LA TRANSFUSIÓN DE SANGRE.
La absurda e irracional doctrina de los testigos de ná.
Emparentar o interpretar que el mandato de Dios de no comer carne con su sangre de Levíticos 3:17; Lev. 7:27; Gén. 9:4. etc., se refiera a las transfusiones de sangre es verdaderamente irracional, ilógico, absurdo y muestra de una total ignorancia de la naturaleza humana y de los procesos fisiológicos del organismo humano.
Es realmente imposible armonizar el acto de transfusión de sangre con el mandato de no comer sangre. No existe línea de conexión entre estos dos actos. El proceso de digestión de cualquier elemento orgánico, animal o vegetal, se realiza partiendo por la boca como órgano perteneciente al aparato digestivo, y a través del proceso de digestión, que involucra a todos los órganos del aparato digestivo, los alimentos terminan su proceso y una parte de ellos son reducidos a componentes simples (glucosa, ácidos grasos, aminoácidos, glicerol etc.), que luego serán asimilados por el organismo y el restante eliminado como desecho inservible para el organismo humano. Luego en el proceso de absorción o asimilación, el destino final de estos nutrientes, es precisamente el sistema circulatorio; desde donde se distribuyen a todo el organismo.
La transfusión por su parte, es un procedimiento médico, a través del cual se busca restablecer el volumen sanguíneo de aquellas personas que por cualquier razón, han perdido una importante cantidad de sangre, y que por lo tanto se pone en riesgo la vida. El no transfundir a tiempo la cantidad necesaria de sangre, pone inevitablemente a la persona en estado de shock a causa de la falta de oxígeno, para finalmente morir.
La transfusión de sangre se realiza vía endovenosa o intravenosa; lo que jamás llevará, de ninguna manera posible, a que la sangre sea digerida por el organismo;… sencillamente es imposible la digestión de la sangre por el organismo, se transfunda o no, pues la transfusión solo va dirigida a suplir el volumen sanguíneo, sin que por esto la sangre tenga que sufrir algún proceso fisiológico en el cuerpo humano.
Cuando los religiosos testigos de ná, se oponen a salvar una vida con la irracional postura de que Dios prohíbe comer sangre (ya he explicado que transfusión no es sinónimo de comer sangre), simple y horrorosamente, esto no tiene prácticamente ninguna diferencia con la practica de pueblos paganos de sacrificar a los hijos o personas con el fin de agradar a sus dioses o ídolos para aplacar sus iras o esperar favores. Es realmente impresionante ver la similitud de estos dos actos: dejar morir a los seres queridos por no permitir una transfusión de sangre que salvaría sus vidas;… con el acto de sacrificar seres humanos a dioses paganos.
Invocar arcaicas estadísticas de más de una década, para oponerse a las transfusiones de sangre, que hoy por hoy, gracias a la moderna tecnología existente, no presentan ningún riesgo para la salud humana, al contrario han permitido salvar numerosas vidas; … invocar estas estadísticas digo, para oponerse a las transfusiones, es una postura irracional; que ya decía, denota una total ignorancia de la medicina moderna, un total desprecio por la vida humana, -máxime cuando se trata de familiares o seres queridos- y una absurda y torcida interpretación de la Palabra de Dios; que los testigos de ná, se la deben no al fundador de esta secta, el tristemente famoso Charles Russel; sino al señor Natan Knorr quien durante su presidencia la estableció a través del artículo “La Santidad de la Sangre”.
La irracional locura de querer unir el acto de comer sangre con transfundir sangre, es lo que hasta hoy, ninguno de los testigos de ná, ha podido explicar racionalmente o ajustados a los procesos fisiológicos del organismo humano. Y es obvio que nunca podrán hacerlo, pues no existe similitud, parentesco, relación, unión, lazo, conexión y etc. etc. entre una transfusión de sangre con el comer sangre; que por lo demás, es un mandato reconocido por toda la cristiandad, no así la postura de los testigos de ná, que ha sido rechazada unánimemente por todos los creyentes de todos los tiempos; ya que evidentemente los argumentos usados para sustentar sus posturas, son netamente humanos y sin fundamento racional alguno.
Jehová les bendiga.