ALIMENTO DIARIO Y MATUTINO (Viernes)
Hechos de los apóstoles
Semana 18 --- Pablo escribe la Epístola a los Romanos
Viernes --- Leer con oración: Ro 12:1-2; Mt 1:23
“Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Co 8:5)
CONSAGRACIÓN Y RECONCILIACIÓN
Como ya dijimos, en Romanos 12:1 tenemos cuatro puntos de la salvación orgánica de Dios: la consagración, la reconciliación, la justificación y la santificación. Anteriormente hablamos sobre la ofrenda de riquezas materiales. Cuando la iglesia en Jerusalén fue levantada, todos los santos estaban muy compungidos al punto de vender sus bienes y colocar todo a los pies de los apóstoles. Esta fue una reacción espontánea de los que fueron salvos, pero no era una enseñanza. Hoy, en la vida de la iglesia, debemos tener una actitud para con las ofrendas de riquezas materiales: primero consagrar nuestro ser al Señor. No basta con separar un poco de dinero y colocarlo en la caja de las ofrendas. Antes bien, debemos ofrecer nuestro cuerpo, ofrecer todo nuestro ser. Cuando ofrecemos todo nuestro ser, todo lo que tenemos y todo lo que somos es juntamente consagrado, no más nos pertenece.
Dios no quiere sencillamente nuestras riquezas, Él quiere nuestra persona. Una vez que nos consagramos y nos ofrendamos a Dios, Él nos dice: “Dejaré que cuides de todo esto para Mí”. Por tanto, todo lo que está en nuestras manos, lo que somos, lo que sabemos y lo que podemos hacer, ya no nos pertenece: Dios lo entregó a nosotros para que lo cuidemos para Él. Esta debe ser nuestra actitud para con las ofrendas de riquezas materiales. Nuestra función hoy es administrar todo para Dios y si Él nos habla: “ofrenda ahora”, nosotros ofrendamos; si Él no nos dice eso, no lo hacemos. Esta es la verdadera ofrenda.
¿Qué es un sacrificio vivo? En el pasado cuando se ofrecía un animal, éste era muerto, la sangre era derramada y el cuerpo era totalmente quemado hasta quedar en cenizas. El aroma del animal quemado subia como humo, en aroma agradable al Señor. Eso tenía como objetivo la reconciliación con Dios. Así como el animal era ofrecido en lugar del pecador, Cristo también fue ofrecido a Dios en la cruz por nosotros. Allí Él fue “quemado” en el altar y eso fue como un aroma agradable al Señor. Él fue aceptado por Dios; eso quiere decir que también nosotros fuimos aceptados por Dios. Él es nuestra ofrenda.
El segundo punto de la salvación orgánica que encontramos en Romanos 12:1 es la reconciliación. Ser reconciliados con Dios es ser aceptados nuevamente por Él, es decir, hacer las paces con Él, serle agradable, ser aceptable. ¡Si Adán no hubiese pecado, que linda figura sería: el hombre y Dios siempre juntos! Ahora, por la sangre de Cristo, somos nuevamente aceptados por Dios, reconciliados con Él, recobrando así la condición inicial que había en el Edén.
El hombre necesita de la presencia de Dios, y Dios igualmente necesita de la presencia del hombre. Por eso, Él se hizo un hombre, nació de María, y fue llamado Emanuel, que quiere decir Dios con nosotros (Mt 1:23). Dios anhela nuestra presencia. Cuando lo desobedecemos, debemos inmediatamente arrepentirnos y volver a Su presencia, a fin de ser reconciliados con Él. La reconciliación debe ser continua, puesto que aún vivimos en la carne, en el mundo y en el alma natural, y muchas veces no lo agradamos. Debemos reconciliarnos con Él, teniendo una continua consagración.
Punto Clave: El Señor quiere nuestra persona
Pregunta: A la luz de este día, considere el “ofrendar” en 2 Corintios 8:5.
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús el Señor!
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SEMANA 4 — DÍA 5
Alimento matutino
2 Co. 10:3-4 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas.
Ro. 8:13 Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis.
