Estimada Natusha:
He aquí una traducción del artículo "Cuaresma" de la Enciclopedia Católica.
Espero que te sea útil.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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CUARESMA
Origen de la palabra
La palabra teutónica Lent, la cual empleamos [en los países angloparlantes] para denotar el ayuno de cuarenta días que precede a la Pascua, originalmente no significaba más que la estación de primavera. Aun así ha sido utilizado desde el período anglosajón para traducir el término latino más significativo, quadragesima (francés carême, italiano quaresima, español cuaresma), que significa los «cuarenta días» o más literalmente el «cuadragésimo día». Esto a su vez imitaba el nombre griego para la cuaresma, tessarakoste (cuadragésimo), una palabra formada por analogía con Pentecostés (pentekoste), la cual se empleaba para el festival judío antes de los tiempos del Nuevo Testamento. Esta etimología, como veremos, es de alguna importancia para explicar los desarrollos tempranos del ayuno de Pascua.
Origen de la costumbre
Algunos de los Padres tan tempranamente como en el siglo V sostuvieron la opinión de que este ayuno de cuarenta días era de institución Apostólica. Por ejemplo, San León (m. 461) exhorta a sus oyentes a abstenerse para que puedan «cumplir con sus ayunos la institución Apostólica de los cuarenta días» -- ut apostolica institutio quadraginta dierum jejuniis impleatur (P.L., LIV, 633), y el historiador Sócrates (m. 433) y San Jerónimo (m. 420) usan lenguaje similar (P.G., LXVII, 633; P.L., XXII, 475).
Pero los mejores eruditos modernos son casi unánimes al rechazar esta opinión, pues en los remanentes conservados de los primeros tres siglos hallamos tanto considerable diversidad de práctica con respecto al ayuno previo a la Pascua como un proceso gradual de desarrollo en el tema de su duración. El pasaje de importancia primaria es uno citado por Eusebio ( Hist. Eccl., V, 24) de una carta de Ireneo al papa Víctor en conexión con la controversia pascual. Allí Ireneo dice que no solamente hay una controversia acerca del tiempo de observar la Pascua, sino también con respecto al ayuno preliminar. «Pues», continúa,«algunos piensan que deben ayunar por un día, y otros hasta por varios, mientras que otros reconocen cuarenta horas tanto de día como de noche para su ayuno». Él también insiste en que esta variedad de uso es de fecha antigua, lo cual implica que pudo no haber habido una tradición Apostólica sobre el tema. Rufino, que tradujo a Eusebio al latín hacia el final del siglo IV, parece haber puntuado este pasaje como para hacerle decir a Ireneo que algunos ayunaban por cuarenta días. Anteriormente existía alguna diferencia de opinión acerca de la lectura apropiada, pero la crítica moderna (por ejemplo, en la edición de Schwartz encargada por la Academia de Berlín) se pronuncia fuertemente a favor del texto traducido arriba. Podemos entonces justamente concluir que Ireneo, alrededor del año 190 no sabía nada de ningún ayuno de Pascua de cuarenta días.
La misma inferencia debe derivarse del lenguaje de Tertuliano sólo unos pocos años más tarde. Mientras escribía como montanista , pone en contraste el muy leve término del ayuno observado por los católicos (esto es, «los día en que el novio fue quitado», probablemente significando el viernes y sábado de Semana Santa) con el más prolongado pero aún restringido período de una quincena que era guardado por los montanistas. Sin duda se refería a un ayuno de tipo muy estricto (xerophagiæ — ayunos secos), pero no hy indicación en sus obras, aunque escribió un tratado entero "De Jejunio" [Del Ayuno] , y a menudo toca el tema en otras partes, de que estuviese familiarizado con ningún período de cuarenta días consagrado a un ayuno más o menos continuo (ver Tertuliano, "De Jejun.", ii and xiv; cf. "de Orat.", xviii; etc.).
Y existe el mismo silencio observable en todos los Padres pre-nicenos, aunque muchos tuvieron ocasión de mencionar tal institución Apostólica de haber existido. Podemos notar, por ejemplo, que no hay mención de la Cuaresma en San Dionisio de Alejandría (ed. Feltoe, 94 sqq.) o en la "Didascalia", la cual Funk atribuye a cerca del año 250; empero ambos hablan difusamente del ayuno pascual.
