Alimento matutino
Ro. 11:24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el olivo cultivado ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
Gá. 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí.
Jn. 15:1 Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador.
4-5 Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer.
Después de que hayamos sido injertados juntamente con Cristo, ya no debemos llevar una vida por nosotros mismos; más bien, tenemos que dejar que el Cristo pneumático viva en nosotros. Además, no debemos llevar una vida en la carne ni en nuestro ser natural, sino que debemos vivir por nuestro espíritu mezclado, o sea, el espíritu injertado con Cristo. Por tanto, primero somos unidos con Él; ésta es una unión. Luego somos mezclados con Él; ésta es la mezcla. Finalmente, somos incorporados a Él para formar una incorporación. Esta incorporación es la Nueva Jerusalén, la gran incorporación universal formada por la mezcla de Dios y el hombre, que tiene como fin que reinemos en la eternidad. (La experiencia de la salvación orgánica de Dios equivale a reinar en la vida de Cristo, págs. 52-53)
DÍA 2 Lectura para hoy
Para poder crecer en vida, necesitamos ver que la vida cristiana es una vida injertada (Ro. 11:24; 6:5; Gá. 2:20).No se puede hacer un injerto entre dos árboles de géneros diferentes. No pueden crecer juntamente porque no son del mismo género. Debido a que el hombre fue creado según el género divino, se puede obtener un injerto entre el hombre y Dios. Si no entendemos claramente el principio de injertar, no podremos comprender adecuadamente lo que atañe a la vida divina, y en lo que a dicha vida se refiere, cometeremos errores. Muchos cristianos enfatizan ciertos versículos relacionados con la vida cristiana, como por ejemplo, Romanos 6:5 y Gálatas 2:20. Ellos consideran que estos versículos se refieren a una vida intercambiada. Sin embargo, la vida injertada no consiste en el intercambio de una vida por otra. La vida cristiana es el resultado de la mezcla de dos vidas, es una vida que posee dos naturalezas. Ambas vidas siguen existiendo en el injerto.
Jesús era el producto de un injerto, esto es, una persona que poseía dos naturalezas. Por un lado, cuando vivió en la tierra, era el verdadero Dios. Por otro, era un hombre que expresaba a Dios, Él era Dios expresado a través del hombre. Nosotros también somos personas que poseen dos naturalezas, la humana y la divina. Cuando recibimos la vida divina, nuestra vida humana no se termina. Nuestra vida humana todavía existe.
Tenemos que aprender a ver la vida injertada y a proceder en conformidad con ella, poniéndola en práctica. No debemos unirnos a Cristo en el sentido de formar un equipo con Él, sino que debemos unirnos a Él en una relación de coinherencia, esto es, Él vive en nosotros y nosotros en Él.
La vida cristiana es una vida injertada, esto es, la mezcla de dos vidas que son muy cercanas en género. Para ver esto y practicarlo se requiere que estemos en nuestro espíritu. Necesitamos andar en vida conforme al espíritu y no hacer nada sin Cristo. Debemos hacerlo todo con Cristo y por medio de Cristo. Si no tenemos la certeza de que estamos haciendo algo con Cristo y por medio de Cristo, debemos detenernos. Debemos practicar este principio durante toda nuestra vida cristiana. (La experiencia y el crecimiento en vida, págs. 30-31, 32-33)
Lectura adicional: La experiencia y el crecimiento en vida, mensajes 2, 4, 25, 31; El árbol de la vida, cap. 7
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¡Jesús es el Señor!
Ro. 11:24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el olivo cultivado ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
Gá. 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí.
Jn. 15:1 Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador.
4-5 Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer.
Después de que hayamos sido injertados juntamente con Cristo, ya no debemos llevar una vida por nosotros mismos; más bien, tenemos que dejar que el Cristo pneumático viva en nosotros. Además, no debemos llevar una vida en la carne ni en nuestro ser natural, sino que debemos vivir por nuestro espíritu mezclado, o sea, el espíritu injertado con Cristo. Por tanto, primero somos unidos con Él; ésta es una unión. Luego somos mezclados con Él; ésta es la mezcla. Finalmente, somos incorporados a Él para formar una incorporación. Esta incorporación es la Nueva Jerusalén, la gran incorporación universal formada por la mezcla de Dios y el hombre, que tiene como fin que reinemos en la eternidad. (La experiencia de la salvación orgánica de Dios equivale a reinar en la vida de Cristo, págs. 52-53)
DÍA 2 Lectura para hoy
Para poder crecer en vida, necesitamos ver que la vida cristiana es una vida injertada (Ro. 11:24; 6:5; Gá. 2:20).No se puede hacer un injerto entre dos árboles de géneros diferentes. No pueden crecer juntamente porque no son del mismo género. Debido a que el hombre fue creado según el género divino, se puede obtener un injerto entre el hombre y Dios. Si no entendemos claramente el principio de injertar, no podremos comprender adecuadamente lo que atañe a la vida divina, y en lo que a dicha vida se refiere, cometeremos errores. Muchos cristianos enfatizan ciertos versículos relacionados con la vida cristiana, como por ejemplo, Romanos 6:5 y Gálatas 2:20. Ellos consideran que estos versículos se refieren a una vida intercambiada. Sin embargo, la vida injertada no consiste en el intercambio de una vida por otra. La vida cristiana es el resultado de la mezcla de dos vidas, es una vida que posee dos naturalezas. Ambas vidas siguen existiendo en el injerto.
Jesús era el producto de un injerto, esto es, una persona que poseía dos naturalezas. Por un lado, cuando vivió en la tierra, era el verdadero Dios. Por otro, era un hombre que expresaba a Dios, Él era Dios expresado a través del hombre. Nosotros también somos personas que poseen dos naturalezas, la humana y la divina. Cuando recibimos la vida divina, nuestra vida humana no se termina. Nuestra vida humana todavía existe.
Tenemos que aprender a ver la vida injertada y a proceder en conformidad con ella, poniéndola en práctica. No debemos unirnos a Cristo en el sentido de formar un equipo con Él, sino que debemos unirnos a Él en una relación de coinherencia, esto es, Él vive en nosotros y nosotros en Él.
La vida cristiana es una vida injertada, esto es, la mezcla de dos vidas que son muy cercanas en género. Para ver esto y practicarlo se requiere que estemos en nuestro espíritu. Necesitamos andar en vida conforme al espíritu y no hacer nada sin Cristo. Debemos hacerlo todo con Cristo y por medio de Cristo. Si no tenemos la certeza de que estamos haciendo algo con Cristo y por medio de Cristo, debemos detenernos. Debemos practicar este principio durante toda nuestra vida cristiana. (La experiencia y el crecimiento en vida, págs. 30-31, 32-33)
Lectura adicional: La experiencia y el crecimiento en vida, mensajes 2, 4, 25, 31; El árbol de la vida, cap. 7
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¡Jesús es el Señor!