Amados hermanos, Quiero compartirles algo que escribí durante estos días de tribulación y problemas. Espero sea de bendición.
En Apocalipsis capítulo 12, encontramos una visión simbólica de la iglesia como una mujer que ha dado a luz al Mesías. Ahí leemos (v.13) que: «cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.»
En esta visión encuentro algo muy interesante, dice aquí que la mujer es llevada por el Espíritu («las dos alas de la gran águila») al desierto. Pero es muy significativo ver que aquí dice que el desierto es «su lugar».
El desierto es un símbolo del mundo, de Egipto. Esta palabra (desierto) en el griego es “éremos” y significa: «lugar desolado, desértico, incierto, solitario, vacío, sin vida, lugar de muerte.»
Esta visión nos lleva a comprender que la iglesia es llevada al desierto “éremos” , con un propósito. Pero es muy importante recalcar que nunca es dejada ahí desamparada, sino que, como aquí mismo leemos, ahí es «sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.»
De hecho en Apoc. 12:6 (en contexto con esta misma visión que vemos en 12:13), nos confirma y también dice que: «la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.»
Notemos que además aquí dice que en el desierto «tiene lugar preparado por Dios»
El desierto es ese lugar en donde no hay nada, y es ahí en donde la iglesia es llevada por el Espíritu. Aquí está implícito la luz en las tinieblas. Como vimos, el desierto es un símbolo del mundo, y es ahí en donde la iglesia se encuentra, para dos cosas principalmente.
En las escrituras encontramos dos tipos de desierto, por así decirlo. Aunque cabe recalcar que se trata de un solo desierto (“éremos” ) :
Uno.- El desierto del éxodo, de las pruebas y las aflicciones (recordemos Dt. 8:2): «para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. 3Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.»
Es ahí en donde el corazón del hombre es probado.
Dos.- A diferencia del desierto de las pruebas y aflicciones, este otro desierto (aunque como hemos dicho, es uno solo) es en donde no vamos a encontrar nada de nada.
Pareciera que Dios nos ha abandonado. Y es que solo en este estado es que vamos a entender que debemos estar quietos. «Estad quietos y conoced que yo soy Dios.» (Sal. 46:10)
Este desierto es el lugar en donde Dios nos va a hablar a nuestro corazón (Os. 2:14-23). En donde no va a haber nada ni nadie que nos distraiga, sino solamente Él y cada uno de nosotros. Es el desierto de la quietud, por así llamarlo.
«Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (Isa. 30:15)
Los que hemos creído hemos entrado en el reposo de Dios, que es Cristo (Heb. 4:3)
Muchas veces, cuando Dios nos ha llevado a este desierto, es que habíamos decidido tomar un camino equivocado, y nos habíamos metido a una vida vertiginosa, llena de cargas, afanes, mandamientos e inquietudes absurdas.
Estando ahí comenzaremos a sentimos ligeros, como si usáramos una talla 42 y de pronto somos una talla 30, ¡Nos hace falta talla para llenar aquella ropa! Y lo malo es que esta sensación la asociamos erróneamente con un vacío.
Cuando en realidad no es un vacío, y lo que sucede es que Dios busca que dejemos toda carga y esfuerzo propios para entonces llenarnos de su Espíritu.
Esta sensación de vacío tiene repercusión en todo nuestro ser, así que no debemos preocuparnos. Literalmente hemos sido vaciados, pero para ser llenados, ¡pero de Él!
Así que cuando estamos en ese desierto, quietos, en descanso y en reposo, debemos prepararnos porque Dios comenzará a llenarnos de su presencia. Por eso era necesario en primer lugar ser “vaciados” de todo aquel lastre. Como hemos dicho, Dios va a hablar a nuestro corazón.
Entenderemos que el desierto, por muy duro que nos suene....en los propósitos perfectos de Dios.....es nuestro lugar.
Que Dios los bendiga!
En Apocalipsis capítulo 12, encontramos una visión simbólica de la iglesia como una mujer que ha dado a luz al Mesías. Ahí leemos (v.13) que: «cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.»
En esta visión encuentro algo muy interesante, dice aquí que la mujer es llevada por el Espíritu («las dos alas de la gran águila») al desierto. Pero es muy significativo ver que aquí dice que el desierto es «su lugar».
El desierto es un símbolo del mundo, de Egipto. Esta palabra (desierto) en el griego es “éremos” y significa: «lugar desolado, desértico, incierto, solitario, vacío, sin vida, lugar de muerte.»
Esta visión nos lleva a comprender que la iglesia es llevada al desierto “éremos” , con un propósito. Pero es muy importante recalcar que nunca es dejada ahí desamparada, sino que, como aquí mismo leemos, ahí es «sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.»
De hecho en Apoc. 12:6 (en contexto con esta misma visión que vemos en 12:13), nos confirma y también dice que: «la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.»
Notemos que además aquí dice que en el desierto «tiene lugar preparado por Dios»
El desierto es ese lugar en donde no hay nada, y es ahí en donde la iglesia es llevada por el Espíritu. Aquí está implícito la luz en las tinieblas. Como vimos, el desierto es un símbolo del mundo, y es ahí en donde la iglesia se encuentra, para dos cosas principalmente.
En las escrituras encontramos dos tipos de desierto, por así decirlo. Aunque cabe recalcar que se trata de un solo desierto (“éremos” ) :
Uno.- El desierto del éxodo, de las pruebas y las aflicciones (recordemos Dt. 8:2): «para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. 3Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.»
Es ahí en donde el corazón del hombre es probado.
Dos.- A diferencia del desierto de las pruebas y aflicciones, este otro desierto (aunque como hemos dicho, es uno solo) es en donde no vamos a encontrar nada de nada.
Pareciera que Dios nos ha abandonado. Y es que solo en este estado es que vamos a entender que debemos estar quietos. «Estad quietos y conoced que yo soy Dios.» (Sal. 46:10)
Este desierto es el lugar en donde Dios nos va a hablar a nuestro corazón (Os. 2:14-23). En donde no va a haber nada ni nadie que nos distraiga, sino solamente Él y cada uno de nosotros. Es el desierto de la quietud, por así llamarlo.
«Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (Isa. 30:15)
Los que hemos creído hemos entrado en el reposo de Dios, que es Cristo (Heb. 4:3)
Muchas veces, cuando Dios nos ha llevado a este desierto, es que habíamos decidido tomar un camino equivocado, y nos habíamos metido a una vida vertiginosa, llena de cargas, afanes, mandamientos e inquietudes absurdas.
Estando ahí comenzaremos a sentimos ligeros, como si usáramos una talla 42 y de pronto somos una talla 30, ¡Nos hace falta talla para llenar aquella ropa! Y lo malo es que esta sensación la asociamos erróneamente con un vacío.
Cuando en realidad no es un vacío, y lo que sucede es que Dios busca que dejemos toda carga y esfuerzo propios para entonces llenarnos de su Espíritu.
Esta sensación de vacío tiene repercusión en todo nuestro ser, así que no debemos preocuparnos. Literalmente hemos sido vaciados, pero para ser llenados, ¡pero de Él!
Así que cuando estamos en ese desierto, quietos, en descanso y en reposo, debemos prepararnos porque Dios comenzará a llenarnos de su presencia. Por eso era necesario en primer lugar ser “vaciados” de todo aquel lastre. Como hemos dicho, Dios va a hablar a nuestro corazón.
Entenderemos que el desierto, por muy duro que nos suene....en los propósitos perfectos de Dios.....es nuestro lugar.
Que Dios los bendiga!