Re: POR QUE ROMA ODIA A LOS MASONES?
Amar la Sabiduría implica pues una aspiración denodada y sin tregua alguna hacia el Conocimiento, hacia la Gnosis, lo que supone pasar del exterior, o del mundo de las apariencias, hacia el interior, al mundo de la realidad. De la periferia de la rueda hacia su centro, que es precisamente el que da todo su sentido a la rueda y a su movimiento, vale decir a nuestra existencia en este mundo, que sin ese centro, sin su Esencia, no existiría. Ir del exterior hacia el interior, de la representación a la realidad, supone efectivamente seguir un camino, una vía, un radio, y eso no es otra cosa que nuestra "recta intención", nuestro querer "ser", que es lo mismo que orientarnos "en la dirección que señala la luz", como se dice en lenguaje masónico. Se trata en definitiva de pasar de una lectura exterior de las cosas, del mundo y de nosotros mismos, a una lectura interior, más acorde con lo que constituye la razón de ser de esas mismas cosas, del mundo y de nosotros. "Leer interiormente" es lo que quiere decir precisamente la palabra inteligencia, que es, al igual que Mnemósyne (la Memoria), o la misma Sabiduría, el nombre de una diosa: la diosa Inteligencia, aquella que como dice Federico González en varios lugares de su obra, y más concretamente en Simbolismo y Arte (libro que tuvimos ocasión de presentar aquí mismo junto a otros miembros del Centro de Estudios de Simbología de Barcelona), es
una energía capaz de seleccionar los valores y ponerlos en su lugar creando un orden mental en oposición al caos de la ignorancia. De allí la importancia del modelo del Universo y su Orden Arquetípico, o sea de la doctrina y su encarnación puesto que es capaz de activar y generar el auxilio de esta deidad, la que siempre se manifiesta en el microcosmos como la comprensión inmediata, efectivizada en el corazón.2
Ese Amor a la Sabiduría es lo que se practica en los talleres masónicos, y hace de los hermanos masones verdaderos filósofos cuyo aprendizaje en el "recuerdo de sí", o sea en el reconocimiento de su identidad más verdadera y profunda, es constante y permanente, y les va dando una dimensión cada más amplia y universal de sí mismos, lo cual es inversamente proporcional al abandono de sus superficialidades, que son aquellos metales impuros, o aristas de la "piedra bruta" que con paciencia y perseverancia, dos virtudes muy alabadas por los alquimistas y masones de todos los tiempos, han de ser pulidas por las herramientas del mazo y el cincel, símbolos respectivos de la voluntad y la recta intención que la dirige y con la que se conjuga.
En el lenguaje de los símbolos (que los trovadores medievales llamaban "la lengua de oc" –languedoc– o el "lenguaje de los pájaros") el corazón es precisamente la sede de la inteligencia, no de la inteligencia racional, que según el mismo lenguaje simbólico estaría ubicada en el cerebro, y que es dual por naturaleza, sino de la inteligencia superior, o de la intuición intelectual, aquella que tiende hacia la síntesis por la reunión de los contrarios, y que es como un sexto sentido que tiene el hombre, el microcosmos, para "descubrir" esos otros estados más sutiles que están en nuestro interior, y que al igual que los radios de la rueda o de la circunferencia nos ponen en comunicación directa (o sea la "comprensión inmediata" de que habla Federico González) con nuestro verdadero "Yo", o Sí Mismo.
Pero en el "descubrimiento" de esa facultad superior inherente a la naturaleza humana es muy importante, en efecto, conocer el modelo del Universo, que nos habla de un Orden Arquetípico, de una Cosmogonía; y no sólo eso, sino que dicho conocimiento, para ser comprendido en toda su integridad, ha de "encarnarse" y vivirse como tal, es decir que ha de ser realmente transformador y operativo, y no una mera especulación teórica que por muchos "saberes" que acumule nunca podrá llevarnos más allá del umbral o de la periferia de la rueda, en ese punto donde realmente comienza el viaje hacia el centro de nuestro ser, el cual se vive, volvemos a repetir, como un retorno a la "casa del Padre".
Ese retorno tan sólo es posible a través de un Arte que la Masonería llama "Arte Real", idéntico a la Gran Obra alquímica, Obra que es la que el hombre puede realizar consigo mismo en su interior, y cuyo proceso creativo como dijimos al principio es análogo a la creación misma del Cosmos, ya que hay una identidad entre el hombre y el Universo, entre el microcosmos y el macrocosmos, de tal manera que existe una relación constante y permanente entre uno y otro, es decir que el conocimiento de sí se interrelaciona con el conocimiento del mundo, conformando ambos un todo unitario, "una sola y única cosa maravillosa", verdadero objetivo de la Gran Obra, como dicen los textos herméticos según la fórmula de la Tabla de Esmeralda: "Lo que está arriba es como lo que está abajo, y lo que está abajo es como lo que está arriba, para hacer la maravilla de una cosa única". A esto alude sin duda alguna el conocido sello de Salomón, que como saben son dos triángulos entrelazados, siendo el uno el reflejo del otro.
En cuanto al texto, un pregunta a los masones :
En el principio del mismo se menciona la gnosis. La pregunt seria :
Tiene algo que ver la masoneria con la gnosis ?
