SUMO SACERDOTE
El hombre, tal como es a partir de la desobediencia de Adán, no puede presentarse ante Dios. La inmundicia humana no puede contemplar la gloria divina. Esta es la razón por la que Dios, desde el mismo instante de la Caída vistió a Adán y Eva con las pieles de unos animales sacrificados por la misma mano del Señor e instituyó, como símbolo del Cordero de Dios ofrecido por nuestros pecados en el cumplimiento del tiempo, el sacrificio de animales para aplacar Su ira y santificar a los oferentes. Sin el derramamiento de sangre no existe el perdón de los pecados.
Parece ser que inicialmente cualquier varón podía ejercer las funciones sacerdotales y, por tanto, actuar como mediador entre los hombres y Dios. Más tarde son los patriarcas quienes asumen esta responsabilidad. Con Moisés y la implantación del sacerdocio levítico, sólo Aarón y su descendencia elegida podían ejercerlo. Cada vez más se limita el número de personas que podían ofrecer sacrificios expiatorios, es decir, ejercer el oficio sacerdotal. Debido a la muerte de los sacerdotes, periódicamente se tenían que substituir las personas que ejercían el cargo. La cosa cambia con Jesús permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable, por lo cual también puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos, 7:24,25).
No me sorpendió lo que escribió el obispo de Lleida, Francesc o Xavier Ciuraneta, a raíz de la beatificación masiva de 233 españoles el mes de marzo de 2001, entre ellos un leridano: "La Iglesia nos presenta a los santos y a los beatos porque, ya que han sido pastados con el mismo barro, nos sentimos más animados a seguir el camino evangélico de la santidad, que nos ofrece Jesucristo". El obispo leridano presenta a hombres y mujeres encumbrados por la institución eclesial como modelos de santidad porque están pastados con el mismo barro que nosotros, pero se olvida exponer su condición de pecadores, siendo por lo tanto, modelos defectuosos que no sirven porque las copias resultantes son aún más imperfectas.
Pienso que el libro de los Hebreos es el comentario más claro jamás escrito sobre la liturgia recopilada por Moisés. Además es una exposición cien por cien fidedigna porque el autor humano fue inspirado por el Espíritu Santo a hacerla. Al decir el escritor sagrado que los sumos sacerdotes humanos son capaces de comprender a "los ignorantes y extraviados, puesto que ellos también están rodeados de debilidad, y por causa de ella deben de ofrecer por los pecados, tanto por sí mismos como también por el pueblo" (Hebreos, 5:2,3), está exponiendo su ineficacia como mediadores y recordarles la necesidad que tienen de un Salvador. En cambio, al presentar el sacerdocio de Cristo dice: "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos, 4:15,16). El contraste entre los sacerdotes humanos y Cristo es notorio y no da lugar a dudas en cuanto a quien elegir como mediador con Dios
Según la Biblia, Cristo murió por nuestros pecados, resucitó para darnos vida y, estando sentado a la diestra del Padre, intercede por nosotros. Acerquémonos, pues, con confianza a este sacerdote eterno que "pastado con el mismo barro que nosotros", pero sin pecado, puede concedernos el socorro en el momento oportuno.
Octavi Pereña i Cortina
http://www.epos.nl/ecr/
El hombre, tal como es a partir de la desobediencia de Adán, no puede presentarse ante Dios. La inmundicia humana no puede contemplar la gloria divina. Esta es la razón por la que Dios, desde el mismo instante de la Caída vistió a Adán y Eva con las pieles de unos animales sacrificados por la misma mano del Señor e instituyó, como símbolo del Cordero de Dios ofrecido por nuestros pecados en el cumplimiento del tiempo, el sacrificio de animales para aplacar Su ira y santificar a los oferentes. Sin el derramamiento de sangre no existe el perdón de los pecados.
Parece ser que inicialmente cualquier varón podía ejercer las funciones sacerdotales y, por tanto, actuar como mediador entre los hombres y Dios. Más tarde son los patriarcas quienes asumen esta responsabilidad. Con Moisés y la implantación del sacerdocio levítico, sólo Aarón y su descendencia elegida podían ejercerlo. Cada vez más se limita el número de personas que podían ofrecer sacrificios expiatorios, es decir, ejercer el oficio sacerdotal. Debido a la muerte de los sacerdotes, periódicamente se tenían que substituir las personas que ejercían el cargo. La cosa cambia con Jesús permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable, por lo cual también puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos, 7:24,25).
No me sorpendió lo que escribió el obispo de Lleida, Francesc o Xavier Ciuraneta, a raíz de la beatificación masiva de 233 españoles el mes de marzo de 2001, entre ellos un leridano: "La Iglesia nos presenta a los santos y a los beatos porque, ya que han sido pastados con el mismo barro, nos sentimos más animados a seguir el camino evangélico de la santidad, que nos ofrece Jesucristo". El obispo leridano presenta a hombres y mujeres encumbrados por la institución eclesial como modelos de santidad porque están pastados con el mismo barro que nosotros, pero se olvida exponer su condición de pecadores, siendo por lo tanto, modelos defectuosos que no sirven porque las copias resultantes son aún más imperfectas.
Pienso que el libro de los Hebreos es el comentario más claro jamás escrito sobre la liturgia recopilada por Moisés. Además es una exposición cien por cien fidedigna porque el autor humano fue inspirado por el Espíritu Santo a hacerla. Al decir el escritor sagrado que los sumos sacerdotes humanos son capaces de comprender a "los ignorantes y extraviados, puesto que ellos también están rodeados de debilidad, y por causa de ella deben de ofrecer por los pecados, tanto por sí mismos como también por el pueblo" (Hebreos, 5:2,3), está exponiendo su ineficacia como mediadores y recordarles la necesidad que tienen de un Salvador. En cambio, al presentar el sacerdocio de Cristo dice: "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos, 4:15,16). El contraste entre los sacerdotes humanos y Cristo es notorio y no da lugar a dudas en cuanto a quien elegir como mediador con Dios
Según la Biblia, Cristo murió por nuestros pecados, resucitó para darnos vida y, estando sentado a la diestra del Padre, intercede por nosotros. Acerquémonos, pues, con confianza a este sacerdote eterno que "pastado con el mismo barro que nosotros", pero sin pecado, puede concedernos el socorro en el momento oportuno.
Octavi Pereña i Cortina
http://www.epos.nl/ecr/