El compromiso político del creyente

Re: El compromiso político del creyente

El totalitarismo de la izquierda española puede hacer inviable esta democracia
3 de Enero, 2008

No basta con proclamarse demócrata para serlo. Y no basta con que haya elecciones de vez en cuando para que un sistema pueda considerarse verdaderamente democrático. La partitocracia en la que vivimos instalados desde la Transición es un virus peligrosísimo para cualquier democracia, y España no es una excepción. La casi absoluta ausencia de democracia interna en los partidos, donde casi todo se hace a dedo, es una de las paradojas más peculiares de este sistema porque, ¿cómo va a haber democracia real si la misma está casi ausente en el seno de los que pretenden administrarla? ¿Qué opciones reales tienen los ciudadanos españoles de influir en la política de este país, cuando todo lo que se le ofrece son unas listas cerradas que impiden una relación política auténtica de los electores con el diputado que les representa? Finalmente no votamos personas sino partidos, y estos son maquinarias de obtener votos para lograr el poder, que se convierte en el fin último de la existencia de dichos partidos. La disidencia interna es eliminada, ninguneada o ignorada si tiene poca fuerza. Unamos a ello el poder cuasi onmímodo de los medios de comunicación, quienes por lo general responden a intereses empresariales nada democráticos, que son los más determinantes a la hora de formar la conciencia política de la sociedad y que, por consiguiente, marcan si nuevas opciones políticas pueden entrar en el ruedo o no. El resultado es que vivimos en algo parecido a una gran farsa con nombre de democracia. Pero concedamos pulpo como animal de compañía y aceptemos que España es hoy un país con un sistema plenamente democrático.

Una de las cosas que suele diferenciar a una democracia de una dictadura, es que en la primera la crítica a la clase política gobernante, o a la clase política en general, está permitida. En las dictaduras no sólo no se admite tal cosa, sino que al crítico se le suele encarcelar, exilar o incluso matar. Es típico de las mentalidades totalitarias el identificar al todo con la parte y el considerar la denuncia de la parte como la denuncia del todo. Así vemos que el dictador suele acusar a los que le critican de ser enemigos de la patria, de la revolución y/o del pueblo. No creo necesario poner ejemplos. El demócrata, sin embargo, acepta las críticas, aunque no las comparta, como parte de las reglas que nos hemos dado todos para lograr convivir en paz. No es el caso de la izquierda española.

Hace unos días dije que la concentración de las familias cristianas en Colón había puesto en evidencia la democracia en España, debido al hecho de que los valores que defendieron todos esos centenares de miles de ciudadanos no tenían representación en las cortes españolas. Ni uno solo de los partidos con representación parlamentaria defiende lo que millones de cristianos, mayormente católicos pero también protestantes y ortodoxos, creemos en asuntos tan fundamentales como la familia y la dignidad de la vida humana. Pero es que además, la práctica totalidad de la izquierda española quiere situarnos fuera del sistema. El acto de Colón fue ideado por laicos y acogido por los obispos. En esta ocasión fueron los pastores quienes siguieron a las ovejas y no al revés. Todos fuimos protagonistas, pero más los miles que estaban más allá del escenario que los que estaban sentados tras el mismo. Y nada, absolutamente nada de lo que dijeron los oradores, fueran cardenales, obispos o laicos, era ajeno al sentir de todos los allá congregados. Por tanto, dejemos bien clara una cosa. Cuando la izquierda política y mediática arremete contra la Iglesia con rabia furibunda, que contrasta con su actitud en estos cuatro años ante independentistas y terroristas, está arremetiendo contra millones de ciudadanos de este país todavía llamado España. Si los pastores nos secundaron, sepamos que todo ataque contra ellos es un ataque contra nosotros. Cuando se les amenaza, se nos amenaza. Cuando se les pide que se callen, se nos pide que nos callemos. Cuando se les exige que no entren en política, en realidad se nos está queriendo echar de la política a todos los católicos que estamos en comunión con ellos. Lo que dijo el primado de España, el presidente de la Conferencia episcopal, el cardenal de Madrid y el cardenal de Valencia, lo firmo yo, y como yo millones de católicos españoles. ¿En base a qué talante democrático se pide a nuestros pastores que se pongan un esparadrapo en la boca?

Precisamente la reacción de la izquierda está demostrando que el cardenal de Valencia tenía razón al afirmar que el laicismo radical pone en peligro la democracia en este país. Si alguien tenía alguna duda de lo pertinente de sus palabras, ahora lo tendrá muy claro. El PSOE cree que la crítica a las leyes que emanan del parlamento es propia de anti-demócratas. La realidad es que esa idea es, en sí misma, propia de mentalidades totalitarias. Porque si no vamos a poder criticar lo que la mayoría parlamentaria vota, ¿en qué lugar queda el papel de la oposición política y civil? ¿se imagina el lector lo que ocurriría si un partido de inspiración católica lograra la mayoría absoluta y aboliera el divorcio express, el matrimonio gay, y las leyes despenalizadoras del aborto? ¿se imagina lo que diría esa izquierda si desde ese partido se dijera que quienes se oponen a él no son demócratas? De ocurrir eso, la izquierda prendería fuego la nación. Literalmente. Las manifestaciones pacíficas, propias de la derecha social en esta legislatura, se convertirían en manifestaciones salvajes, como ya tuvimos ocasión de comprobar años atrás.

Todo lo que está ocurriendo debe llevarnos a hacer una reflexión profunda. Lo queramos o no, estamos en una situación límite. La izquierda española ha resucitado el fantasma de las dos Españas. No soporta tener enfrente a millones de españoles que queremos otro tipo de sociedad, otro tipo de educación para nuestros hijos, incluso otro tipo de relación entre la clase política y aquellos que les elegimos. Muchos estamos hartos de la agresividad de la clase política izquierdista y de la tibieza de la clase política de derechas. Nos están echando, por activa o por pasiva, fuera del sistema. Y eso, señores, acabará por provocar efectos muy poco deseables. Digo esto sin amenazar. Más bien lo digo como la expresión de un temor bien fundado en que lo que nos queda por delante puede ser una auténtica pesadilla. Dios quiera que no sea así.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Fuente: http://www.coradcor.com/blog/
 
Re: El compromiso político del creyente

Los asesinatos legales de inocentes en el seno materno crecieron un 10,8% en el 2006
3 de Enero, 2008

Las cifras del magnicidio legal, del holocausto continuo, aumentan en España. 101.592 fueron los seres humanos ejecutados en el seno de sus madres durante el 2006. Más de cien mil vidas humanas no pudieron ver la luz porque las manos de los asesinos vestidos de blanco cumplieron los deseos de sus madres, y les arrancaron del mundo de los seres vivos. Una de cada cien mujeres en edad de quedarse embarazadas abortaron. Si alguien quiere contemplar los gráficos de la masacre, lo puede hacer en la web del Ministerio de “Salud”. Dado que en España se dieron 481.102 nacimientos durante ese mismo año, el rating abortos/embarazos ha aumentado. Eso supone que abortaron voluntariamente más del 17% de las mujeres que se quedaron embarazas en España en dicho año. O sea, más de uno de cada 6 embarazos, casi uno de cada cinco, acabaron en el cubo de basura de las clínicas abortivas.

