En 1982, cuando Juan Pablo II y Ronald Reagan se reunieron en forma privada en la Librería del Vaticano, donde comenzaron una “campaña clandestina para acelerar la disolución del
imperio comunista”, tal cual fue informado diez años después por la revista Time, el 24 de Febrero de 1992.
“Esta fue una de las mayores alianzas secretas de todos los tiempos”, escribió el autor, Carl Bernstein.
Cuando el régimen comunista Polaco colapsó, llevando a una reacción en cadena desde Varsovia hasta Bucarest, incluyendo el desmantelamiento del comunismo soviético, la caída de la muralla de Berlín y la reunificación de Alemania, muchos vieron la velocidad con la cual estos movimientos sucedieron, pero no lo notaron, hasta que leyeron el revelador artículo de la revista Time, que el rápido desarrollo había sido orquestado y desarrollado a través de reuniones secretas, maniobras secretas y operaciones secretas.
Sería absurdo pensar que esto no puede suceder ahora en relación con la ley dominical. Si Roma y los Estados Unidos pudieron trabajar juntos para derribar a Rusia y para controlar a Europa del Este, ¿no podrían ellos también trabajar juntos hoy para llevar a cabo el asalto profético a la iglesia de Dios, un asunto mucho más importante y delicado? ¿Estaban las maniobras secretas de la década de 1980 proveyendo sustentación para la cooperación necesaria al comienzo del siglo XXI? Cuando los Papas y Presidentes se reúnen en privado, ellos elaboran planes secretos para ayudarse mutuamente a cumplir sus respectivos objetivos. Ellos no desperdician su capital político en simplemente intercambios amigables.
Ver:
http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,974931,00.html