Hola a todos, espero que os encontreis muy bien y con buena salud. Como este es un Foro sobre RELIGION, deseo aportar a aquellos serios buscadores de su propia recreacion vivencial de los dictados de nuestro Padre Dios, que no podrian ser contrarios a los del Hijo Eterno ni menos a los del Espiritu Infinito.
Bueno espero les guste:
El Señor nuestro Dios es un Señor único, y deberíamos amarlo con toda vuestra
mente y con todo vuestro corazón, mientras que hacemos todo lo posible por amar a
todos sus hijos como nos amamos a nosotros mismos. Este Dios único es nuestro Padre
celestial, en quien radican todas las cosas y que habita, por medio de su espíritu, en
toda alma humana sincera. Nosotros, que somos los hijos de Dios, deberíamos
aprender a confiarle la custodia de nuestra alma como a un fiel Creador. Con
nuestro Padre celestial, todas las cosas son posibles. No podía ser de otra manera,
puesto que él es el Creador que ha hecho todas las cosas y todos los seres. Aunque
no podemos ver a Dios, podemos conocerlo. Viviendo diariamente la voluntad del
Padre que está en los cielos, podemos revelarlo a nuestros semejantes.
Las riquezas divinas del carácter de Dios deben ser infinitamente profundas y
eternamente sabias. No podemos encontrar a Dios por medio del conocimiento,
pero podemos conocerlo en nuestro corazón por experiencia personal. Aunque su
justicia puede sobrepasar nuestra capacidad de averiguación, su misericordia puede recibirla el ser más humilde de la tierra. Aunque el Padre llena el universo, vive
también en nuestro corazón. La mente del hombre es humana, mortal, pero el
espíritu del hombre es divino, inmortal. Dios no es solamente todopoderoso sino
también infinitamente sabio. Si nuestros padres terrenales, que tienen tendencia al
mal, saben amar a sus hijos y concederles buenas cosas, cuánto más debe saber el
buen Padre celestial amar sabiamente a sus hijos terrenales y otorgarles las
bendiciones que les convienen.
El Padre celestial no permitirá que perezca un solo hijo de la tierra, si ese hijo
tiene el deseo de encontrarle y anhela verdaderamente parecerse a él. Nuestro
Padre ama incluso a los perversos y es siempre bondadoso con los ingratos. Si más
seres humanos pudieran tan sólo enterarse de la bondad de Dios, se sentirían
ciertamente motivados a arrepentirse de su mala conducta y a renunciar a todos
los pecados conocidos. Todas las cosas buenas provienen del Padre de la luz, en
quien no existe variabilidad ni sombra de cambio. El espíritu del Dios verdadero
está en el corazón del hombre. Dios tiene la intención de que todos los hombres
sean hermanos. Cuando los hombres empiezan a sentir el anhelo de Dios, esta es
la prueba de que Dios los ha encontrado y de que están a la búsqueda de
conocimientos acerca de él. Vivimos en Dios y Dios habita en nosotros.
Ya no me basta con creer que Dios es el Padre de mi pueblo (judio, cristiano o cualquier nacion); en adelante creeré que es también mi Padre. Siempre trataré de adorar a Dios con la ayuda del
Espíritu de la Verdad (el que nos dejo Jesus), que será mi auxiliador cuando haya llegado realmente a
conocer a Dios. Pero ante todo voy a practicar el culto de Dios aprendiendo a hacer
su voluntad en la tierra, es decir, que voy a hacer todo lo posible por tratar a cada
uno de mis compañeros mortales tal como yo pienso que a Dios le gustaría que lo
tratara. Cuando vivimos de esta manera en la carne, podemos pedir muchas cosas
a Dios, y él nos concederá el deseo de nuestro corazón para que estemos bien
preparados para servir a nuestros semejantes. Todo este servicio afectuoso con los
hijos de Dios aumenta nuestra capacidad para recibir y experimentar las alegrías
del cielo, los placeres superiores del ministerio del espíritu del cielo.