Ahora que parece que a este sociedad miserable que permite esto le ha conmovido un tanto el ver los desechos humanos de los abortos tardíos, conviene hacerla saber que 2001 abortos fueron practicados cuando el feto tenía más de 21 semanas. No unas decenas, no. No unos pocos cientos, no. Dos mil. Seis diarios. Y eso que se sepa, porque conocido es el hecho de que resulta bastante probable que se hayan producido muchos abortos clandestinos “ilegales”.

¿Hace falta decir que así no podemos seguir? ¿hace falta volver a insistir en la necesidad de que aquellos que estamos horrorizados ante estas cifras de infamia tenemos el derecho a estar representados en las cortes? ¿hace falta decir que la Iglesia debe echar el resto en esta cuestión? ¿hace falta explicar a los creyentes cómo debe de sentirse Dios respecto a este país, al ver como superamos en maldad a las civilizaciones que fueron aniquiladas por sacrificar a sus hijos a dioses paganos? ¿hace falta que haga más preguntas?

No, hace falta que nos plantemos y digamos: ¡BASTA YA!

Esto no puede continuar, señores míos.

Luis Fernando Pérez Bustamante.


Fuente: http://www.coradcor.com/blog/
 
Re: El compromiso político del creyente

No forniquéis con los reyes de la tierra

EL multitudinario acto en defensa de la familia cristiana celebrado recientemente en Madrid ha provocado la reacción destemplada, muy en la línea del más atrabiliario temperamento hispánico, de la facción socialista. Abrió fuego José Blanco, ese híbrido entre el inspector Javert de «Los miserables» y el Polichinela de la commedia dell´arte, quien en declaraciones a una emisora de radio, tachó de «intolerables» las palabras pronunciadas allí por algunos cardenales españoles (siempre me sorprende que sean los expendedores a granel de tolerancia quienes a la vez nos prescriban lo que no debe tolerarse). Asimismo, consideró que tales palabras constituían «una intromisión directa en la campaña electoral» de las jerarquías eclesiásticas: «Me dio la impresión -añadió Blanco, en pleno delirio alucinógeno- de que estábamos en un acto del PP presidido por cardenales».

El facundo Mariano Fernández Bermejo ha sacado en romería el «nacionalcatolicismo», fantasma del que sabe mucho por vía consanguínea. El vanilocuo Chaves, dándoselas de moderno, ha tildado a los cardenales de arcaicos e integristas, y Zapatero ha soltado sus habituales delicuescencias insidiosas. Finalmente, la Ejecutiva Federal del Partido Socialista ha evacuado un comunicado muy lustrosamente barnizado de la consabida roña progre al que, en un alarde imaginativo, ha puesto el título de «Las cosas en su sitio». Por supuesto, ese sitio no es el que por naturaleza le corresponde a las cosas, sino el que los socialistas caprichosamente le adjudican, que para eso son los repartidores oficiales de bulas y anatemas. En el mencionado texto se afirma que las manifestaciones de los cardenales son de «contenido político» -extremo que a continuación refutaremos- y que «no hay más legitimidad que la legitimidad constitucional». Aseveración ésta última que podría discutirse con argumentos de filosofía del Derecho; pero que, desde luego, los cardenales no han entrado a discutir: su denuncia de ciertas actuaciones legislativas se basa, precisamente, en su incongruencia con la letra y el espíritu de varios preceptos constitucionales. Las invectivas de los socialistas participan de un estilo tan doctrinario y tosco que actúa como repelente del debate de ideas y acicate del rifirrafe banderizo. Haremos aquí un esfuerzo por elevar el tono de la polémica; empeño que -tampoco vamos a echarnos flores- será harto sencillo, pues el nivel de los socialistas es subterráneo.

¿Cuáles son las declaraciones cardenalicias que han levantado tanta roncha entre los repartidores de bulas y anatemas? El cardenal Rouco afirmó: «Nos entristece tener que constatar que nuestro ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconocía y establecía hace ya casi sesenta años. A saber: que la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado«. Y el cardenal García-Gasco apostilló : «La cultura del laicismo radical es un fraude y un engaño, porque no constituye nada, sólo conduce a la desesperanza. Por el camino del aborto, del divorcio exprés y de las ideologías de género que pretenden manipular la educación de los jóvenes no se llega a ningún destino digno del hombre y de sus derechos. Por ese camino no se respeta la Constitución de 1978 y nos dirigimos a la disolución de la democracia». Quizá podríamos reprocharle jocosamente a García-Gasco, desde un punto de vista retórico, el forzadísimo oxímoron «cultura del laicismo radical», pues el laicismo radical, en su afán despersonalizador, postula la destrucción de toda cultura verdaderamente humana. Pero el diagnóstico de ambos cardenales, válido desde luego para España, constituye una radiografía penetrante y sintética del mal que hoy corroe a Occidente: un mal que, disfrazado bajo los ropajes de la democracia formal, anhela la abolición del hombre, el despojo de lo que es más intrínsecamente humano y la instrumentalización de nuestros derechos más inalienables. No acertamos a comprender dónde está la «intromisión en la campaña electoral» que denunciaba Blanco; salvo que, en un época tan indigna, la mera vindicación de la dignidad del hombre se pueda interpretar como rasgo de electoralismo.

Los socialistas pretenden hacernos creer que los cardenales «se meten en política», un ámbito que no les compete. Enseguida los politiqueros han recordado esa sentencia evangélica que suelen enarbolar quienes nunca leen el Evangelio: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21). Pero, ¿qué es lo propio del César? Las cosas temporales, las realidades terrenas; pero no, desde luego, «los principios de orden moral que surgen de la misma naturaleza humana» (Dignitatis Humanae, 14c). La misión que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social, pero «comprende los fundamentos éticos del orden temporal», e incluye el poder dar juicios sobre la moralidad de concretas situaciones y actuaciones temporales (Gaudium et Spes, 76c). No nos hallamos ante una «intromisión» de los cardenales españoles en los asuntos del César, sino ante una denuncia de las tropelías del César, que en su soberbia no vacila en pisotear los fundamentos éticos del orden temporal.

«Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado» (II Tim, 2, 4). El hombre religioso, ciertamente, no debe enredarse en asuntos terrenales. Pero existe una confusión creciente, auspiciada por la soberbia del César, en torno a lo que debe considerarse dominio político y dominio religioso. Si la política se enreda en cosas temporales, los curas no deben meterse; mas si la política toca cosas no temporales (como el aborto, el divorcio o la enseñanza religiosa) entonces deben meterse; estarían dimitiendo de su ministerio si no lo hicieran. El amor vigoroso a la patria, conscientemente abrazada en fe y esperanza, puede ser una expresión religiosa: a fin de cuentas, amamos a Dios a través de sus criaturas, a través del prójimo; y no hay prójimo más próximo que el compatriota. Es cierto que los Estados son creaciones humanas, y que algún día serán instrumentos del Hombre de Pecado, Hijo de la Perdición, del que nos habla San Pablo (II Tes, 2, 3-4); pero mientras haya resquicio para la esperanza es obligación del católico -y no digamos de sus ministros- propugnar los valores sociales, morales y culturales que la luz civilizadora de la Iglesia trajo a Occidente. Como escribió Verlaine, L´amour de la Patrie est le premier amour / Et le dernier amour apr_s l´amour de Dieu; y el católico, sin llegar a confundir el amor a Dios con el amor a la patria, debe amar a su patria «en su ruina y degeneración», como nos pedía C. S. Lewis, pues amar a una enferma nace de la compasión y no puede rendir sino sacrificios, y el amor compasivo y sacrificado es expresión del amor a Dios. Así amó Jesús a Jerusalén, llorando sobre ella (Lc 19, 41-44); y su amor compasivo y sacrificado no se expresó con requiebros merengosos, sino con muy ásperas admoniciones. Las palabras de los cardenales Rouco y García-Gasco en la plaza de Colón fueron reflejo fiel de ese amor de Jesús a Jerusalén.

