16-5-01el antiguo judaísmo. El sentido dado a este rito varía según los casos. En caso de impureza, la - Ley de Moisés - impone abluciones rituales que permiten el paso del mundo profano a la esfera de lo sagrado, haciendo a la persona apta para el culto.
En Números 19, 1-22, se detalla una teoría y una práctica legal, que desde el punto de vista teológico, justifica la purificación por el agua, frente a lo inmundo, aquello que se viene a llamar la ablución ritual.
El profeta Ezequiel reitera la validez de ese ritual y afirma que “ esparcire sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré (Ezequiel 36, 25-28).
Según recuerda la historia del pueblo judío bajo influencia iraniana y helenística, los ritos de ablución se multiplicaron y la palabra “bautismo” era utilizada de forma farisaica en el contexto que rodeaba a los escribas, pero no entre los miembros de la secta esenia (Qunrám), aunque sus ritos de ablución eran frecuentes, éstos se realizaban con otras matizaciones que aquellas de los fariseos, dándole el rigor que obligaba la creencia.
Cuando Juan comenzó a bautizar le dio al ritual un significado más preciso. Él proclamaba el bautismo para el perdón de los pecados mediante la inmersión, pero posteriormente explicó el cambio sustancial de doctrinal y práctica que estaba previsto, donde el ritual, como tal, desaparece, pero no su significado, trascendencia y fundamento espiritual. Los seres humanos necesitamos de la autocrítica, eso es lo importante y ese es el fondo del bautismo, veamos más adelante ahora.
Juan:
He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es
aquél de quien yo dije: Después de mi viene un varón, el cual es antes
de mí; porque era primero que yo. Yo no lo conocía; más para que
fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando con agua (Juan 1, 29-31.
Y después finaliza diciendo “sobre quien veas descender el Espíritu y que
permanece sobre él, ese es el que bautizará con el Espíritu Santo (Juan 1, 33)
El reconocimiento de haber cometido un error en la sociedad contra los seres humanos, contra nuestros hermanos, de haber mentido, robado, fornicado, emborrachado, drogado, incumplir la justicia, así como otros actos improbados por Dios nuestro Señor, significa un acto que nos engrandece y nos consiente acercarnos cada vez más a su doctrina y nos hace dignos de El. Los seres humanos podemos perdonarnos nuestras afrentas pero solo Dios puede educarnos para el reconocimiento del origen de nuestro error. Solo nuestra relación deseada ante El puede hacer que nos sintamos dignos de su misericordia y, por tanto, liberados del peso que ejerce nuestras inclinaciones mentales. Pero debe haber, pues, un acto de reconocimiento de ese error y un propósito de obediencia y sujeción a las reglas que El nos ha dado. Ese es el significado del “bautismo”, primero como sucedía con el ritual del agua y después con el recuerdo imperecedero y digno de nuestro Señor Jesucristo, donándonos su Espíritu, el Espíritu Santo que se posa sobre nosotros cuando nos acercamos ante El y en un acto de humildad reconocemos que debemos abandonar nuestras miserias y errores para crecer en su doctrina y sustituir lo que nos dio la Tierra por lo que nos da el Cielo. Para esta misión debemos aprender aún muchas cosas más de las que sabemos.
Dice Pedro :
“Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados y recibiréis el Espíritu Santo. (Hech . 2, 38).
Vemos aquí que después de arrepentirse (los judíos habían participado en la muerte de nuestro Señor y estaban compungidos), se bautizaban y recibían el Espíritu Santo, pero si somos consecuentes con Juan, debemos convenir que el bautismo se llevaba a cabo después del arrepentimiento, pero no se hacía con agua sino mediante el reconocimiento público de su error, esto es, ya no cae agua encima sino la Gracia de nuestro Señor, cuando el ser humano realiza el acto de autocrítica, porque aquí el bautismo se le hace cada uno cuando se arrepiente. No existe rito sino pensamiento, autocrítica y deseo de servir al Señor y seguirle con las oraciones, compartiendo nuestra vida con los demás, ayudando a los que sufren, a los hambrientos, a los débiles y enfermos.
Juan añade después:
Generación de víboras ¿quién os enseñó a huir de la ira verdadera?, Haced
pues, frutos dignos de arrepentimiento. (Mt 3, 7-8) y más adelante dice:
Yo a la Verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene
tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo,
él os bautizará en Espíritu Santo y fuego...... (Mt. 2, 11) Emplea la expresión
de fuego, refiriéndose a que Jesús “quemará” nuestros errores y faltas.
