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<CENTER>Aún hace milagros hoy
Yolanda Tamayo</CENTER>
... Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aún el viento y el mar le obedecen? Mt 8:23-27
Se representa ante mí una escena de gran dramatismo, salpicada con toques de ficción. Jesús duerme en la barca, mientras sus discípulos están a punto de perecer a causa de la gran tempestad que les ha sorprendido.
Podemos pensar en la insensibilidad de Jesús al quedarse dormido en tan delicados momentos, o creer que “el maestro” no era consciente del peligro al que estaban sometidos aquellos marineros experimentados en tormentas. Mas Cristo, nos ofrece una respuesta que mitiga tan necias suposiciones al preguntarle a la atemorizada tripulación: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Viajo en el tiempo, me veo en la barca junto a Pedro, remando extenuada y con una inquietante sensación de angustia. Murmurando con Andrés sobre la indiferente postura de Jesús ante un acontecimiento tan desventurado.
Pero es en ese momento, entre el agitado movimiento de la embarcación, cuando me golpean las sabias palabras de Cristo, haciéndome comprender tanto a mi, como al resto de la marinería, que hemos olvidado quién es el tripulante invitado.
Amaina la tempestad, se multiplican los panes y peces, se llenan de luz los ojos de los ciegos, y aún así, se sigue poniendo en tela de juicio la divinidad de quien obra tales milagros. Incapaces, en aquellos días, de reconocer tras tales actos la mano poderosa de el Dios verdadero.
La sanidad llega cuando nadie la esperaba. El empleo deseado se nos ofrece cuando hay muchos candidatos para poseerlo y sin entenderlo, somos nosotros los escogidos. Nos devuelven un dinero que creíamos perdido llegándonos en el instante más propicio. Se convierte al evangelio aquel amigo ateo al que tantas y tantas veces le hablaste del amor de Dios...
Y sin lógica para hacerlo, seguimos exclamando atemorizados, al igual que antaño, ¡Señor, sálvanos que perecemos! Desdeñando el poder de quien en múltiples ocasiones nos ha demostrado sus asombrosos hechos, obras maravillosas de las que hemos sido beneficiarios.
Él hace hoy los mismos milagros que hizo ayer, su omnipotencia no ha menguado, ni su amor hacia el hombre ha disminuido. No obstante, dudamos de su autoridad para sosegar tempestades, sanar vidas, transformar corazones, preguntándonos con desaliento ¿Dónde estás Señor? Sin percibir su presencia cubriéndonos cual manto de amor. Pues ya deberíamos saber que no dormita, sólo espera a que confiemos en que él guía nuestra barca y que por muy embravecida que esté la mar, su voz calmará las olas y habrá bonanza.
Yolanda Tamayo es colaboradora de la revista Ventana Abierta
(Asamblea Cristiana).
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