La política fue, allá en su origen, una pasión salvaje de mando; y la luz civilizadora del cristianismo la moralizó. El neopaganismo de nuestra época pugna por devolver la política a ese estado de salvajismo primigenio; y la obligación de la Iglesia es proseguir su empresa moralizadora. Que la Iglesia debe respetar los gobiernos legítimos es indudable; pero mucho más debe respetar la Palabra de Dios y su misión propia, que no es sino predicar sin miedo esa Palabra sobre los terrados (Mt. 10, 27). La Palabra nos enseña que fuimos llamados por Dios desde el vientre de nuestra madre, y por eso la Iglesia debe pronunciarse contra el aborto. La Palabra también nos enseña que hombre y mujer formarán una sola carne, y por eso la Iglesia debe pronunciarse contra el divorcio y contra las legislaciones que tratan de desnaturalizar el matrimonio y la familia. Y, en fin, hemos escuchado a Jesús decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis», y por eso la Iglesia debe pronunciarse contra una educación que impida o estorbe este acercamiento. Las jerarquías eclesiásticas no deben inmiscuirse en asuntos terrenales, porque eso sería tanto como «meterse en política»; pero uno de los peores modos de «meterse en política» sería que la Iglesia bendijese, por acción u omisión, la intromisión del César en los asuntos que son de Dios. El día en que la Iglesia hiciese esto se habría convertido en esa «gran ramera que fornica con los reyes de la tierra» de la que nos habla el Apocalipsis. Esa iglesia farisaica y corrompida, puesta de rodillas ante el César, es la que anhelan ciertos políticos; quienes amamos a la Iglesia de Cristo aplaudimos el coraje mostrado por los cardenales Rouco y García-Gasco.

JUAN MANUEL DE PRADA
Escritor


Fuente: ABC
 
Re: El compromiso político del creyente

Ponencia de César Vidal leía hoy, creo que por su pastor, en el I Congreso Protestante de Madrid, convocado por el Consejo Evangélico de Madrid (CEM)


EL COMPROMISO POLÍTICO DEL CREYENTE

César Vidal



Muchas gracias. Que Dios les bendiga.


Muchas gracias por la información .Lo que considero

interesante y me lo bajo.


Ya más utópico sería el compromiso creyente del político.
:pangel1:

Veremos quién gana en América .... o el Demócrata ´...

--- ó el republicano pastor protestante ......

..... mmmm.... para una PAZ MUNDIAL sería el 1º creo ... a no ser que tal

PAZ DESEADA la consiga mediación a través de EEUU siendo un religioso ó

(ex- parece ser ) y así se de Gloria, indebida, a la religión o por lo menos

al partido que le tocó el tema irakí ....

..... no se cuál sería el más idoneo para tal empresa .... lo digo por lo que

dice Daniel 2:44 ... pobrecito al que le toque. :lightingz:lightingz:Bailando::)
 
Re: El compromiso político del creyente

NAC_OPI_web_7.jpg

JUAN MANUEL DE PRADA

Perdón por el OFF-TOPIC pero ¿No tiene un "aire" a Martín Lutero?

Lamentablemente se dice "escritor". No aclara si lo es de papel, o de blogs...

Naturalmente, por lo extenso de sus párrafos (que en internet se hace aburrido leer, más allá de sus contenidos, los cuales ignoro por su misma longitud) y por la ausencia de puntos aparte.

Feliz 2008 para todos y abandonen todo lo relacionado con la política. No hay lugar para el cristiano en la política, sino para Cristo en los corazones de todo ser humano.

Involucrarse en la política con el objetivo de influir en las sociedades es un error. El evangelio da de por sí muchas oportunidades para influir en la sociedad de un modo más concreto, sólido y directo.

El Señor les bendiga !
 
Re: El compromiso político del creyente

Fuente: http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?id=27233&idNodo=-5

Iglesia y comunidad política
Guillermo Juan Morado
Doctor en Teología

En España, pese al pacifismo de la nueva letra de su himno nacional, parece que hay gana de guerra, de conflicto, de “crispación” diría, si esta última palabra no me resultase, de tan manida, profundamente antipática. Lo curioso es que el único problema del país parece ser la Iglesia Católica. Todos opinan, todos dicen, todos sentencian, y no pasa nada. Ah, pero si quien opina, dice o piensa es la Iglesia – a través de sus representantes jerárquicos – surge la discordia.

Se invoca el laicismo como santo y seña para exorcizar la influencia de lo religioso en la vida pública. Se pretende, así, respetar la “aconfesionalidad” del Estado o la “laicidad”, que traducen, quizá abusivamente, otros. Pero ni el Estado, ni el Parlamento, ni el Gobierno pueden ser jamás neutrales en el ámbito moral o religioso. Aquí el que no filosofa, también filosofa. El que no cree, también cree.

Toda institución, todo partido político, todo gobierno se inspira, de un modo o de otro, en una visión del hombre y de su destino. Detrás de todo programa está una ideología que comporta criterios de juicio, jerarquías de valores, líneas de conducta. La ley tiene un soporte moral (o inmoral) – sea el que sea -; supone una apuesta no sólo en favor de lo que es sino también en favor de lo que debe ser. El ideal de justicia, de bien común, de progreso, inspira las reformas legislativas que un Gobierno intenta llevar a cabo.

Los católicos, como ciudadanos y como miembros de la Iglesia, no pueden desentenderse de la marcha de la sociedad y del Estado. La “cosa pública” es cosa suya, tan suya, al menos, como de los demás ciudadanos que no comparten el credo católico y la visión del hombre que de él se deriva. Querer intervenir en lo público no es injerencia, sino responsabilidad. El cristianismo no habla sólo de Dios; habla también del hombre. Y ve al hombre en su referencia a Dios, sabiendo que en Él, en Dios, está su origen y su destino.

De Dios deriva una norma objetiva del bien y del mal; una norma que se erige como muro protector frente a las tendencias totalitarias que asedian y acechan un ejercicio del poder desnortado, privado de referencias sólidas, plegable a las presiones del que más grita, del que más paga o del que dispone de una mayor fuerza, que no de una mayor autoridad.

La Iglesia no se confunde con la comunidad política. Su Reino, el de Cristo, no es de este mundo. Pero eso no significa que la Iglesia pueda dar la espalda al mundo. Por fidelidad a su Señor, la Iglesia no puede callar cuando lo que está en juego es la dignidad del hombre; el carácter trascendente de la persona humana. Una Iglesia muda ante los atentados perpetrados contra la vida sería una anti-Iglesia. Una Iglesia muda ante la disolución de la identidad del matrimonio sería una anti-Iglesia. Una Iglesia muda ante la confusión sembrada sobre el ser y la misión de la familia sería cualquier cosa, pero no la Iglesia de Cristo.

Si la Iglesia ejerce de Iglesia, si los ciudadanos católicos ejercen de ciudadanos católicos, nada se pierde, sino que mucho se gana. Se presta a la sociedad en su conjunto, sin imposiciones, una contribución específica y valiosa. Se deja oír una voz, quizá incómoda, pero necesaria para salvaguardar los derechos fundamentales de la persona.

