LA PEREZA DE SER PADRES
“Educar” no significa meramente enseñar. Significa “conducir a alguien a un curso particular o llevarlo por un determinado camino”. Vigilancia continua, atención constante y cuidado persistente, son necesarios para alcanzar la eficacia deseada. Es esto lo que significa educar.
Un niño puede tener la mente llena de pensamientos religiosos, la memoria llena de versículos y cánticos de alabanza al Señor y, a pesar de eso, no tener el corazón aun totalmente influenciado por las cosas espirituales. Además de la información en la mente, la totalidad del corazón y el espíritu del niño aun necesitan ser alcanzados y educados. Además de esto, los padres frecuentemente enseñan a los hijos lo que ellos mismos no practican, y tampoco gastan tiempo y trabajo para que sus hijos lo practiquen.
Es así como los niños comienzan a ver a través de las teorías vacías, y aprenden a perder el respeto por los padres y por sus enseñanzas. Los padres deben conducir y llevar a los hijos por los caminos del señor y mostrar un modelo consistente a ellos. De esa manera, los hijos serán alcanzados interiormente y educados.
Por un lado, padres, si quieren educar a sus hijos, ustedes deben practicar lo que enseñan y así mostrarles también como practicar. Muchos padres enseñan a los hijos la teoría correcta, pero por su negligencia e indiferencia hacen que ellos crezcan de manera opuesta.
Por otro lado, hay en mucho padres, el síndrome de la “pereza de ser padres”. Estos ni siquiera enseñan a sus hijos, mucho menos los educan (pues eso exige un trabajo de veinticuatro horas diarias, sin derecho a vacaciones o jubilación), y los dejan a su propia voluntad, sin restricciones, educación e instrucción; y se olvidan de lo que Dios dijo: “mas el muchacho consentido avergonzara a su madre” (Proverbios 29:15).
Queremos llamar su atención para ver la actitud de Manoa y de su esposa en el libro de Jueces. Cuando el ángel les dijo que ellos tendrían un hijo, la reacción de Manoa fue: “Ah, Señor mió, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer…¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño?” (Jueces 13:8,12). Esa debe ser la actitud y la más ferviente petición de todos los padres. Necesitamos con frecuencia volvernos al Señor y preguntar: “¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño y que debemos hacer con él?”. Recordemos que nuestros hijos serán nuestros jueces en el futuro. No obstante, aun hay esperanza; volvámonos al Señor buscando en Él la diligencia para la educación y la instrucción de nuestros hijos.
Artículo publicado por: Periódico “Árbol de la Vida” de editora Árbore da vida
“Educar” no significa meramente enseñar. Significa “conducir a alguien a un curso particular o llevarlo por un determinado camino”. Vigilancia continua, atención constante y cuidado persistente, son necesarios para alcanzar la eficacia deseada. Es esto lo que significa educar.
Un niño puede tener la mente llena de pensamientos religiosos, la memoria llena de versículos y cánticos de alabanza al Señor y, a pesar de eso, no tener el corazón aun totalmente influenciado por las cosas espirituales. Además de la información en la mente, la totalidad del corazón y el espíritu del niño aun necesitan ser alcanzados y educados. Además de esto, los padres frecuentemente enseñan a los hijos lo que ellos mismos no practican, y tampoco gastan tiempo y trabajo para que sus hijos lo practiquen.
Es así como los niños comienzan a ver a través de las teorías vacías, y aprenden a perder el respeto por los padres y por sus enseñanzas. Los padres deben conducir y llevar a los hijos por los caminos del señor y mostrar un modelo consistente a ellos. De esa manera, los hijos serán alcanzados interiormente y educados.
Por un lado, padres, si quieren educar a sus hijos, ustedes deben practicar lo que enseñan y así mostrarles también como practicar. Muchos padres enseñan a los hijos la teoría correcta, pero por su negligencia e indiferencia hacen que ellos crezcan de manera opuesta.
Por otro lado, hay en mucho padres, el síndrome de la “pereza de ser padres”. Estos ni siquiera enseñan a sus hijos, mucho menos los educan (pues eso exige un trabajo de veinticuatro horas diarias, sin derecho a vacaciones o jubilación), y los dejan a su propia voluntad, sin restricciones, educación e instrucción; y se olvidan de lo que Dios dijo: “mas el muchacho consentido avergonzara a su madre” (Proverbios 29:15).
Queremos llamar su atención para ver la actitud de Manoa y de su esposa en el libro de Jueces. Cuando el ángel les dijo que ellos tendrían un hijo, la reacción de Manoa fue: “Ah, Señor mió, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer…¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño?” (Jueces 13:8,12). Esa debe ser la actitud y la más ferviente petición de todos los padres. Necesitamos con frecuencia volvernos al Señor y preguntar: “¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño y que debemos hacer con él?”. Recordemos que nuestros hijos serán nuestros jueces en el futuro. No obstante, aun hay esperanza; volvámonos al Señor buscando en Él la diligencia para la educación y la instrucción de nuestros hijos.
Artículo publicado por: Periódico “Árbol de la Vida” de editora Árbore da vida