FORISTA "LEÓN EL"
A usted Moisés lo embadurnó con brea asfáltica, de tal manera, que Ro.10:4 le resbala al igual que Ro.8:9 y Gál.2:20.
Y en cuanto a Is.64:6, la expresión — “nuestra justicia como trapo de inmundicia” — no está hablando de la Ley de Dios como tal, sino de la justicia propia del hombre, incluso del religioso que cree que puede justificarse por obras.
Isaías no está despreciando la Ley, sino mostrando que, sin el Mesías, toda justicia humana es impura. Usar este versículo para exaltar la Ley mosaica como obligatoria para los gentiles es una inversión del mensaje profético, lo digo porque Pablo, usa la misma línea del pensamiento de Isaías en este contexto de la gracia de Dios:
Romanos 3:10-12, 20, 23
“No hay justo, ni aun uno… no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”
“ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”
“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”
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Sus “mejores justicias” humanas (guardar la Ley, obras religiosas, actos éticos) no le alcanzan para presentarse con un átomo de mérito ante la Justicia de Dios, tal pretensión sí es considerada como un hediendo trapo de inmundicia de parte suya, porque socava la perfección de la Obra de la Redención, donde su alma fue limpia de todo pecado, por la sangre del Cordero (Zac.3:9; Jn.1:29; 1p.1:18-20; 1Jn.1:7).
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La Escritura lo hace responsable de su propia condenación (Gál.2:16).
Está pisoteando al Hijo de Dios y está escupiendo sobre su preciosa sangre (Heb.10:29), porque Él tomó su lugar en la Cruz, allí el que debiese estar crucificado primeramente era yo, o usted, Dios lo hizo pecado por culpa nuestra al cargar sobre él todas nuestras porquerías y miserias pecaminosas, que la ley de los sacrificios no puede quitar (Heb.10:4).
Dios Padre cargó sobre Jesús nuestros pecados (Is.53:6; Jn.3:16), su dolor, su angustia, su muerte, fue por causa mía y suya, al que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos justificados por medio de su dolor, de su angustia, de su sangre, de su muerte, para que usted venga ahora, con el mismo pensamiento de aquel que subió al templo a orar y miraba con desprecio al publicano avergonzado y postrado, con su mente en el propiciatorio, donde una víctima inocente era sacrificada por su culpa, como la sombra del Cordero de Dios que vio venir Juan el bautista a orillas del río Jordán a un bautismo que no le correspondía, sin embargo no se excluyó, porque junto con su Padre y el poder del Espíritu, lo habían planeado todo antes del comienzo de los siglos (2Tim.1:9).
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Eres responsable.
No añadas más ascuas de fuego sobre tu cabeza.