Quienes quieran gobernar bien, servir a los ciudadanos, en lugar de enojarse contra esa voz deberían, al menos, tenerla en cuenta. Ponderar sus razones. Considerar si contribuye o no al bien común. Si esta aproximación sensata se diera, muchas cosas podrían cambiar, para beneficio de todos.

Guillermo Juan Morado
 
Re: El compromiso político del creyente

Una de las cosas que admiro del catolicismo romano es la capacidad de influir en la política nacional, un gran porcentaje de nuestros diputados y senadores se dicen llamar observantes de la fe católica, al menos un partido de la centro izquierda y todos los partidos de la derecha. Recuerdo que se filtró hace tiempo un comentario cuando se debatía la aprovación de la comercialización del Progestinol (Pildora del dia después) en que se "amenzaba" con la excomunión a varios parlamentarios si no votaba en contra de ella. Actualmente esto ha sido aprobado por Decreto Supremo.

Sí, la mayoria de las leyes cuentan con esta influencia, sutil o expresa. Entonces cuando los creyentes evangélicos intentan levantar la voz para expresar sus opiniones y que se legisle considerándolo el nivel de aceptación es menor. Entonces surge siempre la interrogante de cómo hacerlo al estilo "católicorromano", y el asunto es más sencillo pero radical, la iglesia evangélica necesita involucrarse, enviar a sus feligreses a participar del foro político, entonces, con creyentes desde el parlamento la influencia de algún comité de pastores o Asociaciones de iglesia resultaría mas poderosa.

Que se derribe el tabú de la política para los creyentes....Paz
 
Re: El compromiso político del creyente

Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las elecciones generales de 2008
Madrid, 30 de enero de 2008

1. Los españoles hemos sido convocados a las urnas para el próximo 9 de marzo. Como en otras ocasiones semejantes, los Obispos ofrecemos a los católicos y a todos los que deseen escucharnos algunas consideraciones que estimulen el ejercicio responsable del voto. Hablamos como pastores de la Iglesia que tienen la obligación y el derecho de orientar el discernimiento moral que es necesario hacer cuando se toman decisiones que han de contribuir al pleno reconocimiento de los derechos fundamentales de todos y a la promoción del bien común.

2. Con tal finalidad pensamos que es éste un momento apropiado para leer y meditar de nuevo la Instrucción Pastoral aprobada el 23 de noviembre de 2006 por la Asamblea Plenaria de nuestra Conferencia Episcopal bajo el título de “Orientaciones morales ante la situación actual de España”. Recordamos algunas ideas fundamentales de esta Instrucción, que han de ser comprendidas, por tanto, en el conjunto de aquel relevante texto.

3. Respetamos a quienes ven las cosas de otra manera. Sólo pedimos libertad y respeto para proponer libremente nuestra manera de ver las cosas, sin que nadie se sienta amenazado ni nuestra intervención sea interpretada como una ofensa o como un peligro para la libertad de los demás. Deseamos colaborar sinceramente en el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad, en la consolidación de la auténtica tolerancia y de la convivencia en el mutuo respeto, la libertad y la justicia, como fundamento imprescindible de la paz verdadera (n. 81).

4. Si bien es verdad que los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos, también es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente cercanos y proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública (n. 50).

5. Los católicos y los ciudadanos que quieran actuar responsablemente, antes de apoyar con su voto una u otra propuesta, han de valorar las distintas ofertas políticas, teniendo en cuenta el aprecio que cada partido, cada programa y cada dirigente otorga a la dimensión moral de la vida. La calidad y exigencia moral de los ciudadanos en el ejercicio de su voto es el mejor medio para mantener el vigor y la autenticidad de las instituciones democráticas (n. 56). No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral y la exención de obligaciones morales objetivas. Al decir esto no pretendemos que los gobernantes se sometan a los criterios de la moral católica. Pero sí que se atengan al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo (n. 55).

6. “Es preciso afrontar - señala el Papa - con determinación y claridad de propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio, evitando introducir en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su carácter peculiar y su insustituible función social” (n. 56). La legislación debe proteger al matrimonio, empezando por reconocerlo en su ser propio y específico (n. 41).

7. No es justo tratar de construir artificialmente una sociedad sin referencias religiosas, exclusivamente terrena, sin culto a Dios ni aspiración ninguna a la vida eterna (n. 13). En ese sentido parece que apuntan, entre otras cosas, las dificultades crecientes para incorporar el estudio libre de la religión católica en los currículos de la escuela pública, así como el programa de la nueva asignatura, de carácter obligatorio, denominada “Educación para la ciudadanía” (n.18), que lesiona el derecho de los padres - y de la escuela en colaboración con ellos - a formar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales. Es necesario promover un gran pacto de Estado sobre la base de la libertad de enseñanza y la educación de calidad para todos.

8. El terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida justa y razonable. No sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo (n. 65). Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político (n. 68).

9. La Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la configuración política de la unidad de España (n. 73). Al mismo tiempo, enseña que, también en este caso, es necesario tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria y - en palabras de Juan Pablo II a los obispos italianos - “superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros del separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada” por parte de todos. Hay que evitar los riesgos de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública en favor de pretensiones particularistas o reivindicaciones ideológicas (n. 74).

10. En este momento de la sociedad española, algunas situaciones concretas deben ser tenidas muy particularmente en cuenta. Nos parece que los inmigrantes necesitan especialmente atención y ayuda. Y, junto a los inmigrantes, los que no tienen trabajo, los que están solos, las jóvenes que pueden caer en las redes de la prostitución, las mujeres humilladas y amenazadas por la violencia doméstica, los niños, objeto de explotaciones y de abusos, y quienes no tienen casa ni familia donde acogerse. Hay que trabajar también para superar las injustas distancias y diferencias entre las personas y las comunidades autónomas, tratando de resolver los problemas más acuciantes, como son el trabajo, la vivienda accesible, o el disfrute equitativo de la naturaleza, compartiendo dones tan indispensables para la vida como el agua y cuidando con esmero el patrimonio común de la creación (n. 80). En el orden internacional, es necesario atender a la justa colaboración al desarrollo integral de los pueblos.

Que el Señor ilumine y fortalezca a todos para actuar en conciencia y conforme a las exigencias de la convivencia en justicia y libertad.
 
Re: El compromiso político del creyente

Los obispos y los 400 euros
JUAN MANUEL DE PRADA

LOS sociatas afirman que los obispos «están muy lejos de la sociedad de hoy». Lo dicen con la misma seguridad satisfecha con que el doctor Moreau le diría a un cisne: «Estás muy lejos de la fauna de mi isla». Los sociatas llevan cuatro años haciendo con la sociedad española lo mismo que hacía el doctor Moreau con las cobayas de su isla: fabricar quimeras y aberraciones. Y, claro, acostumbrados como están a pasearse por sus dominios entre seres con hocico de cerdo y pezuñas de cabra, los subleva sobremanera que aún haya gente que se resiste a pasar por las horcas caudinas de su ingeniería social. Que la sociedad española está sometidita a su hacedor sociata, como lo estaba la fauna de la isla al doctor Moreau, lo demuestra el sencillo hecho de que la promesa de la limosnilla de los 400 euros no haya provocado un nuevo motín de Esquilache. A la promesa de la limosnilla de los 400 euros la han tildado los analistas de temporada como «compra de votos»; pero en puridad es algo mucho más alevoso. Con la promesa de la limosnilla de los 400 euros, los sociatas han actuado como las legiones romanas actuaban con las aldeas de los pueblos sometidos: primero les saqueaban los graneros y, cuando ya entre los sometidos no restaba ni un ápice de dignidad, los convocaban en la plaza de la aldea y les arrojaban desde un carro unas cuantas hogazas de pan, para que se las disputasen como alimañas, mientras ellos se carcajeaban a mandíbula batiente. Para entonces, los aldeanos sometidos habían olvidado que aquel pan se había amasado con una parte exigua del grano que antes les había sido saqueado; y creían sinceramente que debían agradecer al ocupante la magnanimidad demostrada.

