Hoy, 21 de Diciembre del 2003 ABC, un periodico catolico, y por tanto “fuera de sospecha” donde los haya, se hace eco de la siguiente noticia:
Nuevos estudios vinculan la fecha de la Navidad con el Coloso de Rodas
DAVID KEYS
LONDRES. Antes de que el emperador Constantino elevara el cristianismo a religión del Estado romano en el primer tercio del siglo IV, se creía que Jesús había nacido o bien en noviembre o bien entre los meses de marzo y abril. Sin embargo, el emperador dispuso que su natalicio se celebrase con el soslticio de invierno, el 25 de diciembre, quiza porque creyera que Cristo y el dios Sol eran una misma deidad, a la que medio siglo antes Aureliano había consagrado tal fecha. Aureliano, por su parte, escogió el 25 de diciembre porque la reforma del calendario de Julio César (48 a.C.) situaba el solsticio ese día, aunque el evento astronómico en realidad ocurriera con esa reforma el 23, un salto que siempre había desconcertado a los investigadores.
Un estudio en marcha actualmente -en el que participa el doctor Alaric Watson, autor de «Aureliano y el siglo III»- comienza a arrojar luz sobre la tradición precristiana de la Navidad. Señala Watson que la conmemoración del nacimiento del Sol se fechó por primera vez el 25 de diciembre en la primera mitad del siglo III a.C., cuando aún ese día coincidía, efectivamente, con el solsticio, momento en el que el astro comienza otra vez a ascender y que es, simbólicamente, su renacimiento. Asimismo, los investigadores apuntan que debió producirse un acontecimiento que explicara conjuntamente la tradición pagana y cristiana, y que éste fue la consagración del mayor monumento dedicado al dios Sol, el fabuloso Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la Antigüedad, que medía 34 metros de altura y pesaba unas 200 toneladas, acontecimiento que se produjo el 283 a.C, cuando el solsticio de invierno ocurría, más o menos, al amanecer del 25 de diciembre. Esa tradición debió llegar hasta César por conducto de los científicos del Egipto helenista que le aconsejaban en su reforma del calendario.
La gran expansión de Roma hizo que fuera muy difícil garantizar su seguridad, temor que animó a sus administradores a favorecer el culto a la divinidad solar porque veían en ello una fuerza integradora del Imperio. Ya en el siglo III de nuestra era, esa deidad, a la que se denominaba Sol Invictus, comenzó a ser venerada casi en términos monoteístas, pues se llegó a la conclusión de que otros dioses del panteón imperial o bien estaban sujetos a ella o bien manifestaban algunos de sus rasgos. La fecha clave de este proceso de fijación fue el año 274 d.C. cuando el emperador Aureliano declaró que Sol Invictus era el «Señor del Imperio Romano», porque le había ayudado a vencer a los pueblos rebeldes que amenazaban la unidad de Roma desde Oriente. Aureliano agradeció así los favores de la deidad dedicándole el 25 de diciembre y construyendo un gran templo en el que se instalaron dos grandes estatuas que fueron esculpidas con material procedente de Palmira, ciudad rebelde situada en el desierto de Siria que fue destruida por los romanos para castigar su osadía. La primera de esas estatuas representaba a Shamash-Hellos, dios del Sol de los pueblos orientales; mientras que la segunda o bien era Bel, máxima deidad de Palmira, o Yarhibol, deidad solar asociada a la que se representaba con rayos de sol que emanaban de su cabeza.
En fin, Constantino dedicó ese día al nacimiento de Cristo porque pudo haber considerado que era la manifestación terrenal de Sol Invictus, algo comprensible si se tiene en cuenta que los mismos cristianos ya habían consagradao el día del Sol a su culto, esto es: el domingo. Un mosaico en la cripta de la catedral de San Pedro muestra a Jesucristo como «Dios de la Justicia» y se le representa conduciendo un carro y con haces solares que emergen de la cabeza, igual que Sol Invictus.