Al examinar la historia de Israel relatada en los capítulos 3 y 4 de Josué, tenemos que darnos cuenta de que lo mismo nos ha sucedido a nosotros. Nosotros morimos con Cristo, fuimos sepultados con Él y fuimos resucitados juntamente con Él a fin de llegar a ser una nueva entidad. En Efesios 2 se nos dice que los creyentes, quienes estaban muertos en pecado, fueron vivificados, resucitados y ahora están sentados juntamente con Cristo (vs. 5-6), todo ello con el fin de ser un nuevo hombre (v. 15). Este nuevo hombre es la obra maestra de Dios (v. 10). (Life-study of Joshua, pág. 23)
Lectura para hoy
El quinto capítulo de Josué aborda cuatro asuntos que tienen un significado intrínseco. El primer asunto es la circuncisión. La circuncisión da continuación al hecho de ser sepultados en la muerte de Cristo. Al cruzar el río Jordán, el viejo hombre de Israel fue sepultado y ellos emergieron de las aguas del Jordán para llegar a ser el nuevo hombre. Ésta fue una obra objetiva realizada por Dios. No obstante, todavía era necesario que Israel aplicase tal obra a su carne. Por tanto, ellos prepararon cuchillos afilados para cercenar sus prepucios. Al hacer esto, ellos aplicaban a su carne aquello que Dios había hecho al hacerlos cruzar el río Jordán. Al cortar su propia carne a fin de quitar de encima de ellos el oprobio de Egipto, ellos fueron sepultados y resucitados en realidad y en la práctica.
En el Nuevo Testamento, la circuncisión representa la constante aplicación de la muerte del Señor a nuestra carne. Romanos 6:3-4 dice que fuimos bautizados en la muerte de Cristo y que fuimos sepultados juntamente con Él, pero Romanos 8:13 y Gálatas 5:24 nos dicen que, por el Espíritu, debemos aplicar la circuncisión de la cruz a nuestra carne. De hecho, nuestra carne ya fue crucificada, pero en términos prácticos, tenemos que crucificar nuestra carne todos los días. En ello consiste el aspecto práctico y la realidad de permanecer en la muerte y sepultura de Cristo, y éste es el significado de la circuncisión.
El segundo asunto mencionado en Josué 5 que tiene un significado intrínseco, es la Pascua. La fiesta de la Pascua se celebraba para recordar la redención de Israel del juicio de muerte sobre los hijos primogénitos y para conmemorar su salvación de Egipto y de la tiranía de Faraón. Esto tipifica la mesa del Señor. En la mesa del Señor recordamos al Señor como nuestro Redentor y Salvador. Hoy en día, la porción que nos corresponde no es la muerte, sino el hecho de ser partícipes de Cristo y de disfrutarle en Su mesa.
El tercer asunto que reviste un significado intrínseco es el hecho de comer del fruto de la buena tierra. Por cuarenta años los hijos de Israel comieron del maná, sin que se requiriese de ninguna labor de parte de ellos. Pero cuando el maná cesó, sus alimentos sólo podían ser producidos por medio de su cooperación con Dios. El fruto de la tierra de Canaán era el resultado de su labor de cultivar la tierra, lo cual quiere decir que era el resultado de la labor del hombre en cooperación con Dios. Esto concuerda con Génesis 2:5, donde se nos dice que Dios envía la lluvia y el hombre labra la tierra. Esto hace referencia a la cooperación que debe existir entre el hombre y Dios.
El cuarto asunto que reviste un significado intrínseco tiene que ver con el Capitán del ejército de Jehová. Los hijos de Israel estaban listos. Ellos habían sido circuncidados, habían disfrutado de la Pascua, y habían disfrutado del fruto de la buena tierra. Sin embargo, ellos todavía necesitaban de un Capitán. Fue entonces que Josué recibió una visión, en la que Cristo le fue revelado como el Capitán del ejército de Jehová. Si bien Josué era el capitán que todos podían ver, Cristo era el Capitán invisible. Antes que los hijos de Israel atacasen a los cananeos, ellos fueron plenamente preparados y capacitados con Cristo, la corporificación de Dios, como su Capitán. Cuando ellos atacaron a Jericó, lo hicieron comandados por este Capitán que era tipificado por el Arca. El Arca —un tipo de Cristo, quien era su comandante en jefe— fue la que tomó la iniciativa de atacar a los enemigos de Israel.
Si hemos de prepararnos para conquistar la buena tierra, tenemos que profundizar en estos cuatro asuntos. Tenemos que tomar medidas con respecto a nuestra carne, disfrutar de la mesa del Señor, disfrutar al Cristo todo-inclusivo como el fruto de la buena tierra y, por último, recibir una visión de Cristo quien, como corporificación de Dios, es nuestro Capitán. (Life-study of Joshua, págs. 25-27)
Lectura adicional: Life-study of Joshua, mensajes 4-5
Witness Lee
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¡Jesús es el Señor!