A los sociatas no les entra en la cabeza que la jerarquía eclesiástica «no crea» en la sociedad que ellos han fabricado, esa sociedad que se deja someter a sus ingenierías como una cobaya en manos del doctor Moreau y que, en reconocimiento a su servidumbre, es recompensada con una limosnilla de 400 euros. A los sociatas les gustaría que los obispos se pusieran a la cola de la limosnilla, como cualquier hijo de vecino; pero, como se resisten a desempeñar este papelón, arremeten contra ellos muy iracundamente, diciéndoles que «están muy lejos de la sociedad de hoy», casi tan lejos como lo estaba Casandra de la sociedad de Troya. A los sociatas les gustaría que las palabras de los obispos fuesen desatendidas como lo fueron las de Casandra por los troyanos; pero, por muy chinches que se pongan, todavía hay gente que los escucha, gente que no está resignada a que le crezcan hocico de cerdo y pezuñas de cabra.

¿Y cuáles eran las enormidades que los obispos han ensartado en su documento reciente? Todas ellas se resumen en una: la acción política no puede estar desvinculada de obligaciones morales objetivas, no puede estar desligada de «principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano». Y, desde estos principios, a modo de corolario natural, los obispos enhebran una serie de reflexiones entre las que se incluye una muy pertinente sobre la imposibilidad de que una sociedad fundada en la justicia reconozca como «interlocutor político» a una organización terrorista. A los sociatas esta precisión se les antoja «inmoral», que es como los amorales califican cualquier argumento que se oponga a sus designios; y censuran a los obispos que «utilicen el tema del terrorismo para hacer campaña electoral». Naturalmente, saben que los obispos no están haciendo campaña electoral, sino estableciendo principios que deben regir la acción política; pero para quienes carecen de principios, su invocación se convierte automáticamente en proselitismo electoral.

Quizá no les falte razón. Quizá estas elecciones no sean, a la postre, sino un dictamen sobre la vigencia de los principios en la acción política. En este caso, los sociatas nada tienen que temer: si, después de hacer sus cálculos, han confirmado que pueden ganarse la voluntad de la mayoría a cambio de 400 euros, ¿qué les importa que unos obispos les lleven la contraria? O a lo mejor sí les importa; a lo mejor han descubierto que no toda la fauna de la isla está encantada con sus hocicos de cerdo y sus pezuñas de cabra; a lo mejor han descubierto que hay gente con nostalgia de ser cisnes, y que esa nostalgia no se soborna con 400 euros.

Fuente: http://www.abc.es/20080202/opinion-firmas/obispos-euros_200802020319.html
 
Re: El compromiso político del creyente

Nota de la CEE antes las elecciones y reacciones: nihil novum sub sole
1 de Febrero, 2008

La nota orientativa de cara a las próximas elecciones generales que fue publicada ayer por la Permanente de la Conferencia Episcopal es, en las formas y en el fondo, muy similiar a notas similares publicadas en elecciones pasadas. Lo que hay de nuevo no viene provocado tanto por voluntad de los obispos como por lo que ha ocurrido en España en los últimos cuatro años. Por ejemplo, no han sido los obispos quienes han dado revitalizado políticamente a Eta y el entorno etarra. No son los obispos quienes se han dedicado a hacer ingeniería social durante cuatro años. Y no son los obispos quienes han profundizado en las heridas del pasado, ni quienes han situado a España ante la posibilidad real de ruptura de su unidad.

Lo cierto es que lo que ha hecho el gobierno socialista durante esta legislatura, y lo que nos van anunciando para la siguiente, debería de ser suficiente como para que cualquiera que se considere cristiano no ose votar al PSOE. Los obispos no ponen siglas políticas en su nota, pero es que no hace falta. No creo que haya nadie que pensara votar a la izquierda y ahora deje de hacerlo por leer esta nota.

Si el votar la izquierda no puede ser una opción para quien cree en el evangelio, votar al PP no es precisamente una opción atrayente. Como ha dicho esta mañana Federico Jiménez Losantos en la tertulia de su programa, si los católicos siguen a pies juntillas todos los puntos de la nota de los obispos, tampoco podrán votar al Partido Popular. Como escribí poco después de la concentración en Colón del 30-D, los católicos no tenemos a nadie que nos represente en el Congreso y el Senado. Y eso no va a cambiar tras estas elecciones. Viendo que el PP no piensa acabar con el matrimonio homosexual ni con el divorcio express ni con el aborto, opciones políticas como FyV, AES o los carlistas pueden recoger el voto de los católicos que estén hartos de votar a los populares con la nariz tapada, aun siendo obvio que ninguna de esos partidos alcanzará representación parlamentaria. Cuando antes de las últimas elecciones municipales y autonómicas a Monseñor Sebastián se le ocurrió decir algo como lo que estoy diciendo, se le echaron encima como fieras acusándole de favorecer a la extrema derecha, pero lo cierto es que fueron incapaces de contrarrestar sus argumentos. En realidad el problema no está en la extrema derecha sino en el hecho de que el centro-derecha, en cuestiones sensibles a los valores cristianos, es más centro-izquierda que derecha. Y ese vacío hay que llenarlo antes o después.

Lo que más ha molestado al PSOE y a los que han apoyado al PSOE -o sea, todos menos el PP- ha sido la mención a la inmoralidad de la negociación política con los terroristas. Y es esta cuestión donde efectivamente los obispos españoles tienen un problema, ya que por ahí siguen pululando los Setién, Alec Reid y, guardando algo más las formas, Uriarte. De hecho, no podemos olvidar que el actual presidente de la Conferencia Episcopal firmó una pastoral de obispos vascos en contra de la ley de partidos. Y aunque yo estoy plenamente convencido de que negociar políticamente con quien tiene una pistola encima de la mesa es una traición a las víctimas y una cobardía, eso se ha hecho en otros países con la mediación eclesiástica de por medio. Ojalá nuestros obispos logren convencer a Roma de que en esta cuestión hay que dar un cambio radical en las directrices de la Iglesia a todo el mundo. Una cosa es mediar por motivos humanitarios y otra hacerlo cuando los violentos no renuncian a obtener ventajas políticas de su violencia.

En general, las reacciones a la nota de los obispos han sido como cabía esperar. Han ido de la rabia y los insultos a las amenazas más burdas, pasando por la manipulación y la escasez de argumentos nuevos. El talante democrático brilla por su ausencia en la izquierda española, lo cual nos hace ser muy pesimistas sobre el futuro del actual sistema democrático. Su sueño es encerrarnos a los católicos en las sacristías. Ellos pueden recibir el apoyo directo, y dando las siglas, de la Junta Islámica, que por lo que se ve no supone una injerencia de la religión en la política, pero si los obispos dicen lo que tienen que decir, entonces es que son unos malvados, unos hipócritas y una panda de consiliaros del PP. Pues nada, habrá que decir aquello de “Ladran Sancho, luego cabalgamos”.