Todos los días daré gracias a Dios por sus dones inefables; lo alabaré por sus
obras maravillosas para los hijos de los hombres. Para mí, es el Todopoderoso, el
Creador, el Poder y la Misericordia, pero por encima de todo es mi Padre espiritual,
y como su hijo terrenal, alguna vez llegaré a verlo. Jesus con su vida nos ha dicho que
a medida que lo busque me volveré como él. Gracias a la fe en Dios, he alcanzado
la paz con él. Esta nueva religión nuestra está llena de alegría y produce una
felicidad duradera. Estoy seguro de que seré fiel hasta la muerte, y de que recibiré
sin duda la corona de la vida eterna.
Estoy aprendiendo a examinar todas las cosas y a adherirme a lo que es
bueno. Haré a mis semejantes todo lo que yo quisiera que hicieran por mí. Por
medio de esta nueva fe, sé que el hombre puede volverse el hijo de Dios, pero a veces
me aterra ponerme a pensar que todos los hombres son mis hermanos, aunque debe
ser verdad. No veo cómo podría regocijarme con la paternidad de Dios, si rehúso
aceptar la fraternidad de los hombres. El que invoque el nombre del Señor será
salvado. Si esto es verdad, entonces todos los hombres deben ser mis hermanos.
A partir de ahora haré mis buenas obras en secreto, y efectuaré mis oraciones
principalmente cuando me encuentre solo. No juzgaré, para evitar ser injusto con
mis semejantes. Voy a aprender a amar a mis enemigos; en verdad, aún no he dominado
esta técnica de ser semejante a Dios. Aunque veo a Dios en las otras religiones, en
‘nuestra religión’ lo encuentro más bello, más afectuoso, más misericordioso, más
personal y más positivo. Pero por encima de todo, este Ser grande y glorioso es mi Padre
espiritual, y yo soy su hijo. Únicamente por medio de mi deseo sincero de ser como él,
terminaré por encontrarlo y por servirle eternamente. Por fin tengo una religión con
un Dios, un Dios maravilloso, y es un Dios de salvación eterna.
Bueno espero les guste:
El Señor nuestro Dios es un Señor único, y deberíamos amarlo con toda vuestra
mente y con todo vuestro corazón, mientras que hacemos todo lo posible por amar a
todos sus hijos como nos amamos a nosotros mismos. Este Dios único es nuestro Padre
celestial, en quien radican todas las cosas y que habita, por medio de su espíritu, en
toda alma humana sincera. Nosotros, que somos los hijos de Dios, deberíamos
aprender a confiarle la custodia de nuestra alma como a un fiel Creador. Con
nuestro Padre celestial, todas las cosas son posibles. No podía ser de otra manera,
puesto que él es el Creador que ha hecho todas las cosas y todos los seres. Aunque
no podemos ver a Dios, podemos conocerlo. Viviendo diariamente la voluntad del
Padre que está en los cielos, podemos revelarlo a nuestros semejantes.
Las riquezas divinas del carácter de Dios deben ser infinitamente profundas y
eternamente sabias. No podemos encontrar a Dios por medio del conocimiento,
pero podemos conocerlo en nuestro corazón por experiencia personal. Aunque su
justicia puede sobrepasar nuestra capacidad de averiguación, su misericordia puede recibirla el ser más humilde de la tierra. Aunque el Padre llena el universo, vive
también en nuestro corazón. La mente del hombre es humana, mortal, pero el
espíritu del hombre es divino, inmortal. Dios no es solamente todopoderoso sino
también infinitamente sabio. Si nuestros padres terrenales, que tienen tendencia al
mal, saben amar a sus hijos y concederles buenas cosas, cuánto más debe saber el
buen Padre celestial amar sabiamente a sus hijos terrenales y otorgarles las
bendiciones que les convienen.
