Alimento matutino (viernes)

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5 Septiembre 2001
3.029
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SEMANA 5 — DÍA 5
Alimento matutino
2 Ti. 1:6-7 Por esta causa te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura.
Cuando nace un bebé, lo primero que ejercita es su cuerpo. Después de cierto período de tiempo, el niño aprende a ejercitar su mente y a hablar, hasta que, finalmente, es capaz de discutir. Esto corresponde al ejercicio del alma. El deporte ayuda a la gente a ejercitar su cuerpo…Actualmente, en todas las escuelas se da importancia al ejercicio del cuerpo y al ejercicio del alma…Pero no se enseña nada en cuanto al ejercicio del espíritu. Ni siquiera en la religión judía, ni en el cristianismo en sumador, parte, se habla del ejercicio del espíritu.En ninguna escuela ni en ninguna religión se aborda este asunto. Pero, en la Biblia, se recalca mucho el desarrollo del espíritu.
[Según 2 Timoteo 1:7,] nuestro espíritu está relacionado con los tres órganos de nuestra alma. En nuestra alma tenemos la voluntad, la parte emotiva y la mente. El espíritu de poder está relacionado con la voluntad, el espíritu de amor tiene que ver con la parte emotiva, y el espíritu de cordura ciertamente está relacionado con la mente. Todos los problemas familiares, sociales y nacionales se deben al hecho de que la gente usa su mente, su parte emotiva y su voluntad, pero no su espíritu. Piensan con su mente, pero independientemente de su espíritu. Aman y odian con su parte emotiva, pero sin tocar su espíritu. Así mismo toman decisiones, pero sin ejercitar su espíritu. Es como si no tuviesen espíritu…En realidad sí tienen espíritu, pero éste se encuentra en un estado de muerte, aletargamiento y sin ningún uso. Así que las personas solamente ejercitan su voluntad férrea, su parte emotiva insumisa y su mente reprobada, la cual es desequilibrada y está llena de prejuicios. Tales personas son capaces de hacer muchas cosas perversas que afectan a su propia persona, así como a su familia, a la sociedad y a la nación, debido a que no usan su espíritu humano. (La manera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo, págs. 180-181)
Lectura para hoy
La Biblia nos dice que lo primero que Dios hace al llevar acabo Su salvación, lo más crucial que Él hace, es tocar nuestro espíritu. En esto consiste ser regenerados en nuestro espíritu con el Espíritu (Jn. 3:5-6), de modo que nuestro espíritu, que estaba en una condición de muerte y aletargamiento, pueda ser vivificado por el Espíritu (Ef. 2:5). La primera palabra del evangelio que se predica en el Nuevo Testamento es arrepentíos (Mt. 3:2; 4:17). El arrepentimiento está relacionado con la conciencia. Si nuestra conciencia nunca fuera tocada e iluminada, nunca podríamos arrepentimos. El arrepentimiento sucede cuando nuestra conciencia es tocada e iluminada. Cuando nuestra conciencia es iluminada por medio de la predicación del evangelio, el resultado de ello es el arrepentimiento. Cuanto más nos arrepentimos confesando nuestros pecados delante de Dios, más iluminada es nuestra conciencia. La conciencia es la parte principal de nuestro espíritu (Ro.9:1; cfr.Ro. 8:16).En nuestra experiencia, la conciencia prácticamente equivale al espíritu.
Antes de ser salvos, a menudo cometíamos pecados. De niño, cuando iba a hacer algo malo, algo en mi conciencia me condenaba y me decía claramente que no debía hacer eso. Y aunque no había nadie que pudiera verme, había en mí un profundo temor. Ésta era la función de la conciencia que Dios creó en mi espíritu. Romanos 2:15 dice de las naciones: “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia junto con ella, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. Incluso cuando no éramos salvos y nuestro espíritu estaba inactivo y en una condición de muerte, la conciencia nos decía lo que era bueno o malo, y nos justificaba o condenaba. Cuando escuchamos el evangelio y nos arrepentimos, la parte de nuestro ser que usamos primero fue nuestra conciencia. Nuestra conciencia, esto es, nuestro espíritu, se abrió al Espíritu que regenera. Cuando confesamos e invocamos el nombre del Señor, el Espíritu,
quien es la consumación máxima del Dios Triuno, entró en nuestro espíritu para vivificarlo y para morar en él, para unirse y mezclarse con nuestro espíritu a fin de formar una entidad que es producto de una mezcla, una entidad compuesta por el Dios divino y el hombre humano. (La manera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo, págs. 181-182)
Lectura adicional: Lamanera bíblica de reunirse y de servir para la edificación del Cuerpo de Cristo, cap. 15; El Espíritu con nuestro espíritu, cap. 8; The Divine Spirit with the Human Spirit in the Epistles, caps. 3, 10; La manera viva y práctica de disfrutar a Cristo, cap. 8
Witness Lee
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