No vienen buenos tiempos. La nación, o lo que va quedando de ella, está ante cuatro años que pueden ser definitivos para su futuro en las décadas, o incluso siglos, posteriores. La crisis económica que se nos viene encima es un chiste comparado con la crisis moral de la mayoría de la sociedad española. Las cifras de abortos, divorcios, violencia doméstica y escolar son un termómetro más fiable que las del IPC, el paro y la tasa de crecimiento del PIB. El PP puede cambiar mejorar estas últimas pero no las primeras. No porque no pueda, sino porque no quiere. Esta nación va hacia el abismo moral no sólo con los pasos adelante que da el socialismo, sino con los que no da hacia atrás la derecha política. En este contexto, los católicos debemos concienciarnos de que o cumplimos nuestro papel de sal y luz, o nos vamos al abismo con el resto de conciudadanos. Lo que puede marcar el futuro de España no es sólo la identidad del próximo presidente de gobierno, sino el saber si los que estuvieron en el Colón madrileño el 30-D o en el Palacio de Congresos de Barcelona este domingo pasado, están dispuestos a seguir dando la cara en defensa de los valores que pueden revertir la situación antes de que sea demasiado tarde.

Luis Fernando Pérez Bustamante.

Fuente: Blog Cor ad cor loquitur
 
Re: El compromiso político del creyente

Tenemos que apoyar visiblemente a nuestros obispos.
4 de Febrero, 2008

Yo creo que es evidente que la izquierda de este país, que cada ves es más radical y que no puede ser reducida sólo al partido político gobernante, pues es también todo ese magma mediático que apoya y azuza al gobierno contra el catolicismo, se ha quitado la careta del todo y nos muestra su verdadero rostro anticlerical. Hoy arremeten con odio y saña contra los obispos. Mañana lo harán contra nosotros, los fieles católicos. Y luego lo harán contra todo lo que huela a cristianismo, incluido ese sector de estúpidos útiles progre-eclesiales que se pasan la vida haciéndole el juego sucio a la izquierda en el seno de la Iglesia, y que llegado el momento serán depositados en el cubo de basura como si fueran un aborto avanzado. Y es que si Roma no paga traidores, la izquierda radical tampoco. También arremeterán contra las numerosas decenas de miles de protestantes evangélicos que hay en este país, cuyos representantes oficiales, que no representan el sentir de sus fieles, sufren la constante tentación de venderse por unas pocas prebendas y ayudas económicas.

Creo que los católicos deberíamos de dar un paso al frente y organizar algún tipo de acto en apoyo a nuestros obispos. No podemos dejarles solos. Deben sentir nuestra cercanía hoy más que nunca. Creo que sería bonito que eligiéramos un día concreto en este mes para concentrarnos todos ante las puertas de las catedrales como muestra de solidaridad, de afecto y de comunión con ellos. Que la izquierda sepa que no sólo no van a callarles a ellos. Tampoco a nosotros. Aunque ganen las elecciones, no podrán taparnos la boca a menos que acaben de pisotear el sistema democrático para hacerlo. No tenemos miedo a ser minoría, pues sabemos que la verdad y le dignidad no depende del resultado de unas urnas. Si los profetas se enfrentaron a los gobernantes de su época, nosotros podemos plantar cara a mil y un gobiernos socialistas, por muy democráticamente que hayan sido elegidos. Seguiremos diciendo que el aborto es un crimen. Seguiremos diciendo que la unión entre homosexuales no es matrimonio. Seguiremos reivindicando nuestro derecho a que nuestros hijos no sean adoctrinados en valores contrarios a nuestras creencias. Seguiremos afirmando que no se puede dar el papel de agente político a los asesinos. Si los obispos callaran, nosotros hablaríamos. Y si a nosotros nos callaran, hablarían las piedras.

Ruego a mis lectores, y en especial a los que tienen blogs en Internet, que difundan esta iniciativa, copiándola en sus respectivos blogs. Yo no tengo capacidad de organizar todo esto. Alguien podrá hacerlo si recoge este guante. Tenemos que hacernos visibles, tenemos que apoyar a nuestros pastores, tenemos que defender nuestro derecho a opinar fuera de los templos, tenemos que dejar bien claro que no nos callarán. Es mucho lo que nos jugamos en este envite. No nos quedemos de brazos cruzados.

Luis Fernando Pérez Bustamante


Fuente: Blog Cor ad cor loquitur
 
Re: El compromiso político del creyente

Jesús pidio una moneda, y pregunto, a pesar que el sabia la respuesta, pregunto: De quien es esta imagen, a lo que le respondieron de Cesar, Jesús dijo: Dad a Cesar lo que es de Cesar, y a Dios, lo que a Dios le pertenece.

Como hijos de Dios, debemos cumplir con el deber ciudadano. Emitir nuestro voto.
Dios no es politico, ni de izquierda, ni derecha, ni de centro, ni de partido politico alguno. Porque no hace acepción de personas. La politica, si lo hace.
 
Re: El compromiso político del creyente

----------------------------------------------​

Ruego a los hermanos del foro que oren por España. Los politicos en este pais, especialmente el PSOE (que esta en el poder) y IU, se han propuesto acabar con el temor de Dios, en este pais, por decreto. LLevandonos a todo tipo de aberracion. Divorcio libre, aborto libre, matrimonio homosexual, adoctrinamiento de nuestros hijos por el Estado, etc.

Fijense en la hipocresia de esta gente que se escandalizan porque un padre pueda corregir con un cachete a su hijo y estan abogando por la liberacion total del aborto. Disciplinar es para ellos mas grave que asesinar. Esto solo es un detalle, pero a estas alturas ya es un aluvion de despropositos, y podemos ver claramente la mano del enemigo de Dios y de la humanidad detras de todo esto.

Efesios 6:12

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes.


Hermanos tomen conciencia que esto no son maquinaciones de hombres sino de demonios y les agardeceria que se acordasen de orar por España y que Dios se glorificase en este pais. No olviden que lo que dan se vuelve sobre ustedes multiplicado.

Lucas 6:38

Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y
rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma
medida con que medís, os volverán a medir.


Les agradezco su apoyo de antemano, lo que hagan por nosotros lo estan haciendo por ustedes. ¿Les gustaria vivir en una sociedad como la que nos estan imponiendo aqui?

Que Dios les bendiga a todos

Paz

----------------------------------------------​

Padre, quiero en este momento en que se avecinan unas elecciones en España pedirte por mi pais. Tu sabes que yo no creo en los hombres por eso clamo a ti y te ruego que despiertes las conciencias de las gentes de este pais y no permitas que los que se oponen a ti y a tu hijo Jesucristo prosperen sino que tu hagas que este pais entre en vereda de la manera que solo tu puedes y sabes que es conveniente. Te pedimos perdon por nuestros pecados como nacion y pedimos que tengas misericordia en el Nombre de Jesucristo. Amen.

Que Dios les bendiga a todos

Paz a la gente de buena voluntad
 
Re: El compromiso político del creyente

-------------------------------------------------​

Estaba meditando ... ¿Que compromiso politico pueda tener el cristiano cuando no esta comprometido con su Señor Jesucristo?.