Pablo avanza más en la cuestión cuando dice:
Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo, tendamos
a lo más perfecto, no echando de nuevo los fundamentos de la penitencia, de
obras muertas y de la fe en Dios, la doctrina sobre los bautismos, la imposición
de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.
(Biblia Nacar-Colunga, edición 1985, directa de las lenguas hebreas y griegas).
Este párrafo de la carta de Pablo a los Hebreos, es muy importante, aunque no dudo de lo difícil que es comprenderlo. De todas maneras intentaré desarrollarlo desde mi pequeño punto de vista:
Pablo no deseaba que se deteriorase para nada las enseñanzas de Cristo cuando dice “dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo” sino que quiere que profundicemos más acerca de lo que significan y no las recordemos solo de memoria, así como que no hagamos aquellas prácticas bautismales que se empleaba entonces en algunas familias, como pudimos comprobar por otras lecturas, sino más bien lo que viene a decir es que debemos tener presente a Cristo, a su mensaje y a su forma de proceder para que entre en nuestra mente la fuerza de su doctrina y nos evite caer en la tentación del mal que antes apuntábamos, pues cuando está presente su comportamiento y su mensaje en nuestra alma, su modo de proceder para vencer al mal, su tolerancia, su pobreza y limitación de medios económicos, su humildad y su aguante hasta la muerte, difundiéndolo entre nosotros, formando cada vez mejor nuestra disposición para cambiar aquellos comportamientos malsanos que tenemos, a pesar de que leamos la Biblia, de que nos “bauticemos” entre nosotros, de que nos digamos cosas muy lindas pero pocos edificadoras para nuestro espíritu, porque no nos permiten conocernos bien, es entonces que se produce un cambio en nuestra mente por medio de la imitación de Cristo y no como consecuencia de que me han vertido agua encima de mi cabeza.
Según las Escrituras, el ser humano está codificado y esa concepción debe llevarnos a leer bien la historia de la filosofía y, sobre todo, de la teología. La mente humana es un campo magnético dividido en doce secuencias. El lenguaje da a conocer la mente y la grafología la consecuencia de la causa mental (rasgos del temperamento). En el Génesis, Dios nuestro Señor, nos explica bien las cosas para que comprendamos esa esencia. Si tuviéramos que definir las doce secuencias magnéticas por medio del lenguaje éstas serían: Ignorancia, Tristeza, Intemperancia, Concupiscencia, Injusticia, Avaricia, Error, Envidia, Astucia, Cólera, Temeridad y Maldad. Si no conocemos esto no sabremos cómo se llega a dialogar con Dios de forma plena. El es Sabiduría, Alegría, Temperación, Moralidad, Justicia, Donación, Verdad, Creatividad, Sobriedad, Equilibrio, Fortaleza y Bondad.- Cada una compensa las anteriores (Ap.22.2).
El hombre vive en la frontera entre él y Dios nuestro Señor. A medida que va comprendiendo el mensaje y lo pone en práctica se acerca al limite donde está El. Si El es Santo, el hombre que está a su lado lo será también. Esa práctica es posible cuando Dios nuestro Señor nos dona aquella secuencia que proviene de El y que corresponde a la que está presente en nuestra reacción magnética mental (Ap. 22,2), y con ello nos va formando para que no distorsionemos la vida de nuestro prójimo. Jesucristo nos dice: No quiero sacrificios, solo deseo que comprendáis que es necesaria la tolerancia entre vosotros. La autocrítica (el bautismo espiritual) se convierte en un reconocimiento del contenido del ser y el ritual bautismal es papel mojado. El sujeto es invadido todo él por fuerzas intrínsecas que le proyectan a estar en continua lucha por la supervivencia, pretende mejorar su vida en base a actuaciones materialistas, lucha por el poder, el dinero, el privilegio, la adulación, vive el sexo como forma de dominio, actúa impidiendo que otros le marginen y trabaja sin importarle el sentido de la solidaridad. Todo su apoyo lo fundamenta en su propia capacidad de reaccionar frente a lo desconocido hasta que lo domina, si lo consigue ha dado un paso adelante en su modo de querer vivir así, y esto lo hace bajo la presión ineludible de su secuencia mental, con las matizaciones de su contenido cultural y social. Los que no pueden soportar el peso de ese desconocimiento para vencerlo, porque no ha alcanzado cotas de poder y de conocimiento suficientes, caen en la marginación hasta que encuentran la caridad de los que piensan de otra manera. Dios nuestro Señor nos invita a sentir en El y es la autocrítica de nuestro anterior comportamiento lo que nos hace madurar en la fe. El ritual del bautismo desaparece como tal para convertirse, según las Escrituras, en un medio de conocernos y conocer el medio para transformarlo según los pensamientos y decisiones del Señor. Cuando le seguimos y practicamos sus mandamientos, nos ”bautizamos”. ¿comprendéis por qué el ritual debe desaparecer?. Debemos hacer que nuestros pensamientos maduren hacia el bien, ese es el verdadero bautismo.