Hechos de los apóstoles
Semana 18 --- Pablo escribe la Epístola a los Romanos
Viernes --- Leer con oración: Ro 12:1-2; Mt 1:23
“Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Co 8:5)
CONSAGRACIÓN Y RECONCILIACIÓN
Como ya dijimos, en Romanos 12:1 tenemos cuatro puntos de la salvación orgánica de Dios: la consagración, la reconciliación, la justificación y la santificación. Anteriormente hablamos sobre la ofrenda de riquezas materiales. Cuando la iglesia en Jerusalén fue levantada, todos los santos estaban muy compungidos al punto de vender sus bienes y colocar todo a los pies de los apóstoles. Esta fue una reacción espontánea de los que fueron salvos, pero no era una enseñanza. Hoy, en la vida de la iglesia, debemos tener una actitud para con las ofrendas de riquezas materiales: primero consagrar nuestro ser al Señor. No basta con separar un poco de dinero y colocarlo en la caja de las ofrendas. Antes bien, debemos ofrecer nuestro cuerpo, ofrecer todo nuestro ser. Cuando ofrecemos todo nuestro ser, todo lo que tenemos y todo lo que somos es juntamente consagrado, no más nos pertenece.
Dios no quiere sencillamente nuestras riquezas, Él quiere nuestra persona. Una vez que nos consagramos y nos ofrendamos a Dios, Él nos dice: “Dejaré que cuides de todo esto para Mí”. Por tanto, todo lo que está en nuestras manos, lo que somos, lo que sabemos y lo que podemos hacer, ya no nos pertenece: Dios lo entregó a nosotros para que lo cuidemos para Él. Esta debe ser nuestra actitud para con las ofrendas de riquezas materiales. Nuestra función hoy es administrar todo para Dios y si Él nos habla: “ofrenda ahora”, nosotros ofrendamos; si Él no nos dice eso, no lo hacemos. Esta es la verdadera ofrenda.
¿Qué es un sacrificio vivo? En el pasado cuando se ofrecía un animal, éste era muerto, la sangre era derramada y el cuerpo era totalmente quemado hasta quedar en cenizas. El aroma del animal quemado subia como humo, en aroma agradable al Señor. Eso tenía como objetivo la reconciliación con Dios. Así como el animal era ofrecido en lugar del pecador, Cristo también fue ofrecido a Dios en la cruz por nosotros. Allí Él fue “quemado” en el altar y eso fue como un aroma agradable al Señor. Él fue aceptado por Dios; eso quiere decir que también nosotros fuimos aceptados por Dios. Él es nuestra ofrenda.
El segundo punto de la salvación orgánica que encontramos en Romanos 12:1 es la reconciliación. Ser reconciliados con Dios es ser aceptados nuevamente por Él, es decir, hacer las paces con Él, serle agradable, ser aceptable. ¡Si Adán no hubiese pecado, que linda figura sería: el hombre y Dios siempre juntos! Ahora, por la sangre de Cristo, somos nuevamente aceptados por Dios, reconciliados con Él, recobrando así la condición inicial que había en el Edén.
El hombre necesita de la presencia de Dios, y Dios igualmente necesita de la presencia del hombre. Por eso, Él se hizo un hombre, nació de María, y fue llamado Emanuel, que quiere decir Dios con nosotros (Mt 1:23). Dios anhela nuestra presencia. Cuando lo desobedecemos, debemos inmediatamente arrepentirnos y volver a Su presencia, a fin de ser reconciliados con Él. La reconciliación debe ser continua, puesto que aún vivimos en la carne, en el mundo y en el alma natural, y muchas veces no lo agradamos. Debemos reconciliarnos con Él, teniendo una continua consagración.
Punto Clave: El Señor quiere nuestra persona
Pregunta: A la luz de este día, considere el “ofrendar” en 2 Corintios 8:5.
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SEMANA 4 — DÍA 5
Alimento matutino
2 Co. 10:3-4 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas.
Ro. 8:13 Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis.
