confirmada esta solemne verdad. En resumen: hagamos todo lo que nos sea dado hacer; pero no pretendamos conseguir objetivos que estén del todo más allá de lo que el Señor nos ha dado hacer; y de esta manera no daremos paso a las pretensiones y debilidades de la carne. La humildad de corazón y de alma es la manera segura de no encontrarnos luchando contra la verdad, porque Dios da gracia a los humildes. Que siempre sea alabado Su nombre de gracia y misericordia.



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Fuente: <<On the Formation of Churches>>, por J. N. Darby en The Collected Writings of J. N. Darby, ed. W. Kelly, vol. I, págs. 138-155.



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Traducido del inglés por S. Escuain.

© Santiago Escuain 1974 por la traducción.
 
...................................El ministerio a tiempo completo no significa simplemente el pastorear a una iglesia. Ni es el viajar como evangelista o llevar a cabo campañas de avivamiento. El ministerio a tiempo completo no lo determina un diploma, un certificado de un colegio bíblico o la ordenación de parte de oficiales de la iglesia. De hecho, tú puedes pastorear a una iglesia grande y exitosa y no estar en el ministerio a tiempo completo. Puedes predicar cientos de mensajes, alcanzar multitudes de miles. Pero ninguna de estas cosas te hace un ministro a tiempo completo ante los ojos de Dios..................


Ver escrito completo, autor: David Wilkerson


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