Adicionalmente, parece haber mucho para sugerir que la Iglesia en la Era Apostólica diseñó para conmemorar la resurrección de Cristo, no por una celebración anual, sino semanal (ver "the Month", Abril 1910, 337 sqq.). Si esto es así, la liturgia del domingo constituía el memorial semanal de la Resurrección, y el ayuno del viernes aquel de la muerte de Cristo. Tal teoría ofrece una explicación natural de la amplia divergencia que hallamos en existencia en la última parte del segundo siglo con respecto tanto al tiempo apropiado para guardar la Pascua como al modo de la fiesta pascual. Los cristianos eran unánimes con respecto a la observancia del domindo y del viernes, la cual era primitiva, pero el festival anual de Pascua fue algo superpuesto por un proceso de natural desarrollo, y fue grandemente influenciado por las condiciones existentes localmente en las diferentes Iglesias del oriente y occidente. Más aún, con el festival de Pascua parece haberse también establecido un ayuno preliminar, no todavía como nada que superase una semana en duración, pero muy severo en carácter, el cual conmemoraba la Pasión, o más generalmente «los días en los cuales el Novio fue quitado».
Como quiera que sea, hallamos en los primeros años del siglo IV la primera mención del término tessarakoste. Aparece en el quinto canon del Concilio de Nicea (325 d.C.) donde es sólo cuestión del tiempo apto para celebrar un sínodo, y es concebible que pueda referirse no a un período sino a un festival definido, por ejemplo la fiesta de la Ascención, o la Purificación, la cual Ætheria llama quadragesimæ de Epiphania. Pero tenemos que recordar que la palabra más antigua, pentekoste (Pentecostés) de significar el quincuagésimo día, había llegado a denotar el total del período (que debiéramos llamar tiempo pascual) entre el domingo de Resurrección y el domingo de Pentecostés (cf. Tertullian, "De Idololatria", xiv, — "pentecosten implere non poterunt"). En todo caso es seguro de las “Cartas Festales” de San Atanasio que en 331 el santo impuso en su rebaño un período de cuarenta días de ayuno preliminar , pero sin incluir, al ayuno más estricto de Semana Santa; y segundo que en 339 el mismo Padre, después de haber viajado a Roma y por la mayor parte de Europa, escribió en los términos más fuertes para insistir en esta observancia para el pueblo de Alejandría como una que era universalmente practicada, «con el fin de que mientras todo el mundo está ayunando, nosotros que estamos en Egipto no nos tornemos un hazmerreír como el único pueblo que no ayuna sino que se entrega al placer en aquellos días». Aunque Funk anteriormente sostenía que una Cuaresma de 40 días no era conocida en el Occidente antes del tiempo de San Ambrosio, esta es evidencia que no puede ponerse de lado.
Duración del ayuno
El ejemplo de Moisés, Elías y Cristo debe de haber ejercido una influencia predominante al determinar este período de cuarenta días, pero es también posible que se haya tenido en cuenta el hecho de que Jesús reposó cuarenta horas en la tumba. Por otra parte del mismo modo en que Pentecostés (los cincuenta días) era un período durante el cual durante el cual los cristianos estaban gozosos y oraban de pie, aunque no estaban siempre ocupados en tal oración, así la Cuadragésima (los cuarenta días) fue originalmente un período marcado por el ayuno, pero no necesariamente un período en el cual los fieles ayunaban todos los días. Empero, este principio era entendido de manera diferente en diferentes localidades, y el resultado fueron grandes divergencias en la práctica. En Roma, en el siglo V, la Cuaresma duraba seis semanas, pero según el historiador Sócrates había solamente tres semanas de efectivo ayuno, excluyendo aún entonces el sábado y el domingo y si puede confiarse en la opinión de Duchesne, tales semanas no eran continuas sino que eran la primera, la cuarta y la sexta de la serie, estando conectadas con las ordenaciones (Christian Worship, 243). Posiblemente, sin embargo, estas tres semanas tenían que ver con los «escrutinios» en preparación para el bautismo (q.v.), pues algunas autoridades (por ejemplo A.J. Maclean en su "Recent Discoveries") colocan el deber de ayunar con el candidato al bautismo como la influencia principal obrante en el desarrollo de los cuarenta días. Pero en todo el Oriente en general, con algunas pocas excepciones, la misma disposición prevalecía como las «Cartas Festales» de San Atanasio nos muestran que ocurrió en Alejandría, esto es, las seis semanas de Cuaresma eran sólo preparatorias para un ayuno de severidad excepcional mantenido durante la Semana Santa. Esto es ordenado por las “Constituciones Apostólicas” (V, xiii), y presupuesto por San Crisóstomo (Hom. xxx in Gen., I). Pero el número cuarenta, una vez que se estableció, produjo otras modificaciones. Pareció necesario a muchos que no solamente hubiese ayuno durante los cuarenta días sino cuarenta días de ayuno real. Así hallamos a Ætheria en su "Peregrinatio" hablando de una Cuaresma de ocho semanas en total observada en Jerusalén, la cual, recordando que el sábado y el domingo de las semanas ordinarias quedaban exentos, da cinco por ocho, es decir cuarenta días para el ayuno. Por otra parte, en muchas localidades la gente se contentaba con observar un período no superior a seis semanas, a veces, como en Milán, ayunando solamente cinco días a la semana según la manera Oriental (Ambrosio, "De Elia et Jejunio", 10). En el tiempo de Gregorio el Grande (590-604) había aparentemente en Roma seis semanas de seis días cada una, totalizando treinta y seis días , los cuales San Gregorio, quien es seguido aquí por muchos escritores medievales, describe como el diezmo espiritual del año, siendo treinta y seis días aproximadamente la décima parte de trescientos sesenta y cinco. En fecha posterior el deseo de cumplir el número exacto de cuarenta días llevó a la práctica de comenzar la Cuaresma en nuestro actual Miércoles de Ceniza, pero la Iglesia de Milán aún hasta este día se adhiere a la disposición más primitiva, la cual aún se evidencia en el Misal Romano cuando el sacerdote en el Secreto de la Misa del primer domingo de Cuaresma habla del «sacrificium quadragesimalis initii», el sacrificio de la apertura de la Cuaresma.