Aqui en estos foros podemos ver todos los dias a gente que se dicen cristianos y estan contradiciendo y enseñando en contra de Cristo y de lo que El dice y enseña ... Si niegan al Señor Jesucristo y no estan comprometidos con El ... ¿Como nos puede extrañar que los que se dicen cristianos voten a favor de los enemigos de Dios? ... sencillamente es la consecuencia logica.

¡Oh Dios y Padre! te ruego que traigas un profundo arrepentimiento sobre España aunque tengas que juzgarnos por nuestros pecados, mas nos vale ser disciplinados que perdernos. En el Nombre de Jesus. Amen.

Isaías 26:9

Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.


Que Dios les bendiga a todos

Paz a la gente de buena voluntad
 
Re: El compromiso político del creyente

Todos tranquilos: Bono dice que la Iglesia española es la mejor tratada del mundo.
7 de Febrero, 2008

José Bono, posible sucesor de Zapatero en la dirección del PSOE si éste pierde las elecciones de marzo, ha afirmado hoy que “no hay ningún país en el mundo en el que se trate mejor a la Iglesia católica que en España”. Y parece ser que lo ha dicho sin que se le pusiera la cara roja ni le creciera la nariz. Es más, no hay certeza de que estuviera en estado de intoxicación etílica o de que se hubiera fumado tres petardos antes de hablar. Y como quiera que no estaba en un concurso de chistes negros ni en el casting de un programa busca talentos, sólo nos queda la posibilidad de que haya dicho tal cosa en serio. Tan en serio como cuando afirmó que le habían pegado en una manifestación de las víctimas del terrorismo. Tan en serio como cuando dijo que se retiraba temporalmente de la política por cuestiones familiares.

Bien, es obvio que la Iglesia Católica en España no pasa por la misma situación que en China. Y, al menos por el momento, todavía no estamos como en Venezuela, aunque las circunstancias en Cataluña pueden hacer que las cosas se asemejen cada vez más a lo que ocurre en el país caribeño. Pero claro, de ahí a decir que nos quejamos de vicio, que acá la Iglesia está mejor tratada que en el mismísimo paraíso, pues…. va a ser que no, señor Bono. Va a ser que no nos tragamos su tesis. Tenemos ojos en la cara y la mente despejada. Sabemos lo que está ocurriendo. Y nuestra memoria histórica no está empañada por el sectarismo que produce amnesia selectiva, lo cual nos sirve para saber lo que nos puede ocurrir si sus colegas ideológicos no levantan el pie del acelerador del camión sin frenos del laicismo anticlerical radical. Usted será cómplice de ese negro futuro. Su compañero Vázquez, a la sazón embajador de España en el Vaticano, también. No valen las tibiezas. No valen los discursos que buscan esconder la realidad. No vale la demagogia barata y populista, asignatura política de la que usted es catedrático por la Sorbona. O se desmarcan ustedes radicalmente del discurso incendiario de la izquierda, o serán tan responsables como el que más cuando esa izquierda pase de las palabras a los hechos.

Yo creo que muchos católicos no son del todo conscientes de lo que puede ocurrir el día menos pensado. Quizás les cueste aceptar que si la izquierda radical lanzó una campaña bestial contra las sedes del PP hace unos años, puede hacer algo parecido con nuestros templos. Pero el reparto de papeles es el mismo. El PSOE e IU señalan la diana y las huestes radicales anti-sistema ponen el arco y las flechas. Y los medios de comunicación de la izquierda sirven de propaganda para alentar a los primeros y condenar hipócritamente las formas de los segundos, a la vez que justifican su fondo y culpabilizan a las víctimas, que en este caso somos nosotros, acusándolas de haber provocado primero. Este juego ya nos lo conocemos. La partida se he puesto en marcha. Que luego nadie diga que no se avisó de que tendría lugar.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Fuente: Blog Cor ad cor loquitur
 
Re: El compromiso político del creyente

Está en inglés, pero para el que entienda el idioma merece la pena:

The Place of Religion in Public Life
by Sam Brownback
1/30/08

As questions abound concerning the role of religious faith in the political process, it seems an apt time to reflect on the proper place of religion in our American culture. Few issues in recent years have been as controversial or have evoked as much heartfelt emotion on all sides of the question.

I believe a full examination of the issue is helpful, both to calm fears and reflect positively on the possibility of a harmonious relationship between church and state.

There are some assumptions in politics that seem to persist despite all the evidence against them. The notions that religious conservatives are trying to impose their faith on the country or that Christianity poses a threat to liberty are often accepted as facts without a great deal of questioning. This seems to me far from the truth of the matter, however.

In my experience, it simply isn't the case that people of faith are trying to impose their faith upon anyone. Rather, they -- like everyone involved with public life -- simply put forth a particular vision of how we ought to order our lives together. Far from threatening liberty, this can be an essential part of it.

At the outset, it is necessary to be clear about what sort of relationship of church and state we are not after. Let me be as clear as possible: I am not in favor of a theocracy. That would be bad for religion and bad for government. The separation of church and state should not mean, however, the exclusion of faith from public life.

Religious believers should not be excluded from the public debate. Rather, all people should be allowed to bring their vision to the table. Indeed, it is essential to include those who can ground their arguments not simply in terms of interest-group politics but in a vision of human dignity and its transcendent character.

For this reason, Christians should not be forced to leave their faith at the doorstep of public life. In fact, the contribution they can and should make to the political process demands that people of faith bring into the public realm their beliefs about the dignity of the human person, the importance of marriage for a virtuous society, and the need to work on behalf of the weak and vulnerable. An authentic faith will never persecute anyone, since at its core it respects the essential dignity and religious freedom of all human beings.

I believe, in fact, that we should celebrate faith, not denigrate it. Faith is a good thing. It commits people to justice in the public square. In a word, it helps people to love.

Where would we be if people of faith like Rev. Martin Luther King Jr. or Mother Teresa remained at the doorstep of public life? Instead, we are better off when people of faith take seriously the commandment to love thy neighbor and offer proposals for how we ought to order our lives together.

I want to go even further, however. I think the public square has to be a place that not only allows faith but encourages it. A society based solely on reason, without any reference to transcendent faith, has been tried -- and has utterly failed. The great threat of the second half of the 20th century -- atheistic communism -- has shown you cannot ground a society on human reason alone. It will close man in on himself instead of directing him outward in love.

In a sermon some years ago, the Senate chaplain asked the members of Congress how many constituents we had. He suggested that we really only have one constituent -- God. It made me wonder what sorts of things God would be interested in. What concerns would He have?

I imagine God would be concerned with the poor and the downtrodden, with the situation in Darfur or the human-rights violations in North Korea. It is faith that invites us to broaden our area of concern, purifies our reason, and compels us to action.

Finally, there is something profound that people of faith can teach all of us. In the midst of a world of so much suffering, faith reveals that death might not get the last word. The temptation in politics can be toward hopelessness and cynicism that any real progress can be made.

Authentic faith is an affirmation that God Himself is not indifferent to human suffering, and, in the end, every tear will be wiped away. The gift of hope should be the first of many gifts people of faith offer to a world where it is so needed. That's a proposal that will be hard to pass up.

Sam Brownback is the Republican senator from Kansas.
 