Al examinar la historia de Israel relatada en los capítulos 3 y 4 de Josué, tenemos que darnos cuenta de que lo mismo nos ha sucedido a nosotros. Nosotros morimos con Cristo, fuimos sepultados con Él y fuimos resucitados juntamente con Él a fin de llegar a ser una nueva entidad. En Efesios 2 se nos dice que los creyentes, quienes estaban muertos en pecado, fueron vivificados, resucitados y ahora están sentados juntamente con Cristo (vs. 5-6), todo ello con el fin de ser un nuevo hombre (v. 15). Este nuevo hombre es la obra maestra de Dios (v. 10). (Life-study of Joshua, pág. 23)
Lectura para hoy
El quinto capítulo de Josué aborda cuatro asuntos que tienen un significado intrínseco. El primer asunto es la circuncisión. La circuncisión da continuación al hecho de ser sepultados en la muerte de Cristo. Al cruzar el río Jordán, el viejo hombre de Israel fue sepultado y ellos emergieron de las aguas del Jordán para llegar a ser el nuevo hombre. Ésta fue una obra objetiva realizada por Dios. No obstante, todavía era necesario que Israel aplicase tal obra a su carne. Por tanto, ellos prepararon cuchillos afilados para cercenar sus prepucios. Al hacer esto, ellos aplicaban a su carne aquello que Dios había hecho al hacerlos cruzar el río Jordán. Al cortar su propia carne a fin de quitar de encima de ellos el oprobio de Egipto, ellos fueron sepultados y resucitados en realidad y en la práctica.
En el Nuevo Testamento, la circuncisión representa la constante aplicación de la muerte del Señor a nuestra carne. Romanos 6:3-4 dice que fuimos bautizados en la muerte de Cristo y que fuimos sepultados juntamente con Él, pero Romanos 8:13 y Gálatas 5:24 nos dicen que, por el Espíritu, debemos aplicar la circuncisión de la cruz a nuestra carne. De hecho, nuestra carne ya fue crucificada, pero en términos prácticos, tenemos que crucificar nuestra carne todos los días. En ello consiste el aspecto práctico y la realidad de permanecer en la muerte y sepultura de Cristo, y éste es el significado de la circuncisión.
El segundo asunto mencionado en Josué 5 que tiene un significado intrínseco, es la Pascua. La fiesta de la Pascua se celebraba para recordar la redención de Israel del juicio de muerte sobre los hijos primogénitos y para conmemorar su salvación de Egipto y de la tiranía de Faraón. Esto tipifica la mesa del Señor. En la mesa del Señor recordamos al Señor como nuestro Redentor y Salvador. Hoy en día, la porción que nos corresponde no es la muerte, sino el hecho de ser partícipes de Cristo y de disfrutarle en Su mesa.
El tercer asunto que reviste un significado intrínseco es el hecho de comer del fruto de la buena tierra. Por cuarenta años los hijos de Israel comieron del maná, sin que se requiriese de ninguna labor de parte de ellos. Pero cuando el maná cesó, sus alimentos sólo podían ser producidos por medio de su cooperación con Dios. El fruto de la tierra de Canaán era el resultado de su labor de cultivar la tierra, lo cual quiere decir que era el resultado de la labor del hombre en cooperación con Dios. Esto concuerda con Génesis 2:5, donde se nos dice que Dios envía la lluvia y el hombre labra la tierra. Esto hace referencia a la cooperación que debe existir entre el hombre y Dios.
El cuarto asunto que reviste un significado intrínseco tiene que ver con el Capitán del ejército de Jehová. Los hijos de Israel estaban listos. Ellos habían sido circuncidados, habían disfrutado de la Pascua, y habían disfrutado del fruto de la buena tierra. Sin embargo, ellos todavía necesitaban de un Capitán. Fue entonces que Josué recibió una visión, en la que Cristo le fue revelado como el Capitán del ejército de Jehová. Si bien Josué era el capitán que todos podían ver, Cristo era el Capitán invisible. Antes que los hijos de Israel atacasen a los cananeos, ellos fueron plenamente preparados y capacitados con Cristo, la corporificación de Dios, como su Capitán. Cuando ellos atacaron a Jericó, lo hicieron comandados por este Capitán que era tipificado por el Arca. El Arca —un tipo de Cristo, quien era su comandante en jefe— fue la que tomó la iniciativa de atacar a los enemigos de Israel.
Si hemos de prepararnos para conquistar la buena tierra, tenemos que profundizar en estos cuatro asuntos. Tenemos que tomar medidas con respecto a nuestra carne, disfrutar de la mesa del Señor, disfrutar al Cristo todo-inclusivo como el fruto de la buena tierra y, por último, recibir una visión de Cristo quien, como corporificación de Dios, es nuestro Capitán. (Life-study of Joshua, págs. 25-27)
Lectura adicional: Life-study of Joshua, mensajes 4-5
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