Naturaleza del ayuno
Tampoco hubo originalmente menos divergencia con respecto a la naturaleza del ayuno. Por ejemplo, el historiador Sócrates (Hist. Eccl., V, 22) dice de la práctica del siglo V: «Algunos se abstienen de toda clase de criatura que tiene vida, mientras que otros, de todas las criaturas vivas comen solamente pescado. Otros comen aves además de pescado, porque, según el relato mosaico de la creación, ellos también salieron del agua ; otros se abstienen de frutas cubiertas por una cáscara dura y de huevos. Algunos comen pan duro solamente, otros ni siquiera eso; aún otros cuando han ayunado hasta la hora novena (tres en punto) participan de varias clases de comida». En medio de esta diversidad algunos se inclinaban a los límites extremos del rigor. Epifanio, Paladio y el autor de la “Vida de Santa Melania la Menor” parecen contemplar un estado de cosas en el cual se esperaba de los cristianos ordinarios que pasasen veinticuatro horas o más sin alimento de ninguna clase, especialmente durante la Semana Santa, mientras que los más austeros en realidad subsistían durante parte o toda la Cuaresma en una o dos comidas semanales (ver Rampolla, "Vita di. S. Melania Giuniore", apéndice xxv, p. 478). Pero la regla ordinaria en los días de ayuno era no tomar sino una comida diaria y ésta solamente al atardecer, mientras que la carne y, en los siglos tempranos, el vino, estaban enteramente prohibidos. Durante la Semana Santa, o al menos en el Viernes Santo, era común ordenar la xerophagiæ, es decir, una dieta de comida seca, pan, sal y vegetales. No parece haber habido al principio ninguna prohibición de lacticinia (lácteos), como mostraría el pasaje recién citado de Sócrates. Más aún, en una fecha algo posterior, Beda nos habla del obispo Ceda, que durante la Cuaresma tomaba solamente una comida al dí consistente en «un poco de pan, un huevo de gallina, y un poco de leche mezclada con agua» (Hist. Eccl., III, xxiii), mientras que Teodulfus de Orleans en el siglo VIII consideraba la abstinencia de huevos, queso y pescado como una marca de virtud excepcional. De todas maneras San Gregorio escribiéndole a San Agustín de Inglaterra estableció la regla, «nos abstenemos de carne, y de todas las cosas que vienen de la carne, como leche, queso y huevos». Esta decisión fue posteriormente entronizada en el "Corpus Juris", y debe considerarse como la ley común de la Iglesia. Empero se admitían excepciones, y a menudo se concedían dispensaciones para comer lácteos con la condición de hacer una contribución a alguna obra piadosa. Estas dispensaciones eran conocidas en Alemania como Butterbriefe, y se dice que varias iglesias fueron en parte construidas de lo recaudado por tales excepciones. Uno de las torres de la catedral de Rouen era por esta razón antes conocida como la Torre de Manteca. Esta prohibición general de huevos y leche durante la Cuaresma es perpetuada en la costumbre popular de bendecir hacer regalos de huevos en Pascua, y en la costumbre inglesa de comer panqueques en la víspera del Miércoles de Ceniza.