Amar la Sabiduría implica pues una aspiración denodada y sin tregua alguna hacia el Conocimiento, hacia la Gnosis, lo que supone pasar del exterior, o del mundo de las apariencias, hacia el interior, al mundo de la realidad. De la periferia de la rueda hacia su centro, que es precisamente el que da todo su sentido a la rueda y a su movimiento, vale decir a nuestra existencia en este mundo, que sin ese centro, sin su Esencia, no existiría. Ir del exterior hacia el interior, de la representación a la realidad, supone efectivamente seguir un camino, una vía, un radio, y eso no es otra cosa que nuestra "recta intención", nuestro querer "ser", que es lo mismo que orientarnos "en la dirección que señala la luz", como se dice en lenguaje masónico. Se trata en definitiva de pasar de una lectura exterior de las cosas, del mundo y de nosotros mismos, a una lectura interior, más acorde con lo que constituye la razón de ser de esas mismas cosas, del mundo y de nosotros. "Leer interiormente" es lo que quiere decir precisamente la palabra inteligencia, que es, al igual que Mnemósyne (la Memoria), o la misma Sabiduría, el nombre de una diosa: la diosa Inteligencia, aquella que como dice Federico González en varios lugares de su obra, y más concretamente en Simbolismo y Arte (libro que tuvimos ocasión de presentar aquí mismo junto a otros miembros del Centro de Estudios de Simbología de Barcelona), es
una energía capaz de seleccionar los valores y ponerlos en su lugar creando un orden mental en oposición al caos de la ignorancia. De allí la importancia del modelo del Universo y su Orden Arquetípico, o sea de la doctrina y su encarnación puesto que es capaz de activar y generar el auxilio de esta deidad, la que siempre se manifiesta en el microcosmos como la comprensión inmediata, efectivizada en el corazón.2
Ese Amor a la Sabiduría es lo que se practica en los talleres masónicos, y hace de los hermanos masones verdaderos filósofos cuyo aprendizaje en el "recuerdo de sí", o sea en el reconocimiento de su identidad más verdadera y profunda, es constante y permanente, y les va dando una dimensión cada más amplia y universal de sí mismos, lo cual es inversamente proporcional al abandono de sus superficialidades, que son aquellos metales impuros, o aristas de la "piedra bruta" que con paciencia y perseverancia, dos virtudes muy alabadas por los alquimistas y masones de todos los tiempos, han de ser pulidas por las herramientas del mazo y el cincel, símbolos respectivos de la voluntad y la recta intención que la dirige y con la que se conjuga.
En el lenguaje de los símbolos (que los trovadores medievales llamaban "la lengua de oc" –languedoc– o el "lenguaje de los pájaros") el corazón es precisamente la sede de la inteligencia, no de la inteligencia racional, que según el mismo lenguaje simbólico estaría ubicada en el cerebro, y que es dual por naturaleza, sino de la inteligencia superior, o de la intuición intelectual, aquella que tiende hacia la síntesis por la reunión de los contrarios, y que es como un sexto sentido que tiene el hombre, el microcosmos, para "descubrir" esos otros estados más sutiles que están en nuestro interior, y que al igual que los radios de la rueda o de la circunferencia nos ponen en comunicación directa (o sea la "comprensión inmediata" de que habla Federico González) con nuestro verdadero "Yo", o Sí Mismo.
Pero en el "descubrimiento" de esa facultad superior inherente a la naturaleza humana es muy importante, en efecto, conocer el modelo del Universo, que nos habla de un Orden Arquetípico, de una Cosmogonía; y no sólo eso, sino que dicho conocimiento, para ser comprendido en toda su integridad, ha de "encarnarse" y vivirse como tal, es decir que ha de ser realmente transformador y operativo, y no una mera especulación teórica que por muchos "saberes" que acumule nunca podrá llevarnos más allá del umbral o de la periferia de la rueda, en ese punto donde realmente comienza el viaje hacia el centro de nuestro ser, el cual se vive, volvemos a repetir, como un retorno a la "casa del Padre".
Ese retorno tan sólo es posible a través de un Arte que la Masonería llama "Arte Real", idéntico a la Gran Obra alquímica, Obra que es la que el hombre puede realizar consigo mismo en su interior, y cuyo proceso creativo como dijimos al principio es análogo a la creación misma del Cosmos, ya que hay una identidad entre el hombre y el Universo, entre el microcosmos y el macrocosmos, de tal manera que existe una relación constante y permanente entre uno y otro, es decir que el conocimiento de sí se interrelaciona con el conocimiento del mundo, conformando ambos un todo unitario, "una sola y única cosa maravillosa", verdadero objetivo de la Gran Obra, como dicen los textos herméticos según la fórmula de la Tabla de Esmeralda: "Lo que está arriba es como lo que está abajo, y lo que está abajo es como lo que está arriba, para hacer la maravilla de una cosa única". A esto alude sin duda alguna el conocido sello de Salomón, que como saben son dos triángulos entrelazados, siendo el uno el reflejo del otro.
En cuanto al texto, un pregunta a los masones :
En el principio del mismo se menciona la gnosis. La pregunt seria :
Tiene algo que ver la masoneria con la gnosis ?