Re: El compromiso político del creyente

Arzobispo de San Antonio ante el mitin de Hillary Clinton en una universidad católica

SAN ANTONIO, miércoles, 13 febrero 2008 (ZENIT.org).-
Publicamos la declaración que ha emitido monseñor José H. Gomez, arzobispo de San Antonio (Texas), con el apoyo de sus obispos auxiliares, en respuesta a la presencia de la senadora Hillary Clinton, candidata a la presidencia de lo Estados Unidos, en la Universidad St. Mary.

* * *

Ha sido para mí una sorpresa recibir la noticia de que la Senadora Hillary Clinton se presentará en la Universidad St. Mary. No he sido informado ni consultado por la universidad antes de que decidieran permitir que la Senadora Clinton hable en la universidad. Las instituciones católicas tienen el deber de enseñar y promover los valores católicos en todas las circunstancias. Esto es especialmente importante cuando las personas miran a nuestras universidades católicas en búsqueda de liderazgo y claridad sobre los discursos políticos, normalmente complicados y contradictorios.

Todos sabemos que el historial de votación de la Senadora Clinton así como de algunos de los demás candidatos a la presidencia no es consistente con las enseñanzas de la Iglesia Católica en lo que se refiere al importante tema de la vida.

No es mi intención decir a las personas por quién deben votar. Sin embargo, exhorto a los católicos a que entiendan las enseñanzas de la Iglesia de manera integral en lo que se refiere a los temas públicos de gran importancia hoy. Ruego a los profesores y al equipo de pastoral de la Universidad St. Mary que sigan cumpliendo con su responsabilidad de educar a sus alumnos en su responsabilidad política, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia católica.

Los obispos católicos de los Estados Unidos, en su documento del 2004 «Católicos en la Vida Política», afirmaron que, en las relaciones con los candidatos políticos y con aquellos que tienen cargos públicos, «la comunidad católica y las instituciones católicas no deben honrar a aquellos que toman acciones que desafían nuestros principios morales básicos. No debería dárseles premios, honores o plataforma alguna que pudiese sugerir un apoyo a sus acciones».

En una declaración distribuida por la Universidad St. Mary, se lee que «como una universidad católica exenta de impuestos, St. Mary no apoya a ningún candidato político o sus posiciones con relación a temas específicos, y reconoce las diferencias fundamentales entre las posturas de los candidatos presidenciales y las de la Iglesia Católica».

Nuestras instituciones católicas deben promover una clara comprensión de nuestras profundas convicciones sobre un tema como el aborto, un acto que la Iglesia llama un «crimen abominable» y un tema no-negociable.

———-

Y digo yo, que el paso siguiente será abrir el proceso para cesar a los responsables de esa Universidad o para retirarla la condición de católica. En cualquier caso, es de agradecer que Monseñor Gómez, de obvia ascendencia hispana, sea tan clarito.
 
Re: El compromiso político del creyente

http://www.protestantedigital.com/new/nowleerarticulo.php?r=290&a=3049


CÉSAR VIDAL


El juicio de Dios

Predicación para el siglo XXI (III)

Si la predicación de pecado y de justicia resulta indispensable, no lo es menos la de su consecuencia directa: el juicio de Dios. Como sucede con la justicia a la que dedicaba la entrega anterior, se trata de un concepto que está más que enraizado en nuestros corazones aunque, por supuesto, intentemos eludirlo. Si existe el mal y el pecado, y existe un Dios justo, es obvio que ese Dios justo ejecutará un juicio sobre el pecado.




Al respecto, la Biblia es terminante desde sus primeras páginas. Adán y Eva son expulsados del Edén como consecuencia del pecado (Génesis 3), Caín sufre el destierro a causa de su crimen (Génesis 4:4 ss), la Humanidad es arrancada de la faz de la tierra por su maldad en la generación de Noé (Génesis 6:7 ss), una nueva Humanidad es dispersada envuelta en multitud de lenguas tras la soberbia de Babel (Génesis 11:1 ss)… y así podríamos seguir multiplicando los ejemplos hasta llegar a la última página de la Biblia en el Apocalipsis donde se hace una referencia expresa al castigo eterno de la Bestia y del Diablo (Apocalipsis 20:10) y, precisamente, al juicio final (Apocalipsis 20:11 ss).

Se puede discutir de dónde arranca la peregrina tesis de que Dios no va a juzgar al género humano, de que va a pasar por alto el pecado o de que siente indiferencia, a veces incluso bonachona, hacia la transgresión de sus mandamientos, pero lo que resulta indiscutible es que no arranca de las Escrituras. En ellas, de manera constante, continua, machacona si se quiere, se nos enseña que Dios juzga a individuos, generaciones y pueblos.

Como indica Pablo, “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que obstaculizan la verdad con injusticia” (Romanos 1:18). Me consta que para muchos hablar de la ira de Dios es intolerable y que incluso se suele alegar que es un sentimiento demasiado humano para encajar en la divinidad. La verdad es que nunca he comprendido por qué se puede negar la ira de Dios y, a la vez, afirmar el amor de Dios como si éste no fuera también un sentimiento demasiado humano, pero no nos distraigamos.

La enseñanza de la Biblia es que “a los que contienden y no obedecen a la verdad, sino que más bien obedecen a la injusticia, les vendrán ira e indignación, tribulación y angustia, sobre toda alma humana que obra el mal, del judío, en primer lugar, y también el gentil, porque con Dios no hay acepción de personas” (Romanos 2:8-11). Ese juicio de Dios, por supuesto, sobreviene también sobre sociedades como deja de manifiesto, por ejemplo, el llanto de Jesús sobre Jerusalén al comprender que su juicio era inevitable por su pecado y por su negativa a arrepentirse (Lucas 19:41-44).

Sin duda, no es la parte de la predicación más agradable (¡mucho menos simpática!), pero resulta indispensable. No sólo nuestros vecinos deben recibir el mensaje del juicio de Dios, sino también la sociedad en la que vivimos.

Hace un tiempo, fui invitado por un congreso evangélico local a pronunciar una ponencia sobre un tema relacionado más o menos cercanamente con la política. Recuerdo que centré mi ponencia en apuntar al hecho de que nuestra querida sociedad española iba acumulando de manera colectiva motivo tras motivo para ser objeto del juicio de Dios y que éste acabaría produciéndose.

Los organizadores del evento –no sé si de manera individual o colegiada– impidieron que la ponencia se pronunciara, pero, al fin y a la postre, apareció en Internet y, con seguridad, se difundió mucho más de lo que hubiera sucedido en aquel marco bastante limitado. Pero todo aquello es muy, muy secundario.

En realidad, lo esencial es que España, como nación, ha ido acumulando causa tras causa para recibir el juicio de Dios y que, sin arrepentimiento, no podrá eludirlo como no ha podido ninguna sociedad a lo largo de la Historia. Ese anuncio de juicio debe formar parte de nuestra predicación a menos que estemos convencidos de que Dios va a pedir disculpas a Sodoma y Gomorra un día de éstos.

Gracias a Dios, como tendremos ocasión de ver en las próximas semanas, nuestra predicación no concluye aquí.

CONTINUARÁ


Artículos anteriores de esta serie:

1 ¿Qué Evangelio debemos predicar?
2 Hay y habrá justicia


César Vidal es escritor, historiador y teólogo



© C. Vidal, Protestante Digital.com (España 2007).

Fuente: http://www.protestantedigital.com
 
Re: El compromiso político del creyente

España conoce muy bien el significado de ese compromiso politico cristiano.

Saludos.