FORISTA CATÓLICO.
Primer punto.
La autoridad dada a los apóstoles por Cristo mismo para revelar la doctrina de la Iglesia, en sus cartas epistolares, no se presta para IGNORARLA y trasladarla a ningún grupo ni sistema religioso.
El canon bíblico estuvo completo en el primer siglo cuando las cartas apostólicas fueron leídas públicamente y copiadas para otras asambleas cercanas (Col.4:16).
Esto indica que la comunidad cristiana del primer siglo se regía por el canon apostólico cimentado en su valor doctrinal y autoridad apostólica de estos escritos.
El sistema religioso del catolicismo romano surge un par de siglos después con una fuerza asesina que aplastó por medio de la persecución y muerte cualquier objeción a las enseñanzas de su propio magisterio.
Nosotros, los redimidos por la sangre de Cristo creemos que el Espíritu Santo guía a los creyentes a toda verdad (Juan 16:13), y que la Escritura misma es suficiente para enseñar, corregir y formar en justicia (2 Timoteo 3:16-17).
No negamos que Dios puede usar maestros fieles, pero nunca usará egresados del magisterio católico romano, por cuanto esa es la obra de Satanás para conducir al ingenuo católico a una eternidad de tormento, al cambiar la verdad de Dios que es Cristo por la reina del cielo y el culto a los ángeles y millares de personas ya muertas que han sido canonizados para construir altares devocionales a su feligresía.
Punto final, de manera que la autoridad final no reside en una institución humana, sino en la Palabra de Dios inspirada.
El Espíritu Santo no está limitado a un cuerpo eclesiástico específico, sino que habita en cada creyente genuino (Romanos 8:9), capacitándolo para entender la verdad revelada.
Por eso, la sana doctrina se evalúa no por la tradición ni por el magisterio, sino por la fidelidad a las Escrituras.
Como los Bereanos, debemos escudriñar cada enseñanza para ver si está conforme a la Palabra (Hechos 17:11).
Cuando te conviertas al Señor el velo se te caerá.