Después de todo lo anterior, que me he permitido desarrollar para intentar despejar las diferencias entre el rito bautismal y el conocimiento real de la vida del ser humano, creo que es necesario que pasemos a estudiar el rito católico acerca del bautismo.
Como primer punto de partida, observo que mis hermanos los católicos afirman que uno de los fundamentos de su doctrina es el bautismo y lo ponen en práctica con los niños recién nacidos (aquí se excluye, sin duda, el bautismo de los mayores que se observa en otros sectores religiosos, relegando su maduración a la confesión con el sacerdote para luego, con la penitencia echada, todo se corrige, en otras épocas esto se arreglaba con el dinero, pagabas y todos tus pecados eran quitados) . El día del bautismo el sacerdote, después de oficiar la misa eucarística, recibe al niño de sus padres y en presencia de todos, incluyendo a los padrinos, le rocía su cabeza con un poco de agua diciéndole que le desea que en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sea libre del pecado. Con ello le hace ser miembro de la Iglesia católica después de preguntar a sus progenitores si desean que se haga el ritual por el explicado. Así pues, el sacerdote estima que con ese bautismo (recitar las oraciones del texto, echar agua sobre la cabeza del bautizado y decir que lo hace en nombre de la Trinidad), el niño ya estará libre de pecado, deseándole que así sea en el futuro de su vida.
En principio, no creo que el sacerdote del ejemplo estime que eso deba ser así, ni siquiera que los padres puedan hacer algo bueno allí mismo por su hijo cuando han decidido aceptar ese ritual (he podido comprobar en numerosas ocasiones que muchos padres no creen en ese ritual que aceptan, eso es una tremenda decepción para el sacerdote y para su propia Iglesia), sino que más bien piensan unos y otros que, por el motivo de bautizar a ese niño con ese ritual, estará dentro del cuerpo asociativo católico y que tal cosa le consentirá conocer la doctrina explicada por tal Asociación Eclesial y de ello se desprende que recibirá la mejor información para que, una vez puesta en práctica, pueda salvar su alma. Ahora bien, creo que es aquí donde se debe detener toda persona que quiera ser objetiva con la denominada Iglesia Católica.
Yo creo que si tenemos en cuenta la doctrina evangélica y, por tanto, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, sobra el ritual bautismal de los niños católicos y, por otra parte, si damos paso a las palabras de Pablo, es aún más contundente para comprender que no debemos hacer que los niños sean o se sientan bautizados, porque el significado que hemos estudiado no va con ellos, no pueden hacerse autocrítica, ni les alcanzará ese rito cuando la puedan hacer con plena conciencia.
Queridos hermanos, estimo que el señor D. Alvin Ponce de León tiene razón al exponer su acertado punto de vista acerca de la doctrina católica sobre el bautismo, porque es cierto que eso puede ser doctrina católica, que respetamos, pero no es doctrina de las Escrituras Sagradas, es un rito y nuestro Señor Jesucristo dejó de lado los ritos y los mitos y dijo que El bautizaría con Espíritu y Verdad para que pudiéramos superar el error, vencer la maldad y tratar de ser unas buenas personas nada más, con sus enseñanzas. Para comprender realmente esto hay que leer bien el Capítulo 49 del Génesis, en él se encuentra la historia del hombre y el conocimiento verdadero de la psicología y la psiquiatría.- En esta Doctrina Sagrada no entran los niños recién nacidos, ni los demás, no deben entrar, benditos ellos que son inocentes de lo que hacen, por eso Cristo les llama y los protege. Situemos al bautismo en su lugar ritual, que ya ha pasado a ser historia y despertemos en nosotros la autocrítica para sentir la Gracia del Señor, que se recibe si somos sinceros con El, reconociendo, esencialmente, nuestras reacciones mentales, codificadas según las secuencias magnéticas recepcionadas, las cuales nos impulsan al error y la materialidad en todos los campos de nuestra vida, y y dejemos a los niños en el suyo. Nada más. Os deseo fraternidad a todos. Isidro Terán de la Cruz, Torrelavega, 16-5-01
En Números 19, 1-22, se detalla una teoría y una práctica legal, que desde el punto de vista teológico, justifica la purificación por el agua, frente a lo inmundo, aquello que se viene a llamar la ablución ritual.
