Creo que el carácter peyorativo que ha adquirido el término ‘religión’ está ligado al hecho de que su uso está muy poco claro, y creo que su etimología no lo aclara en este caso. Las palabras se definen por su uso, y a mí me parece que el significado de esta palabra está cargado de un matiz sociológico y antropológico. En antropología, cuando se va a estudiar la práctica de una determinada comunidad se conjugan dos puntos de vista necesarios para entender la realidad bajo su estudio: un punto de vista objetivo –émico- que consiste en que el estudioso observa el carácter externo de la realidad que estudia, en el caso de una comunidad religiosa, sus prácticas externas, lo que es observable y visible desde fuera de ella, y un punto de vista subjetivo –ético- que trata de entender por qué motivos, qué sentimientos mueven o se producen, y qué realidad cree esa comunidad reconocer para involucrarla en su práctica. Me parece que ‘religión’ es el término que habitualmente utilizan aquellos que observan la práctica de una comunidad desde fuera, no necesariamente de forma peyorativa, y justamente por referirse a ese carácter ‘externo’ es por lo que a muchos de nosotros molesta, porque no se refiere a lo que sentimos, sino a lo que hacemos de cara a los demás. Lo negativo de lo que denominamos ‘religión’ es que una comunidad cristiana sincera puede ser copiada en su práctica externa sin que puedan copiarse sus sentimientos y sus motivaciones, cosa que es más que habitual en la Iglesia Católica, de modo que lo que queda en la comunidad es sólo práctica, es todo práctica, de modo que la práctica no nace del sentimiento subjetivo, nace de una imitación para mantener la apariencia objetiva, es la miseria de las comunidades que han hecho de ellas pura religión. En realidad la ‘religión’ nace de un sentimiento auténtico, y ese sentimiento se canaliza en una metáfora, de la que se mutila todo su significado, se desplaza y tergiversa, tal es el cristianismo católico en su base. La forma de evitar que la ‘religión’ se desplace de su papel es entender que se trata primero de cambiar el corazón para luego cambiar la realidad externa, no como tratan las religiones de hacer, transformar la realidad externa con la esperanza de que los corazones cambien, porque sólo Cristo puede transformar un corazón y no la parafernalia ni la retórica de lo que una vez fuera el bello espectáculo de una realidad cambiada desde el corazón.