[1] Cuando estábamos en Babilonia,
lejos de nuestro país,
acostumbrábamos sentarnos
a la orilla de sus ríos.
¡No podíamos contener el llanto
al acordarnos de Jerusalén!
[2] En las ramas de los árboles
que crecen junto a esos ríos
colgamos nuestras arpas.
[3] Los mismos soldados
que nos sacaron de Israel
y nos hacían trabajar,
nos pedían estar alegres;
¡querían oírnos cantar!
¡Querían que les cantáramos
canciones de nuestra tierra!
[4] ¡Jamás cantaríamos
en tierra de extranjeros
alabanzas a nuestro Dios!
[5-6] ¡Jerusalén, Jerusalén!
Si llegara yo a olvidarte,
¡que la mano derecha se me seque!
¡Que me corten la lengua
si por estar alegre
dejo de pensar en ti!
Salmos 137:1-6 TLAI