El profeta Ezequiel reitera la validez de ese ritual y afirma que “ esparcire sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré (Ezequiel 36, 25-28).
Según recuerda la historia del pueblo judío bajo influencia iraniana y helenística, los ritos de ablución se multiplicaron y la palabra “bautismo” era utilizada de forma farisaica en el contexto que rodeaba a los escribas, pero no entre los miembros de la secta esenia (Qunrám), aunque sus ritos de ablución eran frecuentes, éstos se realizaban con otras matizaciones que aquellas de los fariseos, dándole el rigor que obligaba la creencia.
Cuando Juan comenzó a bautizar le dio al ritual un significado más preciso. Él proclamaba el bautismo para el perdón de los pecados mediante la inmersión, pero posteriormente explicó el cambio sustancial de doctrinal y práctica que estaba previsto, donde el ritual, como tal, desaparece, pero no su significado, trascendencia y fundamento espiritual. Los seres humanos necesitamos de la autocrítica, eso es lo importante y ese es el fondo del bautismo, veamos más adelante ahora.
Juan:
He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es
aquél de quien yo dije: Después de mi viene un varón, el cual es antes
de mí; porque era primero que yo. Yo no lo conocía; más para que
fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando con agua (Juan 1, 29-31.
Y después finaliza diciendo “sobre quien veas descender el Espíritu y que
permanece sobre él, ese es el que bautizará con el Espíritu Santo (Juan 1, 33)
El reconocimiento de haber cometido un error en la sociedad contra los seres humanos, contra nuestros hermanos, de haber mentido, robado, fornicado, emborrachado, drogado, incumplir la justicia, así como otros actos improbados por Dios nuestro Señor, significa un acto que nos engrandece y nos consiente acercarnos cada vez más a su doctrina y nos hace dignos de El. Los seres humanos podemos perdonarnos nuestras afrentas pero solo Dios puede educarnos para el reconocimiento del origen de nuestro error. Solo nuestra relación deseada ante El puede hacer que nos sintamos dignos de su misericordia y, por tanto, liberados del peso que ejerce nuestras inclinaciones mentales. Pero debe haber, pues, un acto de reconocimiento de ese error y un propósito de obediencia y sujeción a las reglas que El nos ha dado. Ese es el significado del “bautismo”, primero como sucedía con el ritual del agua y después con el recuerdo imperecedero y digno de nuestro Señor Jesucristo, donándonos su Espíritu, el Espíritu Santo que se posa sobre nosotros cuando nos acercamos ante El y en un acto de humildad reconocemos que debemos abandonar nuestras miserias y errores para crecer en su doctrina y sustituir lo que nos dio la Tierra por lo que nos da el Cielo. Para esta misión debemos aprender aún muchas cosas más de las que sabemos.
Dice Pedro :
“Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados y recibiréis el Espíritu Santo. (Hech . 2, 38).
Vemos aquí que después de arrepentirse (los judíos habían participado en la muerte de nuestro Señor y estaban compungidos), se bautizaban y recibían el Espíritu Santo, pero si somos consecuentes con Juan, debemos convenir que el bautismo se llevaba a cabo después del arrepentimiento, pero no se hacía con agua sino mediante el reconocimiento público de su error, esto es, ya no cae agua encima sino la Gracia de nuestro Señor, cuando el ser humano realiza el acto de autocrítica, porque aquí el bautismo se le hace cada uno cuando se arrepiente. No existe rito sino pensamiento, autocrítica y deseo de servir al Señor y seguirle con las oraciones, compartiendo nuestra vida con los demás, ayudando a los que sufren, a los hambrientos, a los débiles y enfermos.
Juan añade después:
Generación de víboras ¿quién os enseñó a huir de la ira verdadera?, Haced
pues, frutos dignos de arrepentimiento. (Mt 3, 7-8) y más adelante dice:
Yo a la Verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene
tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo,
él os bautizará en Espíritu Santo y fuego...... (Mt. 2, 11) Emplea la expresión
de fuego, refiriéndose a que Jesús “quemará” nuestros errores y faltas.