Enlace a la noticia
Nuevos estudios vinculan la fecha de la Navidad con el Coloso de Rodas
DAVID KEYS
LONDRES. Antes de que el emperador Constantino elevara el cristianismo a religión del Estado romano en el primer tercio del siglo IV, se creía que Jesús había nacido o bien en noviembre o bien entre los meses de marzo y abril. Sin embargo, el emperador dispuso que su natalicio se celebrase con el soslticio de invierno, el 25 de diciembre, quiza porque creyera que Cristo y el dios Sol eran una misma deidad, a la que medio siglo antes Aureliano había consagrado tal fecha. Aureliano, por su parte, escogió el 25 de diciembre porque la reforma del calendario de Julio César (48 a.C.) situaba el solsticio ese día, aunque el evento astronómico en realidad ocurriera con esa reforma el 23, un salto que siempre había desconcertado a los investigadores.
Un estudio en marcha actualmente -en el que participa el doctor Alaric Watson, autor de «Aureliano y el siglo III»- comienza a arrojar luz sobre la tradición precristiana de la Navidad. Señala Watson que la conmemoración del nacimiento del Sol se fechó por primera vez el 25 de diciembre en la primera mitad del siglo III a.C., cuando aún ese día coincidía, efectivamente, con el solsticio, momento en el que el astro comienza otra vez a ascender y que es, simbólicamente, su renacimiento. Asimismo, los investigadores apuntan que debió producirse un acontecimiento que explicara conjuntamente la tradición pagana y cristiana, y que éste fue la consagración del mayor monumento dedicado al dios Sol, el fabuloso Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la Antigüedad, que medía 34 metros de altura y pesaba unas 200 toneladas, acontecimiento que se produjo el 283 a.C, cuando el solsticio de invierno ocurría, más o menos, al amanecer del 25 de diciembre. Esa tradición debió llegar hasta César por conducto de los científicos del Egipto helenista que le aconsejaban en su reforma del calendario.
La gran expansión de Roma hizo que fuera muy difícil garantizar su seguridad, temor que animó a sus administradores a favorecer el culto a la divinidad solar porque veían en ello una fuerza integradora del Imperio. Ya en el siglo III de nuestra era, esa deidad, a la que se denominaba Sol Invictus, comenzó a ser venerada casi en términos monoteístas, pues se llegó a la conclusión de que otros dioses del panteón imperial o bien estaban sujetos a ella o bien manifestaban algunos de sus rasgos. La fecha clave de este proceso de fijación fue el año 274 d.C. cuando el emperador Aureliano declaró que Sol Invictus era el «Señor del Imperio Romano», porque le había ayudado a vencer a los pueblos rebeldes que amenazaban la unidad de Roma desde Oriente. Aureliano agradeció así los favores de la deidad dedicándole el 25 de diciembre y construyendo un gran templo en el que se instalaron dos grandes estatuas que fueron esculpidas con material procedente de Palmira, ciudad rebelde situada en el desierto de Siria que fue destruida por los romanos para castigar su osadía. La primera de esas estatuas representaba a Shamash-Hellos, dios del Sol de los pueblos orientales; mientras que la segunda o bien era Bel, máxima deidad de Palmira, o Yarhibol, deidad solar asociada a la que se representaba con rayos de sol que emanaban de su cabeza.
En fin, Constantino dedicó ese día al nacimiento de Cristo porque pudo haber considerado que era la manifestación terrenal de Sol Invictus, algo comprensible si se tiene en cuenta que los mismos cristianos ya habían consagradao el día del Sol a su culto, esto es: el domingo. Un mosaico en la cripta de la catedral de San Pedro muestra a Jesucristo como «Dios de la Justicia» y se le representa conduciendo un carro y con haces solares que emergen de la cabeza, igual que Sol Invictus.
Enlace a la noticia