SEMANA SANTA DE CHARANGA Y PANDERETA
Monseñor José Delicado, arzobispo de Valladolid, afirma que está preocupado por el riesgo de trivialidad de las celebraciones de Semana Santa. ¡A buenas horas mangas verdes! Se duele, y en estas fechas está bien y es consecuente dolerse algo, de que la capital más católica de la Castilla más católica celebre sus "católicas" fiestas de Pascua en tono folklórico.
Monseñor Delicado, como Monseñor Rouco y otros jefes del romanismo patrio, que también se duelen en el mismo sentido, (¿será un acto de contrición repentino y contagioso?) no hablan de las causas de este folklore. Ellos y sus antecesores durante siglos sembraron el suelo hispano de folklore, fanatismo e ignorancia en lugar de fe en Cristo y conocimiento de las Escrituras, y ahora solo se puede recoger, y durante muchos años futuros, una abundante cosecha de folklore pachanguero y religiosidad turística. La Semana Santa es más de lo mismo: Rocíos, Xacobeos, patronos y patronales de toda ciudad, pueblo ó institución hispana que se precie.
Este país católico nuestro durante una semana al año saca de paseo a sus más famosos iconos (después de sacar y exhibir durante las otras cincuenta y una a San Yomismo, San Consumo y San Dinero, que es la tríada honrada con más devoción en toda España), y lo hace con auténtico celo. Las cofradías preparan sus espectáculos con la misma devoción y fruición con que los grupos de comparsas preparan el Carnaval. Realmente solo es una continuación de este. El sábado pasado y por televisión todos pudimos ver a un grupo de "nazarenos", perfectamente preparados ya desde la víspera, para el ansiado evento, la procesión dominical, con sus túnicas y capuchas ¡con los colores del Real Betis Balompié!
No se preocupe monseñor Delicado, ¿ve como este no es un mal vallisoletano, sino que es común a todo el romanismo patrio? Lo más curioso es que hicieron tan bien su trabajo en el pasado y la siembra arraigó con tanto entusiasmo y firmeza que ahora les rebasa y ya ni siquiera la pueden controlar. Es un patrimonio de la tradición del pueblo español y ni siquiera precisa de obispos o curas para organizar tan romanas y pías celebraciones. Lo pueden organizar, y de hecho lo hacen, políticos y alcaldes perfectamente ateos, gremios de empresarios (por aquello del negocio, en plan Demetrio, el platero de Éfeso), ó asociaciones de vecinos, incluso las más famosas folklóricas hispanas y sus inseparables periodistas del corazón.
Por poner algún pero, lo único que se echa en falta para cumplir bien la tradición, y cualquier día nos lo piden a los protestantes (eso si, con subvención pública) es que nos unamos a los eventos. Que desfilemos delante del icono principal debidamente ataviados con vistosos sambenitos, entre dos columnas de penitentes y frailes, para que al paso los espectadores nos increpen y tiren tomates y huevos hasta llegar al quemadero portátil donde, para completar el cuadro histórico, muy vallisoletano por cierto, nos quemarán un poquito. Pero como de broma... para después ir todos juntos a celebrarlo con los tradicionales pastelillos ó la mona de pascua a la caseta municipal. ¡Esto si que sería auténtico ecumenismo y amplitud de miras!
La católica España va bien. Va tan bien que posiblemente el año próximo algún espabilado productor de TV organice una Operación Triunfo para votar por teléfono ó Internet a los mejores penitentes: Aquellos que con más dolor caminen sobre fuego ó clavos; los que más sangre derramen al flagelarse; los que se claven más la corona de espinas; los que arrastran la cruz más gorda y pesada; incluso un premio especial para alguno que se clave en ella, etc. Los ganadores nos podrían representar en un certamen internacional similar a celebrar en Roma. Así pues, y ante todo eminencias, no se depriman, aprovéchenlo en lo que vale, porque no dejará de ser un buen negocio para ustedes y ahora que ya no tienen Gescartera...
Pablo Blanco