Pablo avanza más en la cuestión cuando dice:
Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo, tendamos
a lo más perfecto, no echando de nuevo los fundamentos de la penitencia, de
obras muertas y de la fe en Dios, la doctrina sobre los bautismos, la imposición
de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.
(Biblia Nacar-Colunga, edición 1985, directa de las lenguas hebreas y griegas).
Este párrafo de la carta de Pablo a los Hebreos, es muy importante, aunque no dudo de lo difícil que es comprenderlo. De todas maneras intentaré desarrollarlo desde mi pequeño punto de vista:
Pablo no deseaba que se deteriorase para nada las enseñanzas de Cristo cuando dice “dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo” sino que quiere que profundicemos más acerca de lo que significan y no las recordemos solo de memoria, así como que no hagamos aquellas prácticas bautismales que se empleaba entonces en algunas familias, como pudimos comprobar por otras lecturas, sino más bien lo que viene a decir es que debemos tener presente a Cristo, a su mensaje y a su forma de proceder para que entre en nuestra mente la fuerza de su doctrina y nos evite caer en la tentación del mal que antes apuntábamos, pues cuando está presente su comportamiento y su mensaje en nuestra alma, su modo de proceder para vencer al mal, su tolerancia, su pobreza y limitación de medios económicos, su humildad y su aguante hasta la muerte, difundiéndolo entre nosotros, formando cada vez mejor nuestra disposición para cambiar aquellos comportamientos malsanos que tenemos, a pesar de que leamos la Biblia, de que nos “bauticemos” entre nosotros, de que nos digamos cosas muy lindas pero pocos edificadoras para nuestro espíritu, porque no nos permiten conocernos bien, es entonces que se produce un cambio en nuestra mente por medio de la imitación de Cristo y no como consecuencia de que me han vertido agua encima de mi cabeza.
Según las Escrituras, el ser humano está codificado y esa concepción debe llevarnos a leer bien la historia de la filosofía y, sobre todo, de la teología. La mente humana es un campo magnético dividido en doce secuencias. El lenguaje da a conocer la mente y la grafología la consecuencia de la causa mental (rasgos del temperamento). En el Génesis, Dios nuestro Señor, nos explica bien las cosas para que comprendamos esa esencia. Si tuviéramos que definir las doce secuencias magnéticas por medio del lenguaje éstas serían: Ignorancia, Tristeza, Intemperancia, Concupiscencia, Injusticia, Avaricia, Error, Envidia, Astucia, Cólera, Temeridad y Maldad. Si no conocemos esto no sabremos cómo se llega a dialogar con Dios de forma plena. El es Sabiduría, Alegría, Temperación, Moralidad, Justicia, Donación, Verdad, Creatividad, Sobriedad, Equilibrio, Fortaleza y Bondad.- Cada una compensa las anteriores (Ap.22.2).
El hombre vive en la frontera entre él y Dios nuestro Señor. A medida que va comprendiendo el mensaje y lo pone en práctica se acerca al limite donde está El. Si El es Santo, el hombre que está a su lado lo será también. Esa práctica es posible cuando Dios nuestro Señor nos dona aquella secuencia que proviene de El y que corresponde a la que está presente en nuestra reacción magnética mental (Ap. 22,2), y con ello nos va formando para que no distorsionemos la vida de nuestro prójimo. Jesucristo nos dice: No quiero sacrificios, solo deseo que comprendáis que es necesaria la tolerancia entre vosotros. La autocrítica (el bautismo espiritual) se convierte en un reconocimiento del contenido del ser y el ritual bautismal es papel mojado. El sujeto es invadido todo él por fuerzas intrínsecas que le proyectan a estar en continua lucha por la supervivencia, pretende mejorar su vida en base a actuaciones materialistas, lucha por el poder, el dinero, el privilegio, la adulación, vive el sexo como forma de dominio, actúa impidiendo que otros le marginen y trabaja sin importarle el sentido de la solidaridad. Todo su apoyo lo fundamenta en su propia capacidad de reaccionar frente a lo desconocido hasta que lo domina, si lo consigue ha dado un paso adelante en su modo de querer vivir así, y esto lo hace bajo la presión ineludible de su secuencia mental, con las matizaciones de su contenido cultural y social. Los que no pueden soportar el peso de ese desconocimiento para vencerlo, porque no ha alcanzado cotas de poder y de conocimiento suficientes, caen en la marginación hasta que encuentran la caridad de los que piensan de otra manera. Dios nuestro Señor nos invita a sentir en El y es la autocrítica de nuestro anterior comportamiento lo que nos hace madurar en la fe. El ritual del bautismo desaparece como tal para convertirse, según las Escrituras, en un medio de conocernos y conocer el medio para transformarlo según los pensamientos y decisiones del Señor. Cuando le seguimos y practicamos sus mandamientos, nos ”bautizamos”. ¿comprendéis por qué el ritual debe desaparecer?. Debemos hacer que nuestros pensamientos maduren hacia el bien, ese es el verdadero bautismo.
