SEMANA 1 — DÍA 2
Alimento matutino
Mt. 9:10 Y aconteció que estando Él reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos recaudadores de impuestos y pecadores, que habían venido, se reclinaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos.
Lc. 7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.
Mt. 24:45 ¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo?
Cuando Natanael reconoció a Cristo, el Salvador-Dios, como Hijo de Dios, Cristo le respondió diciendo que vería el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre Cristo, el Hijo del Hombre, así como Jacobo vio la escalera celestial en su sueño; con esto cuidó a Natanael con ternura a fin de alentarlo a seguirle a Él para que pudiera ser partícipe de Su nutrimento, el cual incluye todos los beneficios divinos revelados en todo el Evangelio de Juan(1:45-51).
Cuando Cristo, el Salvador-Dios, quiso salvar a una samaritana que había caído en inmoralidad, Él tuvo que viajar de Judea a Galilea pasando por Samaria, donde se desvió del camino principal de Samaria para pasar por Sicar; fue allí donde tuvo que esperar, junto al pozo de Jacob, cerca de Sicar, a que viniera el objeto de Su afecto, pues Él quería brindarle a ella tierno cuidado y lo hizo pidiéndole que le diera de beber; fue de este modo que Él logró sustentarla con el agua de vida, la cual es el propio Dios Triuno que fluye (4:1-14).
Cuando ninguno de los fariseos que acusaban a la mujer adúltera pudo condenarla, Cristo, como Salvador-Dios, en Su humanidad, le dijo: “Ni Yo te condeno”. Él hizo esto para cuidar de ella con ternura a fin de luego poder nutrirla, como el gran Yo Soy, con la propia libertad del pecado y capacitarla para que no pecara más (8:3-11, 24, 34-36). (Los grupos vitales, págs. 102-103)
Lectura para hoy
El ejemplo de Jesús como Hijo del Hombre que cuida a la gente con ternura necesita ser reproducido en nosotros para que también nosotros cuidemos a los demás con ternura en la humanidad de Cristo.
Cuidar a la gente con ternura es alegrarla, consolarla y serles gratos dándoles la impresión de que pueden acudir a uno para tratar toda clase de asunto y de que pueden acercarse a uno de diversas maneras; en este sentido, al tener contacto con las personas, debemos manifestarnos como personas auténticas; tal autenticidad puede ponerse de manifiesto en nosotros únicamente por medio de la cruz más la resurrección. Únicamente aquel al cual se ha aplicado la cruz y que se halla en resurrección podrá manifestarse en todas las cosas y asuntos como una persona auténtica.
Algunas personas son encantadoras, atractivas y placenteras por naturaleza y, para ellas, cuidar con ternura es algo innato; cuando tales personas entran en una habitación, de inmediato la atmósfera cambia, pues una persona encantadora es cálida por naturaleza, y no puede ser una persona fría e indiferente. Sin embargo, estas personas que por naturaleza son encantadoras y placenteras no son auténticas sino que, por lo general, son como actores que entran en escena cada vez que se relacionan con otros; por ello, si usted logra establecer una relación íntima con tales personas, descubrirá que no es tan encantadora como aparenta. Tales personas han nacido con una máscara; cuando la máscara es quitada, se muestran diferentes. Así pues, si prodigamos tierno cuidado a otros con base en lo que somos por naturaleza, tal cuidado no
será auténtico. A esto se debe que tengamos que cuidar con ternura a las personas en la humanidad de Jesús. El Señor atraía a las personas y les prodigaba tierno cuidado no de una manera natural, sino en Su vida de resurrección y en Su humanidad.
Al cuidar tiernamente de otros, no debemos hacerlo según nuestro hombre natural, sino según nuestra persona regenerada, la cual ha sido configurada a la muerte de Cristo. En nuestro ser existen dos personas. Efesios 4:22-24 revela que debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo al ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El espíritu mezclado tiene que invadir nuestra mente, apoderarse de ella, ocuparla y saturarla con la divinidad; entonces nuestra mente llegará a ser una mente renovada. Romanos 12:2 dice que hemos de ser transformados por la renovación de nuestra mente. Esa renovación equivale a despojarnos del viejo hombre y revestirnos del nuevo. Debemos ser un nuevo hombre viviendo no por nuestro hombre natural, sino por nuestro hombre regenerado con Dios mismo.
(Los grupos vitales, págs. 94, 99, 95, 99-100)
Lectura adicional: Los grupos vitales, mensaje 10
Witness Lee
Derechos reservados a: Living Stream Ministry
¡Jesús es el Señor!
