Re: APOSTASÍA ADVENTISTA
Estimado javierandrés. Saludos cordiales.
Tú dices:
En 2ª Tesalonicenses 2:3 leemos: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá (el Señor) sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.”
Respondo: Te felicito por haber traído este texto del apóstol Pablo.
Este hombre de pecado, el hijo de perdición se arrogaría una especie de supremacía universal por encima del control de reyes y emperadores, e incluso dejaría de lado, según pudiera requerir la ocasión, la misma ley de Dios.
Este hombre de pecado, que actúa "oponiéndose, y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o que se adora; tanto que se asiente en el templo de Dios como Dios, haciéndose parecer Dios".
Hay en el Romanismo, exteriormente, tanta afinidad con la Iglesia de Cristo; exhibe tanto la apariencia de Cristianismo; se jacta de tal manera de ser exclusivamente la Iglesia; que si no es en realidad y en verdad lo que pretende ser, éste debe estar en apostasía.
El Romanismo tiene una cabeza visible personal. Esa cabeza es el Papa.
Todo Católico Romano, de cualquier parte del mundo, en virtud de su credo religioso, debe lealtad al Papa de Roma.
Cualquiera sea la forma de gobierno, o quienquiera sea el soberano, el Papa de Roma es supremo para cada Católico Romano; no sólo esto, más aún, con una desmedida ambición de dominio universal, está promulgado, en la ley canónica de la Iglesia de Roma, "El que no reconoce estar sometido al obispo de Roma, y que Dios decreta que el obispo de Roma tenga primacía sobre todo el mundo, es un hereje, y no puede ser salvado, ni es del rebaño de Cristo."
No hay dudas, entonces, de que conforme a la doctrina del Catolicismo Romano, el Papa de Roma es la cabeza visible de todo el sistema. Los miembros de la comunidad Católica Romana, dondequiera que se encuentren, están, todos sin excepción, unidos por una cadena de subyugación espiritual a la autoridad del Papa. De la misma manera que una parte de la idea implicada en el epíteto, "El Hombre de pecado".
Su apariencia y su pretensión de Cristianismo, combinadas con su palpable desviación de la verdad apostólica, la hacen culpable de apostasía. Su organización visible bajo un pontífice supremo, arrogándose la supremacía universal; su difusión mundial, y la tremenda culpa implícita en su traición a quien ella profesa servir, como es exhibido en su honra de la criatura por sobre el Creador - todo esto se combina para aumentar la evidencia de que el Romanismo es la apostasía sobre la cual un apóstol inspirado ha escrito esta designación, "El Hombre de pecado".
El tercer canon del cuarto Concilio Lateranense,
"Todos los herejes, cualquiera fuese el nombre con el cual puedan ser conocidos, están condenados; y como están condenados deben ser entregados a los poderes seculares, o a sus funcionarios para recibir el merecido castigo."
ste decreto jamás ha sido revocado. Ha sido cumplido dondequiera Roma ha tenido el poder para hacerlo, como la historia da testimonio.
Lo atestigua la matanza de los Albigenses en el siglo XIII, por orden del Papa Inocencio III, por la sola razón de que ellos habían adoptado posiciones diez mil veces más inocentes que las de sus perseguidores, y abrazado errores "que, de acuerdo con las peores imputaciones, dejaban intactas las leyes de la humanidad y la paz de la vida social".
Lo atestiguan los anales de la Reina María en este país, los de Carlos V en Alemania, los de Luis XIV en Francia. Lo atestigua la masacre de los Protestantes irlandeses en 1641, cuando, según el testimonio de un escritor Católico Romano, 8.000 Protestantes fueron brutalmente asesinados en un solo día.
Lo atestigua la masacre de San Bartolomé, en conmemoración de la cual el Papa hizo que fuera acuñada una medalla. Lo atestiguan las atrocidades que acompañaron la revocación del Edicto de Nantes. Lo atestiguan los horrores de la Inquisición; y aunque la marcha de la civilización y la fuerza de la opinión pública han hecho mucho para poner coto al ejercicio de su espíritu perseguidor, no obstante lo atestiguan las brazas de ese espíritu todavía preparadas para estallar en llamas, como es testimoniado desde Toscana por los quejidos de las víctimas del odio de Roma hacia la Palabra de Dios.
El misterio de iniquidad es lo opuesto al ministerio de la piedad. Ese es el Romanismo. Misterioso en su origen, crecimiento, desarrollo - misterioso en la influencia que ejerce, en su modo de obrar, en su poder de adaptación a toda variedad de circunstancia, rango, o disposición humanos. El conjunto es un misterio de iniquidad. Priva a sus discípulos de privilegios que son para el libre goce porque todo hombre tiene derecho a ellos; con palabras fingidas hace mercadería de las almas de los hombres. Usurpa prerrogativas que pertenecen solamente a Dios, y las emplea para la opresión de sus víctimas."
" ¿Y qué diremos de la cuarta designación específica que el apóstol da a la apostasía, a saber, "aquel inicuo, o sin ley"? El significado del título es evidente. Apunta a una arrogante pretensión de superioridad sobre toda ley y autoridad cualesquiera fueren. Ahora aquí, nuevamente, la precisión con que puede probarse esta acusación contra el Romanismo es vívidamente clara. Dejemos que Roma hable por sí misma. En su ley canónica se establece de manera oficial, "Las leyes de los reyes no tienen preeminencia sobre las leyes eclesiásticas, sino que están subordinadas o al servicio de ellas." "Cualquier decreto de los príncipes que sea encontrado injurioso para los intereses de la Iglesia es declarado sin autoridad alguna." Entonces así sucederá de inmediato con el Proyecto de Ley de Títulos Eclesiásticos. "Éste no tiene autoridad alguna", ipse dixit [dictamina] el Papa de Roma.
También: "El obispo de Roma tiene la autoridad para juzgar a todos los hombres, y especialmente para discernir los artículos de fe, y eso sin concilio alguno, y puede absolverlos de lo que el concilio ha condenado; pero ningún hombre tiene autoridad para juzgarle ni para entrometerse con cualquier cosa que él haya juzgado, ni emperador, rey, pueblo, ni el clero, y no es lícito para hombre alguno juzgar su poder." "Corresponde a la Iglesia de Roma juzgar cuales juramentos deben ser mantenidos y cuales no." Así dice la ley canónica de la Iglesia de Roma. Pregunto, ¿puede necesitarse una evidencia más clara, de que, en teoría al menos, la Iglesia de Roma reivindica ser independiente de toda ley y tener el derecho a hollar bajo sus pies a todas las autoridades constituidas cualesquiera fueren, según pueda hacerlo así, de tiempo en tiempo, de acuerdo a su conveniencia o interés?"
Bickersteth - Las Iniquidades de Roma
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.