Después de todo lo anterior, que me he permitido desarrollar para intentar despejar las diferencias entre el rito bautismal y el conocimiento real de la vida del ser humano, creo que es necesario que pasemos a estudiar el rito católico acerca del bautismo.
Como primer punto de partida, observo que mis hermanos los católicos afirman que uno de los fundamentos de su doctrina es el bautismo y lo ponen en práctica con los niños recién nacidos (aquí se excluye, sin duda, el bautismo de los mayores que se observa en otros sectores religiosos, relegando su maduración a la confesión con el sacerdote para luego, con la penitencia echada, todo se corrige, en otras épocas esto se arreglaba con el dinero, pagabas y todos tus pecados eran quitados) . El día del bautismo el sacerdote, después de oficiar la misa eucarística, recibe al niño de sus padres y en presencia de todos, incluyendo a los padrinos, le rocía su cabeza con un poco de agua diciéndole que le desea que en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo sea libre del pecado. Con ello le hace ser miembro de la Iglesia católica después de preguntar a sus progenitores si desean que se haga el ritual por el explicado. Así pues, el sacerdote estima que con ese bautismo (recitar las oraciones del texto, echar agua sobre la cabeza del bautizado y decir que lo hace en nombre de la Trinidad), el niño ya estará libre de pecado, deseándole que así sea en el futuro de su vida.
En principio, no creo que el sacerdote del ejemplo estime que eso deba ser así, ni siquiera que los padres puedan hacer algo bueno allí mismo por su hijo cuando han decidido aceptar ese ritual (he podido comprobar en numerosas ocasiones que muchos padres no creen en ese ritual que aceptan, eso es una tremenda decepción para el sacerdote y para su propia Iglesia), sino que más bien piensan unos y otros que, por el motivo de bautizar a ese niño con ese ritual, estará dentro del cuerpo asociativo católico y que tal cosa le consentirá conocer la doctrina explicada por tal Asociación Eclesial y de ello se desprende que recibirá la mejor información para que, una vez puesta en práctica, pueda salvar su alma. Ahora bien, creo que es aquí donde se debe detener toda persona que quiera ser objetiva con la denominada Iglesia Católica.
Yo creo que si tenemos en cuenta la doctrina evangélica y, por tanto, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, sobra el ritual bautismal de los niños católicos y, por otra parte, si damos paso a las palabras de Pablo, es aún más contundente para comprender que no debemos hacer que los niños sean o se sientan bautizados, porque el significado que hemos estudiado no va con ellos, no pueden hacerse autocrítica, ni les alcanzará ese rito cuando la puedan hacer con plena conciencia.
Queridos hermanos, estimo que el señor D. Alvin Ponce de León tiene razón al exponer su acertado punto de vista acerca de la doctrina católica sobre el bautismo, porque es cierto que eso puede ser doctrina católica, que respetamos, pero no es doctrina de las Escrituras Sagradas, es un rito y nuestro Señor Jesucristo dejó de lado los ritos y los mitos y dijo que El bautizaría con Espíritu y Verdad para que pudiéramos superar el error, vencer la maldad y tratar de ser unas buenas personas nada más, con sus enseñanzas. Para comprender realmente esto hay que leer bien el Capítulo 49 del Génesis, en él se encuentra la historia del hombre y el conocimiento verdadero de la psicología y la psiquiatría.- En esta Doctrina Sagrada no entran los niños recién nacidos, ni los demás, no deben entrar, benditos ellos que son inocentes de lo que hacen, por eso Cristo les llama y los protege. Situemos al bautismo en su lugar ritual, que ya ha pasado a ser historia y despertemos en nosotros la autocrítica para sentir la Gracia del Señor, que se recibe si somos sinceros con El, reconociendo, esencialmente, nuestras reacciones mentales, codificadas según las secuencias magnéticas recepcionadas, las cuales nos impulsan al error y la materialidad en todos los campos de nuestra vida, y y dejemos a los niños en el suyo. Nada más. Os deseo fraternidad a todos. Isidro Terán de la Cruz, Torrelavega, 16-5-01