Alimento matutino
Mt. 9:10 Y aconteció que estando Él reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos recaudadores de impuestos y pecadores, que habían venido, se reclinaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos.
Lc. 7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.
Mt. 24:45 ¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo?
Cuando Natanael reconoció a Cristo, el Salvador-Dios, como Hijo de Dios, Cristo le respondió diciendo que vería el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre Cristo, el Hijo del Hombre, así como Jacobo vio la escalera celestial en su sueño; con esto cuidó a Natanael con ternura a fin de alentarlo a seguirle a Él para que pudiera ser partícipe de Su nutrimento, el cual incluye todos los beneficios divinos revelados en todo el Evangelio de Juan(1:45-51).
Cuando Cristo, el Salvador-Dios, quiso salvar a una samaritana que había caído en inmoralidad, Él tuvo que viajar de Judea a Galilea pasando por Samaria, donde se desvió del camino principal de Samaria para pasar por Sicar; fue allí donde tuvo que esperar, junto al pozo de Jacob, cerca de Sicar, a que viniera el objeto de Su afecto, pues Él quería brindarle a ella tierno cuidado y lo hizo pidiéndole que le diera de beber; fue de este modo que Él logró sustentarla con el agua de vida, la cual es el propio Dios Triuno que fluye (4:1-14).
Cuando ninguno de los fariseos que acusaban a la mujer adúltera pudo condenarla, Cristo, como Salvador-Dios, en Su humanidad, le dijo: “Ni Yo te condeno”. Él hizo esto para cuidar de ella con ternura a fin de luego poder nutrirla, como el gran Yo Soy, con la propia libertad del pecado y capacitarla para que no pecara más (8:3-11, 24, 34-36). (Los grupos vitales, págs. 102-103)
Lectura para hoy
El ejemplo de Jesús como Hijo del Hombre que cuida a la gente con ternura necesita ser reproducido en nosotros para que también nosotros cuidemos a los demás con ternura en la humanidad de Cristo.
Cuidar a la gente con ternura es alegrarla, consolarla y serles gratos dándoles la impresión de que pueden acudir a uno para tratar toda clase de asunto y de que pueden acercarse a uno de diversas maneras; en este sentido, al tener contacto con las personas, debemos manifestarnos como personas auténticas; tal autenticidad puede ponerse de manifiesto en nosotros únicamente por medio de la cruz más la resurrección. Únicamente aquel al cual se ha aplicado la cruz y que se halla en resurrección podrá manifestarse en todas las cosas y asuntos como una persona auténtica.
Algunas personas son encantadoras, atractivas y placenteras por naturaleza y, para ellas, cuidar con ternura es algo innato; cuando tales personas entran en una habitación, de inmediato la atmósfera cambia, pues una persona encantadora es cálida por naturaleza, y no puede ser una persona fría e indiferente. Sin embargo, estas personas que por naturaleza son encantadoras y placenteras no son auténticas sino que, por lo general, son como actores que entran en escena cada vez que se relacionan con otros; por ello, si usted logra establecer una relación íntima con tales personas, descubrirá que no es tan encantadora como aparenta. Tales personas han nacido con una máscara; cuando la máscara es quitada, se muestran diferentes. Así pues, si prodigamos tierno cuidado a otros con base en lo que somos por naturaleza, tal cuidado no
será auténtico. A esto se debe que tengamos que cuidar con ternura a las personas en la humanidad de Jesús. El Señor atraía a las personas y les prodigaba tierno cuidado no de una manera natural, sino en Su vida de resurrección y en Su humanidad.
Al cuidar tiernamente de otros, no debemos hacerlo según nuestro hombre natural, sino según nuestra persona regenerada, la cual ha sido configurada a la muerte de Cristo. En nuestro ser existen dos personas. Efesios 4:22-24 revela que debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo al ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El espíritu mezclado tiene que invadir nuestra mente, apoderarse de ella, ocuparla y saturarla con la divinidad; entonces nuestra mente llegará a ser una mente renovada. Romanos 12:2 dice que hemos de ser transformados por la renovación de nuestra mente. Esa renovación equivale a despojarnos del viejo hombre y revestirnos del nuevo. Debemos ser un nuevo hombre viviendo no por nuestro hombre natural, sino por nuestro hombre regenerado con Dios mismo.
(Los grupos vitales, págs. 94, 99, 95, 99-100)
Lectura adicional: Los grupos vitales, mensaje 10
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¡Jesús es el Señor!