El Padre celestial no permitirá que perezca un solo hijo de la tierra, si ese hijo
tiene el deseo de encontrarle y anhela verdaderamente parecerse a él. Nuestro
Padre ama incluso a los perversos y es siempre bondadoso con los ingratos. Si más
seres humanos pudieran tan sólo enterarse de la bondad de Dios, se sentirían
ciertamente motivados a arrepentirse de su mala conducta y a renunciar a todos
los pecados conocidos. Todas las cosas buenas provienen del Padre de la luz, en
quien no existe variabilidad ni sombra de cambio. El espíritu del Dios verdadero
está en el corazón del hombre. Dios tiene la intención de que todos los hombres
sean hermanos. Cuando los hombres empiezan a sentir el anhelo de Dios, esta es
la prueba de que Dios los ha encontrado y de que están a la búsqueda de
conocimientos acerca de él. Vivimos en Dios y Dios habita en nosotros.
Ya no me basta con creer que Dios es el Padre de mi pueblo (judio, cristiano o cualquier nacion); en adelante creeré que es también mi Padre. Siempre trataré de adorar a Dios con la ayuda del
Espíritu de la Verdad (el que nos dejo Jesus), que será mi auxiliador cuando haya llegado realmente a
conocer a Dios. Pero ante todo voy a practicar el culto de Dios aprendiendo a hacer
su voluntad en la tierra, es decir, que voy a hacer todo lo posible por tratar a cada
uno de mis compañeros mortales tal como yo pienso que a Dios le gustaría que lo
tratara. Cuando vivimos de esta manera en la carne, podemos pedir muchas cosas
a Dios, y él nos concederá el deseo de nuestro corazón para que estemos bien
preparados para servir a nuestros semejantes. Todo este servicio afectuoso con los
hijos de Dios aumenta nuestra capacidad para recibir y experimentar las alegrías
del cielo, los placeres superiores del ministerio del espíritu del cielo.
Todos los días daré gracias a Dios por sus dones inefables; lo alabaré por sus
obras maravillosas para los hijos de los hombres. Para mí, es el Todopoderoso, el
Creador, el Poder y la Misericordia, pero por encima de todo es mi Padre espiritual,
y como su hijo terrenal, alguna vez llegaré a verlo. Jesus con su vida nos ha dicho que
a medida que lo busque me volveré como él. Gracias a la fe en Dios, he alcanzado
la paz con él. Esta nueva religión nuestra está llena de alegría y produce una
felicidad duradera. Estoy seguro de que seré fiel hasta la muerte, y de que recibiré
sin duda la corona de la vida eterna.
Estoy aprendiendo a examinar todas las cosas y a adherirme a lo que es
bueno. Haré a mis semejantes todo lo que yo quisiera que hicieran por mí. Por
medio de esta nueva fe, sé que el hombre puede volverse el hijo de Dios, pero a veces
me aterra ponerme a pensar que todos los hombres son mis hermanos, aunque debe
ser verdad. No veo cómo podría regocijarme con la paternidad de Dios, si rehúso
aceptar la fraternidad de los hombres. El que invoque el nombre del Señor será
salvado. Si esto es verdad, entonces todos los hombres deben ser mis hermanos.
A partir de ahora haré mis buenas obras en secreto, y efectuaré mis oraciones
principalmente cuando me encuentre solo. No juzgaré, para evitar ser injusto con
mis semejantes. Voy a aprender a amar a mis enemigos; en verdad, aún no he dominado
esta técnica de ser semejante a Dios. Aunque veo a Dios en las otras religiones, en
‘nuestra religión’ lo encuentro más bello, más afectuoso, más misericordioso, más
personal y más positivo. Pero por encima de todo, este Ser grande y glorioso es mi Padre
espiritual, y yo soy su hijo. Únicamente por medio de mi deseo sincero de ser como él,
terminaré por encontrarlo y por servirle eternamente. Por fin tengo una religión con
un Dios, un Dios maravilloso, y es un Dios de salvación eterna.