Relajaciones del ayuno cuaresmal
De lo que ha sido dicho quedará claro que a principios de la Edad Media la Cuaresma en la mayor parte de la Iglesia Occidental consistía en cuarenta días de semana, todos los cuales eran de ayuno, y seis domingos. Desde el principio hasta el fin de ese tiempo, toda carne y también en gran medida, lácteos, estaban prohibidos incluso en los domingos, mientras que en todos los días de ayuno solamente se ingería una comida, la cual única comida no era permitida antes del anochecer. En un período muy temprano, sin embargo (hallamos la primera mención de esto en Sócrates), se comenzó a tolerar la práctica de romper el ayuno a la hora novena, esto es, las tres de la tarde. Sabemos en particular que Carlomagno, alrededor del año 800, tomá su refección de Cuaresma a las 2 de la tarde. Esta anticipación gradual de la hora de la cena fue facilitada por el hecho de que las horas canónicas de novena, víspera, etc., representaban más bien períodos antes que puntos de tiempo fijos. La novena hora, o nona, era sin duda estrictamente las tres de la tarde, pero el Oficio de Nona podía recitarse tan pronto como la sexta, la cual desde luego correspondía a la hora sexta, o mediodía, hubiese concluido. De aquí que la Nona en el curso del tiempo llegó a ser considerada como comenzando al mediodía, y este punto de vista se perpetúa en nuestra palabra [inglesa] noon que significa mediodía y no tres de la tarde. Ahora, la hora para interrumpir el ayuno durante la Cuaresma era después de las Vísperas (el servicio del anochecer), pero por un proceso gradual la recitación de Vísperas fue anticipado más y más hasta que al final se reconoció oficialmente el principio, como lo es al presente, de que en Cuaresma se pueden decir las Vísperas al mediodía. En esta forma, aunque el autor del «Micrologus» en el siglo XI aún declaraba que quienes ingerían comida antes del anochecer no observaban el ayuno cuiaresmal según los cánones (P.L., CLI, 1013), aun así, hasta a fines del siglo XIII ciertos teólogos, por ejemplo el franciscano Richard Middleton, quien basó su decisión en parte en el uso contemporáneo, falló un hombre que tomaba su cena al mediodía no quebraba el ayuno cuaresmal. Todavía más sustancial fue la relajación permitida por la introducción de la «colación». Esto parece haber comenzado en el siglo IX, cuando el Concilio de Aix la Chapelle sancionó la concesión, aun en casas monásticas, de un sorbo de agua u otra bebida en el atardecer para apagar la sed de quienes estaban exhaustos por las labores manuales del día. De este pequeño comienzo se desarrolló gradualmente una concesión mucho mayor. El principio de parvitas materiae, esto es, que una pequeña cantidad de alimento que no era tomada directamente como una comida no quebrantaba el ayuno, fue adoptado por Santo Tomás de Aquino y otros teólogos, y en el curso de los siglos una cantidad reconocida de alimento sólido, que según las autoridades recibidas no debe exceder de ocho onzas [aprox. 240 gramos] ha llegado a ser permitida después de la refección del mediodía. Como esta bebida del anochecer, cuando fue primeramente tolerada en los monasterios del siglo IX, era tomada a la hora a la cual las "Collationes" (Conferencias) del Abad Casiano estaban siendo leídas en voz alta a los hermanos, esta leve concesión llegó a ser conocida como una «colación» y el nombre ha subsistido desde entonces. Otras mitigaciones de un carácter todavia más sustancial se han introducido en la observancia cuaresmal en los últimos siglos. Para comenzar, se ha tolerado la costumbre de tomar una taza de líquido (por ejemplo, té o café, o aun chocolate) con un fragmento de pan o tostada a la mañana temprano. Pero, lo que más particularmente concierne a la Cuaresma, sucesivos indultos han sido concedidos por la Santa Sede permitiendo la carne en la comida principal, primero en los domingos. Y luego en dos, tres, cuatro y cinco días de la semanas, durante casi toda la cuaresma. En forma bastante reciente, en el cual hasta aquí la carne estuvo siempre prohibida, ha llegado a compartir la misma concesión. En los Estados Unidos, la Santa Sede concede facultades por las cuales los hombres trabajadores y sus familias pueden emplear carne una vez al día durante todo el año, excepto los viernes, el Miércoles de Ceniza, el Sábado de Gloria, y la vigilia de Navidad. La única compensación impuesta por todas estas mitigaciones es la prohibición contra participar de pescado y carne en la misma refección durante la Cuaresma (Ver Abstinence; Fast; Impediments; Canonical (III); Laetare Sunday; Septuagesima; Sexagesima; Quinquagesima; Quadragesima; Vestments).
HERBERT THURSTON
Transcribed by Anthony A. Killeen
A.M.D.G.
The Catholic Encyclopedia, Volume IX
Copyright © 1910 by Robert Appleton Company